La utilidad de los pobres
Si el monto de trabajo social necesario (inclusive del trabajo que el capitalismo crea para satisfacer las necesidades del consumo superfluo ) se repartiera parejamente en la población, casi nadie (exceptuando unos casos, comparativamente pocos, de gente que desee no trabajar nada o trabajar en exceso) estaría desempleado o se sentiría mal por trabajar demasiado. Lo que hace el neoliberalismo es concentrar el exceso de trabajo en una fracción de los trabajadores y el desempleo en otra fracción. Hay razones económicas para esto (por ejemplo la necesidad de capacitación diferencial en algunos trabajadores) pero la razón fundamental es política: los sobreexplotados pueden hasta cierto punto sobreconsumir, y además están demasiado cansados para protestar, y los desempleados están desesperados por trabajar, al precio que sea, no importa lo magro de los salarios, la insalubridad, la falta de seguridad en el contrato, o la falta de jubilación. Esta repartición diferencial del trabajo es un poderoso disciplinador social, más eficaz y menos conspicuo que la fuerza policial y el aparato jurídico. Por tanto, los pobres en esta situación son "útiles" en la gran estrategia del sistema.
El "experimento social" -las palabras son de Laurell- configurado por el neoliberalismo lleva ya veinticinco años de implementación en muchos países, y en ellos quedan pocas dudas acerca de sus tristes resultados. Como reflejo de esto, muchos de sus antiguos apologistas expresan dudas, que son cada vez más profundas, y han comenzado a hablar de políticas más activas contra la pobreza o de un aumento en el rol del estado -herejías cuando se decía hasta no hace mucho que el mercado solucionaba todo. Esto no se ha traducido hasta ahora en un cambio de rumbo. La práctica neoliberal es cada vez más implacable -si lo sabremos en la Argentina- pero este cambio en la legitimidad intelectual del modelo, que ha alcanzado a muchos de sus antaño defensores es una buena noticia, aunque ocurra hasta ahora exclusivamente en el campo de las ideas. Simplificadamente, la premisa básica del neoliberalismo es que lo que beneficia a los ricos beneficia a la larga a todo el mundo, vía el efecto "goteo" o "derrame". Los ricos ciertamente se han beneficiado, nunca en la historia planetaria ha habido tanta distancia económica entre ellos y el resto de la humanidad. Se ha convertido en un ritual leer en la prensa que los ¿cien? ¿doscientos? ¿quinientos? individuos más ricos del mundo tienen más dinero que los ¿ quinientos millones? ¿ mil millones? ¿dos mil millones? de individuos más pobres. Estos últimos son los que no se han beneficiado, no solamente porque son, relativa y en muchos casos absolutamente, cada vez más pobres, sino porque los fenómenos de mercantilización, destrucción de redes sociales y marginación que acompañan al neoliberalismo contribuyen a empeorar su situación, aunque no tengan necesariamente una expresión cuantificable. ¿Qué hacemos con los pobres? se preguntan muchos en las instituciones de Bretton Woods, pobres que tercamente continúan aumentando, pese a que tantos indicadores de los que les gustan a ellas siguen "mejorando": el comercio mundial, el monto de las transacciones financieras, el producto bruto.
La situación de los pobres está también agravándose por razones más sutiles. Parte de la ideología neoliberal descansa sobre creer que el consumo de mercancías es una pulsión humana fundamental, que, de paso, ayuda a fortalecer lo que es el centro de la organización del capitalismo. Se ha desarrollado una omnipresente industria de la publicidad, ayudada por los adelantos que han ocurrido en las comunicaciones. En esta industria trabajan investigadores y profesionales de las ciencias sociales de alta capacidad y talento, lo que ha configurado a la publicidad como la ciencia "blanda" más sofisticada y que ha tenido el mayor desarrollo en el último cuarto de siglo. El objetivo de esta ciencia es que la gente consuma lo más que puede, cosa problemática si tiene que usar sus escasos recursos para comprar comida y otras necesidades básicas. Sin embargo, ellos también reciben los mensajes, que en ese contexto se traducen en una constante frustración en el mejor de los casos, en el desvío de su consumo de elementos esenciales a elementos secundarios en un caso intermedio, en una tentación para delinquir en el peor de los casos.
¿En que contexto existen los miles de millones de pobres del mundo? Si tenemos en cuenta la riqueza planetaria, y el desarrollo del conocimiento que hoy atesoramos, hay que llegar a la conclusión de que esta pobreza es, en gran parte, eliminable, sobre todo aquellos de sus componentes que inciden más directamente en la muerte evitable: la salud, la nutrición, la educación, el saneamiento ambiental. Si existiera la voluntad política de hacerlo, todos los países del mundo podrían gozar en plazos históricamente breves de una salud buena como la de Cuba, y en algún plazo más prolongado, de sistemas educativos tan buenos como los actuales de Europa occidental, y niveles nutricionales (ni desnutridos ni obesos) que satisfarían los requisitos de cualquier programa de alimentación de esos que se ven en la televisión por cable.
Bajo el pensamiento único del neoliberalismo no se habla de nada de esto. En momentos buenos, se pone como objetivo lo dicho arriba: aumento del PIB, del comercio, de las inversiones. En momentos malos, como ahora, de los ajustes que son necesarios (a costa de los pobres) para mantener la confianza de los capitales y poder pagar la deuda sin vacilaciones. Toda otra postulación sobre objetivos finalistas de la organización social brillan por su ausencia. Mientras tanto aumentan los pobres, la inseguridad, el miedo, la desesperanza... pero esto tiene beneficios secundarios para el capitalismo, y de ellos hablaremos a continuación.
Si el monto de trabajo social necesario (inclusive del trabajo que el capitalismo crea para satisfacer las necesidades del consumo superfluo) se repartiera parejamente en la población, casi nadie (exceptuando unos casos, comparativamente pocos, de gente que desee no trabajar nada o trabajar en exceso) estaría desempleado o se sentiría mal por trabajar demasiado. Lo que hace el neoliberalismo es concentrar el exceso de trabajo en una fracción de los trabajadores y el desempleo en otra fracción. Hay razones económicas para esto (por ejemplo la necesidad de capacitación diferencial en algunos trabajadores) pero la razón fundamental es política: los sobreexplotados pueden hasta cierto punto sobreconsumir, y además están demasiado cansados para protestar, y los desempleados están desesperados por trabajar, al precio que sea, no importa lo magro de los salarios, la insalubridad, la falta de seguridad en el contrato, o la falta de jubilación. Esta repartición diferencial del trabajo es un poderoso disciplinador social, más eficaz y menos conspicuo que la fuerza policial y el aparato jurídico. Por tanto, los pobres en esta situación son "útiles" en la gran estrategia del sistema.
Aparecen otros subproductos útiles. La pobreza y la desesperación, el debilitamento de las redes sociales que la acompañan, generan violencia, que suele canalizarse de forma más o menos aleatoria y "horizontal" en las familias y en los ámbitos donde viven los pobres. Esto es recogido por los medios de corte sensacionalista y por los políticos que aprovechan este miedo difundido en la sociedad para instrumentarlo políticamente. Es entonces más fácil militarizar a la sociedad, con estructuras represivas que en algún futuro de mayor desligitimación política y de desprestigio de instituciones democráticas pueden eventualmente reemplazar a éstas. Es significativo notar que los planes de reducción del estado y su plantel de funcionarios -receta básica de los ajustes preconizados por el FMI- no incluyen planes de reducción en las fuerzas de seguridad.
La trama de poder y la infraestructura electoral de los partidos políticos convencionales en países con altos niveles de pobreza residen en gran parte en el clientelismo. El partido político mayoritario tiene una base de "punteros" que interactúan con la población pobre, y el partido político de oposición, que eventualmente lo reemplazará en el "poder" tiene una potencialidad similar, que se materializará cuando se le transfiera ese "poder". El objetivo de los "punteros" es servir de intermediarios entre una gran cantidad de necesidades de los pobres y su satisfacción selectiva si estos pobres pueden ofrecer servicios de contrapartida, algunos personales al "puntero", pero otros (los más importantes) servicios políticos al partido al que el "puntero" pertenece: el voto en elecciones internas y generales, presencia en actos y manifestaciones, etc. De estas tramas pequeñas de poder se nutren los partidos políticos que en un nivel más peraltado obedecen casi sin discutir las directivas del capitalismo y la macrológica de un sistema mundial de acumulación. Para todo esto es necesario que haya pobres, ya que una población con necesidades más satisfechas sería menos dócil,o sus necesidades por satisfacer serían tan costosas que requerirían inversiones mucho más amplias que las mínimas que satisfacen a quienes están orillando la supervivencia. Además, los servicios ofrecidos por el "puntero" deben ser, por definición, limitados. Si fueran universales el valor disciplinador de la escasez desaparecería. Esto es parte de la razón de que el Banco Mundial sea tan enfático en defender políticas sociales "focalizadas" y no las políticas universales, asociadas al derecho de ciudadanía que existían (o por lo menos se planteaban) hasta no hace mucho.
Además, la existencia de pobres justifica el gasto de dinero en sueldos y retribuciones de expertos en su situación. Este es el papel reservado a intelectuales provenientes de la clase media, que pueden ser disuadidos de criticar vehementemente la situación sociopolítica (que ofende la cosmovisión en general progresista que sustentan) si se les aseguran contratos en la miríada de Consultoras que acompañan los proyectos del Banco Mundial y otras agencias financiadoras en los países donde éstos se aplican. Estos programas son "intelectual dependientes" al mismo tiempo que son "préstamo internacional dependientes", y tienen el interesante subproducto de aumentar las deudas externas de los países que los reciben. Las ciencias duras conocen el principio de Heisemberg: la observación de un fenómeno lo modifica. En este caso, la observación puede deteriorarlo, ya que los recursos destinados a estas actividades de monitoreo se retacean a la lucha contra el objetivo finalista. Por contraposición a esta operación fragmentaria sobre la realidad, y observando lo que sucede en el mundo, queda claro que los programas sociales universales, basados sobre el concepto de ciudadanía, y con acceso universal son más eficientes y más económicos que esta colcha de retazos de decenas de programas focalizados ... pero ¿quién necesita la eficiencia cuando se trata de mantener contentos a intelectuales potencialmente desafectos y de aumentar los préstamos del Banco a países que tanto los "necesitan"?
Como repitió hace poco un ex presidente argentino, pobres habrá siempre. Es bueno que así sea para la lógica macro del capitalismo actual.
Junio 2001