La crisis, otra vez

Luisa Corradini
Con su derrota, Nicolas Sarkozy se incorporó ayer a la larga lista de dirigentes que fueron barridos por la crisis en Europa o por la aplicación de planes de austeridad, violentamente resistidos por los ciudadanos de cada uno de esos países. La llegada de un socialista al poder en la quinta potencia económica del mundo y la segunda de Europa es un acontecimiento político mayor: en primer término, porque se convertirá en un contrapeso en un continente prácticamente dominado por gobiernos de derecha; y en segundo lugar, porque puede abrir una alternativa a las rígidas políticas de recorte impulsadas por Alemania. "La austeridad no debe ser una fatalidad", dijo en su mensaje Hollande.

Como Sarkozy, otros diez gobiernos cayeron desde 2008 por culpa de la crisis, incluidos el del socialista José Luis Zapatero en España y Silvio Berlusconi en Italia. Como era de esperar, las consecuencias de la crisis también tuvieron un papel esencial en las elecciones francesas, en momentos en que la recesión aumenta y hace explotar las tasas de desempleo. En Francia, las cifras de la desocupación, que se acercan al 10%, son las más altas de los últimos 13 años.

Esa situación, sumada a la falta de competitividad de la industria y la anemia de los índices de crecimiento, alimentó la inquietud de los electores, los políticos y los economistas sobre la pertinencia de seguir aplicando planes de ajuste en un contexto de semejante depresión. En las últimas semanas, una ola de protestas se elevó de los cuatro puntos cardinales de la Unión Europea (UE) para recordarles a todos los dirigentes, y sobre todo a la canciller Angela Merkel, que hay otras soluciones para la crisis.

Y si bien la jefa del gobierno alemán parece más sensible a esos argumentos que antes, su país persiste en la imperiosa necesidad de reducir los gastos públicos, única manera -según Berlín- de restaurar la confianza en la zona euro.

Por su parte, François Hollande prometió durante toda su campaña que tratará de dar un sitio más importante al crecimiento, en vez de aceptar una política de "todo austeridad".

"Cambiaremos el rumbo de la construcción europea", prometió. Era lógico que en la actual situación del país, los votantes franceses fueran sensibles a ese argumento. Una profesión de fe que, no obstante, contiene todos los elementos para preocupar seriamente a su vecina alemana.

Pero una crisis como la actual, que afecta la totalidad del bloque, no se resuelve con una elección. Cualquiera que hubiera sido el vencedor, su margen de maniobra habría sido igual de estrecho. El dinero para invertir en ambiciosos proyectos no existe y las reglas que rigen a los países de la eurozona -aun cuando Hollande consiga obtener un pacto de crecimiento- limitan el abanico de opciones. La elección de Hollande, en todo caso, demuestra una voluntad de cambio. El mapa político de Francia pasó de azul a rojo en una jornada y ese gesto despierta expectativas, no sólo en el propio país, sino en el resto del continente. Ese cambio debería alentar a los políticos de todos los horizontes a buscar remedios más imaginativos para la crisis, en vez de insistir en la exclusividad de los ajustes.

Hollande prometió más empleo, mejor educación y un primer período de statu quo en la reducción del gasto público. Como la mayoría de sus predecesores, una de sus primeras visitas estará destinada a reunirse con Merkel, antes que nada para desalentar especulaciones sobre una mala relación bilateral.

En el plano interno, Hollande tendrá que dar rápida respuesta a algunos cuestionamientos que vendrán de la izquierda. Aun cuando el Partido Socialista (PS) obtenga la mayoría en las elecciones legislativas de junio, la extrema izquierda también debería obtener una representación, algo que complicaría el objetivo del nuevo presidente de sumar la colaboración del centro.

En cuanto a Sarkozy, es verdad que su derrota parece haber sido sobre todo producto de su endémica impopularidad, de la mala gestión de su imagen en los primeros meses de su gobierno, su extravagante personalidad, su obsesión por ocupar todos los espacios posibles del poder y, al final, su coqueteo descarado con la extrema derecha.

Sarkozy resultó penalizado igualmente por su fama de haber favorecido a los sectores más opulentos de la sociedad con medidas de reducción fiscal, y créditos a los bancos y a las empresas dirigidas por miembros de la elite financiera del país. Todos son argumentos válidos para explicar que anoche se haya convertido en el segundo presidente de la Quinta República que no consigue la reelección.

Pero su derrota también vuelve a plantear la cuestión de hasta dónde un líder nacional, del partido que sea, puede imponer las políticas de rigor y austeridad exigidas por los mercados y poder seguir siendo elegible.

Los primeros resultados de las elecciones legislativas en Grecia (ver Pág. 5), donde ninguno de los dos principales partidos alcanzó la mayoría, muestran una vez más que los electores tienen por responsables de sus sufrimientos a quienes los dirigen y no dudan en castigarlos.

HOLLANDE GANÓ TAMBIÉN EN ARGENTINA

Los franceses residentes en la Argentina también le dieron su apoyo al candidato socialista, François Hollande, que logró el 50,61% de los votos, frente al presidente Nicolas Sarkozy, que sumó un 47,81, según datos publicados por la embajada de Francia en Buenos Aires. De un total de 2934 votos emitidos anteayer, 1485 fueron para Hollande, 1403 al líder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y actual presidente, en tanto que 45 sufragios fueron considerados "nulos", lo que representa un 1,54%. Unos 13.000 franceses residentes en la Argentina estaban registrados para votar en estas elecciones presidenciales.

EN VOZ ALTA

"Espero con interés trabajar estrechamente con el Sr. Hollande y su gobierno en una serie de desafíos comunes económicos y de seguridad"

BARACK OBAMA
Presidente de Estados Unidos

"Seguí con gran interés sus propuestas de superar la crisis que enfrenta Europa con políticas que favorezcan al crecimiento, empleo y justicia social"

DILMA ROUSSEFF
Presidenta de Brasil

La Nación - 07 de mayo de 2012

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