“Si tienes algo que decir, dilo y dilo bien” / Entrevista a Alejandro Gonzalez Iñarritu
Cuando aún filmaba en México, seis años atrás sorprendió al mundo con Amores perros, llevándose el Premio de la Crítica en Cannes, a donde este año volvió para coronarse como Mejor Director por Babel. Entre una y otra, y ya en los EE.UU., 21 gramos reafirmó su pulso de realizador, además de dejar sendas nominaciones al Oscar a Benicio del Toro y Naomi Watts. El hecho es que Alejandro González Iñárritu está pasando por el mejor momento de su carrera, al igual que sus otros dos compatriotas que filman en Hollywood, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón. ¿Es una coincidencia? En su opinión, sí, pero también algo más: "Es una coincidencia afortunada, porque los tres tenemos películas que temáticamente están comunicadas. Parece que planeamos una trilogía sin querer, porque las tres hablan del autoritarismo, de la inmigración, de la deshumanización. La de Guillermo del Toro explora el pasado, la mía explora el presente, la de Cuarón el futuro. Parece que estaba planeada una trilogía de mexicanos de clase media viviendo afuera y además estrenando sus películas al mismo tiempo en un mundo que está necesitado de poder hablar.
–¿Y vos creés que eso refleja la realidad o solamente la paranoia?
–Creo que no nos hemos dado cuenta de las consecuencias de lo que está pasando. Las leyes que se están aprobando en Estados Unidos y la forma en que está presionando Estados Unidos a los demás países con la excusa del terrorismo, exacerbando el racismo, la xenofobia, el cierre de fronteras, la falta de derechos humanos, todo eso es real. El ejemplo es la legalización de la tortura como método. Eso es de la cultura del fascismo. Yo creí que ya habíamos pasado esa prueba en la historia, pero el miedo y la paranoia son elementos de poder que hacen que además tomen ventaja y nos vendan esas necedades. Lo que se está probando en este país ahora va a tener consecuencias gravísimas en un futuro.
–¿Les resultó necesario irse de su país para hacer un cine con tanto nivel de elaboración?
–Yo sólo puedo hablar de mi experiencia. No sé si lo mío es la regla, pero claro que me ayudó. Es que en mi país hay mucha envidia, se viven muchas situaciones de celos, y de una pobreza a veces no económica sino también intelectual, y de una visión corta en ocasiones. Hay una autoconmiseración o victimización, donde unos se culpan a otros. En fin, hay una sinergia que a veces no creo que sea muy positiva, y cuando uno sale de eso te puedes liberar de dejar de estar pensando en esas cosas y puedes ponerte a trabajar.
–Uno de los temas de tu última película es la inmigración de México a Estados Unidos. ¿Qué creés que ocurrirá a partir del muro que están construyendo?
–Va a ser simplemente una continuación de lo que ocurre, pero mucho más violenta. Los "coyotes" [encargados de transportar clandestinamente inmigrantes] van a abusar cada día más y van a cobrar más dinero por cruzar esa línea, y los inmigrantes van a encontrar la forma de cruzarla, se van a poner más en riesgo, van a morir más en el intento y van a ser más las personas abusadas. Yo no creo que vayan a poder parar esa situación.
–Hecha la ley, hecha la trampa…
–Claro. Verdaderamente son historias de una gran tragedia, y a mí me molesta mucho que todos los gobiernos hayan cerrado los ojos ante el beneficio económico que representan estos ciudadanos invisibles, porque es la segunda entrada de dinero que hay en mi país. Si no fuera por eso México estaría quebrado económicamente, y además si hubiera nueve millones de mexicanos que estuvieran mañana de regreso, ¿qué hacemos? Se arma una revolución. Para mí a México no le conviene parar eso, pero a Estados Unidos también le conviene económicamente porque esta economía se sostiene gracias a ellos. El problema es que los ven como mano de obra, no los ven como seres humanos. En los medios de comunicación de Estados Unidos se habla de los mexicanos como plaga, como casi una raza maligna, asquerosa, hay unos términos y adjetivos que se usan contra mis compatriotas, contra los latinos en general. Parece Alemania en 1939…
–Babel es una de las pocas películas hechas en Estados Unidos que se atreve a hablar de la relación con México…
–Es que hay una doble moral tremenda en este país. Es una cosa verdaderamente contradictoria y riquísima dramáticamente, que refleja los tiempos que estamos viviendo aquí. Por eso las películas están siendo ahorita muy politizadas, porque hay un caldo dramático político importante. Este régimen autoritario que está en el poder en Estados Unidos me parece peligroso. Desde hace cincuenta años que no se conocía algo tan poderosamente peligroso, con las leyes que están aprobando, con la tortura aceptada como método oficial, la falta de garantías individuales, el secreto de toda la información gubernamental, el espionaje individual, y todo en contubernio con los medios. Es el inicio del fascismo, es lo que pasó hace cincuenta años.
–¿Te parece que para muchos cineastas jóvenes en México, el sueño será ahora "hagamos una película y vámonos a Estados Unidos"?
–No, ojalá que ellos puedan hacer las películas que ellos quieran, en un pueblito en México en español o en un pueblo indígena en la lengua de ese pueblo. Pero cuando alguien me dice "te fuiste a Hollywood", eso me da risa. Hay una visión bien provinciana sobre los latinos en Hollywood. Estados Unidos es un país tan grande, tan complejo, hay tanta industria, hay tantas productoras, hay tantos proyectos, que no tiene sentido decir "Hollywood" como si se hablara de una fábrica, porque en este país existen productores independientes y dinero independiente, y hay miles de películas que se hacen fuera del sistema de los estudios. Aquí se producen trescientas cincuenta películas al año. Los estudios quizás hacen entre treinta y cincuenta películas al año entre todos. Lo demás viene del cine independiente, que distribuyen a veces los estudios, sí, pero la producción independiente de este país es la más alta del mundo, con productores verdaderamente cultos, gente que vale la pena, gente que apuesta por un cine independiente, por documentalistas.
–¿Es el caso de Babel?
–Babel es una película que yo financié, vendí los derechos a un estudio americano para los países de habla inglesa, y en el mundo entero se vendió a través de distribuidoras independientes. No es una película de Hollywood. Es una película independiente que utiliza las herramientas adecuadas, por eso te digo que no venimos a Estados Unidos a hacer cine, esta película no se hizo en Estados Unidos. Yo filmé en México, en Marruecos, en Japón. Hay un solo norteamericano en esta película. Entonces esa visión provinciana estereotipada, esos prejuicios, es precisamente de lo que mi película habla. Yo veo que los jóvenes hoy por hoy tienen otra visión. No es esa de "vamos a Estados Unidos", "vamos a vendernos con Brad Pitt". No hay una fórmula, si tienes algo que decir, dilo, y dilo bien, y utiliza los mejores recursos para decirlo.
Fuente: Diario Acción – segunda quincena de diciembre – N°968