Poulantzas y el Estado
La situación histórica que vivimos hoy está caracterizada, entre otros aspectos, por un rechazo cotidiano de la ideología neoliberal de un “mundo sin fronteras” (Kenichi Ohmae) y de la desaparición del Estado. La realidad muestra algo diferente: el actor militar más dinámico a escala mundial es el gobierno de Estados Unidos, en México tiene lugar una lucha feroz por la Presidencia, en Argentina podemos observar una reconstitución del Estado después de una explosión social y China es el modelo actual de un capitalismo periférico con un papel enorme del Estado.
En estos tiempos el pensamiento de Nicos Poulantzas, quien hubiera cumplido 70 años el jueves pasado, da impulso a los debates sobre el Estado actual. El teórico griego-francés no argumentó solamente en contra de un concepto del Estado que lo supone un actor neutral ni lo entendió como instrumento de las clases dominantes. Además, él criticó a la entonces estrella de los debates intelectuales en Europa occidental, Michel Foucault, por su enfoque de los micropoderes sin tomar en cuenta la estructura de dominación del Estado.
El profesor de sociología de la Universidad de Vincennes, de París, desarrolló el famoso concepto de que el Estado es una “condensación material de relaciones de fuerza”. Quiere decir que el Estado capitalista es parte de la división social capitalista, cuya principal función es asegurar el modo de producción capitalista y las relaciones que conforman su estructura social. Pero las luchas de las clases dominadas y las relaciones de fuerza están presentes en los aparatos estatales. El Estado de bienestar, para dar un ejemplo, es parte de estas relaciones de fuerzas de la posguerra y su transformación de las últimas décadas es parte de las luchas sociales en las cuales las clases dominantes persiguen estrategias neoliberales e imperiales.
El Estado es un terreno de lucha muy asimétrico y parte integral del capitalismo. Para promover “transformaciones radicales”, lo que para Poulantzas significa ir hacia un socialismo democrático, hay que cambiarlo desde afuera y desde adentro, es decir, transformar las relaciones de fuerzas sociales y los aparatos mismos. No queda claro qué significa esto último, pero Poulantzas nos hace una pregunta importante. Hacia el final de su vida –Poulantzas se suicidó en 1979– él consideró más los nuevos movimientos sociales y criticó una perspectiva que se enfocaba a los partidos políticos.
Otro concepto importante de Poulantzas era su entendimiento de la internacionalización del capitalismo. El argumento era que la internacionalización es sobre todo una “interiorización”, o sea un proceso que intenta cambiar las relaciones de fuerza en favor del capital y tiene lugar dentro de las sociedades y de los aparatos estatales nacionales.
Joachim Hirsch desarrolló el concepto del “Estado nacional de competencia”, cuya tesis principal es que no vivimos una disolución del Estado sino su transformación. Esta noción está presente en las discusiones críticas y hasta en el mainstream. Este argumento está relacionado con el concepto de Poulantzas del “estatismo autoritario” y sostiene que el Estado se orienta cada vez menos a la “supuesta” mediación de la democracia liberal entre la sociedad y los partidos políticos, para concentrarse en garantizar las reglas del capitalismo global, tales como garantías para el capital, recortes en los derechos sociales y control político-policíaco de las sociedades.
El Estado nacional como actor, terreno de lucha y discurso, sigue siendo crucial para la reproducción del capitalismo global, pero es también importante para estrategias emancipatorias. No se trata de una “fetichización” (John Holloway), sino de un intento de conceptualizar críticamente las condiciones de luchas sociales.
Intentos de pensar las instituciones políticas internacionales como la OMC o el Banco Mundial en términos de “condensaciones materiales de relaciones de fuerza” están al inicio pero orientan investigaciones innovativas. La OMC no es solamente un momento crucial del capitalismo globalizado, sino también un terreno donde actores gubernamentales (que son a su vez condensaciones de fuerza en el ámbito nacional) y no gubernamentales, como el capital transnacional, luchan para dar continuidad a sus intereses.
Si pensamos la política actual de esta manera podremos abrir espacios analíticos y estratégicos para pensar la necesidad de luchas en la “sociedad civil”, y así cambiar las relaciones de fuerza, sin olvidar que las transformaciones radicales tienen que modificar los aparatos estatales, y con eso las políticas de militarización, de flexibilización laboral o de la integración al mercado mundial a cualquier precio.