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I. Introducción
La idea de que vivimos en un mundo sin estados-nación es uno de los mitos más recurrentes e insidiosos de nuestros tiempos[1]. Nada más lejos de la realidad. En todas las regiones del mundo el estado – sea imperialista, capitalista o neocolonial – se ha visto reforzado, se han impulsado sus actividades y ha aumentado su intervención en la economía y en la sociedad civil. El estado en las naciones imperialistas – lo que denominamos el estado imperial – desarrolla una actividad especialmente intensa de concentración de poder en la nación para proyectarlo sobre el exterior a través de una gran variedad de instituciones, tanto económicas como políticas, y estableciendo vastas esferas de influencia y dominación. Estados Unidos lidera este fenómeno como estado imperial, seguido por la Unión Europea (UE), encabezada ésta por Alemania y Francia, y Japón. El poder del estado imperial se extiende hasta las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Asiático (BA), la Organización Mundial del Comercio (OMC), etc. Los estados imperiales aportan la mayor parte de los fondos, nombran a los líderes de las IFI y les responsabilizan de políticas que favorecen a las corporaciones multinacionales de sus respectivos países. Los que anuncian un mundo sin estados-nación o teóricos de la globalización se niegan a comprender que las IFI no constituyen una nueva forma de gobierno por encima del estado-nación; son instituciones que obtienen su poder de los estados imperiales.
Este ensayo abordará la discusión y crítica de argumentos poco consistentes como los de las teorías de la globalización, así como el debate en profundidad sobre el significado del estado en el mundo contemporáneo, en las economías regionales y locales[2]. La tercera parte de este ensayo presentará una explicación sobre las causas del crecimiento de lo estatal en las economías neoliberales del mundo.
II. Argumentos relacionados con el mito de un mundo sin estados-nación
Los defensores de la tesis de un “mundo sin estados-nación”, a los que llamamos “teóricos de la globalización”, parten de presunciones bastante cuestionables. Existen ciertas discrepancias entre ellos, ya que mientras unos consideran que el estado-nación es un anacronismo, otros afirman que está en decadencia, y para un tercer grupo ya no constituye una realidad. A pesar de que estas diferencia continúan suscitando el debate, lo más significativo son los paralelismos que se encuentran en las teorías globalizadoras. Éstas dudosas premisas son:
Presunción 1ª: Las corporaciones multinacionales son organizaciones globales que no localizadas en ningún lugar específico de un estado-nación concreto. Forman una nueva economía mundial ajena a los controles nacionales y son parte de una nueva clase gobernante mundial.
Esta idea está basada en el hecho de que grandes corporaciones operan en diferentes países, tienen gran movilidad y poder para evadir impuestos y regulaciones en muchas jurisdicciones nacionales. Esta presunción plantea varios problemas conceptuales y empíricos.
En primer lugar, el hecho de que las corporaciones multinacionales actúen en numerosos países no entra en contradicción con el hecho de que sus cuarteles generales, de donde surgen la mayor parte de las decisiones estratégicas, directores y beneficios, estén situados en Estados Unidos, Unión Europea y Japón[3].
En segundo lugar, la movilidad está basada en decisiones estratégicas tomadas por directores desde las centrales situadas en los núcleos imperiales. Estas decisiones dependen de condiciones económicas y políticas creadas por el estado imperial y sus representantes en las IFI. La movilidad es contingente respecto a las relaciones interestatales.
En tercer lugar, logran eludir impuestos y regulaciones gracias a decisiones políticas tomadas en el estado imperial y sus bancos multinacionales[4]. El debilitamiento de las leyes de los estados neocoloniales contra la transferencia de ganancias ilícitas de los estados imperiales es una forma de actuación estatal que favorece la concentración a gran escala de riqueza y engrosa las cuentas externas de los países imperiales. Las corporaciones multinacionales obvian las regulaciones de los estados neo-coloniales y forman parte de un engranaje de relaciones de poder ancladas en relaciones estatales imperiales y neocoloniales.
Presunción 2ª: El gobierno de los viejos estados-nación ha sido sustituido por un nuevo gobierno mundial formado por los dirigentes de las IFI, la OMC, y los directores de las corporaciones multinacionales. Este es un argumento basado en un debate superficial de epifenómenos, evitando un análisis profundo de la lógica de poder. Si bien es verdad que las IFI toman decisiones muy importantes en relación con diferentes zonas geográficas, afectando así a sectores económicos y sociales significativos, estas decisiones y los que las adoptan están fuertemente influidos por los estados imperiales y sus corporaciones multinacionales. Los miembros más poderosos de las IFI son dirigidos desde sus gobiernos nacional-imperiales. Las líneas políticas más importantes, que guían las condiciones de los préstamos, son determinadas por los ministros de economía, finanzas y del tesoro de los estados imperiales. La inmensa mayoría de los fondos de las IFI provienen de los estados imperiales y la representación de la cúpula ejecutiva de las IFI se establece en proporción a los fondos aportados por los estados imperiales. El FMI y el BM han estado siempre liderados por individuos de Estados Unidos o la UE[5].
La visión globalizadora se niega a analizar el poder de las IFI como derivado de los estados imperiales; rechazan la idea de un poder internacional basado en las entidades no-supranacionales de los estados imperiales. Esta visión exagera la autonomía de las IFI e infravalora su subordinación a los estados imperiales. La verdadera significación de las IFI reside en su forma de magnificar, extender y profundizar el poder de los estados imperiales, en cómo se convierten en terreno de competición entre estados imperiales rivales. Lejos de debilitar los viejos estados, las IFI han reforzado su posición.
Presunción 3ª: Uno de los argumentos más frecuentes de los teóricos de la globalización consiste en afirmar que se ha producido una revolución informativa que ha eliminado las fronteras estatales y ha creado una nueva economía global. Consideran que esta revolución tecnológica ha transformado el capitalismo, aportando un nuevo ímpetu al desarrollo de las fuerzas productivas. Dudamos de la validez de una concepción que afirma que las tecnologías de la información han revolucionado las economías, creando así una nueva economía global, en la que los estados-nación y las economías nacionales serían ya inútiles.
Un análisis comparativo del crecimiento de la productividad en Estados Unidos a lo largo de los últimos cincuenta años no corrobora este argumento globalizador. Entre 1953 y 1973, antes de la llamada revolución de la información, en Estados Unidos la productividad crecía una media del 26%; con la introducción de los ordenadores el crecimiento de la productividad entre 1972 y 1995 se redujo a la mitad[6]. Incluso en el llamado período del boom de 1995-1999, el crecimiento de la productividad fue del 2%, por debajo del período anterior a la informatización. Japón, país donde se da un uso extensivo de informática y robótica, ha sufrido una década de estancamiento y crisis. Entre los años 2000 y 2001, el sector de la información sufrió una fuerte crisis, con diez mil despidos, cien empresas en bancarrota y caída del 80% del valor de los capitales. La burbuja especulativa, que definía la llamada economía de la información, explotó. Por otro lado, los autores de la globalización sostenían que la mayor fuente de crecimiento de la productividad se encontraba en la informatización del área de fábrica de ordenadores. Diversos estudios han mostrado que el uso de ordenadores en las oficinas consiste fundamentalmente en el uso personal, y no potencia el intercambio de ideas, tal y como confirman algunas estimaciones de las que se extrae que hasta un 60% del uso del ordenador se dedica a temas no relacionados con la empresa. Las fábricas de ordenadores suponen el 1,2% de la economía de Estados unidos y menos del 5% del capital stock[7].
Por otro lado, el censo poblacional de Estados Unidos aporta una explicación diferente en relación con las fuentes de productividad, que se identificarían con los 5 millones de trabajadores en Estados Unidos, la mayor parte inmigrantes ilegales que han inundado el mercado de trabajo en los noventa. Desde el momento en que la productividad se mide en función de la producción de cada trabajador estimado, estos 5 millones de trabajadores no incluidos en la estimación engrosan los datos de productividad. Si fueran considerados, los datos sobre productividad llegarían a descender hasta situarse por debajo del 2%.
Con el declive de la economía de la información y las valoraciones de stock se hace patente que la revolución de la información no es el elemento explicativo esencial a la hora de entender la lógica de las economías de los grandes estados imperiales, y desde luego tampoco ha provocad la aparición de un nuevo orden mundial. El hecho de que muchísimas personas tengan acceso a ordenador e internet, o que algunas empresas tengan un mejor control sobre sus inversiones, no significa que el poder haya dejado de estar en manos del estado-nación. Mientras continúan las proclamas en relación con la revolución informativa, los inversores en los mercados mundiales de stock desvían fondos hacia la economía real alejándose de las empresas etéreas de alta tecnología que no aportan ningún beneficio y aumentan las pérdidas.
Presunción 4ª: en relación con la presunción anterior, los globalistas afirman que vivimos en una Nueva Economía superadora una Vieja Economía basada en fábricas, minas, agricultura y servicios sociales. Según los globalistas el mercado crea una “democracia real” en la que la “gente corriente” tiene ante sí opciones reales sobre su futuro y la nueva eficiencia aportada por las nuevas tecnologías garantiza altos niveles de crecimiento. La recesión de finales del 2000-2001 claramente refuta las bases de la Teoría de la Nueva Economía: el ciclo económico no sólo no se ha alterado sino que resulta reforzado por la naturaleza especulativa de la “Nueva Economía”. De esta forma, la “Nueva Economía” contiene todos los elementos propios de una economía volátil y especulativa, guiada por demandas exorbitantes de altos beneficios. Ante la ausencia de estos beneficios, resulta que parte de lo que se calificaba como “Nueva Economía” consistí esencialmente en una estafa financiera colosal, donde las altas ganancias de los primeros inversores llevaban a aquellos que invertían con posterioridad a la ruina financiera.
La nueva eficiencia vaticinada por los partidarios de la “Nueva Economía” no resistió la lógica del ciclo de negocio capitalista. La producción “Just In Time” se estableció en función de un crecimiento estable y continuo de la demanda: la recesión de 2001, causada por la caída repentina de la demanda, conllevó una acumulación de inventarios entre productores y vendedores, provocando abundantes despidos. Con los problemas de la circulación de líquido se multiplicaron los impagos y quiebras propias de la “Vieja Economía”.
Parece claro que la llamada “Nueva Economía” no sólo no evita las crisis capitalistas, sino que es aún más vulnerable y cuenta con menos recursos a la hora de recuperarse debido a que la mayor parte de su flujo de dinero depende de expectativas especulativas y de altas ganancias constantes. El fuerte declive de los ingresos por anuncios publicitarios en los sitios web y la saturación del mercado informático ha causado la crisis estructural de los productores de hardware y software, creando un auténtico trauma en la “industria”. El valor exorbitante del capital se ha reducido drásticamente y las grandes compañías de Internet luchan por sobrevivir en el conjunto de la “Nueva Economía”.
Presunción 5ª: algunos teóricos de la globalización como Toni Negri afirman que el llamado “sistema imperial” es incompatible con un sistema de estados imperialistas – como si el uno pudiera existir sin el otro[8]. El “sistema” no tiene “centro” porque los estados se habrían diluido ante las poderosas compañías multinacionales que dominan los mercados. Esta concepción parte de una premisa equivocada al no tener en cuenta el poder de clase e institucional de los bancos e industrias de propiedad y dirección nacional. Y aún más grave, los teóricos de sistemas se niegan a relacionar las estructuras, operaciones, códigos legales y otros elementos de los estados imperiales con sus corporaciones multinacionales y ramificaciones en las IFI. El amplio alcance de su poder se concentra en beneficios, intereses, rentas y regalías que revierten en los estados imperiales. El “sistema” se deriva de y es sostenido por las fuerzas combinadas de los estados imperiales y sus corporaciones multinacionales. Si a la hora de describir un estado imperial no se tiene en cuenta la lógica de la propiedad y el poder de ese estado se pierden de vista las contradicciones y conflictos básicos, las rivalidades Inter.-imperiales y las luchas populares por el poder del estado. La quimera de los “imperios sin estado” conlleva los mismos problemas que la noción del “mundo sin estados-nación”; exagera la autonomía del capital respecto al estado y propaga la falacia del “libre mercado”, en la que el “mercado” (o según Negri el capitalista colectivista) domina el sistema imperialista.
Presunción 6ª: Los “globalistas” operan en un nivel excesivamente alto de abstracción al abordar la definición de la configuración del poder, obviando las variaciones más significativas en relación con regímenes, estados y lógicas de clase. En consecuencia, no aportan una concepción válida del cambio socio-económico. El fallo conceptual más grave se encuentra en la definición los diferentes estratos del sistema mundial[9], que denominan “centro”, semiperiferia y periferia. Este tipo de estructuración abstracta y simplista de la economía y el poder mundiales, subordina la dinámica de las relaciones de clase a una distribución estática de cuotas de mercado. Estas categorías abstractas oscurecen las diferencias fundamentales que plantean los diversos intereses de clase entre naciones en cada categoría, diferencias que determinan cómo se distribuyen las cuotas de mercado entre naciones, la estructura de propiedad, los niveles de vida, así como las diferencias entre países dinámicos y estancados. Aún más importante, al observar la situación del mercado, los globalistas no consideran la ubicuidad del agente estatal a la hora de preservar o cuestionar la relación entre estados y economías y la reestructuración de la economía mundial.
III. La centralidad del estado
En el mundo contemporáneo el “estado-nación”, tanto en su variante imperial como neo-colonial, ha multiplicado y expandido su actividad. Lejos de ser un anacrónico, el estado se ha convertido en un elemento vital para la economía mundial y para el resto de los estados-nación. Con todo, las actividades de cada estado varían en función de su carácter de clase, esto es, en función de su condición imperial o colonial.
Estados imperiales
En los últimos años, la centralidad del estado imperial[10] se ha puesto de manifiesto en áreas fundamentales de la actividad política, cultural y económica. De hecho, ha sido el apoyo fundamental de la continuidad del poder imperial, en concreto en el caso de Estados Unidos.
La gestión de la crisis
A lo largo de la última década se han producido fuertes crisis en diferentes regiones del mundo. En cada caso, los estados imperiales, sobre todo Estados Unidos, han intervenido para salvar a las corporaciones multinacionales y evitar el colapso de los sistemas financieros. Por ejemplo, en 1994, cuando el sistema financiero mejicano estaba al borde de la quiebra, el entonces presidente Clinton intervino inyectando 20 billones de dólares en Méjico, con el objetivo de tranquilizar a los inversores estadounidenses y estabilizar el peso. Durante la crisis asiática de 1998, Estados Unidos y los gobiernos europeos concedieron una ayuda de varios billones de dólares a cambio de la apertura de sus economías, en especial Corea del Sur, a la toma de sus industrias básicas por parte de extranjeros. En la crisis brasileña de 1999 y en la de Argentina de 2001, Washington presionó a las IFI para que sostuvieran estos regímenes. En EE.UU. la amenaza de quiebra de uno de los mayores bancos inversores, provocó la intervención de la Reserva Federal (banco central), que presionó a los bancos privados para que concedieran su apoyo. En otras palabras, en el manejo de las crisis el estado imperial ha jugado un papel cada vez más importante y ha contado con recursos cada vez mayores a la hora de evitar la quiebra de los grandes inversores, apuntalar corporaciones multinacionales insolventes y prevenir el colapso de las monedas. Más que nunca, las corporaciones multinacionales y la denominada “economía global” dependen de la intervención masiva y constante de los estados imperiales para gestionar las crisis y asegurar beneficios (compra de empresas locales).
Competición Inter-imperialista
La competición entre poderes imperiales rivales y corporaciones multinacionales ha sido espoleada por estos mismos estados imperiales. Por ejemplo, EE.UU. presiona constantemente a la UE para lograr la apertura del mercado europeo a la carne de vacuno norteamericana y a las exportaciones norteamericanas de plátanos procedentes de América central y del sur, mientras que Japón y los estados europeos negocian con EE.UU. el aumento de la cuota de una serie de exportaciones, entre ellas el acero, los textiles, etc. El comercio y los mercados vienen definidos en buena medida por acuerdos entre estados. La competición en términos capitalistas está mediatizada, influida y dirigida por el estado. Los mercados no superan al estado y de hecho actúan dentro de fronteras definidas por éste.
La conquista de mercados
El estado tiene una función de inmensa trascendencia tanto en la conquista de mercados extranjeros como en la protección de los mercados locales. En primer lugar, proporciona ayuda directa e indirecta a los sectores de la exportación[11]. Las exportaciones agrícolas de Estados Unidos reciben subvención en forma de agua y electricidad, y ayudas a la exportación a través de reducción de impuestos. En segundo lugar, el estado imperial presiona a los estados beneficiarios de préstamos en el Tercer Mundo a través de las IFI para lograr la eliminación de las barreras al comercio así como la privatización y des-nacionalización de empresas mediante la firma de acuerdos condicionados. Esto permite a las corporaciones multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas penetrar en los mercados y comprar empresas locales. La mayor parte de las exportaciones están financiadas por agencias estatales. La denominada “globalización” no existiría sin la intervención del estado, como tampoco los mercados permanecerían abiertos si no fuera por la intervención militar y electoral del estado, las amenazas político-económicas, la presión y el reclutamiento de los clientes locales. El imperialismo adopta muchas formas, pero siempre con objetivos similares: la conquista de los mercados del Tercer Mundo, la penetración de las economías de los competidores y la protección de los mercados nacionales. Estados Unidos, Europa y Japón han elaborado conjuntos de barreras al comercio en un amplio grupo de áreas de producción de importancia estratégica: las auto-importaciones, como el del azúcar, los textiles, el acero, etc, se encuentran limitadas por cuotas[12]. Existen múltiples restricciones no tradicionales o bajo la forma de acuerdos informales (siempre fruto de la negociación entre estados) que limitan la entrada de países exportadores en los mercados estadounidenses. En muchos casos, al negociar con regímenes neocoloniales, como el Brasil de Cardoso, Estados Unidos rechaza el principio de reciprocidad, reclamando y garantizando la liberalización de la industria de la información, cuando paralelamente impone la restricción de las exportaciones de acero de Brasil, basándose en el falso pretexto de costes de “anti-dumping”.
Acuerdos comerciales
Cada uno de los grandes acuerdos económicos, que liberalizan el comercio y regulan la inversión, son negociados por los estados y sometidos a modificaciones también estatales. El GATT, la OMC, Lome, etc., que establecieron las normas del comercio y el marco de las “redes comerciales globales”, fueron formulados por los estados. Además, los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales regionales, como el NAFTA, LAFTA, etc. fueron el resultado de iniciativas del estado imperial cuyo objetivo fue siempre la apertura de mercados a sus multinacionales. El estado imperial actúa siempre de acuerdo con su corporación multinacional. La “expansión de los mercados” no tiene nada que ver con corporaciones multinacionales superadoras de un sistema estatal anacrónico. En realidad, la mayor parte de los movimientos de capital hacia nuevos mercados depende de que el estado intervenga y destruya obstáculos económicos, o desestabilice, en algunos casos, a los regímenes nacionalistas.
Acuerdos sobre inversiones
Los nuevos acuerdos sobre inversiones multilaterales y bilaterales son formulados en el nivel estatal con el beneplácito y la participación activa de las corporaciones multinacionales. La razón es obvia: las corporaciones multinacionales reclaman una participación estatal que evite la expropiación de su capital o la restricción de sus beneficios y garantice la minimización de impuestos “discriminatorios”. El estado asegura el cumplimiento de las garantías sobre la inversión, elemento crucial en la expansión de la inversión corporativa. En muchos casos, los estados imperiales utilizan su representación en las IFI para imponer nuevos códigos de inversión como condiciones sobre préstamos de “estabilización” o desarrollo.
Protección, Subvenciones y Adjudicación
Los estados imperiales de la Unión Europea protegen férreamente sus productos agrícolas. Estados Unidos y los estados europeos subvencionan fuertemente su agricultura mediante el descenso del nivel impositivo sobre el uso de electricidad y agua. La investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías obtienen abundante financiación estatal para que sus resultados sean más tarde aplicados a las multinacionales. En cada estadio, antes, durante y después, de la expansión de las corporaciones multinacionales en el mercado internacional, el estado está profundamente implicado. Más aún, allá dónde las empresas nacionales no son competitivas, los estados imperiales inventan pretextos para protegerlas de productores más eficientes. Japón protege a sus productores de arroz, a pesar de que su precio resulte finalmente diez veces más caro para el consumidor. Estados Unidos proporciona una enrome subvención a los exportadores del “agro-business” de California en forma de investigación, impuestos leves sobre el agua y préstamos ligados a la compra de las exportaciones de grano estadounidense. La UE subvenciona la formación de sus industrias de alta tecnología, agricultura, etc.
La estatalidad o la neo-estatalidad es el elemento central de la “expansión global” de las corporaciones multinacionales. El estado ha crecido, su alcance se ha extendido, su función en la economía internacional es esencial. La retórica falaz del “mercado libre”, promovida por ideólogos conservadores, ha sido extendida y cimentada por la izquierda “globalista”. Mientras la izquierda se alarma ante el debilitamiento del rol del estado, la derecha se ha preocupado por poner en marcha una actividad dele estado orientada a la satisfacción de los intereses de las corporaciones multinacionales. Mientras la izquierda la “globalización” de los mercados, las corporaciones multinacionales de los países imperiales y sus estados se reparten esos mismos mercados, logrando aumentar sus esferas de dominación y control.
Ante todo el estado imperial no es simplemente una institución económica; la expansión exterior de las corporaciones multinacionales depende intensamente del rol militar y político del estado imperial.
La Expansión del poder político y militar del estado imperial
La expansión exterior de las corporaciones multinacionales ha sido posible gracias a la expansión político-militar del imperialismo euro-americano a través de la OTAN y sus ejércitos vasallos en África del Sur, América Latina y Asia. En Rusia (la antigua URSS) y Europa del Este, los regímenes clientelares han sido financiados e impulsados por los estados imperiales, preparando el terreno para la toma de un vasto conjunto de industrias estratégicas, fuentes energéticas, etc. El triunfo del estado imperial estadounidense sobre la URSS proporcionó el impulso necesario para el desmantelamiento de los estados de bienestar en Europa y el llamado estado de bienestar, si es que puede ser considerado como tal, en Estados Unidos. Las guerras euro-americanas en el Golfo Pérsico y los Balcanes consolidaron la preeminencia de los estados imperiales y extendieron su control sobre los estados disidentes. La desestabilización de los antiguos regímenes comunistas y las guerras destructivas contra los regímenes nacionalistas en África del Sur o América Latina entre otros, abrieron estas regiones a las prescripciones políticas neoliberales. La expansión militar imperial, estrechamente relacionada con los aparatos militares estatales promovió la expansión exterior de las corporaciones multinacionales. La llamada globalización creció a partir de los arsenales del estado imperial. Hoy, para proteger aún más al capital en el extranjero, Estados Unidos y la UE han creado una nueva doctrina de la OTAN que legitima las guerras ofensivas dentro y fuera de Europa y contra cualquier país que amenace intereses económicos vitales (sus corporaciones multinacionales)[13]. La OTAN se ha ampliado para incorporar nuevos estados-clientes en Europa del Este, y nuevos “socios de paz” en los estados bálticos y las antiguas repúblicas de la URSS (Georgia, Kazajstán, etc.). En otras palabras, las alianzas militares del estado imperial incorporan más estados, incluyendo más aparatos militares estatales que antes, con el objetivo de asegurar una penetración eficaz de las corporaciones multinacionales euro-norteamericanas en nuevos países y el flujo fácil de beneficios hacia sus centros de decisión en Estados Unidos y Europa occidental.
El Estado y los medios de comunicación de masas
Ahora que los mass media y su aparato político-cultural atraviesan más fronteras que nunca, la propiedad y el control de los mismos están claramente concentrados en las corporaciones multinacionales estadounidenses y europeas. Sus mensajes son crecientemente homogéneos, dictados y coordinados por políticos de Washington, Berlín, Londres, etc. Flujos globales y controles imperiales: esa es la esencia de los mass media en la actualidad. Los estados imperiales fijan la línea política y definen los parámetros de discusión, que son más tarde difundidos por las corporaciones multinacionales de mass media, garantizando así sus ingentes beneficios.
En definitiva los estados imperiales, lejos de haber sido sustituidos por la expansión del capital en el exterior, han crecido hasta convertirse en componentes esenciales en la configuración de la economía política mundial. Los teóricos globalistas banalizan el rol del estado imperial y al hacerlo parecen erigirse en defensores de los privilegios y el poder de las corporaciones multinacionales.
Llegado el caso de que algunos teóricos de la globalización admitieran el peso específico del estado imperial, lo harían introduciendo un importante matiz: son ahora los estados re-colonizados los que se están marchitando ante las corporaciones globales, que minan su capacidad para tomar decisiones y regular sus economías nacionales.
IV. Estados recolonizados: el estado como ámbito de lucha.
Debemos partir de un punto de vista histórico a la hora de analizar la situación de los Estados del Tercer Mundo (ETM), dado que la mayor parte de este grupo de estados llevaron a cabo políticas contrarias a las prescripciones del FMI y el BM a lo largo del período 1945-1975. Detrás de esta actitud encontramos a la URSS tan sólo tangencialmente. La explicación fundamental hay que buscarla en las clases sociales, las alianzas políticas y la ideología que motivaba las decisiones de los ETM, así como en la presión ejercida por los movimientos de masas. A lo largo de este período de treinta años, los estados imperiales (fundamentalmente Estados Unidos) presionaban a los ETM para que liberalizaran sus economías, privatizaran sus empresas públicas, etc. La mayor parte de estos ETM resistieron estas presiones imperiales, las mismas que hoy se insiste en denominar globalización. Dos cambios esenciales vinieron a alterar este escenario: los poderes imperialistas, liderados por EE.UU., emprendieron una ofensiva militar, utilizando las fuerzas político-militares clientelares como mercenarias. Esta ofensiva se desplegó en África del Sur, América Central y del Sur y Asia, con el objetivo de destruir sus economías y derribar aquellos regímenes nacionalistas y socialistas que rechazaban el programa liberal. El segundo de los cambios fue el ascenso de una nueva Clase Capitalista Trasnacional en el Tercer mundo (CCT), formada fundamentalmente por altos funcionarios políticos y ligada con los circuitos financieros internacionales. Esta nueva clase cuenta con cuentas bancarias en el extranjero, inversiones y está participa activamente en los mercados de exportación. Al aceptar y compartir el programa neoliberal de los poderes imperiales, se transforma en la clase dirigente en los ETM e inicia la implementación de políticas que privilegian a los poderes imperiales. La dinámica interactiva entre la CCT y los poderes imperiales produjo lo que hoy erróneamente se describe como globalización. Lo que realmente se inició fue la recolonización del Tercer Mundo a través de la función de bisagra de la CCT en los Estados del Tercer Mundo.
Los ETM son descritos por los teóricos de la globalización como agentes débiles que carecen de los atributos propios de un estado, y por lo tanto incapaces de resistir las fuerzas de la globalización. Este planteamiento conlleva diferentes problemas. En primer lugar amalgama todos los ETM bajo una misma rúbrica, sin lograr singularizar aquellos que en el pasado adoptaron parte de los atributos de los estados neo-coloniales. En segundo lugar, no tiene en cuenta el hecho de que los ETM promovieron voluntariamente políticas que facilitaban la liberalización de las economías. En tercer lugar, los teóricos de la globalización ignoran las variantes que existen en las políticas de los ETM a partir de una misma agenda liberal determinada por los poderes imperiales. En cuarto lugar, prácticamente obvian la importancia de la configuración de una nueva clase, la CCT, que ha adquirido creciente influencia en el estado e impulsa la agenda liberal. Por último, los globalistas infravaloran el alcance y profundidad de la intervención del estado en la economía y la sociedad liberales, concluyendo erróneamente que la ausencia de un estado de bienestar social significa automáticamente que estemos ante un estado débil. En realidad, el estado neocolonial practica una política de regulación e intervensionismo tan activa como la del estado de bienestar o populista. La diferencia estriba en que su actividad, sus normas y su intervención están dirigidas al servicio de diferentes intereses de clase: el capital extranjero y la CCT.
A lo largo del proceso de adaptación de su política a los designios de los capitalistas extranjeros, banqueros, los estados recolonizados requieren y retienen recursos sustanciosos y beneficios suficientes para llevar a cabo su función. De hecho, si no existiera un estado recolonizado fuerte los objetivos imperiales no serían alcanzados. En este contexto la fortaleza se mide en función de la capacidad de los actores estatales y sus instituciones para llevar a puerto cambios estructurales que aseguren su estabilización frente a la oposición que representan los movimientos sociales populares, los sindicatos y partidos políticos. El estado recolonizado es débil ante las demandas de las IFI, pero fuerte a la hora de convertir esas exigencias en política nacional. De hecho, el concepto de estado débil plantea en sí muchas dudas, ya que desde el momento en que el estado recolonizado comparte las políticas del estado imperial y cuenta con asociados de las corporaciones multinacionales – su propia CCT – no puede ser concebido como un actor que capitula ante las IFI o está dominado por las llamadas “fuerzas globales”.
La centralidad del estado recolonizado en la contra-revolución liberal se pone de manifiesto en diferentes áreas políticas relacionadas entre sí.
Privatización
El estado recolonizado, tras consultar a las IFI, aplica su programa liberal a través de la privatización de empresas públicas estratégicas y lucrativas. Esta privatización requiere una intensa intervención estatal que incluye la construcción de alianzas políticas, la represión de los sindicatos del comercio y/o despido de trabajadores militantes, la socialización de las deudas de las empresas, la garantía del apoyo de los bancos inversores extranjeros en la organización de la venta, una intervención que garantice que los compradores obtengan ventajas en la compra, y la eliminación de cualquier control sobre el precio o tarifa en el caso de que la empresa pública funcione con cuotas fijas.
La imposición de Políticas de Ajuste Estructural (PAE)
En esencia las siglas PAE significan mucho más que un mero “ajuste” económico y “estructural”. Hacen referencia al poder, la riqueza y el control de clase[14]. En este caso, el estado recolonizado cobra una enorme importancia ya que las PAE suponen un cambio esencial en el concepto de propiedad (de público a privado, de nacional a privado), la imposición de impuestos regresivos (aumento de los VAT contra la imposición progresiva sobre el capital rico y extranjero), reconcentración de los beneficios y la propiedad (políticas salariales regresivas, congelación de los salarios mínimos, promoción del agro-business a expensas de la agricultura campesina, etc.), descenso de las barreras arancelarias (arruinando a los productores nacionales, poniendo en manos de las corporaciones multinacionales mayores porcentajes de los mercados locales, etc.), disminución de los gastos sociales en salud y educación y aumento de las subvenciones a los exportadores. Las Políticas de Ajuste Estructural son una estrategia por y para la clase gobernante (CCT) y el capital extranjero contra la inmensa mayoría de los productores locales, trabajadores y campesinos. Aumenta la desigualdad y la pobreza. La aplicación de las PAE requiere un estado fuerte dispuesto a imponerse a pesar de la oposición de la mayoría, un estado entregado a una ideología y dispuesto a abandonar su papel histórico como entidad independiente y rechazar la idea de soberanía popular en aras de la implementación de políticas mediante medios autoritarios, a través de decretos del poder ejecutivo.
Cuando hablamos de un estado neoliberal nos referimos a un estado poderoso que impone y lleva a cabo su política.
Flexibilidad laboral
Este es un eufemismo utilizado para hacer referencia a la concentración de poder en manos de los patronos y el estado recolonizado. Las “nuevas” Reformas sobre el Trabajo y las Pensiones incrementan el poder en manos de los patronos a la hora de contratar trabajadores en precariedad y despedirlos con poca o ninguna indemnización. Representa el total sometimiento del trabajo al capital. Los trabajadores quedan privados de cualquier posibilidad de control sobre sus horas o días de trabajo, condiciones de seguridad o salud. Los contratos precarios eliminan la seguridad en el trabajo desde el momento en que los contratos son de corta duración, sin vacaciones, pensiones, etc. La privatización de los fondos de pensiones pone billones de dólares en manos de las empresas privadas que reciben honorarios exorbitantes y acceden a fondos para especulación y fraude, enriqueciendo a unos pocos y amenazando los ingresos por jubilación de millones. La aplicación de legislaciones laborales y de pensiones regresivas requiere de un estado fuerte que pueda actuar contra los sectores populares de la sociedad civil, y reprimir y resistir las protestas de los sindicatos fuertes. Para lograr el cumplimiento de esta tarea es preciso que se consolide el apoyo mutuo y colaboración entre los capitalistas, asegurándose el respaldo de las IFI, siempre disponibles. Un estado débil nunca sería capaz de resistir la presión de las clases populares, haría concesiones. Un estado fuerte ignoraría las protestas y procedería a la aplicación de la citada legislación laboral y de pensiones.
Al examinar detenidamente las políticas más importantes emprendidas por el estado recolonizado, se hace patente que la intervención estatal es más intensa que nunca. La principal diferencia se encuentra en la dirección socio-económica de la actividad estatal: el neo-estatalismo liberal viene definido por una intervensionismo que persigue poner la riqueza y la propiedad en manos del capital privado, rico, y, ante todo, extranjero. El estado recolonizado no ha desregulado la economía, sino que ha establecido nuevas normas que regulan la política de ingresos, pensiones, relaciones laborales, políticas de exportación-importación, flujo de capital, etc. Esta nueva normativa, que favorece a la CCT y al capital extranjero, necesita un nuevo régimen regulador, en el que las dicotomías trabajo-capital, populistas-nacionalistas, son reemplazadas por un único agente: los representantes de la nueva clase liberal gobernante. Con el desmantelamiento del régimen regulador previo, la economía social, y la construcción de la nueva economía y sociedad liberal, el estado recolonizado juega un papel esencial, activo e intervencionista (aunque actúe bajo la dominación del estado imperial).
El porqué del papel central del estado
Los poderes imperiales y la CCT del Tercer Mundo tienen una visión mucho más realista y pragmática de la centralidad del estado – sea éste imperial o recolonizado – que la de los teóricos globalistas que pretenden pertenecer a la izquierda. Los portavoces de la clase gobernante proclaman y aceptan formalmente la retórica globalista, pero en la práctica se esfuerzan por fortalecer y ampliar el poder del estado, condición necesaria y previa a la hora de lograr la expansión y supervivencia de sus intereses. Diversos factores hacen del estado un actor esencial en el mundo contemporáneo.
La volatilidad de los mercados
La economía mundial contemporánea está profundamente influida por los sectores financieros y la actividad especulativa, ambos altamente volátiles y necesitados constantemente de una intervención estatal que evite que crisis financieras periódicas en regiones concretas afecten a toda la economía mundial. Los especuladores del mercado de capitales en los países imperiales dependen en gran medida de los precios de los intereses fijados por los Bancos Centrales. Los sistemas financieros y bancarios que colapsan dependen de una intervención del estado orientada a la “reestructuración” de los préstamos “malos” (en los que se paga a los prestatarios con dinero de los contribuyentes) como en el caso de Japón, Corea del Sur o Rusia. Las economías estancadas, como Japón o China, necesitan de la intervención estatal para estimular su crecimiento. El número de ejemplos podría multiplicarse, pero la idea fundamental es que los movimientos crecientes de capital especulativo han extendido el rol del estado. Éste intenta estabilizar la anarquía del mercado, con cualquier recurso a su alcance, fundamentalmente a través del aumento de las cargas impositivas sobre los contribuyentes con ingresos bajos.
Desregulación financiera
El fenómeno de disminución del control estatal sobre las transacciones financieras ha ido acompañado de la acentuación paralela de la intervención del estado en el manejo de las crisis y la salvaguarda de los sistemas financieros y empresas (por ejemplo en el caso de la crisis de Savings and Loan en Estados Unidos). La inexistencia de controles sobre el capital y la libre conversión han permitido la especulación monetaria y la huida masiva de capital en tiempos de pánico. La intervención del estado ha buscado la protección de las monedas o el establecimiento de reservas monetarias, acompañadas o no de la reducción de los préstamos a través de la subida de los tipos de interés. La frecuencia y creciente intensidad de las crisis hacen que podamos hablar de un estado-bombero (ha dejado de ser esencialmente policía) que lucha contra los incendios creados por las conflagraciones financieras.
Competición interimperialista
Los estados imperiales han tomado una postura crecientemente activa en la lucha por las cuotas de mercado, defendiendo cada uno sus propias corporaciones multinacionales. Los estados recolonizados emprenden empresas arriesgadas que unen a sus núcleos capitalistas trasnacionales con las corporaciones multinacionales. Los estados imperiales han negociado cuotas de importación, han llevado a sus competidores a la OMC, organizado boicots, etc., con el objetivo de fortalecer sus corporaciones multinacionales a expensas de sus rivales. El estado imperial norteamericano ha defendido a sus exportadores de ganado frente a la UE, amenazando con boicots y represalias, y ha limitado la importación de productos agrícolas de los países tropicales productores de azúcar. En pocas palabras, la competición entre corporaciones multinacionales nacionales ha tomado la forma de conflictos interestatales, en los que los mismos estados acaban siendo el árbitro definitivo. Ante mercados que se hunden y una creciente recesión desde comienzos del 2001, es fácil predecir un aumento de la intervención estatal y la protección.
El alcance y la profundidad de las transformaciones
Ninguna corporación multinacional tuvo nunca el poder suficiente como para emprender la enorme transformación de las estructuras sociales y económicas que precedió y permitió el flujo masivo de capital hacia los mercados extranjeros. Fue el estado el que creó el caparazón en el que fluyó el capital, y estableció las reglas del juego que guiaron la expansión al extranjero. Dada la fragilidad de estas estructuras el estado debe involucrarse continuamente en la salvaguarda del capital, reflotando a los regímenes recolonizados.
Respaldando a las IFI
Dado que las IFI dependen de los estados imperiales para determinar sus líderes, programas y prioridades, el apoyo de los estados imperiales es también esencial a la hora de permitir que las IFI continúen interviniendo en los estados recolonizados. Los fondos de las IFI dependen de los estados imperiales, y sin ambos no contarían con autoridad alguna con la que imponer sus prescripciones. Las IFI sirven como nexo de unión entre los estados imperiales y los recolonizados. Las IFI obtienen su poder de los centros imperiales. Por estas razones, el estado continua y continuará siendo esencial para la economía política mundial. Lejos de ser un poder residual vestigio del pasado, la continuada relevancia del estado esta anclada estructuralmente en el sistema imperial contemporáneo.
V. Conclusión.
Las teorías derivadas del paradigma de la globalización no logran explicar el papel central que juega el estado en las economías del mundo contemporáneo. De la misma forma, la noción de sistema imperial carece de significación si no analizamos las actividades del estado imperial y la multiplicidad de funciones que desarrolla en la apertura de mercados para la expansión de sus corporaciones multinacionales.
La actual configuración del poder en la economía mundial no está basada en la “ausencia de estados” o en “corporaciones globales” sino en corporaciones multinacionales que trabajan codo a codo con sus estados imperiales[15]. Las IFI, como el BM o el FMI, no conforman un nuevo estado global sino que derivan su poder y sus recursos de los estados imperiales. El concepto clave a la hora de entender los conflictos interestatales y la competición intercorporativa es imperialismo y no globalización. Estados imperiales y corporaciones multinacionales no son agentes enfrentados o contradictorios, sino que más bien actúan en un contexto de sinergias entre neo-estatalismo y neo-liberalismo. En el mundo actual, y en contra de la propia ideología neoliberal de libre mercado, los políticos de los estados imperiales y recolonizados eligen a los ganadores y a los perdedores mediante incentivos, subvenciones y aranceles, provocando la expansión de grupos capitalistas específicos y el declive de las pequeñas y medianas empresas o grandes empresas no vinculadas estrechamente con el régimen impuesto.
El debate entre economistas burgueses se centra en dilucidar si la intervención a gran escala, largo plazo y protección de las corporaciones multinacionales es un “peligro moral”, es decir, si el que los directores corporativos sepan de antemano que el estado subvencionará sus pérdidas alimenta la “especulación temeraria”. Los economistas de la Nueva Economía olvidan su ideología de libre mercado, recurriendo al estado en busca de recursos financieros que eviten la quiebra, en tiempos de crisis. Estos mismos neoliberales fundamentalistas continúan afirmando que los beneficios se obtienen a partir de la base de los riesgos de inversión y, por lo tanto, si el estado elimina ese riesgo acaba con la asignación eficiente de recursos y promueve la especulación destructiva.
El problema central de la teoría de la globalización es que se enfrenta al estudio de epifenómenos, como la expansión exterior de las corporaciones nacionales hacia muchas regiones, sin tener en cuenta sus lazos con los centros estratégicos de estas corporaciones. Las corporaciones multinacionales compran y venden globalmente pero sus decisiones estratégicas sobre tecnología e inversión son controladas desde sus cuarteles generales en el estado imperial. Por su forma son multinacionales, pero su esencia es nacional. Esta máxima es especialmente clarificadora cuando analizamos los lazos estrechos entre los centros de las corporaciones multinacionales y sus directores principales en el estado imperial.
La proclama globalista de un nuevo “régimen global” basado en la supremacía de las IFI, surgida de una extrapolación superficial de las actividades del FMI y el BM que obvia la matriz estado imperial, de la que en realidad son un elemento subordinado. Como consecuencia, los teóricos globalistas logra magnificar el poder de las IFI y minimizar el poder del estado, en particular el del estado imperial.
Los globalistas intentan enmendar sus errores interpretando el paso del activismo estatal desde el ámbito de lo social al de la subvención de las pérdidas de las corporaciones multinacionales como “declive del estado” o “debilitamiento del estado”. Tal y como hemos demostrado, el estado sigue teniendo enormes recursos y capacidad, así como una posición estratégica entre los productores y la economía Mundial.
De esta forma, no se trata de globalizar la lucha sino de transformar la naturaleza de clase del estado, reconfigurando su relación con las corporaciones, multinacionales y la clase capitalista trasnacional. Esto significa que la lucha de clase dentro del país por el poder del estado es esencial a la hora de obtener los recursos económicos – centros de investigación tecnológica, medios de producción, tierra – necesarios para la redistribución de la riqueza y la reconstrucción de los mercados nacionales. La intensas actividad que el estado recolonizado o imperial lleva a cabo en relación con las corporaciones multinacionales muestra que se trata de un centro de recursos, poder y actividad que puede llegar a transformar y mejorar las vidas de los trabajadores si se revoluciona, si se le da la vuelta. La ideología del declive y la desaparición del estado es una falacia imperial diseñada con el fin de desviar el objetivo de los movimientos populares hacia instituciones estrictamente secundarias que además derivan su poder del estado.
El internacionalismo del ala izquierda globalista está basado en eventos – encuentros contra el FMI, BM etc. – donde un amplio conglomerado de grupos se encuentran, protestan y se dispersan. A pesar de que logran una amplia cobertura mediática, estas actividades no amenazan los pilares estatales y las estructuras del poder imperial y neocolonial.
El internacionalismo se hará fuerte allá donde los movimientos políticos nacionales sean poderosos, donde las clases oprimidas conquisten el poder del estado y puedan intervenir para apoyar a sus camaradas en el extranjero. Movimientos nacionales fuertes construyen una solidaridad internacional poderosa.
Traducción: Elisa Nieto
Campaña contra el Banco Mundial Barcelona 2001. Madrid
Junio de 2001
[1] Los más preeminentes defensores de esta visión son Ignacio Ramonet y Bernard Cassen de Le Monde Diplomatique y sus discípulos de la organización ATTAC.
[2] Para encontrar una crítica más exhaustiva de las teorías de la globalización ver La Globalización desenmascarada (Zed/Fernwood: Londres 2001) de James Petras y Henry Veltmeyer. Ver también Globaloney de James Petras (antídoto: Buenos Aires 2000).
[3] El mito de la corporación Global de Paul Doremus, William Kelly y Simon Reich (Princeton University Press 1999) capítulo 5.
[4] Banca privada y MONEY LAUNDERING: un estudio de caso de las Oportunidades y Vulnerabilidades, intervenciones ante el Subcomité Permanente de investigación del Comité de Asuntos Gubernamentales, Senado de los Estados Unidos, Congreso número 106, 9-10 noviembre, 1999. Ver también Report on Correspondant Banking: a Gate to Money Loundering. Personal minoritario del Subcomité Permanente de Investigación del Senado, febrero 2001.
[5] Washington tiene al director del Banco Mundial, Europa al director del FMI. En la reciente elección del director del IMI, Estados Unidos intentó imponer su candidato, pero los europeos acabaron imponiéndose, viéndose forzados, eso sí, a cambiar su candidato.
[6] Ver Economía no tan nueva de Martin Wolf, en Financial Times, 1 de agosto de 1999, página 10.
[7] Martin Wolf, op.cit.
[8] El sistema imperial de Toni Negri. 15-22 de marzo de 2001.
[9] Consultar La producción anual de Immanuel Wallerstein.
[10] Ver El estado imperial de James Petras en Review, otoño 1980, para una discusión más avanzada.
[11] En el año 2000 la exportación-importación de Estados Unidos financió más de 1,5 billones de dólares de las ventas por exportación. Actualmente, Estados Unidos ocupa el séptimo lugar en la lista que mide el nivel de subvención de exportaciones por países- detrás de Japón, Francia, Alemania, Países Bajos, Canadá y Corea del Sur. Ver el Financial Times de 6 de marzo de 2001,l p.4.
[12] Tanto Estados Unidos como la Unión Europea manipulan las regulaciones “anti-dumping” para proteger industrias no competitivas de productores más eficientes. Ver el Financial Times del 6 de marzo de 2001, p.8.
[13] El concepto estratégico de la Alianza Atlántica en la cumbre de la OTAN, 23-24 de abril de 1999. Ratificado por los líderes estatales en Washington.
[14] Ver Neoliberalismo y conflicto de clase en América Latina de James Petras y Steve Vieux (Londres: MacMillan 1997. Capítulo 3).
[15] El Financial Times informa de que el 48% de las 500 corporaciones multinacionales más grandes son de EE.UU., el 35% son europeas y el 11% japonesas. Es absurdo hablar de “globalización” cuando la inmensa mayoría de los propietarios de las corporaciones multinacionales son norteamericanas o europeas, ver Financial Times, 27 de enero de 1999.
Fuente: http://usuarios.lycos.es/red2000/colaboraciones/3.htm