Trabajadores norcoreanos para infierno ruso
"No tengo miedo de contarle mi historia porque es la verdad". El hombre parece venir directamente de lo más recóndito de los bosques del gran norte de Rusia. Sobre su rostro están tatuados años de esfuerzos. "Soy originario de la ciudad de Nampo, en Corea del Norte", cuenta con una voz que busca las palabras adecuadas. "Era chofer, y durante diez años, antes de tener problemas de salud, trabajé para el gobierno. Cuando me quedé sin dinero, decidí intentar suerte viniendo a los campos de desforestación de Rusia. Llegué a comienzos de 1995. Me enviaron al campo de Tynda" (1).
Hace varias décadas que leñadores norcoreanos trabajan en la taiga del Extremo Oriente ruso, en especial de la región del río Amur, al norte de la ciudad de Khabarovsk (2). El "Far-East" ruso representa el 5% de la población que vive en un territorio que cubre un tercio de la inmensa federación. Un desierto humano donde la fuerza de trabajo escasea. Por razones históricas y geográficas, esta región siempre mantuvo contactos privilegiados con la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), vínculos que prosiguieron aun después de la caída del régimen soviético. Los encuentros oficiales son regulares. Un vuelo semanal une Vladivostok con Pyongyang y se reabrieron las vías férreas que comunican los dos países.
"En el siglo XX hubo tres olas migratorias de obreros norcoreanos", resume Larisa Zabrovskaya, historiadora en Vladivostok. La primera comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de Corea. Las usinas procesadoras de pescado recurrieron a la mano de obra norcoreana. En los años 1950, esos obreros y sus familias representaban alrededor de 25.000 personas. "La segunda ola tuvo lugar tras un encuentro en 1966 en Vladivostok entre Leonid Brejnev y Kim Il-Sung, que se mantuvo en secreto. Ambos dirigentes decidieron enviar leñadores a los campos de desmonte: entre 15.000 y 20.000, según los años" (3).
En esa época eran los condenados -criminales u opositores al régimen de Kim Il-Sung- quienes eran enviados a esas inhospitalarias tierras, donde los gulags no tenían necesidad de alambres de púas para desalentar evasiones. Ese ya no es el caso, prosigue Zabrovskaya: "Estos últimos años, el presidente Vladimir Putin y el dirigente Kim Jong-Il se encontraron en dos ocasiones. Fue para tratar la cuestión de la deuda norcoreana, herencia de la época en que la Unión Soviética ayudaba a su aliado norcoreano". Putin se muestra inflexible. A pesar del atolladero económico en que se encuentra Corea del Norte, la cancelación de la deuda no se puede ni mencionar. "Para reembolsarla, Pyongyang propuso continuar enviando trabajadores. Pero ahora que ya no hay necesidad de vaciar las cárceles, son voluntarios los que parten hacia los campos de desmonte o a emplearse en las obras en construcción. Según las estadísticas aduaneras, cada año más de 10.000 norcoreanos provistos de una visa de trabajo atraviesan la frontera". Si bien este acuerdo no tiene nada de secreto, las condiciones de trabajo de esos migrantes continúan rodeadas del mayor misterio.
Para recabar fragmentos de información y reconstruir el rompecabezas, se precisa la colaboración de pastores surcoreanos instalados en la región. Por solidaridad étnica y proselitismo, algunos tejieron lazos con los fieles del chuch'e, la ideología norcoreana fundada por Kim Il-Sung, que predica la autosuficiencia. También hay que burlar la vigilancia de las autoridades rusas, más intensa desde que en noviembre de 2004 dos ex trabajadores buscaron refugio en los consulados de Estados Unidos y Corea del Sur, en Vladivostok.
El encuentro con el hombre venido del gran frío se desarrolla en el secreto de una iglesia, en el corazón de un barrio recorrido por babuchkas (4) que regresan del banya (baño público). Allí, el hombre retoma su relato: "Los horarios de trabajo varían según los campos. Yo trabajaba en las alturas, en un campo alejado, durante 16 o 17 horas, todos los días de la semana. Los que estaban empleados en el campo principal, en la distribución o en otras tareas, sólo trabajaban 12 o 14 horas. Si contamos Año Nuevo, el aniversario de Kim Il-Sung, el de Kim Jong-Il y el de la fundación del partido, teníamos en el año una semana de vacaciones. En invierno hace mucho frío. Por la noche, la temperatura puede descender a menos de 60 grados. Se hielan las manos, los pies, el rostro. Pero lo peor era la comida. En cada comida nos daban solamente 150 gramos de arroz y una sopa salada. ¡Eso era todo!"
Muchos voluntarios
Para reclutar leñadores, las autoridades de Pyongyang seducen a los privilegiados (!) del régimen con la posibilidad de trabajar en Rusia y enriquecerse en divisas extranjeras, firmando un contrato por tres años o más. Empujados por la crisis económica, no faltan voluntarios. Todos miembros del partido, todos escogidos con cuidado. Nuestro testigo detalla: "Para venir a Rusia, se requieren varias cosas. Hay que estar en buenas condiciones físicas. Se necesita la garantía de miembros oficiales del partido. Sólo los hombres casados con familia (que queda como rehén) están autorizados a venir". Muchos están dispuestos a todo: "Como no tenía buena salud, tuve que pagar para que me seleccionaran".
Cuanto más avanza el relato, que mezcla muchos otros testimonios, más pesan los detalles, como pesa la madera de los árboles talados en la taiga. Huir velozmente cuando se abate un tronco… En ese momento se producen muchos accidentes, provocando fracturas o aplastamientos que causan amputaciones. Y si bien hay médicos en los campos, los medicamentos escasean o están vencidos. "El que puede pagar, está mejor atendido. Yo mismo resulté herido tres veces. Una vez, entumecido por el frío, trabajaba con demasiada lentitud y un tronco me aplastó el pecho. Tuve suerte de no morir. Otra vez me herí en la pierna y estuve un mes inmovilizado, sin recibir salario".
No es cuestión de ir a curarse a un hospital ruso; los campos funcionan aislados. Está prohibido tener contactos con el exterior. Aislados de las aldeas en derredor, algunos trabajadores logran sin embargo negociar a escondidas con los rusos. Para lo cual hay que burlar la vigilancia de los miembros del Powibo -Oficina de Seguridad Norcoreana- presentes en el lugar. Según los testimonios, toda falta de disciplina provoca severos castigos.
Las compañías que dirigen los campos deciden la cantidad que producirán de acuerdo con las autoridades rusas y norcoreanas. La madera de mejor calidad, la parte de abajo de los troncos, se destina a Rusia. La madera de mediana calidad parte para Corea del Norte. El resto se destina a China o Japón. "A modo de salario, recibía cupones. Me habían dicho que era posible cambiarlos, pero nunca pude comprar nada con ellos. Se los mandaba a mi familia, que se quedó en mi país. Por trabajadores que volvieron a Corea supe que los negocios donde supuestamente se podían cambiar estaban siempre vacíos".
Cuando van camino a los campos, los trabajadores voluntarios alcanzan a entrever por unos instantes, por la ventanilla del tren, Vladivostok, el gran puerto situado a orillas del Mar de Japón. También aquí escasea la mano de obra. La ciudad se abrió a los vientos del cambio. Intenta olvidar el caos que siguió al derrumbe del régimen soviético y los edificios se elevan hacia las nubes. Chinos y norcoreanos son bienvenidos para la construcción. En 2004, el territorio de Primorie (5) registró oficialmente la entrada de 262.775 chinos (en su mayoría simples turistas) y 13.294 norcoreanos.
Un pastor cuenta: "En Vladivostok encontré más de un centenar de obreros trabajando en las obras de construcción, y todos me dijeron que venían de Pyongyang, lo que me sorprendió mucho. Me informé y efectivamente, las compañías prefieren reclutar gente procedente de la capital norcoreana, ya que el choque cultural es menos duro para el que trabaja en la ciudad. Se adaptan mejor. Es también para limitar los intentos de evasión".
Hay seis empresas que reagrupan a unos 3.000 trabajadores. "Rápidos, baratos, resistentes en la tarea", son los calificativos que emplea la prensa local cuando habla de los "Koretsky" (coreanos en ruso). "Aceptan recibir el pago una vez que la obra está terminada", confía un empresario. Para levantar una pared o pintar un departamento, los particulares también recurren a sus servicios. Por cierto, en Vladivostok todo el mundo sabe que sus vidas no son de color de rosa. A menudo duermen en las obras, trabajan como bestias de carga, pero el qué dirán murmura: "¡Después de todo, ganan dinero!".
Idea equivocada, dado que la perversidad del régimen de Kim Jong-Il no conoce límites (6). Las empresas que mencionó el pastor no dan trabajo por salario, como ingenuamente podría pensarse. Su única misión es rescatar los pasaportes a la llegada de los trabajadores, después vigilarlos en sus lugares de residencia y por último cobrar un impuesto que en parte se remite a Pyongyang. Son los mismos obreros quienes tienen que encontrar empleador, mediante contactos o avisos clasificados. Consigan o no un trabajo, el privilegio de venir a Rusia tiene un precio: el equivalente a 250 euros mensuales que deben pagar a las empresas. Una suma considerable en una región donde los salarios son bastante más bajos que los de Moscú y donde un profesor universitario gana 125 euros por mes.
Sólo trabajando como una bestia en varias obras a la vez el obrero puede librarse de su "deuda", hacer frente a sus gastos cotidianos y, tal vez, ahorrar un poco. Algunos tiran la toalla: "Es demasiado duro y después de tres años de trabajo, quisiera volver a Corea", explica uno de ellos, que había firmado por cinco años. Vive en un único cuarto con tres compañeros de infortunio, y a pesar de sus esfuerzos no logró economizar. Sin embargo, todavía quiere creer: "En cuanto tenga un poco de dinero, regresaré a Corea e intentaré ir a Malasia o a Kuwait. Cuentan que allá se puede ganar más".
Ya sea en los campos de desmonte, en las obras de construcción o incluso en las granjas de la región, para esos fieles de un régimen que les ofrece el infierno a guisa de paraíso la decepción es grande. Algunos, a pesar de las consecuencias para su familia, sólo ven su salvación en la fuga. Tras haber trabajado un año y medio como un forzado y descubierto que su paga era una promesa que no se cumplía, uno de nuestros interlocutores decidió escaparse. "Me fugué una noche, a eso de las dos o tres de la mañana. Éramos cuatro. Era imposible tomar un tren en la estación cercana al campo, porque la consigna es no vendernos pasajes. Tuvimos que sobornar a un chofer del campo para que nos llevase a una ciudad más alejada, donde pudiéramos tomar el tren".
Los fugitivos, uno de los cuales sabe algunas palabras en ruso, necesitan hacer causa común para sobrevivir. "Nos desplazábamos siempre juntos. Estuvimos cerca de la frontera china, donde hay minas de uranio. Durante un año trabajamos en una obra en construcción que dependía de una mina. En 1999 llegamos a Vladivostok con la intención de pasar a Corea del Sur". Vivir en la clandestinidad es un calvario… "Siempre tengo miedo de que la policía me atrape. Hace seis años que me oculto en los alrededores de Vladivostok".
La fisonomía de los norcoreanos los hace vulnerables en una región donde la policía persigue a los trabajadores chinos ilegales. ¿Cuántos de ellos se esconden en Rusia? Los pastores citan la cantidad de 2.000, distribuidos a lo largo del trayecto del Transiberiano, en los 9.000 kilómetros que separan Vladivostok de Moscú, donde algunos lograron establecerse.
En virtud de la convención de Naciones Unidas relativa a los refugiados, nuestro interlocutor debería poder presentar una demanda de asilo, pero el Kremlin rechaza todas las solicitudes (7). Si uno de esos norcoreanos cae en las redes policiales, la expulsión a su país es casi automática. Un pasaje de ida para lo peor.
Notas:
1 Ciudad mediana de la región del río Amur.
2 Khabarovsk, a 1.000 km al norte de Vladivostok, es la capital oficial de la región del Extremo Oriente ruso.
3 Fundador de la República Popular Democrática de Corea, que murió en 1994. Lo sucedió su hijo, Kim Jong Il.
4 Literalmente "abuelas". Nombre que designa de manera afectuosa a las personas de edad.
5 Región de Vladivostok.
6 Selig S. Harrison, "Derrière la façade du régime de Pyongyang ", Le Monde diplomatique, París, septiembre de 1998.
7 China implementa una política todavía más represiva. Pekín instituyó una política de delación de los refugiados norcoreanos. Quien los ayuda se arriesga a 7 años de cárcel.