La planificación estatal de grandes programas tecnológicos desde la semiperiferia: los proyectos CAREM y ARSAT
Diego Martín Cúneo
Necesitamos una nueva 'actualización doctrinaria' para hacer frente a los desafíos de este siglo XXI
Carlos Vilas es profesor honorario del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús, en donde dirige la Maestría en Políticas Públicas y Gobierno y la Revista Perspectivas de Políticas Públicas. Es además el ex presidente del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).
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Planificación, gobierno y poder
“Una cosa es hablar del Estado y otra es hablar del gobierno y del poder. Son cosas diferentes. Cada vez creo más que el tema central es el poder, sus conflictos y su solución. La planificación puede cambiar algo en la medida en que se afianza y se construye poder. Cuando se da una ecuación progresista debe aprovecharse en el sentido de la construcción permanente de poder. Para eso la planificación es un instrumento clave. La planificación objetiviza y racionaliza el ejercicio de las funciones del Estado. Por ejemplo, Kubitschek, en el Brasil, definió las actividades estratégicas para los siguientes cincuenta años. Yo sostengo desde hace tiempo la necesidad de un plan que defina, objetivice y formalice las políticas de una estrategia. Estoy convencido de que en la Argentina necesitamos un plan como exposición racional y objetiva de las políticas y las estrategias de desarrollo”.
La (no) planificación en la Argentina de los ‘90 y los 2000: apuntes para una historia y posibles lecciones para el futuro
La planificación emerge como una instancia técnica y política a partir de la segunda guerra mundial. A este movimiento no es ajena la Argentina, donde tal actividad va de la mano del desarrollo de la industrialización sustitutiva. La última dictadura militar primero, y luego el primer gobierno democrático, ponen fin tanto a las políticas sustitutivas como a la planificación. Durante la Convertibilidad, se producen dos experiencias de alcance dispar: el Sistema Nacional de Inversiones Públicas (SNIP) y el Plan Federal de Infraestructura. El segundo es un ejercicio de alcance efímero (y básicamente mediático); pero el SNIP constituye una propuesta institucionalizada, que apunta a la calidad de la inversión y a la programación de la misma, a través de los Planes Nacionales de Inversiones Públicas. El SNIP mantiene una posición intrascendente hasta finales de la Convertibilidad, ganando a partir de entonces alguna envergadura. A partir de 2003, la planificación no asume el rol que podría esperarse, en vistas del proceso de reasunción de centralidad del Estado verificado desde entonces. Esta es una tarea pendiente, donde el SNIP podría cumplir una función relevante.