La economía política del Quantitative Easing y su impacto en las economías emergentes
El nuevo mundo
La última cumbre de los países BRICS, sexta desde su creación en 2009, ha marcado uno de los hitos más importantes en materia geoeconómica de los últimos años. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica han dejado bien en claro al mundo entero que son quienes manejan más del 25 por ciento del PBI mundial y han tomado la decisión de no dejar librados sus destinos a organismos multilaterales que para ayudarlos siempre los terminan condenando a la pobreza. La declaración conjunta de Fortaleza no deja lugar a dudas. Allí destacaron “la necesidad de alcanzar simultáneamente crecimiento, inclusión, protección y preservación” para cada una de sus economías. Para poder aspirar al crecimiento necesitan un respaldo financiero, de ahí el surgimiento del Nuevo Banco de Desarrollo y el Fondo de Emergencia, un claro reto al Banco Mundial y al FMI.
¿Podrán los países emergentes seguir creciendo a altas tasas pese a la crisis en los avanzados?
La hipótesis de desacople (decoupling) de las trayectorias de crecimiento de las economías avanzadas y las emergentes, que ya se sostuvo hacia fines de 2008 —luego de la profundización de la crisis financiera internacional—, difícilmente encuentre sustento en la coyuntura actual. Si bien se prevé que, al igual que en aquella oportunidad, los países en desarrollo se apoyen en la solidez de sus mercados internos y aprovechen sus márgenes de aplicación de políticas contracíclicas, los lazos comerciales y financieros entre las naciones desarrolladas y las emergentes no se modificaron sustancialmente entre 2008 y la actualidad. Por ello, resulta esperable que, ante la incierta situación que atraviesan las economías de la zona del euro y el magro crecimiento de los países avanzados, los canales de transmisión continúen operando de un modo similar al observados a fines de 2008 y en 2009, contribuyendo a una desaceleración del ritmo de expansión económica de los países emergentes.