Inversiones chinas: en dos años, de la euforia a las dudas
Los planes tras la visita de Hu Jintao, en noviembre de 2004, en la nebulosa. Se especuló con el desembarco de US$ 20.000 millones. Llegó menos del 3%.
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Los dragones, dice Harry Potter, en el fondo no son ni buenos ni malos: todo depende de cómo uno se maneje con ellos. El caso del impacto de la expansión china sobre la economía argentina es un buen ejemplo. A dos años de la visita del presidente Hu Jintao, y de la expectativa generada a partir del supuesto desembarco de inversiones multimillonarias, la relación con el dragón asiático pasó de la euforia a las dudas.
Desde aquel entonces, se concretaron inversiones chinas en la Argentina por menos de 500 millones de dólares, lejos de los US$ 20.000 millones con los que se especuló inicialmente. El principal trato cerrado fue el de la alianza entre el grupo Macri y la empresa Sonhe Hopefull para manejar el ferrocarril Belgrano Cargas, con una inversión proyectada de US$ 200 millones en dos años. A eso hay que sumarle 21 millones para la reactivación del complejo minero de hierro Hiparsa, en Sierra Grande, en el que tiene participación la empresa asiática Ling Cheng Mining; y la compra, por 123 millones de dólares, de 160 vagones y 24 locomotoras chinas para el Ferrocarril San Martín.
"Pronto se anunciarán nuevos negocios en minería e infraestructura", asegura Miguel Calvete, director ejecutivo de la cámara que agrupa a los autoservicios chinos y un conocedor de la relación económica con el gigante asiático. "Lo que nos mata a los argentinos es la ansiedad: muchos creyeron que los 20.000 millones llegarían de un día para el otro, cuando se trataba de una proyección de largo plazo".
En los hechos, la Argentina se encuentra en un quinto escalón en las preferencias de los inversores chinos en América latina, detrás de Brasil, México, Chile y Venezuela.
Pero las dudas de los economistas que siguen el tema van más allá de las inversiones:
"El Mercosur nunca tuvo una buena respuesta comercial para el fenómeno chino", dice Dante Sica, ex secretario de Industria. Durante la visita de Hu Jintao, la Argentina reconoció a China como economía de mercado. A cambio, el país asiático se comprometió a ampliar sus importaciones, producto de lo cual ya se concretaron aperturas para el sector del tabaco y las carnes. Pero a pesar de eso, el balance comercial bilateral sigue empeorando para la Argentina: de casi US$ 2.000 millones de superávit en 2003, este año el resultado favorable sería de apenas US$ 500 millones. En 1990, las exportaciones totales de América latina eran un 50% más altas que las de China. Dieciséis años más tarde, lo contrario es lo cierto.
Las inversiones directas chinas en el extranjero ascendieron a US$ 7.000 millones en 2005. El número es bajo cuando se lo compara con las IED que llegan a ese país. Con un crecimiento sostenido al 10%, el atractivo chino funciona como una aspiradora de fondos que "seca" la liquidez disponible para otros mercados emergentes.
El boom mundial de commodities, cuyos precios suben al ritmo de la demanda asiática, crea una oportunidad nunca vista para los países vendedores de materias primas. Pero también conlleva el riesgo de cristalizar estructuras económicas basadas en la producción primaria.
"Los países de América latina deben usar esta explosión de las commodities para diversificar sus economías en favor de bienes de más alto valor agregado, para que su crecimiento sea sustentable en el mediano plazo", dicen los economistas Tamara Trinh y Silja Voss, del Deutsche Bank, en un estudio reciente. Esta investigación también pronostica que el incremento de la demanda china de soja se estabilizará en una suba anual del 5%, muy por debajo de la tasa de dos dígitos que el dragón asiático consumió en los últimos años.
Fuente: Clarín