La fábula del salario y la inflación
La Argentina mediática describe las relaciones laborales así: de un lado los empresarios “preocupados”, “angustiados”, “agazapados”, desvalidos frente al “avance desmedido” de los sindicalistas que “muestran los dientes”, “voraces” en sus “presiones salariales” –los encomillados no son casualidad–. En el país que dibujan Clarín, La Nación y sus subsidiarias menores rige una lógica binaria dónde las sufridas empresas locales son rehenes de sindicatos desbocados que, con su desmedida ambición salarial, son responsables casi absolutos de la inflación. Porque ésa es la conclusión que el establishment impuso a sangre y fuego hace tres décadas: que el incremento de salarios es el principal motor de la inflación. No existen otras variables. No hay factores monetarios, fiscales o captación de renta que explique, para este relato, por qué suben los precios. La culpa es de los asalariados y de su temeraria intención de querer vivir mejor.
Habráse visto semejante imprudencia…
Con las paritarias a la vuelta de la esquina, la demonización de los salarios volvió al tope de la agenda política. Desde que el gobierno de Néstor Kirchner restituyó el ejercicio de las paritarias y la noción de dignidad laboral, las campañas tendientes a moderar los reclamos sindicales se convirtieron en un clásico del verano. Esta vez con un ingrediente adicional: el impacto de la “crisis global”. La sugestión, se sabe, suele ser una herramienta eficaz en manos del patrón.