La democracia y el FMI: entre la mentira y el crimen
I) LA SITUACION INTERNACIONAL
La escena que rodea la negociación entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional no resulta en modo alguno auspiciosa.
La economía mundial se encuentra aún en un proceso recesivo que incluye a la totalidad de los integrantes de la Tríada.
Dicha recesión está asociada a un aumento de la intensidad del trabajo sin contrapartida en las remuneraciones, al incremento sustancial de la inversión en capital físico, a las dificultades para incrementar la productividad y mantener en alza la relación entre ganancias y capital, a evidentes fenómenos de superproducción sectorial, a las tensiones existentes en los mercados financieros en lo que se refiere tanto a expandir el crédito a las empresas y las familias cuanto a reducir sostenidamente la tasa de interés y a determinar que porción y qué tipo de los capitales ficticios que existen en la economía global deben o pueden ser destruidos.
Crisis surgida del modo de producir ganancias en este último período del capitalismo donde conviven tendencias fuertes en las economías mas desarrolladas: por un lado son bajas las expectativas de recuperación de la economía mundial, a partir del comercio y la producción , se ahonda el retraimiento de los flujos de capital hacia América Latina ( lo que implica menos ahorro externo para financiar consumo, inversión y pagos al exterior) , hace su aparición un escenario de mayor volatilidad de los tipos de cambio en la periferia pero , a su vez, un acuerdo en las economías centrales de no introducir devaluaciones competitivas entre ellas y se refuerzan claras tendencias proteccionistas en el comercio para con los países menos desarrollados.
Esto implica, resumiendo, que para recuperar una tendencia al alza de las ganancias en la economía mundial deberían verificarse alguno de estos fenómenos de manera concurrente: pérdida notable de la capacidad de resistencia de los trabajadores de los países centrales, caída de los precios de las materias primas, destrucción de fracciones del capital directamente productivo (básicamente en la periferia), redespliegue de líneas de producción a economías con ventajas comparativas dinámicas, alteración de los flujos de capital y re-centramiento de los mismos entre las economías mas desarrolladas.
Desde el ángulo de la Argentina cabe esperar menos aporte de ahorro externo, incremento de las presiones para reconfigurar su aparato productivo hacia sectores que contengan ventajas comparativas estáticas (de dotación de factores), una oleada adicional de quiebras y adquisiciones de empresas, mayor dificultad para colocar su producción en el exterior aunque partiendo de una situación marginal (por precios, por volúmenes o tipo de productos), menores pagos al exterior por efecto de la reducción de la tasa de interés internacional pero virtual desaparición de dicho beneficio pues se da en un marco de depresión generalizada.
No está demás recalcar que el diagnóstico acerca de que una baja sustantiva de las tasas de interés internacionales implicaría un nuevo ciclo ascendente de la economía mundial se asienta sobre bases teóricas y prácticas endebles.
En primer lugar , la tasa de interés orientada hacia la baja tiene por objetivo estimular las inversiones productivas , reducir la carga del endeudamiento de empresas y familias y ahuyentar el peligro de un crack financiero y bursátil disparado por precios de activos sobrevaluados notoriamente en relación con las capacidades de las economías de producir ganancias. La tasa de interés es el mecanismo mediante el cual un sector del capital se apropia de una parte de los beneficios generales y , por lo tanto, no puede a lo largo del tiempo tener un comportamiento autónomo e inverso de los beneficios generales so pena de precipitar una crisis generalizada.
En segundo lugar, en economías que afrontan recesiones o deflaciones el recurso de reducir severamente la tasa de interés no garantiza un incremento de la actividad y de hecho, como en la actualidad lo hace el caso japonés , puede mostrar tasas de interés negativas y mantenimiento de una economía deprimida.
En resumidas cuentas , si el gobierno de Duhalde y el FMI esperan que la economía internacional traccione a la economía nacional y para ello reclaman una nueva oleada de sacrificios y penuria o bien se equivocan por ignorantes o hacen gala de saberse cínicos.
Cabe consignar además, que aún si el contexto internacional fuese positivo en lo relativo a la posibilidad de colocar nuestros productos, la capacidad de arrastre y derrame del sector exportador argentino es, por cierto, limitada. Estamos hablando de un sector que representa no más del 10 % del PBI, donde apenas 80 empresas concentran el 70 % del total exportado, fuertemente asentado en la colocación de recursos naturales y, por lo tanto, con bajo nivel de valor agregado, papel relevante de los insumos importados y escaso componente de empleo.
En suma, una economía como la argentina en este contexto internacional no puede esperar buenas noticias del mundo si no las produce ella misma mediante políticas públicas consistentes que tengan que ver con la redistribución del ingreso, la reconfiguración productiva y la reinserción desde una perspectiva activa y creativa en la economía mundial.
II)EL PAPEL DEL FMI
Como primera cuestión conviene destacar que el FMI viene de una serie de participaciones relevantes en crisis que asolaron la periferia de la economía mundial. De hecho tanto los episodios del sudeste asiático, la crisis rusa o brasileña lo mostraron con un importante nivel de protagonismo.
Si bien es cierto que evidenció una inoperancia notable para prevenir las crisis, no es menos cierto que la aplicación draconiana de sus políticas con posterioridad al estallido recondujeron a esas economías al circuito de pagos internacionales.
Dicho más claramente, la inutilidad en la prevención no excluye la funcionalidad del FMI para reencuadrar a las economías en crisis dentro del modelo dominante. Más aún, es fácil observar que en el marco de las diferentes crisis nacionales (y como veremos la Argentina no fue una excepción) la intervención financiera del FMI tuvo una funcionalidad muy clara: aportar financiamiento institucional a efectos de viabilizar la fuga de capitales. Ciertamente, los costos sociales y políticos de sus intervenciones (así como también los financieros) crecieron exponencialmente pero la verdad es que pese a todo el FMI no modificó un ápice su set de políticas y recomendaciones. Cabe señalar en este punto que las condiciones que hicieron posible la repetición sistemática de políticas que demostraron fracasos y sin embargo continúan, no deben restringirse al accionar del FMI. Es evidente que el organismo internacional actúa en articulación con coaliciones de fuerzas domésticas que permiten la aplicación de sus recetas. En este sentido, el predominio en nuestro país de una cúpula empresarial fuertemente trasnacionalizada (no sólo en lo relativo a los capitales extranjeros sino también en lo referente a los grupos de capital local que exhiben fuertes inversiones financieras ,comerciales y productivas en el exterior) explica la relevancia que para ésta comporta el mantenimiento de buenas relaciones con el organismo internacional.
La segunda cuestión tiene que ver con la relación que el formato presente de la crisis y los intereses de las economías dominantes tienen para con las funciones que debe desempeñar el FMI. Desde siempre, la función del organismo internacional remite a garantizar la movilidad de capitales y el restablecimiento de la cadena de pagos internacionales. No obstante, esta tarea adopta contenidos distintos según los diferentes contextos que exhibe la economía mundial. Es esto lo que el FMI garantizó durante los noventa en las distintas circunstancias críticas viabilizando la fuga, y ordenando un proceso donde los costos de la destrucción de capital propia de cada crisis, tendía a recaer en los capitales más débiles. Pero siempre sobre la base de lubricar el funcionamiento de una economía mundo donde los flujos financieros seguían la dirección del centro hacia la periferia. Frente a la nueva situación internacional -recesión en la Tríada-, su intervención debe modificarse. Esto es así porque resulta impensable una salida de la recesión sin facilitar la alteración de los flujos de capital (entre los centros y de la periferia hacia ellos ) por la vía de los pagos de la deuda, la no discriminación entre diferentes tipos de acreedores, y la reformulación de los sistemas financieros nacionales.
Una segunda tarea del FMI (en este caso articulada con la intervención de otros organismos internacionales como el Banco Mundial, cuyos programas pretenden sostener reformas estructurales de largo plazo) es encuadrar a las economías menos desarrolladas dentro de lógicas productivas que, integradas en las cadenas mundiales de agregación de valor , no compitan con las producciones radicadas en los países centrales.
Una tercera tarea de los organismos multilaterales de crédito, consiste en evitar que el peso de la destrucción de capitales poco competitivos o ficticios recaiga en los centros (al impactar en los mercados de valores , títulos o en segmentos productivos de menor eficiencia relativa) y ello tiene que ver con trasladar -aislándolas en todo lo posible de cualquier contagio- la reconversión financiera y productiva a la periferia deprimiendo precios, desmontando barreras de protección y regulación y destruyendo a la competencia productiva y financiera.
III)CONTRIBUCION DEL AHORRO EXTERNO AL DESARROLLO NACIONAL DURANTE LA ULTIMA DECADA.
Conviene ahora revisar la contribución del ahorro externo al funcionamiento de la economía local desde la siguiente perspectiva: cuál fue el canal de acceso utilizado para su ingreso, qué tipo de operaciones financió y qué contribución neta realizó a la expansión productiva de la economía nacional.
Resulta claro en una primera aproximación que fue el sector público, a partir del incremento de la deuda , quien se constituyó en el principal proveedor de ahorro externo al punto que financió a lo largo de la década la totalidad de la acumulación de reservas y por ende toda la expansión del crédito interno. Tal flujo positivo de divisas posibilitó cubrir año a año los crecientes desequilibrios que el propio modelo gestaba en la cuenta corriente del balance de pagos, al tiempo que aumentaba las reservas en dólares. El análisis del balance de divisas correspondiente al sector privado demuestra que éste registró un casi permanente déficit en materia de ingreso y egreso de divisas. Si se suma el déficit comercial y las transferencias financieras al exterior (por utilidades, regalías e intereses), el monto total resulta superior al financiamiento externo obtenido por el sector privado en el mismo periodo. Fue el Sector Público, entonces, el que cubrió la brecha señalada. En números se observa que, dependiendo del modo en que se realice la medición (incluyendo o no el rubro de "errores u omisiones" que computa el balance de pagos), los privados tuvieron una desfinanciación externa que osciló entre 5.096 millones y 12.475 millones de dólares. Mientras tanto, el sector público si bien generó un rojo en la cuenta corriente de 21.111 millones (pago de intereses), ingresó 53.483 millones por la cuenta de capital (toma de deuda). Así, el excedente (32.000 millones) cubrió el déficit de divisas del sector privado y permitió incrementar en casi 20.000 millones las reservas internacionales.
Así, los saldos del sector privado resultaron claramente negativos y están asociados, además, a una tasa de crecimiento de sus compromisos con el exterior que supera con holgura la variación experimentada por la deuda pública. Dicho más claramente el sector público se endeudó y financió el crédito y la fuga de capitales del sector privado que, a su vez, incrementaba sus compromisos con el exterior a una tasa que supera la del total de la deuda y, por supuesto, la de incremento del producto. La fragilidad del régimen de política económica se expresaba en el hecho de que mientras el PBI de la década creció al 4.4% anual, el endeudamiento externo lo hizo a una tasa del 11% por año. Este porcentaje, a su vez, es el resultante de un movimiento sustancialmente distinto entre la deuda privada y la pública. Mientras la primera crecía al 30% anual acumulativo, la segunda observaba una evolución del 6% al año. Asimismo, el proceso de endeudamiento público muestra un comportamiento idéntico al de la fuga de capitales (ver gráfica 1).
Fuente: Elaboración propia en base a información pública (EPH, CNPV 2001,INDEC y SIEMPRO)
Asimismo, si suponemos que la inflación se va a mantener en los niveles que adoptara durante el primer trimestre del año (supuesto por demás benéfico), el aumento del Índice de Precios al Consumidor anualizado ascendería al 44%.Si así fuese, la caída en términos reales de los salarios sería del 30.6%, con lo cual el nivel del salario promedio en la Argentina se ubicaría en un 26,3 comparado con 1975 y en un nivel de 54 respecto a 1980. Estaríamos hablando de una caída del 73,7% respecto a mediados de los setenta y a un 46% respecto a 1980.(Ver Cuadro 12).
Cuadro 12
Evolución del salario real.
Base 1975=100 Base 1980=100
Salario real % caída Salario real % caída
1975 100 - 100 -
2001 38 62 78 22
2002 26.3 73.7 54 46
Pero además, dado que la composición de la canasta de consumo es más intensiva en alimentos para los pobres que para los ricos y los precios de estos suben por encima del promedio, los efectos de la inflación resultan también desiguales. En este sentido, puede observarse que para el 20% más pobre la evolución de los precios resulta un 54% más alta que el promedio. De igual modo, dada la menor ponderación que los alimentos tienen en el consumo de los ricos, para el 20% de mayores ingresos la evolución fue un 32,3% inferior al promedio general. Por lo tanto, el Índice inflacionario será del 68% para los más pobres y del 29,7% para los más ricos.
En el Cuadro 9 se observó la aceleración del deterioro social que indujo la recesión abierta a partir de 1998.Si esta se mantiene, cuestión obvia ya que en tanto se profundiza la caída del poder adquisitivo se acentúa la depresión del mercado local y se lleva al extremo el cuadro recesivo; el deterioro se agudizará pero esta vez en mayor medida porque no sólo tendremos los efectos del desempleo tal cual señaláramos en el Cuadro mencionado sino que se agregaría el impacto de los precios sobre los salarios. En el contexto expuesto, que se mantendría al aceptar los condicionantes del FMI dado su impacto neto y negativo sobre la demanda agregada; la proyección sobre pobres e indigentes adopta niveles particularmente críticos. El Cuadro 13 nos indica que en Octubre del año 2002 estaríamos con 20.085.000 de pobres y 9.450.000 indigentes. Ver Cuadro 13
Cuadro 13
Proyecciones a mayo y octubre de 2002 de la población pobre e indigente para el total del país.
En miles
Mayo de 2002 Octubre de 2002
Población pobre 17.167 20.085
Población indigente 7.106 9.450
Población en hogares con menores de 18 años
Población pobre 14.711 17.192
Población indigente 6.407 8.514
Fuente: Elaboración propia en base a información pública (EPH, CNPV 2001,INDEC y SIEMPRO)
El mantenimiento del rumbo actual y la firma del acuerdo con el FMI supone la deliberada decisión de colocar bajo la línea de pobreza a 5.518.000 personas más que las que ya transitaban en dicha situación en Octubre del año pasado. Cifras que por sí solas destacan la escasa significación que tiene la decisión oficial de financiar un subsidio a 1.200.000 desocupados y el carácter no distributivo y exclusivamente asistencial que define a la estrategia gubernamental. Cifras que a su vez, determinan condiciones materiales que transforman en decididamente inviable el ejercicio de la ciudadanía y que, por tanto, empequeñece al extremo a la propia democracia.
VI)CONCLUSIONES
Concluiremos destacando porque razón aludimos a la relación entre Democracia y Acuerdo con el FMI remitiendo a la frase “Entre la Mentira y el Crimen”. Entendemos que en este trabajo se demuestra que al colocar como debate central la cuestión del acuerdo con el FMI se esta sobredimensionando el papel del ahorro externo en el desarrollo de la economía reciente. Es decir que MIENTEN cuando le otorgan centralidad al mismo.
Si, como hemos visto, el canal de acceso clave del financiamiento externo ha sido la deuda pública, deuda que financió el déficit en divisas del Sector Privado y que sostuvo la fuga de capitales de los agentes más concentrados de la economía local, es obvio que impidiendo la fuga, en un contexto de interrupción de pagos externos, con saldo comercial a favor y con reservas disponibles; Argentina tiene recursos suficientes para fundar una estrategia de desarrollo. Claro, para esto debe modificar la política actual retomando el control público sobre el proceso económico. Asimismo, la evidencia de que la Inversión Extranjera Directa representa apenas el 10% del total de la inversión local con efectos dominantemente distorsivos en términos de estrategia productiva y balance de pagos, indica que el papel del ahorro externo no sólo es marginal, sino que debe ser redireccionado en el marco de una estrategia que lo asuma como complemento para la formación de capital y nunca como el punto de partida para el despegue. Mentir en este punto supone ocultar la realidad a efectos de eliminar todo tipo de autonomía en materia de política económica. Menos aún es necesario el aporte del FMI para resolver el financiamiento de un sector público que en un contexto de distribución progresiva del ingreso, con expansión de la demanda interna, con una reforma tributaria que grave la capacidad contributiva y la eliminación de los subsidios al capital concentrado y a los Bancos (Régimen Privado de Fondos de Pensión) recuperaría rápidamente el equilibrio.
En suma, ni la sustentabilidad externa ni el equilibrio fiscal dependen del acuerdo con el organismo. MIENTEN también al exacerbar la relevancia del FMI ya que es evidente su escaso aporte dentro del total del ahorro externo y MIENTEN al no decir que lo único que permitirá el acuerdo es garantizar que el país no ingrese en situación de default con el citado organismo. Es decir, nos darían -en el mejor de los casos - el dinero necesario para que podamos pagarles los vencimientos que nuestro país tiene con el organismo en los próximos años. En este sentido, el único papel que le quedaría al FMI sería el de otorgarnos un certificado de calidad para que podamos acceder al ingreso de los capitales que raudamente vendrían hacia nuestras playas. Aquí también mienten porque, tal cual demostramos en la caracterización de la situación mundial, el contexto recesivo imperante impacta modificando el sentido de los flujos financieros, los cuales de manera dominante van hacia los centros y que sólo vendrán en tanto existan oportunidades de negocios que efectivamente les interesen y no por ningún acuerdo con el FMI.
MIENTEN por último, al decir que el acuerdo implica reactivación cuando todos sus efectos tienden a contraer la demanda agregada profundizando la recesión, la concentración de la economía y la injusticia distributiva. Mentira que en este último caso le abre la puerta al CRIMEN.
Decidir en el presente contexto profundizar la recesión, el desempleo y la caída de los salarios implica, para el gobierno que lo decide, los gobernadores que lo apoyan y el Congreso que lo avale, consumar un acto criminal que se expresa en pérdida de vidas humanas y en consolidación de la rutina hasta hoy vigente de vaciamiento de la democracia.
El diálogo y la negociación con el FMI, con los acreedores y con los centros de poder mundial sólo puede abordarse sobre el reconocimiento de que la contribución del ahorro externo es marginal y que la solvencia de una economía está asociada al incremento del producto y de la inversión y que estos últimos están íntimamente asociados al abandono de la estrategia de la desigualdad impuesta a sangre y fuego hace veintiséis años y a su reemplazo por un orden social que redistribuya democráticamente los ingresos y las capacidades efectivas de realización individuales y colectivas. Un rumbo de esta naturaleza sólo puede alcanzarse replanteando la política económica y trabajando los siguientes aspectos:
Fijación de un nuevo piso distributivo móvil para la población en su conjunto pero, a la vez, establecer la necesidad y pertinencia de discutir, ahora por la vía fiscal pero también por la negociación de los trabajadores, la masa de ganacias que surgen de las transferencias de ingresos y de los nuevos precios relativos. El golpe capitalista está determinando nuevos niveles de beneficios globales y sectoriales que no pueden desaparecer del centro del debate.
Revisión de la apertura comercial por la vía de una política arancelaria que penalice los comportamientos rentísticos y oligopólicos (esto incluye subas y bajas de aranceles selectivas que tengan en cuenta el tipo de bien, el origen de la producción, su eventual reemplazo por producción local y los futuros niveles de precios). Establecimiento de un régimen licitatorio para la determinación de nuevas posiciones arancelarias por períodos fijos y efectivo cumplimiento del Régimen Compre Nacional.
Política de gobierno de los mercados, tanto en lo que se refiere a los concesionarios de servicios públicos, como a los sectores más concentrados de la producción de bienes. Hay que tener en cuenta que no más de 200 empresas representan bastante más del 50% del PBI y más del 80% de las exportaciones.
Modificación de la política cambiaria y revisión de la apertura y desregulación financiera a partir de la fijación de un tipo de cambio administrado, la determinación del funcionamiento del sistema financiero bajo el régimen de servicio público, la eliminación de circuitos dolarizados de la economía nacional y el uso social de las divisas acorde a prioridades públicamente establecidas.
Establecimiento de una política fiscal que, apoyada en la monetización de la devaluación y con eje en el shock distributivo, establezca el respaldo de la moneda local en el flujo de riqueza que cree la economía desdolarizada.
En suma, se trata de construir un país de iguales como condición para la existencia de la patria y desplazar aquellas estrategias que asumen al territorio nacional como un mero espacio de negocios en el que, además, puede darse el lujo de expulsar a sus habitantes.