La economía no se arregla con sermones
NUEVA YORK.- ¿La agitación del mercado lo ha llevado a sentir miedo? Está bien. Es claro que la crisis económica que empezó en 2008 no ha terminado en lo absoluto. Pero usted debería sentir también otra emoción: enojo. Porque lo que hoy vemos es lo que ocurre cuando las personas influyentes se dedican a explotar una crisis en vez de resolverla.
Durante más de un año y medio -desde que el presidente Barack Obama eligió crear déficits, no empleos, el tema central del discurso sobre el Estado de la Unión de 2010-, hemos tenido una conversación pública dominada por preocupaciones presupuestarias, que ignoraba casi por completo el tema desempleo.
La catastrófica claudicación de Obama
El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal está a punto de ser aprobado. Si esto sucede, muchos comentaristas anunciarán que se ha evitado la catástrofe. Se estarán equivocando.
Porque el acuerdo en sí, según la información disponible, es una catástrofe, y no sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El acuerdo perjudicará a una economía que ya está en recesión, probablemente agrave aún más el eterno problema del déficit norteamericano y, lo que es más importante todavía, al demostrar que la extorsión descarada funciona y no tiene costo político, arrastrará a Estados Unidos por el camino de las repúblicas bananeras.
Sobre Estados Unidos
Que uno de los países más poderosos del mundo celebre como una fiesta nacional el asesinato de un terrorista y la masacre de su guardia personal es un abominable testimonio de la degradación de los principios éticos que fueron el fundamento de su nacimiento y desarrollo.
En su euforia, los estadounidenses olvidan que Osama bin Laden fue formado como terrorista por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que combatiera de modo victorioso a los soviéticos que invadieron Afganistán (1978-1989).
Es verdad que con estos celebrados crímenes cierran la herida abierta por la brutal violación de su soberanía, al destruirse las Torres Gemelas. Pero ¿y qué decir de la soberanía de Pakistán, el fiel aliado, cuya soberanía fue violada por el operativo de exterminio?
¿En serio o en broma?
En una deplorable exhibición de espeso orgullo, propio de cowboy bravucón de películas de serie “B”, Barack Obama afirmó: “Cuando decimos que nunca olvidaremos, lo decimos en serio” (Eddie Murphy lo hubiese hecho mejor).
¿Debe interpretarse, entonces, que hablaba en broma cuando prometió al mundo que cerraría la inhumana prisión de Guantánamo al día siguiente de su juramento como presidente?
Sólo con incurable ingenuidad se podría aceptar que Bin Laden fue ultimado el 1º de mayo, exactamente ocho años después de que George W. Bush lanzara triunfalmente desde el portaaviones USS Abraham Lincoln el grito de “misión cumplida”.
La misión de buscar y destruir armas imaginarias no terminó, pese a lo cual los estadounidenses se retirarán del infierno iraquí a fines de este año, dejando una estela de, hasta ahora, 4.415 soldados muertos y 32 mil heridos, de los cuales miles regresan contaminados por las radiaciones de los explosivos de uranio empobrecido, que les dejarán crueles secuelas de discapacidades.
Por cierto, los civiles iraquíes desarmados muertos ascienden a 106 mil, una proporción razonable de 23 musulmanes muertos por cada occidental y cristiano armados.
Otra casualidad: el 1º de mayo de 1945 se anunció al mundo que Adolf Hitler se había suicidado el día antes... Los estadounidenses cuidan siempre hasta los menores detalles.
¿Cómo podría creerse que Bush y halcones asociados hablaban en serio cuando juraron ante el mundo que Irak poseía armas de destrucción masiva? ¿Hablaban en serio cuando Al Qaeda preparó en Afganistán los criminales atentados del 11-S, cuando es harto notorio que el adiestramiento de los terroristas se realizó en territorio de los Estados Unidos?
¿En 1964 hablaba en serio el general William Westmoreland cuando pidió, y obtuvo, un millón de soldados para poner de rodillas al Vietcong? El mismo pueblo que hoy festeja un crimen como sustituto de la justicia transmutó en ironía su lacerado orgullo cuando afirmó que “Westmoreland ganó tantas batallas que terminó perdiendo la Guerra de Vietnam”. Por hablar en serio.
¿Hablaba en serio el general David Petraeus cuando felicitó a sus soldados por lograr la pacificación de Irak? ¿O acaso olvidó que sus tropas no tuvieron nada que ver en la tregua entre chiítas y sunitas que detuvo la virtual guerra civil que desangraba al martirizado país: el clérigo chiíta Muqtada al Sader, principal referente iraquí de esa rama del islam, ordenó a sus cuadros de combate el alto el fuego, al tiempo que los sunitas rompían relaciones con Al Qaeda.
Al día siguiente de su arenga, el sueño de Petraeus fue turbado por el estallido de dos cargas explosivas. Aun en pleno sopor, Obama lo envió a pacificar Afganistán.
Tampoco en Latinoamérica. Por supuesto, la historia no se repite en forma mecánica, pero desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, cada vez que los Estados Unidos hablan en serio los hombres de buena voluntad del mundo entero se estremecen y esperan lo peor.
¿En 1954 hablaban en serio cuando acusaban al gobierno progresista de Jacobo Arbenz de estar conduciendo a Guatemala al comunismo porque exigía que el gigantesco imperio de la corporación estadounidense United Fruit pagara impuestos acordes con sus latifundios bananeros y sus gigantescas exportaciones a la Unión? ¿Hablaban en serio cuando denunciaban, como prueba del siniestro designio bolchevique de Arbenz, la compra de armas en Checoslovaquia, país gobernado por comunistas?
Hablemos en serio: esas armas fueron compradas realmente en Checoslovaquia y transportadas a Guatemala en un buque carguero sueco e introducidas con una falsificada declaración jurada de importación. ¿Necesitaba Arbenz, presidente del país, presentar en la aduana un falso manifiesto de carga? No. Simplemente porque Arbenz no había comprado una sola bala de ese cargamento.
Las armas fueron efectivamente compradas en Praga por... agentes de la CIA que fungieron como traficantes y las pagaron al contado. Y, lo que supera la imaginación literaria, el armamento había pertenecido a la Wehrmacht nazi, que lo entregó a los aliados cuando se rindió. Arbenz fue derrocado en junio de 1954.
La política exterior estadounidense parece inspirada en los delirantes escritos de Groucho Marx y de Woody Allen, de Ambrose Bierce y H. L. Mencken. El problema es que cuando los estadounidenses presumen de hablar en serio en política, sus ecos reales son destrucción y muerte, salvajes desconocimientos de las soberanías de los pueblos y de sus derechos humanos, de los que fueron precursores.
Lástima que su digno impulso humanitario comienza a desvanecerse en ominosa sincronía con su decadencia imperial.
Carta abierta a Barack Obama, presidente de Estados Unidos de Norteamérica
De Nobel a Nobel
Carta abierta a Barack Obama, presidente de Estados Unidos de Norteamérica
Un día como hoy, hace 34 años volví a la vida, tuve un vuelo de la muerte durante la dictadura militar argentina apoyada por Estados Unidos. Gracias a Dios sobreviví y tuve que salir del laberinto por arriba de la desesperación y descubrir en las estrellas el camino para poder decir como el profeta: “la hora más oscura es cuando comienza el amanecer”.
El factor Osama
El asesinato de Osama Bin Laden está siendo celebrado por los medios de comunicación y funcionarios del Gobierno de Estados Unidos, que lo pintan como uno de los eventos más importantes desde el 11 de septiembre de 2001. Desde la perspectiva de que lo ocurrido debilita a Al-Qaeda, esto sería ciertamente una ganancia. Pero vale la pena echarle una mirada sobria a la realidad detrás de las exageraciones.
Bin Laden, quien –como Sadam Husein y otros infames asesinos en masa– fue apoyado por el Gobierno de Estados Unidos durante varios años antes de volverse en su contra, cambió el mundo con el más destructivo acto de terrorismo jamás cometido en tierra estadounidense. Pero la razón por la cual pudo hacerlo tiene tanto que ver con la política exterior de Washington en ese momento en particular, como con sus propias metas y estrategia.
Navegar contra la marea
Fidel Castro Ruz firmó esta nota el pasado 4 de diciembre 2008 a las 5 y 28 p.m., siempre con meridiana precisión registra el momento en el cual finaliza su trabajo. Éste en particular trata acerca del presidente electo de EEUU, Barack Obama, persona fundamental en la futura relación con Cuba. Compartimos a continuación la necesaria visión de Castro sobre Obama.
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