Notas periodísticas - La era del imperio
La globalización trajo una proliferación de "radiografías del presente". Buscando alguna que pudiera imaginar un futuro encontré, en marzo de este año y en el sector "Filosofía" de una librería norteamericana, Empire, de Antonio Negri y Michael Hardt.
Es uno de esos libros extraños que solo puede producir el presente. Porque trata de definir el presente y al mismo tiempo define uno de los modos de leerlo: una de las posibles filosofías de hoy. Es un libro post todos los filósofos del 68 y de las Brigadas Rojas. Post Marx-Wittgenstein-Foucault-Deleuze-Guattari. Algo así como la relectura de las relecturas de Nietzsche de los filósofos franceses de los años 60 y 70, con un acento en la subjetividad y el cuestionamiento de la dialéctica y las mediaciones.
Hardt y Negri hablan de modernidad y posmodernidad, de biopoder (del poder sobre la vida de la gente), de sujetos con cuerpos y producción de subjetividades. Pero también hablan de "intelecto general" (una inteligencia social, colectiva, creada por los conocimientos y técnicas acumuladas), de identidades híbridas humanos-máquinas-animales, de producción de afectos, de procesos virtuales, de política potencial, de multitudes y éxodos. Es histórico, abstracto y optimista. En él, el presente aparece con un grado extraño de abstracción, en forma de redes, flujos, y trabajo inmaterial. El pasado aparece como una cantidad de historias: bíblicas, la historia del Imperio Romano (como modelo de la tradición euroamericana que ha llevado al orden mundial contemporáneo), la historia de la Constitución norteamericana y muchas más. Y el futuro o el fin del Imperio, por su carácter virtual, aparece no solo como programa político sino también como ciencia ficción y como profecía bíblica.
Pero hay en Imperio un modo de leer el presente que podría marcar el límite de su reflexión. Se trata de un efecto de homogeneización típico de la mirada del centro (del imperio). Y quizá del idioma inglés. Dicen los autores que las divisiones espaciales de los tres mundos han estallado, de modo que encontramos el Primer Mundo en el Tercero, el Tercero en el Primero, y el Segundo, ya casi en ninguna parte. Es cierto. Pero las consecuencias del Imperio no solo son diferentes en el Sur y en el Norte, sino que pueden llegar a ser opuestas. Se reinstala en cierto modo una lucha de clases global, donde "las clases sociales" del imperio son los estados nacionales de primero, segundo o tercer orden. Más miseria y exclusión, menos protección, ajustes permanentes, deudas de la Justicia; el presente argentino nos muestra esa diferencia que los autores no pueden ver desde los mundos y lenguas de primera clase con que escriben.
Pero ¿qué es este Imperio en el que todos estamos incluidos? El Imperio está hecho de redes y flujos de capital y toma forma cuando el lenguaje y la comunicación, o el trabajo inmaterial, aparecen como la fuerza productiva dominante. El imperio crea el mundo mismo que habita, porque no solo regula las relaciones humanas sino que trata de regular directamente la naturaleza humana, la vida (esto se ve claro en el Proyecto Genoma).
Dicen Negri-Hardt: el imperialismo era la expansión de los Estados-nación. El Imperio es un aparato de gobierno descentrado y desterritorializado, dos atributos opuestos a los de la nación. Consiste en una serie de organismos supranacionales y carece de fronteras espaciales y temporales, porque no se presenta como un régimen histórico basado en la conquista, sino como un orden que suspende la historia y fija el presente para la eternidad. Ni los EE.UU. dicen, ni ningún otro Estado nacional pueden constituir ahora el centro de un proyecto imperialista.
El orden mundial del Imperio se expresa como una formación jurídica, desde el rol internacional de las Naciones Unidas hasta las organizaciones globales de hoy. Estas estructuras jurídicas son un buen indicio de los procesos de constitución global, puesto que sus cambios no solo conciernen al derecho y a las relaciones internacionales sino también a las relaciones internas de poder en cada país. El caso de Pinochet y ahora, en la Argentina, los de Jorge Olivera y Ricardo Cavallo, lo demuestran.
El libro fue escrito entre la guerra del Golfo y la de Kosovo. Uno de los síntomas del renacimiento del concepto de Imperio, dicen Negri-Hardt, es el interés y la efectividad del concepto de "guerra justa" o el derecho a la guerra, que se remonta a la tradición bíblica. Hoy aparece una fuerza de policía y una serie de funciones éticas que "sacralizan" la guerra. Aunque la práctica del Imperio está bañada en sangre, su concepto central es el de una paz perpetua y universal fuera de la historia. Paz, equilibrio y cese de conflictos son los valores hacia donde todo se dirige hoy.
¿Qué hacer con este Imperio? ¿Lamentarse, aplaudirlo, usarlo? El Imperio tiene enormes poderes de opresión y destrucción, pero a Hardt-Negri no les produce nostalgia por las viejas formas de dominación. No lamentemos el presente (y saben que al decir esto están nadando contra la corriente de la izquierda), por el contrario: el potencial para la liberación ha crecido. El primer problema de la filosofía política hoy no es si habrá resistencia y rebelión, sino cómo determinar el enemigo contra el cual rebelarse, dónde localizar lo que llaman "la producción de opresión".
En la última parte, titulada "Virtualidades", es donde el libro parece alcanzar una dimensión de ciencia-ficción, y a la vez de profecía bíblica, porque se funda en lo posible y lo virtual, como campo de análisis. Hardt-Negri introducen un nuevo protagonista: la multitud que tomará en sus manos el futuro y hundirá el Imperio. Esa multitud global se opone al viejo pueblo de las naciones modernas; es una multiplicidad no homogénea, un conjunto abierto de relaciones que se constituye en la acción. Su base son los pobres, que han absorbido a los viejos proletarios, y tienen una capacidad profética nunca vista.
En la virtualidad y la política potencial de Imperio, uno de los primeros puntos del programa para la multitud global es una exigencia: ciudadanía global. El segundo: salario social y una entrada garantizada para todos los ciudadanos. Y el tercero es el derecho al libre acceso y control del conocimiento, información, comunicación y afectos, porque estos son algunos de los medios de la producción biopolítica del Imperio.
Leí apasionadamente este libro tan lleno de conceptos, de historias y de imaginación. Y me gustaría que se leyera en esta Argentina tan necesitada de futuro