La gestión del nuevo gobierno
Para abordar un balance de la gestión del nuevo gobierno de la Alianza hay que ubicarse en distintos escenarios. Estos son : el sentimiento de gran parte de la población, el manejo de la política y el poder, las decisiones económicas, las proyecciones futuras.
Más allá de las encuestas hay un termómetro de la “temperatura social” y eso se da en las calles, en las conversaciones, en las declaraciones de los excluídos sociales, de toda la violencia y la discriminación expuestas en carne viva en las canchas de fútbol y en las grandes concentraciones musicales.
Naturalmente, las encuestas mo muestran una “ bronca manifiesta” con la Administración De la Rúa. Se sabe que el presidente es, por el momento, uno de los dirigentes más respetados por la comunidad.
Pero la adhesión a su gestión está enmarcada en el criterio conservador del público: no se puede “pegar a o desconfiar del que recién comienza”. Por otro lado, ese mismo voto positivo a De la Rúa se puede volver negativo cuando se evalúa el nivel de los ingresos, las posibilidades de consumo de las mayorías, la permanencia de altas tasas de desocupación. Es decir, en muchos casos uno puede encontrarse con votos con clara tendencia esquizofrénica.
El interrogante es cuál es la inhibición para hablar de un gobierno que lleva casi cinco meses en la cumbre. Porque si hacen lo que hacen al comienzo qué nos puede esperar cuando terminen sus mandatos. Además ¿por qué no pedir, exigir y peticionar cambios que nos beneficien a todos?
Políticamente el gobierno está administrando mal los tiempos y esa es una estrategia peligrosa que, en boca de algunos dirigentes ortodoxamente reaccionarios, lleva a igualar lo que se hace ahora con la placidez provinciana y la marcha de tortuga del Dr.Arturo Illia.Es decir a la adopción de una postura “golpista”, exista o no el poder militar en el país. En los núcleos donde periodistas o políticos intercambian información hay duras críticas a un lentísimo proceso de toma de decisiones. O de hacerlo equivocadamente, por el camino que no corresponde.
“Todos al diván” tituló una de sus columnas James Neilson en la revista Noticias. Semanas antes Neilson, un periodista a quien nadie puede acusar precisamente de “reaccionario o antidemocrático” había escrito otra columna con este título “¿Donde estás Chacho de mi vida, que no te puedo encontrar?”
En estos dos trabajos, solicita una renovación ideológica urgente por parte de los ocupantes de la Casa Rosada y la búsqueda de un nuevo papel para el Vice, a quien no se nota o bien nunca está en el lugar indicado.
En un párrafo, Neilson advierte: “Las ilusiones estimuladas por la llegada al poder de la Alianza ya están apagándose. Esto se debe ... a la sensación de que el Gobierno no cree demasiado en lo que está haciendo. Parece operar bajo el signo de la resignación, del deseo de impedir que las cosas empeoren más. Se sabe débil y no cabe duda que lo está”.
Claro que hay preguntas sin respuestas. Por ejemplo: ¿esta debilidad es intrínseca, por decisión propia o está impuesta por los condicionamientos externos al país? O bien: ¿el gobierno se siente acorralado por la mayoría de gobernadores peronistas o bien todo sucede porque carece de un proyecto convocante, compartido por todos?
La Alianza ganó las elecciones presidenciales por la fatiga de todos frente a la impunidad y la corrupción de la década menemista y por los deseos de cambio hacia arriba de muchos. Los “progresistas” accedían al podio de las grandes decisiones. Por lo menos así se definieron muchos de ellos en la contienda por la obtención de votos. “¿Progresistas?”.
Ellos exponían su sensibilidad social, su solidaridad ante los gremios vapuleados por el sistema, su cuestionamiento a las leyes regresivas. ¿Pero qué es ser “progresista” en la Argentina de hoy, después de cinco meses de ejercicio del poder?.
Muchos se han llenado la boca con el mentado “progresismo” como si fuera una avanzada comprensiva de la realidad de zozobra que vive el país desde hace un buen tiempo. Pero si lo que vemos es “progresismo” bien puede el ciudadano despolitizado, desconcientizado, atónito, vapuleado por la publicidad oficial y la acción psicológica, preferir todo lo contrario. Ese es el temor de muchos, esa es la manifestación del papel que está jugando (y bien alentado económicamente) el tándem Cavallo-Beliz. Como reacción puede esperarse una “derechización” de las masas. La contrapartida de este inhóspito y deshumanizado “progresismo“ oficial, que prometió y se juramentó a estar junto al pueblo.
Es tal la carga de problemas a sortear, es tal la ceguera de muchos dirigentes que los políticos creen que se puede avanzar brindando sólo promesas, ofreciendo lindos rostros, mutando la política en un marketing bastardeado. Ello puede traducirse en un despiste de la gente. En elegir a quien dice “hay que meter bala a los delincuentes” antes que al que pone el dedo en la llaga de la problemática económica y social que lleva un buen tiempo.
Muchos lo preveían. Esto no ocurre por golpes de azar. Desde hace dos años el Frepaso fue vaciado de contenido ideológico. Con la mano en el corazón: hace ya dos años que aquella ola de reinvidicaciones, de protesta, se diluyó en la nada. Poco importó, entonces, y con tal de llegar al poder se concedió todo lo que se podía y no se tenía. Esta mutación atenta contra el futuro. Generar un polo “progresista” en serio requiere tiempo, esfuerzo, entreg, y eso lleva años
El radicalismo, la otra pata de la Alianza, se sabía, no es una unidad ideológica monolítica. Hay muchas tendencias, algunas más contundentes y combativas que otras.
Ricardo López Murphy, ministro de Defensa (a quien se menciona en los mentideros como sucesor del economista José Luis Machinea) es el mismo que propuso hace un año la devaluación indirecta. La competitividad perdida de la Argentina, a conciencia del hombre de FIEL (el Instituto que pertenece al establishment), sólo podría mejorar con una baja de los salarios. Nada de tocar ni hablar de la paridad cambiaria ni de los altos costos de los servicios en el país que destruyen la iniciativa empresaria.
Murphy comparte los mismos sillones de gabinete con hombres cuyo pensamiento no se diferencia del suyo. Por ejemplo: Fernando de Santibañes, titular de la SIDE, hombre de confianza de De La Rúa de larga data o el mismo Canciller Adalberto Rodríguez Giavarani o el ministro de Educación Juan José Llach. Santibañes, ex banquero de buen pasar, protector del Centro de Estudios Monetarios (el nido conducido por Roque Fernández y Carlos Rodríguez), está formado en la ortodoxa escuela de Chicago, y no duda en racionalizar aún más al personal estatal hasta sus últimas consecuencias.
El Jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno, uno de los forjadores de la Alianza, esta absolutamente solo y malquerido por los otros habitantes de despachos cercanos. Y por muchísimos de su propio partido Los otros funcionarios miran a Terragno como al buen alumno destacado que se saca 10 en todas las materias y obliga a imponer un ritmo de estudio desusado a todos en el radicalismo.
Es decir, lo rechazan o lo marginan. Terragno es, en el gabinete, uno de los técnicos más calificados, el más modernizado, el más adaptado a los cambios, el único que tiene un proyecto industrialista y un grupo de seguidores que ha venido mejorándolo. Terragno ha optado por el silencio, pero también por no abandonar un bote que puede naufragar. Ha puesto su vida al servicio de la política. Su gran mérito es haber tenido el coraje y la paciencia heroica de lidiar, por televisión, en una especie de polémica tozuda con el ex ministro Domingo Cavallo, en un momento de esplendor del continuador de José A. Martínez de Hoz.
Lo más grave, según mi parecer, es que varios frepasistas siguen teniendo fe en lo realizado hasta ahora por De la Rúa. Aducen con un realismo sacado de alguna vieja biblioteca, donde han confundido realismo con “realismo mágico”, que no “había margen para ningún movimiento ajeno a una negociación con el Fondo Monetario Internacional” y a cumplir a pie juntillas con los compromisos asumidos.
La impotencia creativa de la Alianza ha encontrado un espejo en la elección para Jefe de Gobierno metropolitano el 7 de mayo. Hay uniformidad de programas de la Alianza y del cavallismo-belizismo. Los dos proponen más y mejor policía. Los dos dan golpes bajos publicitarios. Los dos juegan a carilindos. Los dos son expertos en “poses y situaciones mediáticas”. Cavallo visita a Giuliani en Nueva York para observar “la tolerancia cero”. Aníbal Ibarra viaja a Londres, donde la policía sólo usa bastones. Pero nadie habla de proyectos ambiciosos para la Capital, ni para erradicar la miseria, solucionar el problema de la vivienda, paliar el embrollo del tránsito, atender a la pobreza, que están destruyendo a los ciudadanos y a sus familias.
Aunque el gobierno no lo quiera admitir la reforma laboral finalmente aprobada no asegurará más fuentes de trabajo. Lo único que motorizaría una merma del índice es producir más, articular medidas para recrear un mercado interno vapuleado y olvidado. Paralelamente, esa reforma no se diferencia en mucho de todo lo hecho, concretado y pregonado en los diez años arrasantes del menemato.
Ya venimos teniendo 9 años de vigencia de la flexibilidad (cuando algunos sindicatos participaron de negociaciones que la posibilitaron, a partir de 1991, por una razón o por otra). Con la flexibilidad el mundo del trabajo no obtuvo ninguna mejora. Por el contrario: el índice de desocupación creció como nunca durante la gestión de Domingo Cavallo y el Ministerio de Trabajo en manos de Caro Figueroa.
La flexibilidad posibilitó otras iniquidades, en un universo donde pulularon no sólo los “sin trabajo” sino los subocupados y los trabajadores en negro. En total 5 millones de argentinos tirados al mar, alejados de toda protección.
Sin duda, la suma de estas maldades agigantó los niveles de pobreza. En estas horas el 30 por ciento de la población argentina es definitivamente pobre y sin esperanzas (con un salario que no supera los 490 pesos mensuales) y gran parte de ese total es indigente.
En los últimos doce meses, por la caída sólo del salario (y no por otra causa) hay 466.500 (digamos casi medio millón) más pobres en la Capital Federal y en el conurbano bonaerense. De esos, 137.850 son indigentes. Estos son datos oficiales aportados por Siempro (Sistema de Información, Monitoreo y evaluación de Programas Sociales). Se desprende, en conclusión que el 28 por ciento de la población de la Capital y el conurbano es pobre. No obstante, en el Gran Buenos Aires, en el llamado “segundo cordón bonaerense” la pobreza abarca a más del 40 por ciento de la población.
Una síntesis demoledora: sobre los 11,9 millones de la población metropolitana, 3,3 millones no pueden cubrir sus necesidades básicas.
Según las cifras oficiales, es pobre un adulto que no dispone de 145 pesos o de 495 pesos por mes, como dijimos, en el caso de una familia tipo (matrimonio y dos hijos). Es indigente el adulto que dispone de menos de 70 pesos mensuales y de 235 pesos para una familia tipo. Lo que viene a representar 2 pesos diarios de entrada por cada integrante de la familia.
En los sectores de menores recursos la caída de los ingresos, en promedio, fue del 10 por ciento. Pero como el mayor impacto, con un retroceso del 11 por ciento, se registró en el 10 por ciento de los hogares más pobres, la indigencia trepó un 18 por ciento en apenas 12 meses.
A lo largo de los años noventa los principales indicadores laborales y socioeconómicos se deterioraron de manera muy pronunciada. La zona más negativa comprende a Florencio Varela, Esteban Echeverría, Merlo, Moreno, General Sarmiento, Matanza, San Fernando y Tigre. En esos partidos viven 3,5 millones de personas; allí el desempleo (como señalamos arriba) trepa al 18 por ciento, el subempleo -gente que trabaja pocas horas aunque desearía trabajar más- el 18,3 por ciento y casi la mitad (46,5 por ciento) de los asalariados ocupados trabaja en “negro”. Entre 1991 y 2000 el desempleo en esa región se multiplicó por tres y por casi cuatro entre los jefes de hogar.
El látigo de la pobreza y del deterioro laboral afecta en mayor medida a los jóvenes. Como en los hogares pobres vive más gente y hay proporcionalmente más niños, más de la mitad de los menores de 14 años viven en viviendas de familias pobres. En promedio, en las viviendas de estos territorios, hay más de 1,2 menores por hogar, cuando en los partidos de Vicente López y de San Isidro, el promedio por vivienda apenas es de 0,5 por ciento.
En los últimos doce 12 meses el menemato insistió en asegurar que todo funcionaba bien, que la economía volaba con “piloto automático“, que vivíamos en el paraíso del primer mundo. Una barbaridad. Pero que pone en evidencia una ceguera de algo más del decenio del menemato. Esto viene de arrastre.
Teniendo sobre la mesa esta ola de iniquidad la Alianza puso, desde el primer día de ejercicio del poder el énfasis en el gasto fiscal. De ninguna manera en solucionar la indigencia, sino por el contrario, en recortar los gastos del estado, en la supresión de políticas activas que podrían suplir muchas necesidades.
Ahora, la Alianza que no hizo inventario ni trazó una estrategia previa antes de llegar a sus puestos de mando, no está diciendo las cosas por su nombre. Como afirman los especialistas Lo Vuolo, Barbeito y otros1 “a medida que se amplía el sector marginado, el costo de las políticas sociales para atenderlos es mucho más alto.”
Continúan los autores: “el ajuste de puestos de empleo y remuneraciones no se concentra sólo en el empleo no calificado, donde es muy sencillo y cada vez más barato reemplazar mano de obra. Esto no alcanza para que la economía sea “competitiva” gracias a los bajos costos laborales. En consecuencia, es necesario que el efecto se expanda cada vez a mayor población, incluyendo a grupos de trabajadores/as que se podrían sentir “protegidos” y “ seguros”.
Definitivamente, una entrada en lo que se dio en llamar “latinoamericanización”. Basta, entonces, de aquella mentira de nuestra “europeización”, del sueño de la nación educada (educada gratuitamente, donde el guardapolvo blanco igualaba al hijo del carnicero con el hijo del médico), de las inmejorables condiciones de desarrollo de la ciencia.
La reforma laboral vuelve a poner el eje de la cuestión económica en el salario. Cuando todos los trabajos de investigación demuestran que el salario sólo absorbe el 20 por ciento de los costos empresarios en numerosísimos sectores. El resto de los costos, los más importantes, son el costo financiero (casi el 40 por ciento del global) y lo que falta, en los altos costos de los servicios públicos y de infraestructura y en los altos ingresos de los ejecutivos.
El salario no es el drama. No debe ser una variable de ajuste. No lo es en los hechos, en las mismas cuentas sinceras que se efectúen. La única variable de ajuste que se puede respaldar son las medidas que alienten la producción y movilicen al mercado.
Con cierta tibieza el equipo económico comandado por Machinea lanzó algunas medidas en la primera semana de abril que se vinculan con la inversión y el tipo efectivo de exportación. Pero sus efectos se harán sentir con mucho atraso sobre el nivel de actividad interno. Es decir que la esperanza de la Alianza de tener en el 2000 un crecimiento del 4 al 4,5 por ciento puede tambalear. Hubo en el primer trimestre una lentísima reactivación, siempre y cuando se la mida con igual período de 1999. El panorama para lo que resta de este año es muy gris, muy frágil.
El paquete procompetitivo del gobierno consta de siete componentes que correrán a partir del 30 de junio, excepto el draw-back. Tendría un costo aproximado a los 100 millones de dólares y beneficiaría a 4.000 posiciones arancelarias por el crecimiento de un 11,5 por ciento de los reintegros a las exportaciones fuera del Mercosur. Lamentablemente, la moneda europea viene perdiendo casi un 15 por ciento en lo que va del año con respecto al dólar. Y el peso argentino está atado al dólar. Es decir que Europa deja de ser un mercado que apetezca de nuestros caros productos.
También Machinea obligó a una baja de los encajes bancarios. Eso ayudó a volcar más créditos en plaza. Pero créditos “condicionados”. Hipotecarios, esencialmente, con el dinero sobrante porque el estado dejó de tomar préstamos en el sector financiero. Los empresarios no existen. Y las tasas de interés siguen por las nubes. Otra vez, como sus antecesores, la Alianza le adjudica a los encajes la causa de la parálisis productiva. Por último, la mayoría de los bancos tienen encajes excedentes. Ya no tiene sentido bajarlos.
Y hablando de los bancos, queda mucha tela por cortar. Las normas argentinas han sido muy permisivas y no se opusieron con restricciones al ingreso de nuevos bancos extranjeros y para la venta de los bancos locales a los foráneos.
Según un reciente trabajo de investigación2 ”La legislación vigente hasta 1994 establecía que la autorización para la radicación de un banco extranjero” debía condicionarse a que la entidad solicitante favoreciera las relaciones financieras y comerciales con el exterior. Los bancos extranjeros recibieron incluso apoyo crediticio del Fondo Fiduciario de Capitalización Bancaria y facilidades normativas del Banco Central. Los bancos españoles lideraron este proceso porque persiguen el objetivo de alcanzar una mayor escala en nivel transnacional y compensar así el proceso de reducción de márgenes en su país.Pero también, en los últimos años, los países industrializados han ejercido una fuerte presión para que los países en desarrollo abrieran sus mercados financieros y eliminaran restricciones.
Esta liberalidad condice con las necesidades del plan de Convertibilidad. Si no entran capitales, sin inversiones foráneas, el 1 por 1 se derrumba. Pero la Alianza sabe y nada hace para impedir que estas sucursales reporten a sus casas matrices antes que al Banco Central. Es decir que le den la espalda al país y sólo obedezcan criterios de los cuadros superiores que no entienden en demasía la realidad argentina.
Según el CEP (Centro de Estudios para la Producción), de acuerdo con datos desagregados las multinacionales invirtieron el 70 por ciento de 190.000 millones de dólares en la Argentina a lo largo del decenio del menemato. A través de fusiones y adquisiciones, de una brutal extranjerización, de una poderosa concentración económica. Muchas de estas inversiones se quedaron con el remate del estado raquítico que existía a fines de la década de los ‘80. Las compras de las empresas estatales configuraron el libre arbitrio de los prestadores de servicio, el aumento de las tarifas de acuerdo con indexaciones que sólo a ellos interesaba.
Para muchos economistas y entre ellos Raúl Cuello, la historia vuelve a repetirse con el gobierno de la Alianza. Freno y aceleración eran no sólo las etapas económicas de las últimas décadas, sino también las políticas, ya que los cambios en el sistema estaban asociados con la distribución del poder y del ingreso nacional.
Uno de los problemas fundamentales es elevar la producción. El segundo gran problema es superar la restricción externa. Con el producto de exportaciones primarias sin ganancias hay que hacer frente a importaciones, giro de dividendos y regalías de las multinacionales, intereses de la deuda pública y amortizaciones de capital.
Creer, como hace la Alianza, que esto se soluciona con sólo ajustes fiscales es no advertir el peligro de mayores protestas sociales. De mayores frustaciones. La Alianza, hasta ahora, no se ha puesto a resolver los dilemas que se multiplicarán ante la impavidez del gobierno.
27.04.2000
1 Rubén Lo Vuolo, Alberto Barbeito, Laura Pautassi, Corina Rodriguez.-Centro Interdisciplinario para el estudio de Políticas Públicas. La pobreza... de la política contra la pobreza, Editorial Niño y Dávila Editores-octubre de 1999.Páginas 238 y 239
2 Leonardo Bleger - “El proceso de concentración y extranjerización del sistema bancario argentino durante los 90”- Boletín Informativo Techint Nro.301 págs. 21 y ss.