Lo que las potencias no investigan
El alcalde de Londres, Boris Johnson, el ex líder de los liberales Lord Paddy Ashdown, el ex líder de los conservadores Michael Howard y el ex canciller Malcolm Rifkind lideraron una ofensiva este fin de semana para que el gobierno volviera a convocar al Parlamento si aparecían nuevas pruebas sobre la participación siria.
El domingo, el viceprimer ministro, el liberal Nick Clegg, y el ministro de Economía, el conservador George Osborne, negaron esta posibilidad con el argumento de que “el Parlamento no puede votar dos veces sobre el mismo tema”. Pero ayer, el ministro de Defensa, Philip Hammond puso un primer condicional en el tema. “Solo si las circunstancias cambiaran muy significativamente podría haber una nueva votación”, insinuó Hammond.
Este “significativo cambio” de circunstancias apunta a la aparición de pruebas concluyentes sobre la responsabilidad del gobierno sirio en el ataque de hace dos semanas. Nadie disputa el uso de armas químicas en el ataque del 21 de agosto en Ghouta, que causó la muerte de más de 600 personas: el tema es la identidad del ejecutor. Las acusaciones han llovido de todos lados sobre el gobierno de Al Assad. El secretario de Estado, John Kerry, este domingo, y Francia, ayer, son los últimos capítulos de “pruebas incontrovertibles” en su contra que no terminan de ser tan convincentes.
Al mismo tiempo, testimonios de este año de un uso de armas químicas por parte de los grupos rebeldes nucleados en torno de Jahbhat al-Nusra, una agrupación vinculada con Al Qaida, han sido dejados de lado u olvidados tanto por los gobiernos como por la mayoría de los medios. En mayo, la relatora de Naciones Unidas Carla Del Ponte señaló que toda la evidencia por un ataque con armas químicas en abril apuntaba a los grupos rebeldes de Jahbhat al-Nusra. “Durante nuestra investigación, recogimos testimonios que apuntan al uso de armas químicas por parte de la oposición. No hubo ninguna indicación de que el gobierno sirio fuera responsable”, dijo Del Ponte. Sus declaraciones fueron ninguneadas si se las compara con la proyección que se da a cualquier testimonio que apunte contra el gobierno de Al Assad. Sin embargo, con anterioridad a los ataques de fines de agosto, los mismos medios occidentales publicaban información que apuntaba a que grupos vinculados con Al Qaida podían tener acceso a armas químicas.
En diciembre, The Washington Post revelaba la preocupación del gobierno de Barack Obama una semana después de que miembros de Jahbhat al-Nusra, organización que Estados Unidos ha calificado de terrorista, participaran de la toma de la base militar de Sheik Suleiman, cerca de Alepo, eje de una de las grandes batallas de la guerra civil siria. Los rebeldes negaron que hubiera armas químicas, pero un ex general que se pasó a sus filas en junio, Adnan Silou, declaró que todos los sitios con armas químicas no están bien custodiados. “El Ejército Libre Sirio o los grupos extremistas islámicos podrían tomarlos sin problemas”, señaló al canal Al Arabiya.
El matutino británico Daily Telegraph mencionó otra fuente de acceso de armas químicas para los rebeldes. El diario se hizo eco de las declaraciones del jefe de inteligencia de la Policía Nacional española, Enrique Baron, quien señaló que los grupos rebeldes libios vinculados con Al Qaida, fundamentales en la caída de Muhammad Khadafi, podían tener acceso a armas químicas. Muchos de estos grupos rebeldes en Libia se sumaron a la rebelión siria aprovechando las porosas fronteras de Turquía, enemigo jurado del gobierno sirio.
En mayo, la policía turca halló un cilindro de dos kilos con gas sarín en el allanamiento de una casa de islamistas sirios, en el sur del país, luego de haber arrestado a 12 miembros de Jahbhat al-Nusra. En un artículo publicado este fin de semana, Dale Gavlak, periodista de Associated Press, y Yahya Abaneh señalan que militantes sirios habían reconocido que el ataque había sido causado por un “accidente” con armas químicas suministradas por Arabia Saudita.
Ninguno de estos testimonios es verdad revelada, pero ninguno ha sido investigado o citado en estos días febriles, de mucho tambor de guerra y escasas pruebas. En este clima nada resulta imposible, ni que el gobierno británico esté esperando el momento para volver a convocar al Parlamento para hacerle la misma pregunta que ya hizo. Una cosa puede disuadirlo. En una encuesta publicada ayer, un 75 por ciento de los británicos respondió que estaban de acuerdo con la decisión de la Cámara de los Comunes, la semana pasada, de rechazar la intervención militar en Siria.
Página/12 - 3 de septiembre de 2013