Los unos y los otros
Las elecciones estadounidenses de medio término del 7 de noviembre próximo están provocando algunas reacciones en los dos partidos: esos comicios se han convertido en un referéndum sobre la guerra en Irak. El presidente Bush, vocero de los republicanos, ha cambiado una vez más la justificación por la cual ordenó la invasión y ocupación de ese país. Primero esgrimió el argumento de las armas de destrucción masiva en poder de Bagdad y no se encontraron. Entonces acudió al latiguillo de que todo estaba mejor porque se había derrocado a un tirano. Después de la captura de Saddam Hussein en diciembre de 2003, adujo que el motivo era llevar la democracia y la libertad al Medio Oriente. En vista de lo que estaba y está sucediendo en el país ocupado, declaró a continuación que Irak era el centro del terrorismo mundial y que combatirlo allí reforzaba la seguridad de EE.UU. y de Occidente. Los brutales atentados terroristas en España y Gran Bretaña no le hicieron caso y ahora afirma que “se trata de una lucha entre el Bien y el Mal”. W. Bush moviliza así a su electorado de fierro: los bautistas, cuya ideología invadió el partido republicano y aportan a la guerra el apoyo de un sector no despreciable de la población.
Los días 13 y 14 de junio de este año, más de 18.000 evangelistas del sur se reunieron en Greensboro, Carolina del Norte. Creen en el fin de los tiempos y se los califica de “cristianos sionistas” porque estiman que la existencia del Estado de Israel garantiza la llegada del Armagedón. Dominan las capellanías militares en Irak y el general Boykin, subsecretario de información del Pentágono, ha fijado como su objetivo estratégico la conversión del pueblo iraquí al evangelismo bautista. W. Bush impartió a los “mensajeros de Dios” un discurso televisado en el que se pronunció contra los males diabólicos que acechan al universo –tales como el aborto– y por cambiar la Constitución para impedir que “jueces militantes” (sic) autoricen los matrimonios gay. También anunció campañas en favor de la abstinencia sexual de los solteros, así como medidas para prohibir las investigaciones científicas sobre células madre, suprimir las subvenciones a los organismos abortistas y –desde luego– privatizar completamente los servicios de salud en beneficio de las organizaciones religiosas. Todo un programa. Pero la nota ideológica fue proporcionada por la secretaria de Estado, Condoleezza Rice.
“El presidente Bush y yo –dijo Condi– compartimos vuestra convicción de que EE.UU. puede y debe ser una fuerza del Bien en el mundo. El presidente y yo creemos que Estados Unidos debe mantener su compromiso como líder de los acontecimientos que se producen fuera de nuestras fronteras... recorremos el mundo no para saquear, sino para proteger; no para esclavizar, sino para liberar; no como amos de los otros, sino como servidores de la libertad.” Algo que los muchos miles de civiles iraquíes asesinados no contradirán. Después de esta obertura vino el movimiento de fondo: “Cuando es posible, llevamos a los terroristas ante la Justicia (¿y los presos de Guantánamo?). Y cuando es necesario, ajusticiamos a los terroristas... Estados Unidos apoya las aspiraciones democráticas de todos los pueblos, cualquiera fuere su cultura, su raza, o su religión... Es su derecho y EE.UU. defenderá su derecho” (usinfo.state gov./esp, 14-6-06). Dicho de otra manera, a los “halcones-gallina” ya no les basta ser los gendarmes del mundo: Dios los ha investido además de la misión de ser sus justicieros.
En el Partido Demócrata también asoman cambios. Sus representantes apoyaron la guerra, votaron en masa los gigantescos presupuestos militares que ésta consume, dieron sostén a la Ley patriótica y a otras medidas que cercenan los derechos civiles de los estadounidenses y están convirtiendo a EE.UU. en un país cada vez más autoritario. Ahora critican a W. Bush, exigen un cambio de estrategia en Irak y va en aumento el número de sus votantes que se autoproclaman “liberales”, calificación que los coloca políticamente un poco más adelante que los demás conmilitones: su proporción pasó del 27 por ciento en el 2000 al 32 por ciento últimamente, la de los “moderados”, del 43 al 41 y la de los conservadores declarados del partido, del 25 al 23 en el mismo período (www.pewresearch.org, 11-10-06). La guerra en Irak está variando la tradicional intención de voto en elecciones de medio término: los republicanos las vienen ganando desde 1994 y en el 2002 obtuvieron el 44 por ciento de los sufragios contra el 40 de los demócratas. Un estudio del Pew Center llega a la conclusión de que en noviembre próximo los primeros sólo lograrán el 33 por ciento y los últimos, el 51. Esto podría darles a los demócratas al menos la mayoría en la Cámara de Representantes.
Una encuesta reciente revela que la cuestión de la guerra es “extremadamente importante” o “muy importante” para el 86 por ciento de los estadounidenses interrogados; el 61 por ciento se opone a que continúe; el 56 afirma que fue un error (CNN, 13/15-10-06). Otra, que el 57 por ciento no cree que la seguridad de EE.UU. dependa del triunfo en Irak, refutando así un ex argumento favorito de Bush (NBC/The Wall Street Journal, 15-10-06). Una tercera, que el 73 por ciento está convencido de que ha llegado la hora del regreso a casa de las tropas (www.angusreid.com/polls, 16-10-06). Pero W. acaba de prometer al primer ministro iraquí que ni piensa en retirarlas. Bueno.