Migrantes
Migrar. Movernos. Dejar el lugar donde nacimos. Irnos a otro país. Por violencia política o económica. O por mera decisión personal. Para sanar el espíritu. Para renacer. Nunca es fácil. Y migrar no es delito.
Migrantes: de un pájaro dos alas
El paso de cubanos que emigraban por tierra desde Ecuador hasta México y de allí a Estados Unidos no era cosa nueva ni insólita. Grandes movimientos migratorios ‑‑mayores que el cubano‑‑ hoy ocurren tanto en Mesoamérica como en otras regiones. Cerca de un millón de personas del Cercano Oriente y el Norte de África buscan refugio en Europa. En América, hace mucho sabemos del desplazamiento que la violencia y la crisis provocan entre grandes masas de colombianos. Como asimismo de las masivas migraciones que, por motivos económicos millares de mexicanos, centroamericanos y antillanos emprenden a diario. No pocas localidades rurales mexicanas están convertidas en pueblos fantasmas.
Desafíos del tren llamado “La Bestia”
El Gobierno mexicano ha prometido que ya nadie montará La Bestia. El funcionario que se animó a decir semejante cosa fue el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong. Lo dijo en julio de este año. Dijo que se trataba de “poner orden”. Dijo que no podían permitir que los migrantes –centroamericanos en un 98%– siguieran poniendo “en peligro sus vidas” en su intento por llegar a Estados Unidos. Dijo también que era una cuestión de proteger los derechos humanos de esos más de 150 mil migrantes que cada año intentan cruzar México sin permiso de nadie. El secretario Chong dijo todo eso, y en todo se equivocó.
Migrantes vulnerables
Responsabilizar a los inmigrantes de nuestros problemas es un lugar común que circuló en muchos discursos a lo largo de la historia. En ese sentido, se los coloca en el lugar de chivo expiatorio, y se canaliza sobre ellos nuestras frustraciones y problemas estructurales. En ese marco, podemos tomar la Ley de Residencia del año 1902, donde se habilitaba al gobierno a expulsar personas nacidas en otros países sin juicio previo. Es decir, el problema no era la inequidad social del modelo agroexportador; el problema eran los inmigrantes conflictivos.