“Una fábrica de muerte”
Alba Camargo relató el secuestro de sus padres y sus tíos y el encierro y los interrogatorios a los que ella misma fue sometida. Piero Di Monte contó el horror de la tortura y el rol clave del represor Ernesto “Nabo” Barreiro en ese centro clandestino de detención.
“Sinvergüenzas, hijos de mala madre”
Lo brindó José Solanille, un peón rural que vivía a 500 metros del centro clandestino de detención cordobés. Hizo un pormenorizado relato de las atrocidades que allí se cometieron. Contó de los fusilamientos y de las fosas comunes. El arriero José Julián Solanille, de 83 años, sólo encontró en su vocabulario de campesino insultos y descalificaciones para retratar a los autores de las torturas y el asesinato de cientos de personas; para describir los hedores de los cuerpos quemados, las fosas repletas de cadáveres y los aullidos de los prisioneros de La Perla. Un sitio que distaba, según precisó al dar su testimonio en el juicio por los crímenes cometidos en ese centro clandestino de detención, “a unos 500 metros” de donde se encontraba su propia casa.
El poder lo lleva uno adentro
En 1978 don Ildefonso Garzón creía que su hijo Baltasar pretendía “salirse de su sitio” porque quería ser juez. Pensaba el padre que esos cargos eran para gente rica, con mucho poder. Pero la respuesta del hijo fue: ¡El poder lo lleva uno dentro! Admitió Baltasar que se metería en gastos “y estaré a la sopa boba sin ganar sueldo”, pero prometía anotar peseta a peseta gastada para devolverlos en su momento. El perfil del juez ya se definía, con su empeño, decisión, coraje, constancia y capacidad de superación. ¡Y fue juez!
Veinte años después, la baronesa Margaret Thatcher recibe en Londres a su amigo Augusto Pinochet, el general que ayudó a Inglaterra en la Guerra de Malvinas. El general que tutelaba al ejército chileno después de su larga dictadura y sobre el cual pesaban las sombras de tantos muertos y desaparecidos viajó invitado por la agencia estatal The Royal Ordenance, una empresa de fabricación de armas. Paso audaz el del general, porque el gobierno de Frei le desaconsejó el viaje. El goce de la impunidad puede producir gestos atrevidos. Y si se le presentaban dificultades Al Kassar dijo a sus íntimos: “Yo corro con los gastos de su defensa con sumo gusto”. El traficante sirio, la baronesa y el general tenían negocios en común.
Las denuncias contra el dictador existían en diversos sitios, pero faltaba quien se hiciera cargo de asumir la trascendente decisión de ordenar la detención del poderoso senador vitalicio.
Un juez en la soledad de una tarde de viernes emite la orden de detención por terrorismo, genocidio y tortura por crímenes en el contexto del Plan Cóndor, y esa noche Pinochet es detenido.
“Si un juez tiene miedo, que cuelgue la toga”, ha dicho Garzón, y sin duda su trayectoria demuestra no sólo que no la colgó nunca, sino que siempre se la puso al hombro. Muchos crímenes fueron investigados y abordados sin temor por un juez incansable y con una musculatura mental inapreciable. Los grupos parapoliciales del GAL, las mafias del oro, el terrorismo de ETA, los crímenes de Argentina y Chile, los fondos reservados, el narcotráfico, la corrupción fueron materia natural de su labor.
Y descorrió el velo de negación histórica sobre el plan sistemático de exterminio del franquismo, lo que significó abrir un camino reparador para las víctimas de la dictadura. Ese plan significó que por fuera de la Guerra Civil Española se fusiló sumariamente, se desaparecieron miles de personas, se apropiaron niños para trasladarlos de un sector nacional a otro, se enterró en fosas comunes sin nombre y cuantificando por cantidades. El horror comenzó a aflorar en esa España que se presentó frente al mundo como realizadora de una transición ordenada y pactada. Se invocó una ley de amnistía para cerrar el capítulo, cuando se está frente a delitos de lesa humanidad imprescriptibles y que no pueden gozar de amnistía alguna.
El poder real no toleró este camino de verdad y justicia y comenzó a planificar la destitución del juez Garzón que se acaba de concretar.
La calle de Torres en las serranías de Jaén donde nació Baltasar lleva su nombre. Antes se llama Del Generalísimo.
Podemos preguntarnos: ¿la restauración inaugurada con la destitución de Garzón continuará con la vuelta del nombre del caudillo por la gracia de Dios?