Transformaciones del espacio público en la ciudad latinoamericana: cambios espaciales y prácticas sociales
Resumen
Este artículo presenta el caso del Parque Central de San José de Costa Rica, analizando un conflicto contemporáneo relativo al diseño y uso de este importante espacio público urbano. Al mismo tiempo, a partir del caso de la Plaza de la Cultura, inaugurada recientemente en la misma ciudad, se explora el modo en que los objetivos artísticos y económicos de sus creadores no satisfacen las necesidades de los usuarios de la plaza, pero se acomodan a las del creciente comercio turístico. En esta discusión, las preocupaciones de los usuarios son contrastadas con las intenciones de los diseñadores y oficiales gubernamentales, en orden a iluminar cómo el conflicto entre el valor representacional y de uso del espacio público es resuelto en un contexto específico.
Introducción
El espacio público está desapareciendo rápidamente, por causa de los procesos de globalización y privatización y también por las nuevas formas de control social, como el patrullaje y la video-vigilancia. Incluso las plazas, espacios cívicos de las ciudades latinoamericanas, están siendo cerradas, rediseñadas y reglamentadas en formas que restringen sus usos sociales y políticos tradicionales. En otro artículo (Low, 2000) afirmo que: “Los espacios públicos, como las plazas costarricenses, corresponden a los últimos foros para el disenso público en una sociedad civil. Son lugares donde los desacuerdos pueden ser marcados simbólica y políticamente, o resueltos personalmente. Sin estos significativos espacios, los conflictos sociales y culturales no son visibles claramente, y los individuos no pueden participar directamente en su resolución [...] En este sentido, un aspecto de la producción y construcción social del espacio público es dialógico –esto es, como un proceso en curso, interactivo, al modo de una conversación, que cambia a través del tiempo creando nuevas ideas, estructuras sociales y lugares significativos. Pero además es dialéctico, es decir, oposicional, a menudo disruptivo y objetado y políticamente transformador, que une puntos de vista y perspectivas contrastados a través de nuevas alternativas políticas y sociales. Es aquí donde la necesidad de hacer y re-hacer espacios públicos, y la lucha implacable por la disponibilidad social y política del espacio público, pueden ser vistas como una precondición para cualquier tipo de política democrática, y la importancia de los datos históricos y etnográficos de la plaza de Costa Rica se vuelve particularmente clara” (p. 241).
Este análisis entrega un vistazo a las contradicciones entre los propósitos representacionales de la plaza urbana, artísticos y a menudo idealizados, y su base política y económica. Iluminar estas contradicciones contribuye a desmitificar y visibilizar las formas en las cuales el diseño urbano público es profundamente ideológico (antes que neutral), tanto en el estilo artístico como en el propósito político. Más aún, identificando los objetivos políticos y económicos del espacio público diseñado, su planificación, diseño, construcción o restauración adquieren un nuevo significado. Un espacio público que es ostensiblemente valorado como un lugar donde la gente puede sentarse, leer y reunirse, se vuelve una estrategia de revitalización para un centro urbano declinante o un núcleo turístico, y una manera de atraer nuevas inversiones y capital extranjero.
La base teórica de este análisis toma forma a partir del trabajo de Rodríguez (1989, 1997 y 1998), el cual se interesa por la forma en que la pintura mistifica los objetivos económicos o políticos de su producción. Rodríguez (1989) afirma que esa ideología y cultura expresiva a menudo entregan una interpretación más positiva de las relaciones sociales de explotación y desigualdad que aquellas que existen en realidad. En su estudio de Taos, el arte era utilizado para encubrir lo que de otra forma podía ser visto como una condición opresiva, y así mistificar, vale decir, confundir lo con lo que en realidad estaba ocurriendo en términos de poder político local y condiciones de vida.
En Costa Rica, el uso de guardas armados privados y perros patrullando las plazas no ha ocurrido aún; parece que las tácticas de intimidación todavía no son necesarias, como otras formas de control social que están aún en consideración. Pero, el patrullaje de la policía local, el comercio y la comida costosa alrededor de las plazas orientados a los turistas y una menor tolerancia a los “indeseables” y usuarios no bienvenidos, todo esto es compartido por los josefinos con los usuarios de las plazas en Nueva York. El acceso restringido es crecientemente utilizado como estrategia de re-apropiación del espacio, para atraer más “usuarios bienvenidos” en ambas ciudades. Incidentes como el cierre y la reconstrucción del Parque Central en San José, y Tompkins Square en Nueva York, así como el cierre temporal de plazas en Nueva York por la noche y durante eventos especiales y manifestaciones, y la consideración de cerrar la Plaza de la Cultura con puertas y rejas, son todos ejemplos de las crecientes similaridades en las tácticas de control utilizadas en ambos lugares.
Lo que es significativo acerca de estos ejemplos, sin embargo, es que los espacios públicos urbanos son importantes escenarios para los discursos abiertos y las expresiones de descontento. Cuando surgen conflictos políticos y sociales, las plazas y otros espacios públicos constituyen un foro para resolver las ideas y valores en conflicto en un ambiente visible y sano. La investigación en Costa Rica demuestra que cuando las plazas en San José son rediseñadas para excluir a determinados grupos, hay un impacto en las prácticas democráticas liberales en esos espacios. Si éstos son cerrados o resideñados por razones económicas, o porque su apropiación espacial no concuerda con las estrechas pautas culturales de una clase media, o con un comportamiento adecuado, entonces ¿dónde son localizadas las expresiones sociales del conflicto?
Más aún, ¿cuáles son las consecuencias de limpiar el espacio público de su desorden y de sus poblaciones desordenadas? ¿Es este borramiento y rediseño de la forma espacial un tipo adicional de “amnesia” histórica que acompaña la fabricación de mitos turísticos y de las fuerzas de preservación históricas? (Wilson, 1997). El rediseño de plazas que fueron históricamente espacios públicos para actividades cívicas y discusiones sociales y políticas, con el fin de acomodar el turismo y los valores de clase media, excluye un gran número de usuarios tradicionales. El énfasis en el turismo en oposición a los valores locales en el diseño de espacios públicos, deteriora aún más el centro de la ciudad, una lección que muchas ciudades enfrentan actualmente.
El espacio público se vuelve aún más valioso con la globalización. Castells (1989) define un nuevo tipo de ciudad dual, en la cual el “espacio de flujos” –informacionales y productivos- reemplaza el significado del “espacio de lugares” –barrios y lugares donde la gente realmente trabaja y vive. La ciudad dual es un espacio compartido dentro del cual las esferas contradictorias de la sociedad local están constantemente tratando de diferenciar sus territorios, basándose en lógicas diferentes. Los espacios de flujos se organizan sobre principios de actividades de procesamiento de información, mientras que los espacios cotidianos se organizan por la lógica de hacer una vida, proveer el sustento y encontrar un lugar donde vivir. La falta de conexión entre estos espacios, y la falta de significado resultante de los lugares cotidianos e instituciones políticas es resentida por las personas, y resistida a través de una variedad de estrategias individuales y colectivas. Las personas intentan reafirmar su identidad cultural a menudo en términos territoriales, “movilizándose para lograr sus demandas, organizar sus comunidades y singularizar sus lugares para preservar el significado, para restaurar todo lo que limite el control que ellos puedan tener sobre su trabajo y residencia (Castells, 1989, p. 350). Castells continúa argumentando que: “En el nivel cultural, las sociedades locales, definidas territorialmente, debe presevar sus identidades y construir sobre sus raíces históricas, a pesar de la dependencia económica y funcional del espacio de flujos. La remarcación simbólica de los lugares, la preservación de símbolos de reconocimiento, la expresión de la memoria colectiva en las prácticas actuales de la comunicación, son medios fundamentales a través de los cuales los lugares pueden continuar existiendo” (Castells, 1989, p. 351).
Estos lugares, que identifica como los centros simbólicos de la vida social, tan básicos para la comunicación y resistencia reales, son los espacios públicos –en este ejemplo, las plazas latinoamericanas- en los cuales estoy interesada. Así, con la creciente globalización, el papel de la plaza como un significativo centro de la vida social, se vuelve aún más crítico.
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