Relaciones soberanas
Cristina Fernández de Kirchner, en sus tres días en Cannes, tuvo la precaución de empezar su agenda con una reunión con representantes de los trabajadores. No es un dato menor: la Confederación Sindical Internacional (CSI) surgió como resultado de la fusión –hace apenas cinco años– de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl) y la Confederación Mundial del Trabajo (CMT) y está presidida por una mujer, la australiana Sharon Burrow. En un mundo en el cual los líderes de los países más poderosos fueron al G-20 a dar apoyo explícito a los recortes y ajustes impuestos por supuestas necesidades de austeridad fiscal, la Presidenta argentina quiso poner su atención en las miradas y las demandas de la CSI, que representa a cerca de 166 millones de trabajadores, con presencia en 156 países y que nuclea a unas 300 organizaciones. El nacimiento de la CSI fue celebrado tanto por la CUT brasilera y la CTA argentina como por las principales centrales de España, Italia, Grecia y Francia, países que ahora ven cómo sus gobiernos, tanto socialdemócratas o de derecha, están empeñados en dilapidar las últimas murallas del Estado de Bienestar construido tras el fin de la Segunda Guerra mundial.