Esclavos blancos y esclavos negros
No hay nada peor que una guerra civil. Los coterráneos son los seres que más se odian cuando se entremeten en un conflicto armado. Estados Unidos puede dar testimonio de la veracidad de tal afirmación. El Norte y el Sur llevaron a cabo, entre 1860 y 1865, una guerra feroz, sanguinaria. La excusa fue la esclavitud. El Norte quería abolirla. El Sur conservarla. El Norte quería obreros libres para sus industrias. El Sur, esclavos para sus plantaciones de algodón y tabaco. El Norte sabía, siguiendo el ejemplo de Inglaterra, que sólo el valor agregado que la industria añadía a los productos del suelo establecía un valor superior. El monocultivo sureño conducía al atraso.
Talleres ilegales; camas calientes
Clandestinidad, explotación, esclavitud. Palabras que resumen pero no explican esa realidad subterránea que componen los talleres textiles escondidos en lugares insospechados de la Ciudad. Bajo los adoquines no está la playa, persiste una vida miserable en común que fabrica una comunidad forzosa, a punto de incendiarse. Ese lazo inexplicable de anónimos se anuda por un salario inexistente y una cama que nunca se enfría porque quienes caen semimuertos a dormir se turnan para descansar. Igual que en los tiempos de la Revolución Industrial. Pero sin siquiera un futuro dudoso del otro lado de las ventanas. La condena que han recibido por creer en el sueño latinoamericano es seguir produciendo en un estado de excepción permanente.
Excepción para el explotador que quiere hacer una diferencia importante en poco tiempo en el mercado de la ropa legal o trucha: el producto es el mismo, sólo cambia el precio. Excepción para el trabajador que cree estar en la antesala de algo mejor. Error. Recorren una cinta sinfín.
El fenómeno tiene un lado visible, paradójico y cruel. Tanto el mundo de la alta costura como el de los vestuarios que se enciman en los percheros de todas las clases sociales esconden esa mano esclava.
Todos somos macacos
Después de la enésima vez que han tirado plátanos en contra de jugadores de futbol negros en Europa, Daniel Alvez ha resuelto comer el plátano y Neymar declaro: “Todos somos macacos” (Todos somos monos). Es el comienzo de la reacción, que los propios europeos parecen incapaces de hacer, en contra de la discriminación en los estadios de futbol, simple continuación de lo que pasa en la vida cotidiana en países que se consideran blancos y civilizados”.
Europa “civilizada” se ha enriquecido en base a la esclavitud y a su corolario: la discriminación y la reducción de los negros a “bárbaros”.
Lograr la paz eterna
Además del genocidio y el robo de tierras, los vencedores volvieron a practicar la odiada esclavitud que había comenzado a eliminarse en nuestro país en la célebre Asamblea del año XIII...
Esa esclavitud fue reimplantada por el presidente Avellaneda y su ministro de Guerra, el general Julio Argentino Roca. Se puede comprobar en los diarios de Buenos Aires de la época de la “campaña del desierto” en avisos oficiales con el título de “Hoy entrega de indios”. Y cuyo texto rezaba: “A toda familia que lo requiera se le entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”. Tal cual.