La Argentina ante el ALCA: ¿solución a los dilemas del crecimiento o agravamiento de los problemas estructurales?*
Luego se desgranan los principales rasgos del comercio exterior argentino, poniendo de manifiesto la ausencia de una política activa en esa materia, así como el bajo dinamismo y la inestabilidad de los mercados en los que la Argentina cuenta con ventajas comparativas.
Las dos secciones siguientes avanzan sobre los parámetros históricos y las tendencias más recientes de las relaciones comerciales entre la Argentina y Estados Unidos. Se concluye de allí que, dado el carácter competitivo de ambas economías en la franja de las exportaciones argentinas, no pueden cifrarse expectativas ciertas sobre una liberalización de las compras norteamericanas.
Luego de considerar en particular la hipótesis de que el ALCA podría reactivar la economía argentina a partir de mejores condiciones en materia de inversión de bienes de capital, el trabajo concluye con la presentación de dos escenarios diferentes que consideran los efectos del ALCA en el caso de que este se comporte de la manera esperada (el escenario optimista) y de que los beneficios pregonados no se concreten (el escenario pesimista).
El ALCA y los beneficios esperados para la Argentina
El inicio del siglo XXI encuentra las relaciones económicas internacionales en un profundo proceso de transformaciones, que trata de retomar y acelerar algunas iniciativas planteadas ya a comienzos de la década de 1990, entre las que se destaca la revitalización de la idea de crear un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El punto de partida de este proyecto fue la "Iniciativa para las Américas" lanzada por el presidente estadounidense George Bush en junio de 1990, bajo la óptica de que el camino para mantener la paz y la prosperidad en el continente americano se debía sustentar sobre un despliegue del comercio más que sobre la ayuda al desarrollo. Para ello, proponía la creación de un fondo de inversión destinado a promocionar el librecomercio, la apertura de los mercados y la ejecución de procesos de privatización en la región1.
El cambio de administración en el gobierno de Estados Unidos, los procesos de apertura y liberalización en diversos países de América latina y el lanzamiento de diversas experiencias de integración (especialmente el Mercosur y el NAFTA) adormecieron temporariamente el impulso de la propuesta de Bush. Pero en diciembre de 1994, Bill Clinton lanzó el proyecto de creación del ALCA, que debía concretarse en el año 2005, de acuerdo con lo establecido en la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Miami en diciembre de ese año2. Las resistencias encontradas tanto en el parlamento norteamericano como en las autoridades de diversos países latinoamericanos (especialmente en el Brasil) volvieron a congelar la iniciativa, aun cuando se llevaron a cabo cuatro reuniones de ministros de comercio: Denver (1995), Cartagena (1996), Belo Horizonte (1997) y San José (1998), para formular y ejecutar un plan de trabajo.
No obstante, diversos acontecimientos ocurridos recientemente, entre los que se destacaron el acceso de George Bush Jr. a la presidencia en EUA, la reunión de ministros realizada en Buenos Aires y la posterior Reunión Cumbre de Quebec (ambas en abril de 2001) relanzaron la idea con más fuerza que en el pasado, discutiendo incluso un adelantamiento en la puesta en marcha del proyecto para el año 2003.
La propuesta en discusión se centra especialmente sobre la reducción paulatina de las barreras comerciales entre los países que participen de la iniciativa, hasta alcanzar la liberalización total del comercio recíproco. Pero también se avanzaría en el establecimiento de un régimen común de inversiones, la reglamentación de las compras del sector público y la fijación de algunas pautas en las políticas de competencia. Más difusamente, se enuncia la intención de "examinar la relación que existe entre ciertos temas clave, como agricultura y acceso a mercados, política de competencia y subsidios, antidumping y derechos compensatorios, entre otros"3. Como puede verse, se apunta más a la eliminación de las barreras arancelarias que las no arancelarias. El tema no es menor, ya que las primeras tienen mayor incidencia en los países latinoamericanos, que poseen un arancel promedio notoriamente superior al de EUA y Canadá. Estos últimos, por lo contrario, utilizan las barreras no arancelarias como principal argumento de defensa de su producción interna. Desde ese punto de vista, los principios enunciados hasta el momento dejan ver una asimetría inicial en la profundidad de la apertura que llevarían a cabo unos y otros.
¿Qué beneficios económicos directos se esperan para la Argentina con la concreción de un área de librecomercio continental? La respuesta no puede sustentarse en detalles precisos, ya que las negociaciones han mostrado un hermetismo fuera de lo común para este tipo de iniciativas. Sin embargo, las escuetas declaraciones de algunos funcionarios y la ayuda de algunos conceptos emergentes de la teoría que enmarca el proyecto permiten esbozar algunos lineamientos básicos sobre los aspectos más relevantes. En ese sentido, son especialmente relevantes las expresiones del canciller argentino, quien sostuvo que "el ALCA debe representar para la Argentina hacer realidad el postulado que implica la relación de comercio internacional y crecimiento con calidad de vida de los ciudadanos, ya que la inserción en las corrientes económicas internacionales servirá para alcanzar un crecimiento sostenido y disminuir los índices de pobreza" para concluir que "el ALCA reducirá la vulnerabilidad externa, acelerará el crecimiento económico, atraerá inversiones y creará empleos."4
En el fondo, la secuencia lógica de los fundamentos del ALCA podría explicarse de la siguiente manera: el proteccionismo existente hoy causaría una asignación ineficiente de los recursos. Su eliminación, por lo tanto, optimizaría el acceso de los bienes industriales y agrícolas a los diferentes mercados de la región, conduciendo a la especialización de cada país en aquellos sectores donde se encuentran sus ventajas comparativas. Para esas líneas de producción, los mercados se ampliarían y, por consiguiente, se expandiría su nivel de actividad. El comercio exterior se transformaría así en el motor del crecimiento, complementado por una reducción en el costo de los bienes de capital, que se importarían de países que los producen con mayor eficiencia, alentando la inversión. El crecimiento que este círculo virtuoso provocaría, tendría como efectos adicionales promover el ingreso de capitales en busca de las ganancias que generan los sectores más dinámicos y, simultáneamente, elevar el volumen de empleo.
En definitiva, el ALCA puede encuadrarse en las recomendaciones de la teoría neoclásica, matizado por una visión regionalista que busca un second best, un segundo óptimo: dadas las dificultades para imponer el librecambio en escala planetaria, que constituye el mejor escenario imaginable, la alternativa más viable consiste en una liberalización regional lo más amplia y profunda posible. Esa es la concepción de teoría económica que subyace a la idea del ALCA5. Bajo esas condiciones, la propuesta parece bastante atractiva para la Argentina, porque resolvería buena parte de los problemas que hoy la aquejan, como el estancamiento, la baja dinámica exportadora o el desempleo. Sin embargo, es lícito preguntarse, en primer lugar, si las predicciones de la teoría son certeras y, en segundo lugar, si el tránsito hacia un área de librecomercio regional es tan sencillo como parece.
El comercio exterior argentino en tiempos recientes
De acuerdo con lo expuesto, puede percibirse que el éxito de la participación argentina en el ALCA se relaciona, en primer lugar, con un sustancial incremento del comercio exterior. En ese sentido, la idea implícita en el planteo apunta a vincular un mayor dinamismo en el intercambio fundamentalmente con la remoción de los obstáculos comerciales. Estudiando lo ocurrido con las exportaciones argentinas a lo largo de los '90, el panorama resulta, sin embargo, un tanto más complejo. Se recortan allí al menos dos factores que no son tomados en cuenta por quienes depositan grandes expectativas en el ALCA.
Exportaciones y política económica
En primer lugar, hay una contradicción manifiesta entre la estrategia exportadora y las características de la política de estabilización de precios aplicada a partir de 1991. Así, por ejemplo, la restricción fiscal y el peso creciente de los intereses del endeudamiento externo impiden destinar recursos suficientes para encarar un agresivo programa de promoción de exportaciones que complemente un esfuerzo empresarial. Esta cuestión tiene, no obstante, algunos matices importantes. El problema fiscal fue tomado desde 1989 como argumento para el recorte de los incentivos a las exportaciones existentes hasta entonces. Sin embargo, el gasto público se incrementó notoriamente desde entonces, de manera que no sólo la política de estabilización se interpone a la implementación de incentivos, sino también una cuestionable asignación del gasto público.
Un contraste aún mayor se encuentra en la política cambiaria. La estabilización reposó sobre un tipo de cambio fijo como ancla, pretendiendo la convergencia de inflación interna con la de Estados Unidos, en el marco del "enfoque monetario del balance de pagos"6. La estabilidad no se logró inmediatamente, a pesar de la reducción brusca de la tasa de inflación, con lo que el peso se revaluó fuertemente, restando competitividad a las exportaciones y deformando la estructura de precios relativos. En especial se destaca el precio relativo de los bienes no transables, que constituyen parte del costo de los transables, a los que les restan competitividad. Por lo tanto, el retraso cambiario se transformó en una trampa mortal para la estrategia exportadora.
La nueva ley de convertibilidad, que tomará como referencia no sólo el dólar, sino también el euro, puede agravar aún más el problema cambiario, especialmente en el marco del ALCA. Si la canasta de monedas de referencia se implementa cuando el dólar y el euro tengan una relación de uno a uno, el cambio se producirá cuando el euro esté revaluandose frente al dólar. A partir de allí, entonces, el peso también se revaluará y restará competitividad a la producción argentina en el mercado norteamericano, salvo que, por algún motivo aleatorio, precisamente en ese punto el euro comience nuevamente a retroceder. Pero además, como señala Jorge Carrera, la nueva canasta no es "a prueba de emergentes", ya que no pone a salvo a la Argentina de las devaluaciones de otros países que compiten con ella en el comercio exterior con diversos mercados7.
La convertibilidad plena del peso implica además una política monetaria pasiva que introduce inestabilidad en los mercados financieros. Si se produce un déficit en la cuenta corriente del balance de pagos, un rasgo que afecta de forma estructural al sector externo de la Argentina, las tasas de interés tienden a elevarse para forzar un ingreso de capitales que equilibre el mercado de divisas. Si, además, el déficit en cuenta corriente se incrementa progresivamente debido al peso creciente de los intereses de la deuda externa, la divergencia entre las tasas de interés interna e internacional se amplía, afectando los costos financieros y la rentabilidad de los proyectos de inversión productiva, lo que redunda en una pérdida de competitividad. Este fenómeno también ha minado la competitividad de las exportaciones argentinas8.
Desde esta perspectiva, se ve con claridad que el desarrollo exportador no depende exclusivamente de la apertura de los mercados externos, sino también de la presencia de condiciones que permitan aprovecharlos. Ambas son condiciones necesarias y la ausencia de una de ellas (en este caso, de una verdadera política exportadora) tornaría estéril la estrategia para la Argentina. En la Argentina, las dificultades para expandir las exportaciones no sólo se vinculan con el proteccionismo externo, sino también con un conjunto de dilemas en la política económica, resueltos oportunamente en una dirección que entorpece la competitividad.
Exportaciones y dinamismo de los mercados
Sin embargo, el problema mayor parece encontrarse en las características del desarrollo de largo plazo de las exportaciones argentinas, independientemente de lo que ocurre con las condiciones macroeconómicas. Las deficiencias mencionadas en materia de política económica sólo agravan un cuadro adverso que emerge del perfil productivo del país. Es cierto, por un lado, que las ventas externas argentinas se han expandido en los '90, superando ampliamente los umbrales del pasado inmediato. Sin embargo, a excepción de fugaces coyunturas, no han podido superar a las importaciones, que crecieron a un ritmo aún más fervoroso. De esa forma, se pone de manifiesto que el incremento de las ventas externas no fue suficiente para atender indirectamente las necesidades de consumo internas.
Por otra parte, la curva de las exportaciones comienza a mostrar una pendiente cada vez más horizontal, que nos habla de un progresivo estancamiento (gráfico Nº 1).
Gráfico N° 1. Evolución del comercio exterior argentino. En miles de dólares
Fuente: Secretaría de Programación Económica y Regional
Desde el punto de vista de la producción, por lo tanto, aunque la apertura haya permitido el crecimiento y la mejora de la competitividad en determinados sectores, esto ocurrió a costa de golpear con crudeza a otros. La mayor eficiencia microeconómica de los primeros debe ser matizada por la pérdida de eficiencia del conjunto de la industria, provocada por la destrucción de capital y del acervo de conocimientos en el sector de bienes de capital. Esta situación se agravaría aún más con el ingreso al ALCA, no tanto por sus efectos inmediatos, como por las dificultades que encontrarán los productores de bienes de capital ante un hipotético despegue.
Los problemas se agravan al involucrar un sector estratégico. La importancia de la creación y el dominio de los instrumentos de producción ha ocupado un lugar central tanto en los procesos de desarrollo económico como en las propias políticas de los países desarrollados a lo largo de la historia. Muestra de ello es el apoyo que recibe esa actividad actualmente, incluso en los países desarrollados que cuentan con ventajas comparativas en dicho sector. Se destacan allí el esfuerzo y la participación crucial del estado, así como la existencia de programas geográficamente más abarcativos como los existentes en la Unión Europea. Incluso el principal socio de la Argentina, el Brasil, ha tratado de preservar un conjunto de herramientas de política económica específicos para el sector, a pesar de las discusiones que eso ocasionó, por diferentes motivos, con aquella y con Estados Unidos. La visión comercialista predominante en la Argentina, en cambio, no ha permitido ver que, tal como señala Aldo Ferrer, el desarrollo autosustentable no se importa llave en mano24.
Desde este punto de vista, el ALCA, tal como está planteado, tendría para la Argentina un efecto negativo sobre la industria de bienes de capital, que, sumada a la virtual renuncia del estado a formular una política científica y tecnológica activa, profundizaría la dependencia y el retraso tecnológicos actuales. En este sentido, el ALCA sería el opuesto de un programa de desarrollo económico, con el agravante de que ni siquiera garantiza un proceso de crecimiento sostenido.
Cara y ceca del ALCA para la Argentina: algunos escenarios posibles
De acuerdo con lo visto hasta aquí, el ingreso de la Argentina al ALCA no parece ser suficiente ni necesario para retornar al camino del crecimiento sostenido y a una mejora sustancial del nivel de vida de la población. Aun así, vale la pena evaluar los efectos sobre la estructura productiva y social que acarrearían alternativamente un éxito o un fracaso, desde la propia perspectiva implícita en la iniciativa, es decir, la del incremento del comercio exterior. Obsérvese que no se evalúa aquí la pertinencia del ALCA como política de desarrollo, sino meramente la posibilidad de lograr un fuerte impulso en materia de exportaciones que relance el crecimiento y equilibre las cuentas externas, lo que, en el fondo, implica un fuerte superávit de la balanza comercial.
Un escenario pesimista
Consideremos primero algunos resultados, adicionales a los ya expuestos, de un fracaso del ALCA, interpretado ahora como un impacto débil sobre las exportaciones argentinas. En este escenario, persistiría el déficit comercial que, salvo en momentos especiales de recesión, ha caracterizado al sector externo argentino en los años '90. Las conclusiones que extraeremos siguen siendo válidas con un superávit comercial insuficiente para cubrir el déficit que provocan los intereses de la deuda externa en el sector servicios.
Las expectativas de tal escenario pueden describirse por medio del modelo Mundell-Flemming, inspirador del actual proceso de apertura y liberalización que orienta la inserción internacional de la Argentina. El modelo predice que en una economía abierta con perfecta movilidad de capitales, la tasa de interés interna tiende a igualarse con la tasa de interés internacional. Supone, empero, una situación de equilibrio en el largo plazo del balance de pagos. Cuando, como en la Argentina, la tendencia subyacente es de salida neta de divisas (ya sea por los déficits comerciales o por el déficit en cuenta corriente), ésta se debe compensar con una contracorriente permanente de divisas en la cuenta capital, lo que presupone, según el propio modelo, una tasa de interés superior a la internacional, aun dejando de lado aspectos tales como el riesgo país o el riesgo de devaluación. Si en el largo plazo esa contracorriente incrementa la salida de divisas, a través del pago de intereses de nuevas deudas, el resultado es una divergencia creciente entre las tasas de interés interna y externa.
En el escenario pesimista, por lo tanto, es de esperar como resultado colateral un alejamiento progresivo de las tasas de interés internas frente a las internacionales, matizado esporádicamente por préstamos especiales que descompriman temporariamente la situación. En el fondo, no provocaría cambios sustanciales frente al panorama actual, aunque la gravedad de éste es de por sí preocupante. La cuestión no es de importancia menor, porque el diferencial de tasas de interés inhibe la inversión productiva y estimula la especulación financiera. De esa manera, sólo quedaría espacio para un pequeño conjunto de actividades en las que pueden obtenerse superganancias, reduciendo aún más la base productiva del país. En el largo plazo, el modelo resultaría insostenible tanto desde el punto de vista social, como desde la perspectiva de lograr un conjunto de equilibrios macroeconómicos básicos.
Un escenario optimista
El escenario optimista se concretaría si el ALCA pudiese provocar un shock positivo sobre las exportaciones, de manera que éstas crecieran aceleradamente y permitieran, por un lado, un superávit comercial que apuntalase el equilibrio externo, y arrastrasen, por otra parte, el crecimiento del PIB.
Este contexto no deja de plantear diversos interrogantes, vinculados con dos aspectos diferentes, aunque interconectados. El primero de ellos es el referido a la sustentabilidad social del éxito, toda vez que un fuerte superávit comercial como el que se necesita para equilibrar las cuentas externas presupone un consumo interno situado muy por debajo de los niveles alcanzados en la producción. En los hechos, el éxito implica, pues, la persistencia de un consumo interno deprimido, que contrasta con la mayor creación de riqueza. Tomando en cuenta que el actual nivel de deuda externa exige un incremento anual acumulativo del PIB superior al 5% y un gasto público primario constante solamente para evitar que los desequilibrios se agraven25, recién a posteriori de un período extremadamente prolongado, con tasas de crecimiento "milagrosas" y sostenidas en el tiempo, se podría mejorar el nivel de vida de la población. Por lo tanto, una de las condiciones asociadas con el éxito sería la preservación de la actual polarización en los niveles de ingreso y de fuerte fuga de capitales. La gravedad de los problemas sociales y la generalización de conflictos en los últimos meses introduce un primer interrogante sobre el escenario "optimista".
Pero además, surge un segundo interrogante con respecto al efecto de mayores exportaciones sobre el crecimiento. Por lo pronto, una propuesta exportadora basada sobre la contracción del consumo interno no garantiza una fuerte dinámica del crecimiento y puede conducir a resultados paradójicos. En el caso de la Argentina, la relación entre las exportaciones y el PIB es inferior al 15%. De allí se desprende que un aumento del 1% en las exportaciones induciría a un incremento del producto menor al 0,15% o, visto al revés, para incrementar un 1% el PIB sería necesario un aumento del 7% en las exportaciones. De acuerdo con lo indicado en el párrafo anterior, las exportaciones deberían expandirse, caeteris paribus, a una tasa del 35% para estabilizar el contexto macroeconómico.
¿Cómo lograr un incremento de las exportaciones de tal magnitud? La política económica reciente de la Argentina indica que el camino elegido apunta a combinar iniciativas de negociación comercial como el ALCA con políticas que tratan de estimular una mayor competitividad por medio de una reducción del costo salarial por medio de la flexibilización laboral26. Esto implica, en los hechos, una contracción de la demanda interna, que esteriliza parcial o totalmente efectos positivos de la exportación sobre el crecimiento. En efecto, una reducción del 1% de la demanda interna es suficiente para compensar un aumento del 7% en las ventas externas, por lo que la estrategia adoptada torna contradictorios la expansión de las exportaciones y el crecimiento.
Por eso, un escenario optimista en materia de exportaciones no necesariamente implica el relanzamiento de un proceso de crecimiento sostenido, ni una mejoría sustancial en el nivel de vida de la población. Por lo contrario, las políticas sobre las que pretende basarse la expansión exportadora parecerían indicar que los resultados serán los opuestos. En ese sentido, la experiencia de México en el NAFTA podría ser tomada como un espejo adelantado en el tiempo.
Conclusiones
Las reuniones de ministros y presidentes americanos, llevadas a cabo en Buenos Aires y Quebec respectivamente en abril de 2001, revitalizaron la discusión en torno de la idea de formar un área de librecomercio en la región, eliminando las barreras comerciales existentes. En ese contexto, las autoridades argentinas se contaron entre las más entusiastas defensoras del proyecto, estimando que con la puesta en marcha del ALCA el país reforzaría su inserción exportadora, relanzando el crecimiento económico, creando empleo y reduciendo la vulnerabilidad externa.
Sin embargo, la perspectiva oficial contrasta con diferentes factores que permiten concluir una perspectiva menos optimista. Desde el punto de vista interno, por ejemplo, las posibilidades de avanzar en una expansión exportadora colisionan con un contexto macroeconómico adverso, generado por un fuerte retraso cambiario y la ausencia de una política exportadora activa. Por otra parte, la Argentina acentuó paulatinamente su especialización internacional en función del criterio de las ventajas comparativas, enfoque que el ALCA reforzaría. Sin embargo, los sectores en los que el país cuenta con ventajas comparativas (vinculados con la producción agropecuaria y la transformación de un reducido conjunto de recursos mineros, con alto grado de estandarización y bajo valor agregado) se sitúan en un segmento del mercado internacional con débiles tasas de crecimiento en la demanda y fuertes oscilaciones de precios. Por eso, bajo estas condiciones estructurales, no parece acertado predecir un boom exportador con la creación del ALCA, que se sustente en el largo plazo.
Pero además, algunas sombras significativas se proyectan desde el propio mercado de Estados Unidos (el más relevante para la Argentina en el marco del ALCA), que cohiben, ahora desde el punto de vista externo, expectativas promisorias. La relación bilateral entre ambos países ha sido conflictiva a lo largo de buena parte de la historia, especialmente en materia comercial. Es que, desde el punto de vista de las exportaciones argentinas, no existe una complementación entre ellos, sino un importante grado de competencia. Por eso, Estados Unidos ha dificultado el ingreso de productos argentinos a su mercado interno por medio de barreras proteccionistas, generalmente de tipo no arancelario, mientras utilizaba su poder económico para limitar la competencia argentina en terceros mercados. En este sentido, la actitud estadounidense no parece haber sido modificada en absoluto. Por lo contrario, la discusión sobre la eliminación de las barreras no arancelarias se ha dilatado y la administración de Bush mostró su intención de desplazarla al nivel de la Organización Mundial de Comercio. De modo que nada indica la existencia de una intención firme por parte de Estados Unidos de abrir efectivamente su mercado a la Argentina, incluso con el ingreso al ALCA.
Por otra parte, la Argentina puede verse afectada también de manera indirecta por el desplazamiento en algunos mercados de la región a manos de proveedores norteamericanos. Simultáneamente, proveedores de terceros países, especialmente del Brasil, pueden ser desplazados también en el mercado argentino. Tomando en cuenta la importancia que ha ganado el Brasil como comprador de productos argentinos en la última década, el efecto recesivo que éste sufriría en tal caso, podría afectar significativamente las propias colocaciones de la Argentina, desmantelando el volumen de intercambio trabajosamente incrementado en la década pasada.
Así, arribamos a un panorama que deja poco margen para el optimismo. El esperado auge exportador estaría lejos de concretarse, con lo que la precaria situación externa de la Argentina, que mucho se vincula con su elevado endeudamiento externo, tendería a agravarse, sosteniendo tasas de interés incompatibles con la producción, bajos niveles de crecimiento y nulo o negativo efecto sobre el volumen de empleo. Sin embargo, un panorama favorable podría no traer tampoco los beneficios esperados. Si el éxito consiste en la efectivización de un amplio superávit del comercio exterior, que permita equilibrar la cuenta corriente del balance de pagos, el resultado sería una depresión del nivel de consumo interno, de modo que las ventajas no se distribuirían uniformemente entre toda la población. Si a esto se le añade que el ALCA se vincula con la flexibilización laboral como método para ganar competitividad, el resultado sería una contracción aún mayor del mercado interno que puede esterilizar el impacto de las exportaciones sobre el crecimiento.
De esa manera, el ALCA tendría un efecto devastador sobre el Mercosur, pilar sobre el que reposó buena parte de las ventas argentinas en los años '90, sin una contrapartida indiscutiblemente superior. El riesgo de la nueva estrategia parece ser muy superior a los beneficios hipotéticos, tal vez casi quiméricos, que ofrece.
Gráfico Nº 3. Los flujos de capital y las tasas de interés
R
R*
DCC
El gráfico muestra las combinaciones de tasa de interés (R) y déficit en la cuenta corriente (DCC) que equilibran el balance de pagos. Si la cuenta corriente tiene un saldo nulo, o un déficit equivalente a un ingreso autónomo de capitales, la tasa de interés interna debe igualarse efectivamente a la internacional (R*). Si, en cambio, existe un déficit en la cuenta corriente no cubierto por ingresos autónomos de capital, la tasa de interés local tenderá a elevarse por encima de la internacional para inducir un ingreso de capitales que lo compensen. Dado que las divisas que ingresan atraídas por una mayor tasa de interés vuelven a salir al cancelar los compromisos que originan la brecha de la cuenta corriente (como el pago de intereses de la deuda externa o el déficit comercial), no producen un ajuste del mercado monetario que impulse el retorno a R* como punto de equilibrio. Por lo contrario, desde un punto de vista dinámico, la carga creciente de intereses que provoca el ingreso de capitales inducido amplía el déficit, lo que lleva a una ampliación paulatina de la brecha entre la tasa de interés interna y la internacional.
La experiencia histórica de la Argentina entre 1977 y 1982 y desde 1991 en adelante muestra que, salvo en coyunturas especiales como las registradas en el momento de implementación de políticas orientadas por este modelo, el comportamiento de la tasa de interés ha sido de crecimiento geométrico y explosivo.
Notas
1 Cf. Peter Calvert, "El nuevo multilateralismo en América Latina", en Síntesis Nº 31/32, Madrid, 2000, pág. 25.
2 Cf. la página oficial del ALCA, www.ftaa-alca.org/view_s.asp
3 Ibid.
4 Adalberto Rodriguez Giavarini, "El Mercosur es la llave para abrir el comercio a América", Clarín,12 de marzo de 2001. Las negrillas corresponden al autor de la nota.
5 Sobre el enfoque regionalista, cf. Andrés Musacchio, "La apertura de la economía y sus efectos sobre la actividad productiva", en Historiared (www.historiared.com), y la bibliografía allí citada.
6 Sobre el enfoque monetario del balance de pagos, cf. FIDE, Coyuntura y desarrollo N° 27, noviembre de 1980, Rapoport, Mario, Eduardo Madrid, Andrés Musacchio y Ricardo Vicente, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires.
7 Jorge Carrera, "Flotando en una canasta: El problema no es con el euro sino con el resto del mundo", Buenos Aires, 2001. (mimeo)
8 Sobre esta problemática volveremos más detalladamente en la última sección de este artículo.
9 Cf. Andrés Musacchio, "Neoliberalismo y neomercantilismo: las similitudes del debate en Argentina y Alemania y la evaluación de sus resultados recientes", en Ensaios FEE, Vol. 29 Nº 1, Porto Alegre, 2001 y "La estrategia exportadora en la Argentina ¿Necesidad, objetivo o utopía?, en Seminario Internacional de ATTAC, Buenos Aires, julio de 2000 (mimeo).
10 Cf. Conesa, Eduardo (1996), Desempleo, precios relativos y crecimiento económico, Buenos Aires, 1991 y Conesa (1996), Cap. XIV.
11 Cf., por ejemplo, Juan C. Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, Buenos Aires, 1986, pág. 64.
12 Cf. Rapoport y colaboradores, op. cit., pp. 180-181.
13 Cf. Arturo O´Connell, "La fiebre aftosa, el embargo sanitario norteamericano y el triángulo Argentina-Gran Bretaña-Estados Unidos", en Desarrollo Económico Nº 101, 1986.
14 Cf. Mario Rapoport y Claudio Spiguel, Estados Unidos y el peronismo. La política norteamericana en la Argentina: 1949-1955, Buenos Aires, 1994, pp. 42-46.
15 La pertinencia de tomar el NAFTA como núcleo de análisis de la estructura comercial se origina en dos motivos. El primero es el hecho de que el NAFTA es ya un área de librecomercio y, desde este punto de vista, resulta el espacio económico por tener en cuenta. Pero además, dado que las estadísticas argentinas registran el destino de las exportaciones de acuerdo con el lugar de desembarco y no el de destino final, tomar el NAFTA elimina parte de las distorsiones estadísticas.
16 Cf., por ejemplo, Dieter Benecke, "ALCA ¿Acelerador o freno para la integración latinoamericana?, en Contribuciones 2/01, Buenos Aires, 2001, pág. 184.
17 O Estado de Sao Paulo, 20/4/01, Suplemento de Economía, pág. B3
18 Diario Clarín, 20/4/2001, pág. 28.
19 O Estado de Sao Paulo, 20/4/01, Suplemento de Economía.
20 Cf., por ejemplo, Samuel Pinheiro Guimaraes, "Comentários e reflexoe sobre a ALCA", en Valor Econômico, 2/2/2001.
21 Cf. Andrés Musacchio, "Neoliberalismo y neomercantilismo..., op. cit.
22 Cf. Pinheiro Guimaraes, op. cit.
23 Mario Rapoport, "El Mercosur y el ALCA: Un dilema que se proyecta desde el pasado", Conferencia pronunciada en la Facultad de Ciencias Económicas, 5/4/2001 (Mimeo).
24 Aldo Ferrer, "Nuevos paradigmas tecnológicos y desarrollo sostenible: perspectiva latinoamericana", en N. Minsburg y H. Valle (eds.), El impacto de la globalización. La encrucijada económica del siglo XXI, Buenos Aires, 1995, pág. 87.
25 Cf. José Sbattella y José Di Lorenzo, "La dinámica de la deuda: ¿Es el canje una solución?", en IEFE Nº 113, Buenos Aires, 2001.
26 Cf. Andrés Musacchio, "Neomercantilismo...", op. cit.