Piqueteras: Identidad, política y resistencia

Karina Bidaseca [i]“La vida en el desierto es pequeña pero brillante y buena parte de lo que ocurre tiene lugar bajo la tierra. Como en la vida de muchas mujeres”[/i] [i]“Mujeres que corren con los lobos”[/i] Clarissa Pinkola Estés

Introducción

Esta ponencia[3] aborda las prácticas de resistencia cotidianas –ocultas y visibles- de las mujeres que integran el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano (MTDS) en un continuum que puede representarse simbólicamente como el camino que recorre la piquetera, itinerario que abarca dos puntos (uno fijo y otro móvil): de partida, del barrio a la barricada -“piquete”[4]- y, de regreso, de este al barrio.

Sus vidas se han transformado desde la participación en la acción colectiva; su identidad social, desplegada en el “mundo subterráneo” –el desierto- se nutre de la identidad política que las transforma en piqueteras en la barricada, de modo que no podemos, desde la práctica de investigación social, abordarlas como dos órdenes diferentes o separados, sino como niveles de un mismo proceso.

Al respecto, la conceptualización teórica sobre movimientos sociales nos ayuda a comprender que la desocupación, las necesidades económicas o la falta de alimento no conducen necesariamente a los sujetos a la protesta. Esta surge de procesos políticos y culturales profundos y, su duración en el tiempo depende de la posibilidad de construir una identidad colectiva en la interacción de intercambios densos y emotivos con otros sujetos con similar nivel de expectativas.

Los motivos que llevan a los sujetos a actuar colectivamente formulan un amplio espectro, en tanto están determinados por lo económico, social, político, cultural y subjetivo. La protesta no puede estudiarse, pues, en forma acabada, como un suceso aislado, desconociendo su continuidad con la vida cotidiana de cada uno de los sujetos que viven en las rutas, puentes o plazas durantes días hasta conseguir ser escuchados y reconocidos por los “espectadores” (llámense autoridades nacionales, provinciales o municipales, políticos, sociedad civil, etc) del “mundo de la superficie”.

La participación activa de las mujeres en los piquetes, encargadas de la reproducción de la vida es notoria en la escena celebratoria del piquete, mas alla de las diversidades geograficas, culturales o históricas que caracterizan a las regiones de nuestro país.

Sin embargo, este momento de visibilidad no debe opacar el momento de la latencia en los que se desarrollan los procesos subterráneos mas interesantes del Movimiento. Sus vidas, anónimas en el barrio, se transforman en públicas en los piquetes, pero unas no son posible sin las otras, y unas son tan importantes como las otras. En unas se reproduce materialmente la vida, la familia y el movimiento; se condensan los lazos entre los miembros del movimiento; se fundan solidaridades; se componen espacios contraculturales y contrahegemónicos. En las otras, lo “personal se hace politico”: el colectivo “aparece” (Arendt, 1998), sale de su “apartheid” para defender sus derechos o fijar su memoria como colectivo, cada dia 26 en recuerdo de los piqueteros muertos en el Puente Pueyrredon, o solidarizarse con las causas de otros movimientos.

Son espectrales los sentidos que plasmó la experiencia del Movimiento Piquetero como Movimiento de movimientos[5], y cada movimiento de desocupados en particular que fue diferenciándose de cada otro a partir de ideologías, formas organizativas o culturales disímiles.

Desandar el “camino de la piquetera”, creo, es la clave para comprender por qué estas mujeres emprendieron un “camino sin retorno” al colocarse en un lugar desde el cual rompieron con la subordinacion clientelistica –representada en la figura masculina del “puntero”- que forma parte de la cultura política barrial de los sectores populares, y se rebelaron, primero, contra la autoridad eclesiástica representada en el obispo y luego contra el asistencialismo del Estado.

Nos preguntaremos si ese “camino sin retorno” fija las condiciones de posibilidad de desarrollo de una conciencia social critica de género al interior de un movimiento que proyecta crear una “nueva sociabilidad no capitalista”, base de lo que denominan “contrapoder”.[6]

Vislumbrar este proceso implica conocer cómo se construye el sujeto piquetera/o desde la experiencia cotidiana; qué nuevas sociablidades y aprendizajes desplegó la experiencia organizativa en las biografías de estas mujeres; cómo actúan las mujeres en las formas económicas autogestionarias y en las instancias de participación política; cómo construyen la resistencia. Para, finalmente, buscar indicios de la elaboración de una crítica al patriarcado y observar cuan emancipadoras son las prácticas de un Movimiento que aboga por el cambio social.

Intentaremos aprehender la especificidad de la resistencia femenina permeada por la “lógica del afecto” (Jelin, 1993), a partir de lo que en otros trabajos he denominado “cultura emotiva de la resistencia”, marco interpretativo desde el cual comprender las acciones colectivas de las mujeres y la perduración de las organizaciones en el tiempo.

Este estudio se basa en la realización de entrevistas en profundidad, observación participante y la utilización del método etnográfico. Las voces de las mujeres son tomadas como “recursos de inteligibilidad” y como momento mismo del proceso de investigación.

Cuan Aves Fenix... Los noventa: crisis y creación. El Movimiento de Trabajadores de Solano

El MTDS surgió en el año 1997 en el sur del conurbano bonaerense a partir de movilizaciones que involucraban a hombres y mujeres, aunque con mayor participación femenina. Comenzó a organizarse en la capilla Nuestra Señora de las Lágrimas en San Francisco Solano, Quilmes, a partir de reuniones de vecinos que compartian los problemas derivados de la desocupacion y el deseo de construir un movimiento similiar al de sus vecinos de Florencio Varela, en donde se creó el primer MTD. “Al principio a nosotros nos unió la desocupacion, la pobreza, la discriminación (...) Si algo nos permitió el movimiento fue encontrarnos en asamblea y recuperar la palabra, nos permitió escucharnos y ver que era verdad que teníamos hambre, miseria”, dice uno de los integrantes. El Movimiento, de base territorial, es autónomo de los sindicatos y partidos políticos y posee una organización horizontal que no reconoce dirigentes. Compuesto por una mayoría de mujeres, lo integran actualmente 500 familias que reciben los Planes sociales a través de la accion colectiva sostenida en el tiempo. De este modo, el MTDS mantiene una compleja relación con el Estado, al ser, por un lado, receptores de los planes y, a su vez, mantener un enfrentamiento constante con el. Acuerdos y desacuerdos, sin embargo, no diluyen el vínculo aunque en ese proceso se mece la posibilidad latente de la suspensión de los planes.

El MTDS forma parte de un colectivo heterogéneo, el Movimiento Piquetero, que reconoce sus orígenes en las localidades de Cutral-Co/Plaza Hincul en las “puebladas” del año 1996. Precisamente, la aparición de las mujeres piqueteras en el escenario nacional remite a ese momento fundacional de las “puebladas”. [7]

Siendo desalojados por el Obispo de entonces, Monseñor Jorge Novak, en junio de 2000, los integrantes del MTDS potenciaron su fuerza a partir de la autoadministración de los planes[8] que fueron resignificados al generar emprendimientos productivos para fortalecer su organización. El proyecto productivo tiene, además de la necesidad alimentaria inmediata, un doble objetivo: la autonomía, es decir, la posibilidad de generar proyectos de “economía colectiva” o “solidaria” como ellos la definen y, por otro lado, una búsqueda hacia "la recuperación de lo humano, a la sociabilidad" y a “reconstruir el tejido de la comunidad”, pues piensan que existe una correspondencia entre las formas de organizarse y las metas que se persiguen.

Se definen como "anticapitalistas, autónomos de los partidos políticos, incluso los de izquierda, y de las centrales sindicales". Defienden cuatro principios de organización: horizontalidad, participación, democracia directa y autonomía. Se niegan a todo tipo de representación y su órgano maximo de decisión son las asambleas.

Sus estrategias de acción son de dos tipos: la productiva y la política. En ella asumen su identidad de piquetera/os en los cortes de ruta realizados con el propósito de demandar más planes sociales o defender a quienes quedaron fuera de su adjudicación -lucha que significa también asegurar la subsistencia- sin que ello pueda ser leido en términos de claudicación o traición. La reflexión o “educación popular”, como ellos la definen, es la tercera pata imprescindible para completar un proyecto autónomo.

El “camino de la piquetera”: las prácticas ocultas y visibles de resistencia de las mujeres del MTDS
1. El lado oculto de la resistencia cotidiana en el mundo subterráneo del barrio

Pasando por la ciudad de Quilmes, llegué a San Francisco Solano. Por la única calle asfaltada, la Avenida San Martín, a escasas cuadras del galpón del MTD, detrás de unas gradas oxidadas de un club, la sencilla parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas cargaba una historia que, como toda acción, se caracteriza por su irreversibilidad. Allí mismo, en su interior, sin arquitecturas definidas, hombres y mujeres desocupada/os que habitan sus proximidades comenzarían a esculpir su propia obra. Siguiendo la avenida que dio el nombre al barrio, doblando a la derecha y dejando atrás el asfalto –sinónimo de progreso- y las calles definidas por nombres, llegamos a la Calle 891. El barrio está conformado por una variedad de casas construidas algunas en forma precaria, con paredes de madera y techos de chapa, y otras, hechas de material. Casi la mayoría estaban cercadas con alambre tejido, se alzan sobre terrenos que fueron tomados alguna vez. El color ocre de los ladrillos se mezcla con el gris del cemento y el óxido de las puertas. Perros callejeros; automóviles antiguos; gente joven en la calle en un caluroso día laborable de febrero de 2003 por la tarde. Antes de llegar al sitio del MTD dos lugares atraparon mi atención: una casa en la que funcionaba una iglesia misionera y otra vivienda en cuya pared se publicitaba el apellido de un candidato político (esta última era la casa de un puntero político). Maxi Kostecki y Darío Santillán, sus rostros pintados en la pared de un baldío, se inscribían como memoria de un lugar y de un proceso. Sin duda, estaba arribando... al número 2245 de la calle 891. Allí se puede leer en la pared de cemento, con letra imprenta negra y sin precisión alguna: MTD, y un cartel que decía: pan $1.50.

Como explica el sociólogo Alberto Melucci (1994), todo movimiento social combina diferentes orientaciones de la accion. Hay, en efecto, en el MTDS una transformacion de la “energia emancipatoria” (Hirshman, 1984 citado por Santos, 2002) que comienza bajo la forma de movimiento social y continúa en la puesta en acto de los proyectos productivos cuya finalidad es alcanzar el autosustento de la organización y llegar a establecer una forma económica alternativa al capitalismo. Esta es, para ellos, la apuesta mas importante del Movimiento: “Lo que nosotros queremos es construir esa red de produccion altermativa porque ahí esta la salida al collar del Estado que son los planes y subsidios” (MTDS-Colectivo Situaciones, 2002: 198).

Interpretar este tipo de experiencias alternativas implica pensarlas desde su base de construcción de una identidad colectiva en la trama urdida por las redes sumergidas en la vida cotidiana durante la fase de latencia[9] (Melucci, 1994). Por cierto, los talleres productivos del MTD son las acciones menos visibles del movimiento pero las que consolidan lazos sociales, los marcos culturales, ademas de asegurar la reproducción material. En la latencia de “lo cotidiano” –que representa una intersección entre el nivel institucionalizado de las políticas y la identidad y las prácticas locales y familiares que desafían y/o reproducen la cultura dominante (Jelin, 1987:11)-, el MTDS elabora su resistencia.

La forma que los miembros del MTDS le imprimieron a los talleres fue, por un lado, conforme a separarse de la idea con que fueron diseñados los planes por los sucesivos gobiernos (trabajos comunitarios y/o asitencialismo).[10] Lograr la autoadmnistracion de los mismos y la aprobacion de los talleres como contraprestacion implico que la lucha debiera trasladarse al espacio público expresada en el corte de ruta. En ese espacio se “ganan” legítimamente los planes (“son arrancados” al gobierno, según su expresión) y se consigue romper con el control social de las auditorias municipales cuestionando la necesariedad de la “ayuda” estatal. Por otro lado, los talleres representan ensayos de formas de organización económica críticas al capitalismo basadas en otras prácticas: la necesidad, la solidaridad, la reciprocidad y en la valoracion de la calidad de vida (protección del medio ambiente) que intentan superar las propias prácticas capitalistas desafiando la subsuncion del trabajo al capital.

Las primeras experiencias productivas del MTDS -la panaderia y el taller de marroquineria- comenzaron entre 1998 y 1999, y fueron puesta en acto en el año 2001. En estas actividades –siempre comprendidas como campos experimentales, precarios y no suturados-, las mujeres que obtienen los Planes sociales realizan trabajo extradoméstico como contraprestación por los mismos. Se las puede ver en la panadería trabajando junto a sus compañeros (mayoría en el taller) en una organización laboral pensada para evitar la alienación del trabajo: las tareas son rotativas y se realizan en 4 turnos. Eso si, de las dos mujeres que trabajan en la panadería, una refiere a su trabajo como “ayuda” y coloca el saber en el maestro panadero.

- Y acá trabajás en la panadería?

- Sí, a la tarde.

- Y que hacés?

- Y... los ayudo a los compañeros que son panaderos.

La división sexual del trabajo al interior del MTDS está bien delimitada en los talleres a cargo de ellos (marroquinería, construcción) y de ellas –por mas que el Movimiento se empeñe en enfatizar la igualdad-: el taller de costura –montado en la casa de una de las mujeres del MTDS- y el area de salud están a cargo de mujeres que enseñan a otras mujeres a ser costureras o enfermeras depositando, de este modo, en la mujer el cuidado de la salud de la familia según la “ética del cuidado” (Gilligan, 1982). De igual modo, las abuelas del MTD receptoras de los Planes –como parte de una de las normas creadas por el movimiento son exceptuadas de ir a las movilizaciones - se reunen para tejer -con lanas de puloveres viejos comprados en la feria de usados que son destejidos- prendas que el movimiento vende a pocos centavos; esto señala otra tarea tradicionalmente “femenina”.

Las mujeres no solo realizan el trabajo invisible de los talleres: el trabajo barrial y comunitario al igual que el trabajo doméstico recaen en mayor medida en ellas y, sin equivalente en el mercado de trabajo, permanecen ocultos. Varones y mujeres no asumen en forma simétrica la carga de trabajo doméstico –mas arduo entre mujeres que viven en condiciones de precariedad con un numero elevado de hija/os-, en virtud del proceso de construcción social de género que les atribuye a ellas la responsabilidad. No obstante, desde el relato de las mujeres es común escuchar hablar de paridad. En una entrevista, María respondía de este modo a mis dudas:

- ¿Y le dan lugar a la mujer? Como es el trato?

- Para mi es igual, vale tanto la opinion de la mujer como el hombre.

- ¿Y entre las mujeres hicieron algo juntas?

- No, porque no nos sentimos mas que los hombres o el hombre mas que la mujer.

- ¿Y el hombre ayuda en la casa, en las tareas domesticas?

- Si algunos compañeros o compañeras que la pareja no participa cuesta un poco (Febrero, 2002).

2. El lado público de la resistencia. En el “piquete”, “resurgiendo de la tierra...”

“En el corte los primeros quince o veinte minutos
se siente una profunda libertad”.
“En el piquete todos somo iguales” (MTDS)

Es de dia. Un dia de invierno, frio, como tantos otros. Llegan a pie, familias completas, mujeres con niños en brazos, hombres que cargan objetos cotidianos: sillas, trozos de nylos para repararse del viento y la lluvia, equipos de música, alimentos, y objetos que ya son símbolo del piquete: los neumáticos y las ollas. Las mujeres traen consigo los enseres necesarios que aseguren la continuidad de la vida ahora, trasladada al piquete. Los hombres demarcan los límites del territorio y arrojan los neumáticos en el piso, sitio que ocupará el centro del piquete. Les arroja combustible y enciende el fuego que arderá el tiempo que dure la barricada. Una mujer asume la coordinación de las tareas. Hay hombres y mujeres responsables de la seguridad. Llevan silbatos para pedir refuerzos si el enfrentamiento con la policía resulta inevitable. Por ello cubren sus rostros con paños negros. Debajo de estos no solo hay rostros masculinos, las mujeres también se ocultan. Cae la noche. La barricada se transforma en un espectáculo cultural. La música -cumbias y chamamés-, el futbol, el baile forman parte de la puesta es escena de la celebridad que cambia abruptamente. El clima se tensiona cuando, a lo lejos, dos patrulleros se aproximan a la barricada. Una mujer define el desenlace en la negociación con la policía. Se festeja el fin de la protesta y el retorno al barrio. Descripción extraída del film del MTDS, “El rostro de la dignidad. Memorias del MTDS”.

El “piquete” constituye otro espacio fundante. No es solo una estética de la protesta. Su sentido trasunta entre lo ideológico: obstruir la circulación de las mercancías; lo social, fundar solidaridades y lo político: fijar el antagonismo. En él, el tiempo tiene otra lógica, como un tiempo en suspenso. Nunca se sabe cuantos dias se permanecerá en él, y ello hace necesario asegurar la continuidad de la vida que, ahora, es vivida en la ruta.

La decisión de cortar la ruta se toma en la asamblea y en las reuniones de educación popular se teatralizan murallas humanas para la defensa del piquete. El mismo está sumamente organizado bajo una clara división sexual de las tareas: los hombres coordinan la seguridad (aunque también hay mujeres), procuran la búsqueda de neumáticos y combustible para eternizar el fuego, los alambrados para cercar el piquete, la leña para alimentar el fuego; las mujeres, tiene a su cargo la parte vital de la resistencia: son quienes aseguran la rutina: cargan las cacerolas, procuran el alimento para la olla popular, amamantan a sus bebés, cuidan de sus hijos.

- ¿Y cuando van a cortar la ruta las mujeres van o dicen que es tarea de hombres?

- No, casi siempre la que lleva adelante o la iniciativa es la mujer o la mayoria de las veces esta la mujer en el piquete.

- ¿Por que?

- Y porque se siente con fuerza de estar en el piquete (Entrevista a María, mayo 2003).

Ellas estan allí por los mismos motivos que animan a sus compañeros: la defensa de un Plan o el pedido de mas Planes son demandas concretas; “la lucha real es por trabajo, dignidad y cambio social”, dirá un integrante del MTDS. Y ello –a pesar de estar amparadas con sus niños por una norma interna del movimiento que consiste en salvaguardar su integridad física ante la represión policial- no las absuelve de poner el cuerpo para enfrentar el orden policial. Como recuerdan dos piqueteros, la primera muerte que funda la memoria del movimiento piquetero en el primer corte de ruta en Cutral-Có en 1996, fue el de una mujer Teresa Rodríguez “... muerta porque reclamaba trabajo.” (Entrevista a Jorge Jara y Andres Fernandez, Pagina/12 web, 214/10/02).

- ¿Que se siente cuando vas a un corte de ruta o haces una toma, se siente miedo...?

- A los primeros tiempos si tuvimos miedo, miedo constante tenemos todo el tiempo de la inseguridad de no tener, pero si no tenes un pan para darle a tus hijos, el miedo pasa por otro lado, o sea uno reclama lo necesario para la mejor estadia de tus hijos.

Miedo, libertad, orgullo, fuerza, poder, dignidad, igualdad, celebración constituyen las emociones que explican el crecimiento y sostenimiento de toda protesta “moral” (Jasper, 1997) que pueden expresar sentidos contrapuestos que ambos, mujeres y varones también, experimentan en el piquete. No obstante, en la mujer se ahonda el rencor que alimenta la memoria de la dominación masculina en las vejaciones perpetradas por los varones del orden y, por ello, la victoria de un piquete es celebrada por ellas como una batalla mas, ganada a aquellos que abusaron y se apropiaron violentando los cuerpos femeninos desde antes.[11] “Es que en los barrios hay mucha bronca con la cana. Entonces eso en los piquetes se refuerza. Tenés el poder”, dice Neka Jara.

La violencia que se vive en el piquete no es distinta de la violencia cotidiana cuando falta el sustento diario y este es uno de los leitmotivs que anima a la protesta.“Sentirse piquetera es reclamar el derecho que uno tiene como ser humano, como persona. Ser digno de tener una casa con buen techo, con una comida digna para cada uno de tus hijos. Para mi es eso, reclamar el derecho que tenemos, sentirnos dignos, que ya nos vienen sacando... Que cada dia nos vienen sacando”.

“¡Porque las calles son nuestras! ¡Las plazas son nuestras! ¡Los puentes son nuestros!“ expresa Neka Jara, referente del MTDS, en su discurso (22° Marcha de la Resistencia, Madres de Plaza de Mayo, 2002). El espacio público se convierte en el lugar que otorga existencia: “Es lindo el piquete, sentís que existimos, sentís la libertad.”, clamaba Neka (Clarin web, 26/9/02). Dicho espacio para Hannah Arendt (1998) es el espacio de la igualdad, en tanto “seres capaces de acción y lenguaje”, y de la libertad, en cuanto significa “ni gobernar ni ser gobernado” (pág. 44).

Y precisamente en ese espacio ellas construyen lo que en otros de mis trabajos he definido como “cultura emotiva de la resistencia”, convirtiendo su acción en un ritual, en tanto expresión simbólica emotiva a través de la cual se comparten diferentes tipos de estados emocionales, desde el odio, la depresión, la euforia o la ira, que tienden a reforzar la solidaridad y la identidad del grupo. Esta característica del ritual como la “cultura emotiva” de un grupo (Gordon, 1981, citado por Taylor y Whittier, 1995) pertenece a las dimensiones más subjetivas que sustentan la acción colectiva (Bidaseca, 2000 y 2001).

Por eso estamos aquí, resurgiendo de la tierra. Muchas veces parecía que no existíamos, pero a través de la organización encontramos el camino de resistir a ser los nuevos desaparecidos de hoy, los desocupados. Encontramos el camino para ir con otros compañeros, para ir tejiendo esta lucha.” (Discurso de Neka Jara, 22° Marcha de la Resistencia, Madres de Plaza de Mayo, 2002)

Un camino sin retorno: emancipación, género e identidades insurgentes en el MTDS

Desde su fundación, el movimiento piquetero está integrado por una abrumadora cantidad de mujeres pertenecientes a distintas generaciones. En particular, el MTDS nace siendo un movimiento integrado por una mayoría de mujeres que rechazan la subordinación clientelística y servil al puntero político del barrio, se enfrentan a la autoridad eclesiástica de la diócesis y al Estado e intentan construir autonomía. “La autonomía no es solamente lograr la independencia del Estado o de las superestructuras; la autonomia se consigue en lo personal, grupal, político, social.” (MTDS-Colectivo Situaiones, 2002: 196).

De conciencias insurgentes, “liberaciones cognitivas” (Mc Adam, 1982), “subjetividades rebeldes” (Santos, 2002) hablamos cuando aludimos a esta mujeres. Pero, como explica Mc Adam ese proceso si bien es subjetivo, requiere del soporte de las redes sociales para lograr su plenitud.

Ya no tiene sentido distiguir la identidad individual de la colectiva “como si se tratara de fenómenos de distinta naturaleza y no como niveles de un mismo proceso. Lo que cambia es el sistema de relaciones que el actor toma como punto de referencia y con respecto al cual busca u obtiene reconocimiento” (Martinez, 1989).

Regresando a los inicios, el “estado naciente” de los movimientos brota, según Pizzorno (1985, citado por Martinez, 1989), de una situación que es también subjetiva, en que se han deteriorado las relaciones sociales y las representaciones sociales que las solidificaban. Hay un primer momento cuando se conoce la experiencia de la liberación y la autodeterminación. De ahí que los sentidos que los actores experimentan en el piquete enfaticen la libertad. Luego hay un momento en el que se descubre la contingencia de la historia, y un tercer momento de historización. “La historización revisa cada acto, cada opción. Pero aparte de la historia común del colectivo se recorre también la historia individual. Cada individuo redescubre su pasado, lo reconsidera, observa que podría haber sido distinto. Ello solo puede hacerse con los otros con los que se identifica” (Martinez,1989). El cuarto momento lo representa la experiencia de la igualdad. La experimentacion de “ser iguales” se potencia en el espacio público, en el espacio-tiempo del piquete, tal como Arendt observara en su estudio de la polis griega: “La polis se diferencia de la familia en que aquella sólo conocía “iguales”, mientras la segunda era el centro de la más estricta desigualdad” (Arendt, 1998: 44). No es casual que las mujeres (y los varones) experimenten en el piquete la libertad y la igualdad. Pero, ¿qué sucede con la igualdad al interior del MTDS?

Dice Neka: “Hoy la cosa es más pareja, pero la mujer sigue ocupando espacios clave. Eso sí, rara vez los principales, ya que los referentes de cada agrupación son casi todos hombres. Ellos tienen más idea sobre la construcción política, ya que muchos hicieron "carrera" en los sindicatos, en las épocas lejanas en que tenían trabajo. Pero en las bases y en la segunda línea se nota más el dominio de las mujeres, llegadas al piquete para defender el estómago de sus hijos.” (Clarin web, 26/9/02).

Precisamente uno de los interrogantes que se plantea este trabajo se basa en observar en las prácticas lo que el MTDS pregona desde el discurso. Y es aquí el lugar en donde aparecen momentos de fuga, por llamarlos de alguna manera. En el orden discursivo los principios del MTDS son la horizontalidad, democracia directa, autonomía y cambio social. Sin embargo, al profundizar en el estudio de la dinámica del movimiento hallamos que los varones –que, además son “los” referentes del Movimiento- tienen experiencias de militancia política y sindical de antigua data. En cambio, las mujeres sin este tipo de experiencias trabajan activamente en las bases sosteniendo los talleres productivos, el centro de salud, etc. Si bien, en las asambleas hay una activa participación femenina ellas no intentan disputar, por ahora, los liderazgos masculinos. Los oradores en los ámbitos ajenos al movimiento son generalmente los varones. Ellos hablan en nombre de toda/os, detentan el poder de la palabra.

La democratización que estimula el movimiento no llevó sin embargo, aún, a una democratización de la vida cotidiana, si entendemos que la democratización no se sustenta solo en el ejercicio de la horizontalidad en la toma de decisiones, sino en preguntarse si toda/os tienen legitimidad de voz (Schmukler y Di Marco, 1997). Además, el propio discurso asambleario estaría contradiciéndose si operara en forma contradictoria con sus características intrínsecas.

Hoy, las mujeres del MTDS jerarquizan las luchas del Movimiento por sobre la lucha por eliminar la desigualdad entre los sexos. Hablar de emancipación implica eliminar o al menos reducir la explotación, la desigualdad y la opresión -proceso complejo que ni siquiera las revoluciones lograron instaurar-. Sin embargo, a medida que las mujeres salen de sus casas para participar de la esfera pública, contribuyen al desarrollo de procesos emancipadores.

Derribar el muro que divide el espacio doméstico del público, salir del aislamiento implica un “camino sin retorno”. La cultura política del Movimiento, la misma forma de participación asamblearia constituye una fuente de politización. El espacio doméstico ya se transformó en un espacio politizado. Las vidas de estas mujeres ya no son las mismas. Están asistiendo a una profunda transformación cultural.

Referencias bibliográficas
Arendt, Hannah, (1998) La Condición Humana, Barcelona, Paidós.

Bidaseca, Karina, (2000) “El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha. La emergencia de acciones colectivas, nuevos actores rurales y alianzas en el escenario del Mercosur” en Cuadernos para el Debae N° 12, IDES, Buenos Aires.

Bidaseca, Karina, (2001) “La construcción de una “cultura emotiva de la resistencia”. Un estudio comparativo de acciones colectivas de dos organizaciones rurales de mujeres en Argentina y Brasil desde la perspectiva de género”. Informe final Beca IDES , Buenos Aires.

Colectivo Situaciones 4 (2001) Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, Buenos Aires, Ed. De Mano en Mano.

Gilligan, Carol (1982) In a different voice. Psychological Theory nad Women´´s Development, Cambridge, Harvard University Press.

Jasper, James (1997) The Art of Moral Protest, University of Chicago Press, USA.

Jelin, Elizabeth, (comp.) (1987), Ciudadanía e identidad: Las mujeres en los movimientos sociales latino-americanos, Ginebra, UNRISD.

Jelin, Elizabeth, (1983) “Mujeres, género y derechos humanos”, en Jelin y Herschberg (coord.) Construir la democracia: derechos humanos, ciudadanía y sociedad en América Latina, Nueva Sociedad.

Mc Adam, Doug, (1982) Polítical Process and the Development of Black Insurgency 1930-1970, Chicago: The University of Chicago Press.

Martínez, Alicia (1989) “Identidad y movilización femenina”, Ponencia presentada al Congreso de ALAS, Puerto Rico.

Melucci, Alberto, (1994) "Asumir un compromiso: identidad y movilización en los movimientos sociales", en Zona Abierta Nº 69 : Madrid.

MTD de Solano y Colectivo Situaciones (2002) Hipótesis 891. Más allá de los piquetes, Buenos Aires, Ed. De Mano en Mano.

Santos, Boaventura de Sosa (2002) Produzir para viver: os caminhos da producao nao capitalista, Rio de Janeiro, Civilizacao Brasileira.

Schmukler, B. Y Di Marco, G. (1997) Madres y democratización de la familia en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Ed. Biblos.

Taylor, V. y Whittier, N., (1995) “Analytical Approaches to Social Movement Culture: The Culture of the Women´s Movement”, en Johnston, H. y Klandermans, B. (comps.), Social Movement and Culture, University of Minesotta Press: USA.

Otras fuentes

Periódicos Clarín y Página/12 web.

Film MTDS “El rostro de la dignidad. Memorias del MTDS”. Grupo Alavio, 2002.

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[1] Esta ponencia fue preparada para las VII Jornadas de Historia de las Mujeres aunque no pudo ser presentada públicamente.

[2]Doctorante en Doctorado en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

[3]El trabajo de campo, llevado a cabo entre febrero y junio de 2003 en la localidad de Solano, fue realizado en el marco de una beca financiada por CLASPO (Universidad de Texas) y coordinada por Un. De San Andres, Un. Gral Sarmiento e IDES. Las sugerencias y el seguimiento de esta investigacion han estado a cargo de la Dra. Elizabeth Jelin a quien expreso mi gratitud. Hago extensiva la misma al Dr. Carlos Acuña y al Dr. Gabriel Kessler. Por último, mi reconocimiento y agradecimiento a las mujeres y hombres del MTDS.

[4] “Piquete” es el nombre que se da a una de las formas que adquiere la protesta cuando los sujetos piquetera/os cortan las rutas, calles o puentes impidiendo la circulación de mercancías y personas con el fin de inscribir sus demandas en el espacio público.

[5]El Movimiento Piquetero está integrado por 4 grandes bloques asentados en organizaciones de base que confluyen en coordinadoras regionales o nacionales: la Federación por la Tierra y la Vivienda (FTV): parte de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) liderada por Luis D' Elía (se concentra en el partido de La Matanza); la Corriente Clasista y Combativa (CCC): comenzó siendo el brazo sindical y piquetero del Partido Comunista Revoluciónario (maoísta) pero en los últimos tiempos se autónomizó relativamente del partido madre. Trabaja en conjunto con la FTV; el Bloque Nacional Piquetera/o: integrado por el Polo Obrero (dependiente del trotskista Partido Obrero), el Movimiento Territorial de Liberación, pequeño agrupamiento vinculado al Partido Comunista, el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensiónistas y el Movimiento Teresa Rodríguez y, por ultimo, la Coordinadora Aníbal Verón: escindida del Movimiento Teresa Rodríguez, en algunas zonas surgió a partir del trabajo de las comunidades eclesiales de base. Trabaja en torno a la educación popular y proclama su autonomía del Estado y de los partidos. Es el único sector del movimiento piquetero que realiza un trabajo sistemático de talleres productivos para llegar a no depender de los planes Trabajar. Se afinca sobre todo en el Gran Buenos Aires. Dentro de ella se incluyen los MTD (de Solano, Lanus, Lugano, La Matanza, etc.)

[6] El mismo se construye según los actores desde la experiencia y no esta dirigido a la lucha por el poder político, sino a la construcción de un proyecto político autónomo.

[7] Las mismas se caracterizaron por asumir formas de autorepresentacion que desconocian el poder de las autoridades provinciales y tomaron la asamblea como unica y legitima practica participativa.

[8] El llamado “Cura de los desocupados”, el sacerdote Alberto Spagnolo, cobró notoriedad pública cuando a comienzos del año 2000 empezó a actuar con la/os piquetera/os y los cobijó en su entonces parroquia, Nuestra Señora de las Lágrimas. Al tiempo el Monseñor de Quilmes, Jorge Novak, decidio trasladarlo a otra diocesis, medida que fue resistida por el cura y el movimiento.

[9] Melucci (1994) define esta fase como “especie de laboratorio clandestino para el antagonismo y la innovacion” (pag. 146).

[10] Los primeros piquetes organizados por desocupada/os en Cutral- Có y Gral. Mosconi en los años 1995/6 consiguieron los primeros planes barrios Bonaerenses de provincia. El Plan Trabajar se implementa por primera vez en el año 1996 bajo el gobierno menemista. En el período 97-99 los planes eran gestionados por los municipios a través de la conformación de cuadrillas, cuyos “jefes” eran muchas veces punteros políticos. Durante el gobierno de la Alianza se procuro cambiar el modo de gestion de los planes partir de las propias organizaciones de desocupados convertidas en ONGs.

[11] Un comentario al articulo de Luis Fara “Luchas reivindicativas en un contexto autoritario. Los asentamientos de San Francisco Solano” realizado por Juan Brisanoff, integrante fde la comision organizafdora de los asentamientos que comenzaron a tomar tierras poublicas en Solano en 1981, remite al recuerdo del un hecho que desencadeno el quiebre del cerco policial levantado para obturar la construccion de las casas y cuyas victimas fueron dos mujeres que fueron sacadas de sus casas y violadas por la policia. De igual modo, en Gral. Mosconi Salta, se denuncia la violacion a una piquetera por la policia durante los cortes de ruta.

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