¿Por qué cayó la URSS?
La crisis económica había estallado a principios de los años 80. Oficialmente se la denominó "estancamiento". La tasa de crecimiento anual del producto nacional de la URSS tomada en promedio por quinquenio cayó a menos de la mitad entre 1966-1970 y 1981-1985.
Desde fines de los años 50, la eficacia económica de las inversiones, según datos oficiales soviéticos, descendió cuatro veces y en los años 80 cayó al índice crítico inferior.
En forma peculiar -debido a la especificidad del capitalismo monopolista de estado soviético- se manifestó así la acción de una ley del sistema capitalista, la tendencia a la caída de la cuota media de beneficio.
En los primeros tiempos de la Perestroika mejoró la economía pero luego se hundió en una crisis de gravedad sin precedentes (recién tocó fondo hacia mediados de 1998). El déficit fiscal, que era inexistente hasta fines de los años 60, alcanzó el 15% del producto bruto interno hacia fines de los 80.
Se fue produciendo un creciente retraso tecnológico pese a que la URSS estaba en el primer nivel en los planos bélico, espacial y aeronáutico. En marcado contraste con lo que ocurría cuando la Unión Soviética era socialista: hacia fines de los años 40, la URSS y Estados Unidos eran los dos únicos países en condiciones de producir cualquier tipo de bien industrial accesible a la humanidad en ese entonces. En 1957 la Unión Soviética había lanzado y puesto en órbita el primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik.
La crisis acentuó la caída del nivel de vida que se venía produciendo desde antes: la mortalidad infantil había aumentado en un 50% entre 1960 y 1984 y en el mismo período la duración media de la vida descendió de 70 años a 67,7 años.
A fines de 1990 había 15 millones de desocupados oficialmente reconocidos. Esto en un país que mientras fue socialista había terminado con el flagelo del desempleo desde 1930, un logro que nunca alcanzó ningún país capitalista.
En los años 80 se extendió el racionamiento de productos básicos y aumentaron continuamente los precios. En contraste con lo que ocurría en la época socialista, cuando ya a los dos años de finalizada la tremenda guerra antifascista se suprimió el racionamiento y comenzaron a aplicarse rebajas anuales de precios.
La contradicción principal
Estalló la rebelión de las nacionalidades no rusas, oprimidas por la clase dominante y las más golpeadas por la crisis. Estallaron numerosas huelgas y se formaron organizaciones independientes de los trabajadores.
Los mineros y sus cuerpos de delegados inscribieron en sus banderas de lucha la vuelta al poder de los soviets (consejos obreros o cuerpos de delegados). Como ya había ocurrido en Polonia, las huelgas mostraban a los ojos de todos, de un lado, a los productores directos, sin arte ni parte en las decisiones ni en los resultados, separados totalmente de los medios de producción, contando sólo con su fuerza de trabajo y obligados a vendérsela a los poseedores de los medios de producción; del otro lado, a los representantes de una reducida minoría que controla los medios de producción y dispone de por sí, ante sí y para sí del producto del trabajo social.
Esta relación en la producción que las huelgas obreras ponían de manifiesto, relación de compraventa de la fuerza de trabajo, es precisamente, según el marxismo, la relación básica de producción en el capitalismo.
En otras palabras, con la crisis emergió la contradicción principal de esa sociedad socialista de palabra y capitalista de hecho: la contradicción entre la producción social y la apropiación por una reducida minoría, la burguesía burocrática monopolista.
A la vez se desplegó el movimiento democrático contra el despotismo socialfascista. Y con las derrotas que sufrían en Afganistán se fue desarrollando en los soviéticos un síndrome semejante al de los norteamericanos con la guerra de Vietnam.
Al mismo tiempo, Moscú y sus personeros no pudieron destruir al movimiento obrero polaco y crecía el descontento sordo en toda Europa Oriental contra la opresión imperialista rusa y el sistema represivo fascista, hasta que estalló en rebelión abierta en 1989 y cayó el Muro de Berlín.
Este cuadro de crisis se dio en una situación de endurecimiento yanqui que generó nuevas exigencias al Kremlin para proseguir la carrera armamentista y la disputa por la hegemonía mundial. En particular, la "guerra de las galaxias", el sistema antimisil que diseñaba Washington con Reagan (y que pretendió concretar Bush).
División y disputa en la clase dominante
A la clase dominante soviética se le planteó objetivamente la necesidad de cambiar las reglas del juego con el fin de reconvertir y hacer más eficiente la producción.
Esto pasaba por un punto principal: blanquear el capital "en negro" y permitir la acumulación de capital de manera pública y legal. Pero ello involucraba el sinceramiento del capitalismo restaurado en 1957, no sólo en lo económico sino también en lo político, lo ideológico y lo jurídico.
Con Brezhnev existía la competencia pero distorsionada y constreñida, porque operaba fundamentalmente "en negro". Para la modernización y la renovación tecnológica, el capitalismo monopolista estatal soviético necesitaba, objetivamente, blanquear y extender la competencia, es decir, el mercado.
Pero la Perestroika y la glasnost (transparencia) de Gorbachov agudizaron al extremo la ya de antes durísima lucha entre sectores de la burguesía burocrática monopolista. En ello confluyeron diversos factores políticos, históricos, ideológicos, y, sobre todo, el hecho de que se trataba de una drástica reasignación de alícuotas en el capital colectivo detentado por la clase dominante y el cambio de reglas para asignar los nuevos recursos.
La división y la disputa encarnizada entre sectores de la clase dominante se proyectaron directamente a los países satélites. El enfrentamiento abierto entre los progorbachovianos y sus opositores atravesó a los círculos dirigentes de todos los países del Pacto de Varsovia y tuvo consecuencias especialmente graves para los rusos en Alemania Oriental.
En los años 80 convergieron la línea dura de Reagan y el Vaticano (con fuerte influencia de masas en Polonia y Hungría). A su vez, Europa Occidental, en la medida en que avanzaba en su unidad e independencia, trabajaba para atraer a los países del Este europeo y debilitar sus vínculos con la URSS.
Todos ellos, cada cual en función de su propio interés, pudieron explotar y aprovechar el estallido del polvorín de descontento popular porque la lucha de la clase obrera y el pueblo de esos países careció de una dirección revolucionaria.
Crisis ideológica y crisis política
La crisis ideológica se venía incubando y emergió con fuerza en los años 80. La mayoría del pueblo ya no creía más en la doctrina oficial presentada como "marxista-leninista". Estaba asqueada de la mentira sistemática y del cinismo de una dirigencia corrupta hasta la médula de los huesos, que cubría con el manto del "socialismo desarrollado" o "socialismo real" un régimen de explotación de los trabajadores y de represión fascista.
Un régimen donde se militarizaba todo. Y en el cual una minoría se enriquecía usurpando la "propiedad de todo el pueblo" e incrementando la "economía paralela".
La ideología oficial tampoco servía más para mantener sujetas a las nacionalidades no rusas que se ponían de pie y rechazaban abiertamente la rusificación y la opresión nacional.
Desde finales de los '80, también en las fuerzas armadas se fue manifestando crecientemente una crisis ideológica, producto de las humillaciones que representaban para ellos, hasta entonces orgullosos militares invencibles de una superpotencia, la derrota sufrida en Afganistán y la retirada ya inevitable de Europa Oriental.
La Perestroika no resolvió la crisis económica ni la ideológica, sino que las ahondó y, finalmente, fracasó. La crisis política se fue agudizando.
En marzo de 1991 se produjeron gigantescas demostraciones en Moscú, Leningrado y otras ciudades exigiendo la renuncia de Gorbachov y su gabinete. Con la misma exigencia y por otras reivindicaciones económicas y políticas estalló una prolongada huelga minera. A la vez, se extendía la oleada de masas a favor de la independencia en los países bálticos, Georgia, Moldavia y Armenia.
En junio se efectuaron por primera vez elecciones directas para la presidencia de la Federación Rusa y ganó una coalición opositora que postuló a Yeltsin para la presidencia.
El enfrentamiento entre sectores de la clase dominante provocó a la postre una fractura abierta en las fuerzas armadas y en el KGB en el verano ruso de 1991.
Estalló el golpe del 19 de agosto de 1991 de los "duros" encabezado por tres altos jefes militares: el ministro de defensa, el jefe del KGB y el ministro del interior. Pero se produjo el contragolpe inmediato y victorioso de Yeltsin.
Gorbachov, depuesto por la Junta golpista que sólo pudo mantenerse durante tres días, retomó la presidencia. Pero ya no tenía el poder. El 24 de agosto, Gorbachov disolvió el Partido "comunista" de la URSS, del que era su secretario general.
En septiembre accedieron a la independencia las tres repúblicas bálticas y las otras declararon su propósito de separarse de la URSS. En diciembre las tres repúblicas eslavas, Rusia, Ucrania y Bielorrusia extendieron el certificado de defunción a la Unión Soviética. El 21 de diciembre la URSS quedó formalmente disuelta.