La mirada de Axel Kicillof
Una reciente conferencia académica del flamante ministro de economía, Axel Kicillof, permite comprender su particular visión sobre el ciclo kirchnerista, la alternativa ortodoxa y algunos de los riesgos macroeconómicos futuros.
A mediados de agosto, Axel Kicillof brindó su última conferencia en un marco académico, en la que expuso su visión sobre el desarrollo de la economía durante los últimos diez años y sus perspectivas a futuro. La misma se desarrolló en el marco de un seminario sobre América latina organizado por la Comisión Nacional de Valores, la agencia intergubernamental South Centre y los centros de estudios económicos Cefid-Ar, CEMoP, y Ciges, lo cual permitió que la extensa disertación tenga un enfoque más general, alejado de las cuestiones coyunturales que tiñen las declaraciones de los funcionarios.
Kicillof comenzó su exposición haciendo referencia a los resultados de lo que denominó “el modelo de desarrollo económico con inclusión social llevado adelante entre 2003-2012”, enfatizando que la administración económica durante la era kirchnerista demostró ser “muy robusta y muy potente”, ya que también permitió atravesar con éxito los años de una crisis mundial “solamente comparable, en cuanto a su envergadura, con la de los años treinta”. En este sentido, señaló que ya resultaba “anacrónico” hacer referencia al “viento de cola” como la causa del crecimiento en las distintas variables socioeconómicas, pues detalló que si bien entre 2001 y 2007 el comercio mundial creció a tasas superiores al 5%, llegando a casi el 10% en 2004, a partir de 2008 sobrevino una “época con una fuerte turbulencia internacional y de gran incertidumbre, donde el viento no fue de cola sino de frente”. Así, detallo que en 2009 el comercio mundial experimentó una caída de alrededor del 10%, que no se había revertido sustancialmente, por lo que en la actualidad las producciones de todos los países no encuentran los suficientes compradores. Luego, profundizó su descripción contraponiendo el desarrollo económico durante la década del noventa y la actualidad. “La del noventa fue una década importante, ya que allí culminó el proceso de desindustrialización de la Argentina que empezó con el golpe de Estado de 1976. Y la fase actual de crecimiento con inclusión social no es otra cosa que un modelo de reindustrialización de la Argentina”, remarcó, al tiempo que brindó una serie de cifras para sustentar esta afirmación, señalando que durante los últimos diez años el PBI creció a una tasa anual promedio del 7,2%, “incluyendo 2009 y 2012, que son los dos años de peor performance de la década”, contra un 2% durante la década del noventa.
Asimismo, afirmó que “en términos de capacidad productiva, éstos son los diez años en que la economía argentina tuvo el mayor crecimiento promedio sostenido de toda la historia, tomando todas las estadísticas que ustedes quieran tomar, incluso las difundidas por un libro de Orlando Ferreres”. Y agregó que “tenemos también los indicadores más importantes en el terreno de la inversión, el 24,5% sobre el PBI alcanzado en 2011 es el récord histórico de la serie, pero el promedio en general de estos diez años es superior al de los diez anteriores, lo cual es importante para discutir con aquellos que plantean que nuestro modelo carece de ‘clima de negocios’, algo tan subjetivo como la ‘sensación térmica’ o la ‘seguridad jurídica’”. En este sentido, remarcó que, siendo la economía argentina fundamentalmente privada, el crecimiento y la inversión habían sido determinados por el sector privado “que ha invertido porque ha tenido buena rentabilidad, buenos negocios y competencia”, destacando además que una parte importante de esta inversión se había realizado en maquinarias y equipos para la producción, “que alcanzó récords del 12%, comparado con el 9% promedio de los momentos de mayor apogeo del período de la convertibilidad”. También hizo referencia a la encuesta industrial que demuestra “que el índice de volumen físico de la producción industrial creció durante los noventa a una tasa del 0,5% mientras que en estos diez años lo hizo al 10%”, resaltando que dicho crecimiento estaba por encima del PBI, y que un estudio encargado por Techint señalaba también que entre Argentina, Colombia, Brasil y México, el país con mayor crecimiento industrial sobre el PBI era el nuestro. La primera etapa sobre este panorama económico finalizó haciendo referencia a índices socioeconómicos, enumerando que el desempleo de los conglomerados urbanos llegó a alcanzar en el pico de la crisis el 21,5%, mientras que hoy en día se encontraba en el 7,2% (las últimas cifras divulgadas esta semana dan cuenta de un 6,8%) y que “en el modelo anterior, la porción más grande de la torta iba a los sectores más favorecidos, pero ahora esa proporción se invirtió y va a los asalariados”.
Razones para el cambio. Acto seguido, Kicillof expuso las razones que motivaron los contrastes anteriormente marcados. En este sentido señaló que “las políticas que se han implementado en este tiempo están en las antípodas de aquellas que propuso la ortodoxia económica nacional e internacional, e incluso de las que propuso cierta heterodoxia regional, cuando el país estaba en una época tan crítica”. Específicamente, detalló que “en la década de los noventa, el pensamiento convencional era que primero había que apuntar al crecimiento para poder distribuir, lo cual es un lugar común de la ortodoxia y de la derecha, bajo el supuesto de que el gobierno se tiene que dedicar exclusivamente al crecimiento, para que luego este crecimiento derrame a lo que Adam Smith definía como ‘las clases inferiores del pueblo’. Pero hemos demostrado que la verdad es precisamente la contraria, que el único crecimiento con estabilidad es fundamentalmente con inclusión social, la cual tiene como subproducto el crecimiento”. En ese punto, pasó a enumerar todas las acciones desarrolladas por los gobiernos kirchneristas para apuntar esa inclusión social, como los incrementos en el salario mínimo, vital y móvil, en las jubilaciones y en los programas sociales de inclusión. De hecho, admitió que todas esas políticas tenían como uno de sus grandes objetivos “apuntalar la rentabilidad de los capitalistas”, ya que dentro de las condiciones de nuestro país “esa es la única plataforma sostenible de crecimiento”, y que en efecto había sido el mercado interno “la variable distintiva que permitió que el país creciera a estas tasas, se reindustrializara y creara empleo”, enfatizando además que “el haber fortalecido durante diez años la capacidad adquisitiva de los trabajadores y el consumo interno nos dio grados de libertad para no depender exclusivamente de lo que ocurría en el mercado mundial”.
Pero además, Kicillof remarcó que todas estas políticas se habían desarrollado en paralelo a la estrategia de desendeudamiento, lo cual sostuvo que resultó fundamental para sostener el crecimiento luego de la crisis mundial de 2008. “Un modelo de industrialización tiene que pensar qué grado de libertad tiene un país para llevar adelante una política de Estado encaminada a recuperar la industria, y uno de los obstáculos fundamentales que tuvo la Argentina es la deuda externa, que llegó a ser del 160% del PBI, es decir, que el país adeudaba una vez y media más de lo que producía, con una carga de intereses insoportable. Y no hay política económica cuando el país está sobreendeudado”, afirmó, resaltando asimismo que una fortaleza central del modelo era “lo que justamente nos han reprochado, que ‘nos caímos del mundo’. No nos hemos caído del mundo, sino que no aceptamos endeudarnos para sostener este modelo de crecimiento. Por el contrario, nos desendeudamos como nunca en nuestra historia. Hoy no somos esclavos de los movimientos internacionales de capitales, y vemos como eso rinde sus frutos, al leer los indicadores mensuales de actividad económica, incluso de la UIA o de las consultoras tendenciosas de la ortodoxia, que señalan que en el segundo y en el tercer trimestre se están dando señales de una sostenida recuperación en muchas ramas de la industria”. De hecho, remarcó que “nos hemos peleado con buena parte del mundo financiero internacional, porque al dejar de endeudarnos perdieron clientes, y buenos clientes. Un país como la Argentina, que fue un megaendeudador serial durante cuarenta año, estaba dispuesto a entregar cualquier cosa que le pidieran para conseguir un dólar. Pero se les acabó el negocio con la Argentina”.
En este punto, hizo referencia al aumento de la inversión y la capacidad recaudatoria del Estado. Sobre el primero, destacó el hecho de que la misma había alcanzado cifras récords, incluso frente a los pronósticos difundidos por gran parte del establishment económico. “Michael Kalecki afirma que la inversión depende de la rentabilidad de las empresas. Pero ustedes entenderán que el sector privado también tiene un fuerte componente de expectativas, y durante estos años la prensa dominante, las consultoras, la oposición, los economistas ‘respetados’ anunciaban de forma permanente catástrofes que no ocurrían, pero que estaban a la vuelta de la esquina. Y los empresarios tenían que decidir si se dejaban llevar por los mismos profetas que nos iban a sacar de la crisis en la que nos metieron y lo único que hicieron fue profundizarla, o por ver lo que sucedía al interior de sus empresas, que crecían y necesitaban más inversión para que no les roben el mercado. Por eso, la economía se siguió moviendo, a pesar y a contramano de los presagios derrotistas”.
En relación con acción tributaria, planteó que “algunos lo llaman ‘presión tributaria’. Nosotros lo llamamos ‘capacidad de acción política del Estado’, porque de esa capacidad de maniobra salen las políticas de Estado, las jubilaciones, las grandes inversiones, incluso las políticas de desendeudamiento”. Y, en seguida, resaltó que esta capacidad recaudatoria “no está hecha sobre nuevos impuestos sino por la mayor eficiencia en la recaudación y el círculo virtuoso del crecimiento, un 41% de la estructura tributaria argentina son impuestos directos, y no a través de mecanismos indirectos como el IVA, que es un impuesto fuertemente regresivo”.
Con todo, y más allá del panorama, advirtió un importante riesgo a futuro, relacionado con las circunstancias externas. “Estamos ante una situación mundial muy complicada y ante una situación financiera mucho más complicada. También los commodities se han convertido en un refugio para las inversiones financieras tóxicas luego de la crisis de 2008, y por eso hay ‘burbujas’ en esos mercados, lo cual es un tema formidable para aquellos países que comerciamos una gran parte de nuestra producción primaria.”
En el cierre de la conferencia, volvió a arremeter contra la ortodoxia económica. “El microclima local, muchas veces fomentado por aquellos que manejan la opinión pública, nos hace perder de vista el bosque y hasta el árbol. No se engañen con los objetivos que dicen plantear, porque los objetivos que se dicen son muy seductores, crecer y beneficiar a la gente, pero es necesario discutir las políticas, que es un grado superior y más complejo del debate. Los resultados de estos diez años se pueden ver, un 7% de crecimiento anual acumulativo, que no es por ‘viento de cola’, sino por una economía dirigida por una política que tiene objetivos y que está dispuesta a hacer lo que hay que hacer para que esos objetivos se cumplan.”
La difícil misión de la heterodoxia. En uno de los tramos de su discurso, Kicillof sintetizó las principales diferencias entre la ortodoxia y la heterodoxia económica, así como los mayores desafíos que implicaba realizar políticas desde esta última. “La heterodoxia la tiene mucho más difícil que la ortodoxia. La segunda tiene un libro de recetas que todos los que estamos en esta sala podemos deletrear, esto es, bajar salarios, bajar jubilaciones, ajustar el gasto público, endeudarse con el extranjero, subir la tasa de interés, devaluar fuertemente la moneda para resolver los problemas de la balanza comercial (diferencia de saldo entre importaciones y exportaciones) y después ‘dale que va’. Es un recetario muy sencillo, la panacea que resuelve todas las enfermedades, porque se aplica en toda circunstancia, sea en crisis o en prosperidad, y en cualquier economía del mundo. Las causas de la crisis también son de manual: los salarios altos, el elevado gasto público, un Banco Central que no se rige por los dictados del sector financiero, los bancos que no tienen total autonomía y los capitales internacionales que no tienen una puerta giratoria para entrar y salir”. Así, Kicillof señaló que “la heterodoxia la tiene más complicada, porque no hay un recetario sino simplemente la realidad, los problemas concretos, e ideas claras sobre qué es lo que hay que defender. En este caso, está claro que no es ni más ni menos que la gente, el pueblo, los trabajadores, que son los que están indefensos, porque no pueden mudarse de donde viven, no pueden fugar sus capitales ni tienen negocios alternativos cuando la mano viene mal”.
Mitos caídos. Durante el transcurso de la exposición, Kicillof señaló también que “con este modelo hemos pinchado miles de globos de mentiras”. Entre ellos, enumeró el crecimiento con mayor distribución del ingreso, así como el hecho de que un sector que creció fuertemente fue el agro, con lo que “hemos matado también esa idea de que hay una antinomia entre el crecimiento y la distribución y entre la industria y el campo”, y que también cayó el mito de que la Argentina vive exclusivamente de la exportación de materias primas sin procesar, ya que “la industria ha ganado fuerte impulso como resultado de un modelo que se basa en el mercado interno, pero que también sale al mundo con una ascendente producción de MOI (manufacturas de origen industrial), una tendencia que se registra salvo con pequeños baches en 2009 y 2012.
El manual económico de Axel
La crisis internacional, los motores del crecimiento argentino, la industrialización, el desarrollo del campo, la inversión privada, la deuda, la defensa de los trabajadores, el peligro de la burbuja con los commodities, la receta de la ortodoxia y los desafíos del Gobierno.
El perfil preferido de ministro de Economía del mundo empresario y su eco en medios de comunicación es un egresado de la Facultad de Economía, preferentemente con un posgrado en una universidad de Estados Unidos, y con vínculos como asesor o empleado en multinacionales, grupos económicos o bancos. Esa persona es la que sabe y tiene noción sobre qué hacer con la economía porque es un técnico no contaminado por “ideologías”. El resto, dicen con soberbia, no entiende cómo funcionan las leyes sagradas de la economía. Esta construcción del “buen economista” colisiona cuando aparece uno como Axel Kicillof, mejor promedio de su camada, medalla de oro y con un doctorado calificado con un diez por el Tribunal de Tesis. Se les complica aún más porque tuvo militancia política universitaria en una organización juvenil no partidaria y como funcionario además puede mostrar éxitos de gestión. Trabajó en equipo en la elaboración del plan de expansión y financiero de Aerolíneas Argentinas estatizada bajo la conducción de Mariano Recalde, recuperando la línea de bandera vaciada durante años por el grupo español Marsans. Integró el comando de la intervención de YPF bajo control estatal, compañía dirigida por Miguel Galuccio. que en menos de dos años mejoró todos los indicadores productivos, financieros y contables. Como director estatal en representación del 25,97 por ciento de las acciones de Siderar, orientó a la trasnacional Techint a invertir en la ampliación de su planta en Argentina, grupo que está ganando mucho dinero en el país debido a que está trabajando a pleno la división dedicada al mercado interno conducida por Daniel Novegil a partir de la fortaleza de la demanda doméstica. El balance presentado en la Bolsa de Comercio es más preciso que sentencias negativas de especialistas de empresas sobre la labor de Kicillof en Siderar: en nueve meses de este año contabilizó ganancias por 1315 millones de pesos, cuando en el mismo período del año anterior había registrado 690 millones de pesos. También fue el impulsor del Pro.Cre.Ar junto a Diego Bossio de la Anses, el más ambicioso plan de financiamiento a la vivienda con gestión y resultado exitoso. Con esos antecedentes, la principal definición sobre la figura del nuevo ministro de Economía fue la de marxista, en otra demostración de la vigencia de la Ley de Ook (también conocida como Ley del Míniimo Esfuerzo) en gran parte de los analistas. Kicillof es uno de los más importantes investigadores argentinos de la obra de John Maynard Keynes, economista inglés al que se lo reconoce por sus aportes a la ciencia económica para salvar al capitalismo de la Gran Depresión del siglo pasado. Kicillof escribió en el libro Fundamentos de la Teoría general. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes que estudiarlo fue “un descubrimiento liberador”. Sólo los promotores de la ignorancia pueden asociar Keynes con Marx. Y un keynesiano con un marxista. Puede haber keynesianos de derecha/ortodoxos o de izquierda/heterodoxos. Kicillof es la segunda versión.
Las presentaciones de Kicillof son largas, desvío atribuible a su vocación docente como profesor de la Facultad de Ciencias Económicas-UBA, lo que requiere de un esfuerzo de atención o de posterior lectura de la exposición mayor que lo habitual en el trabajo periodístico. Es más sencilla la tarea con una caracterización ideológica, aunque sea deformada. Su última disertación pública fue el jueves 15 de agosto en el seminario “La agenda para el desarrollo y la integración: las relaciones Sur-Sur” del Cefid-Ar. Reunidos en el salón de actos del Banco Nación, estaba previsto que hablara 30 minutos, pero terminó extendiéndose casi hora y media sin alcanzar a mostrar las 86 filminas preparadas. Bastante se ha especulado sobre el pensamiento de Kicillof, como el de ser promotor del desdoblamiento cambiario porque en septiembre de 2001 el Cenda (el centro de estudios que lideró junto a su actual equipo de colaboradores más cercanos) proponía tipos de cambios múltiples –algo diferente a la propuesta de un dólar turista–. Resulta más esclarecedor conocer las principales ideas del nuevo ministro de Economía sobre cuestiones relevantes de la economía a partir de sus propias palabras en su última disertación pública.
- La economía argentina.
Las políticas que se han implementado en este tiempo están en los antípodas de aquellas que propuso la ortodoxia económica nacional e internacional, e incluso de las que propuso cierta heterodoxia regional cuando el país estaba en una época crítica. Nuestro país ha mostrado una capacidad y una fortaleza muy grandes para soportar una situación que ha afectado a muchas regiones del planeta. Voy a hablar de algunos indicadores que nos permiten traer optimismo a nuestro país, a pesar de este clima de pesimismo mundial (Kicillof mostró filminas comparando promedios de la década del ‘90 con los años 2003-2013 en indicadores de PBI, Inversión, Empleo, Pobreza, Industria, con saldos muy favorables en el segundo período).
- Crecimiento.
Estos son los diez años en que la economía argentina tuvo el mayor crecimiento promedio sostenido de toda la historia, tomando todas las estadísticas que ustedes quieran tomar, incluso si ustedes consultan el último libro de Orlando Ferreres, un libro valioso por las estadísticas de cien años. La fase actual de crecimiento con inclusión social no es otra cosa que un modelo de reindustrialización de la Argentina.
- Inversión privada.
Sin un crecimiento de la inversión no sería posible que el PBI creciera a tasas tan altas. Obviamente, la discusión académica sobre los motores de la inversión divide a las escuelas de pensamiento. Algunos dicen que depende de algo muy voluble y difícil de examinar, como las expectativas de los empresarios; otro autor muy importante, Michael Kalecki, dice que la inversión depende de la rentabilidad de las empresas. Si las empresas encuentran rentabilidad, más allá de lo que esperan en el futuro y de lo que leen en la prensa, si les va bien en los negocios, cuando la economía crece en su conjunto y hay excedentes, la rentabilidad está apuntalada por esta actitud optimista. Digámoslo con todas las letras: nuestra economía es fundamentalmente privada. El crecimiento de la economía es determinado fundamentalmente por el sector privado y la inversión está determinada por la decisión de esas empresas, que han invertido porque han tenido buena rentabilidad, buenos negocios y competencia.
- Capitalistas.
Toda esa batería de políticas de crecimiento del salario y de mejora de las condiciones de vida de nuestro pueblo no es más que una forma de apuntalar la rentabilidad de los capitalistas, porque es la única plataforma sostenible de crecimiento para un país como el nuestro.
- Inclusión social.
Podemos decir que hay distintos modelos de crecimiento y diferentes escuelas acerca de cómo se orienta el crecimiento, sobre todo en esa vinculación que muchas veces se ha presentado como antagónica o secuencial entre el crecimiento y la distribución del ingreso, o lo que más genéricamente llamamos “inclusión social”. En la década de los ’90 era el pensamiento convencional en mi Facultad, y no de un profesor: primero había que apuntar al crecimiento para poder distribuir. Nosotros hemos demostrado que la verdad es precisamente lo contrario: la única estabilidad que se puede dar desde la perspectiva de la política económica al crecimiento, es fundamentalmente la inclusión social. La inclusión social tiene como subproducto el crecimiento. Si uno se dedica, como lo ha hecho esta administración, a generar incrementos en el salario mínimo, vital y móvil, en las jubilaciones, en los programas sociales de inclusión, eso va a tener de suyo como resultado el crecimiento.
- La demanda.
Ustedes saben que las fuentes de demanda para un país, siguiendo la ecuación básica, son el consumo y la inversión, pero también las exportaciones y el gasto público. Si no hay demanda, y en eso este gobierno es muy claro, no puede haber producción.
- Campo-Industria.
Hoy tenemos un sector agropecuario que ha crecido como pocas veces en su historia. Hemos matado también esa idea de que hay una antinomia entre el crecimiento y la distribución y entre la industria y el campo. Así como sabemos que para crecer necesitamos que a los trabajadores, al pueblo, al mercado doméstico le vaya bien, sabemos claramente también que para crecer en la industria necesitamos que crezcan las ramas exportadoras.
- Industrialización.
Observaba el otro día un estudio encargado por Techint a economistas muy prestigiosos de distintos países de Latinoamérica para mostrar que había un fuerte problema: la reprimarización de nuestra región. Lo que demostró ese trabajo, que comparaba a Argentina, Colombia, Brasil y México, es que todos esos países menos la Argentina se reprimarizaron, que la participación de la industria en el Producto es menor. Para la industria argentina es muy significativo el mercado interno. Todos los indicadores que quieran ver muestran la industrialización.
- Materias primas.
¿Qué pasa con los commodities? El precio depende del nivel de producción mundial, que genera más o menos demanda, y también de los movimientos especulativos, porque las commodities se han convertido en un refugio para las inversiones financieras tóxicas luego de la crisis de 2008. Esos capitales se fueron en masa a los mercados de materias primas y por eso hay “burbujas” en esos mercados; todos nos dedicamos a ver qué parte de ese precio tiene que ver con la demanda y qué parte tiene un componente especulativo. Si hay un componente especulativo, la oscilación en los precios de las commodities va a ser mucho más violenta por los cambios de signo en la especulación mundial que estarían reflejando cambios en la producción real. Este es también un tema formidable para aquellos países que comerciamos una gran parte de nuestra producción primaria.
- Problemas.
Lo que queda demostrado es que las políticas aplicadas por este modelo son las que dieron estos resultados, lo cual no quiere decir que no haya problemas y cuestiones para resolver. En eso la tiene mucho más difícil la heterodoxia que la ortodoxia. Los economistas nos entendemos. La ortodoxia tiene un libro de recetas que todos los que estamos en esta sala podemos deletrear: bajar salarios, ajustar el gasto, endeudarse con el extranjero, subir la tasa de interés, devaluar fuertemente la moneda para resolver los problemas de la balanza comercial y “dale que va”. Es un recetario muy sencillo, la panacea que resuelve todas las enfermedades, porque se aplica en toda circunstancia, sea en crisis o en prosperidad. Es la forma de paliar cualquier problema de cualquier economía del mundo. No hay que buscar un plan económico alternativo, porque de una u otra manera todos abrevan en lo mismo.
- Heterodoxia.
Las causas también son de manual: los salarios altos, el elevado gasto público, el Banco Central que no se rige por los dictados del sector financiero, los bancos que no tienen total autonomía, los capitales internacionales que no tienen una puerta giratoria para entrar y salir. Los problemas siempre se resuelven de la misma manera. En cambio, la heterodoxia la tiene más complicado porque no hay un recetario sino simplemente la realidad, los problemas concretos, y hay ideas claras sobre qué es lo que hay que defender. En este caso, está claro que no es ni más ni menos que la gente, el pueblo, los trabajadores, que son los que están indefensos, porque no pueden mudarse de donde viven, no pueden fugar sus capitales, no tienen negocios alternativos cuando viene mal la mano. Se quedan en la calle o les baja el salario, como ha sucedido hace muy poco tiempo en la economía argentina.
- Deuda.
Uno de los obstáculos fundamentales que tuvo la Argentina a lo largo del tiempo para sacar la cabeza y volver a crecer de manera sostenida es la deuda externa. La deuda externa, con su insoportable carga de interés, de capital y el roll over, un término técnico que ha traído tantas desgracias al país: cuando se vence la deuda, en lugar de pagarla hay que contraer nueva deuda para no pagarla. El resultado de eso es una bola de nieve que va creciendo sobre la base de refinanciaciones cada vez más desfavorables. El método de reendeudamiento o roll over, la calesita de los intereses y el capital, se llama usura, pero como es internacional se le pone otro nombre.
- Negocio financiero.
Si sostenemos al negocio financiero, los intereses de las finanzas nacionales e internacionales, estamos favoreciendo las enormes comisiones de los intermediarios. Por eso nos hemos peleado con buena parte del mundo financiero internacional, porque al dejar de endeudarnos perdieron clientes, y buenos clientes. Un país como la Argentina, que fue un megaendeudador serial durante cuarenta años, estaba dispuesto a entregar cualquier cosa que le pidieran para conseguir un dólar. Los que califican hoy a la Argentina son primos hermanos de los que le cobraban comisiones. Señores: se les acabó el negocio con la Argentina. No estamos para eso; estamos para otra cosa.
- Crisis internacional.
Según los especialistas más importantes del mundo, muchos de ellos norteamericanos, esta crisis es solamente comparable, en cuanto a su envergadura, con la de los años treinta. Aunque no hablemos de cuál fue más importante, sin duda es una de las mayores de la etapa capitalista. Por eso me parece anacrónico y desacertado decir que los desafíos de nuestro modelo económico hayan sido capitalizar un favorable “viento de cola”. Lo que estamos mostrando es que éste ha sido un modelo que se aprovechó para crecer con inclusión social de una época con una fuerte turbulencia internacional y de gran incertidumbre. Muchas veces esto ha sido camuflado por la prensa local que suele poner énfasis en las complicaciones de la política interna que tiene cualquier gobierno. Detrás de los problemas se esconden los logros y los méritos locales y detrás de eso se esconde la situación internacional. Me parece que invisibilizar la situación económica internacional es un hecho bastante relevante para la opinión pública local. Nosotros estamos convencidos de que nuestra política económica es muy acertada en tiempos en que el viento no es de cola sino de frente.
- Estados Unidos.
¿Cuál es la evolución de esta crisis? Permítanme hacer un comentario, porque hay escuelas enteras que lo están discutiendo, y esto tiene enorme importancia para nuestro país. Hay algunos que dicen que se acabó el imperio, que Estados Unidos perdió su hegemonía; no sé si lo escucharon. El resultado de la crisis que empezó en 2008-2009 significa, para algunos, que se movió el centro de gravedad del planeta, que China está desplazando a Estados Unidos. Nadie hablaba en aquel momento de Europa, porque la pretendían socia próspera de alguno de estos dos grandes bloques, pero algunas naciones europeas son hoy el chivo expiatorio de la crisis que empezó con Lehman Brothers. Esta idea de que China iba a ser la potencia que se iba a beneficiar de la crisis norteamericana, para quienes creemos que es una crisis del sistema, es una visión errada. Ahora vemos, con sorpresa, que Estados Unidos se está recuperando y está sellando un pacto de libre comercio con Europa. A mí, perdónenme, me hace acordar al Plan Marshall, salvando las distancias: un enorme plan de estímulo para la economía europea en problemas.
- Argentina frente a la crisis.
El haber fortalecido durante diez años la capacidad adquisitiva de los trabajadores y el consumo interno nos dio grados de libertad para no depender exclusivamente de lo que ocurría en el mercado mundial. Otra fortaleza central es justamente lo que nos han reprochado, que “nos caímos del mundo”. Decir eso es no tener un pensamiento profundo, es hablar como el muñeco del ventrílocuo, repitiendo lo que dicen las consultoras de los centros financieros internacionales, las calificadoras y los prestamistas mundiales. No nos hemos caído del mundo, sino que no hemos “ido al pie” para endeudarnos para sostener este modelo de crecimiento. No nos hemos endeudado para crecer; por el contrario, nos desendeudamos como nunca en nuestra historia. Hoy no somos esclavos de los movimientos internacionales de capitales.
- Expectativas y elecciones.
Yo creo que ése es el aspecto más llamativo del ciclo electoral: la cantidad de profetas de la derrota que nacen en los charcos de la podredumbre y proponen cambiar los parámetros fundamentales del modelo económico, pero cuando uno les pregunta un poco cómo lo harían, repiten esas cuatro recetas de la ortodoxia revestidas con ropaje heterodoxo: subir la tasa de interés, tranquilizar los aumentos de salarios y jubilaciones, moderar el gasto, pararla con la AUH y volver a endeudar al país. No se engañen. Discutamos las políticas, que es un grado superior del debate, más complicado, pero es lo que se puede ver: ese 7 por ciento de crecimiento anual acumulativo de estos diez años no es resultado del “viento de cola”, sino el resultado de una economía dirigida por una política que tiene objetivos y que está dispuesta a hacer lo que hay que hacer para que esos objetivos se cumplan.
Primero, saber qué piensa Kicillof, luego será tiempo de evaluar el resultado de su gestión al frente del Ministerio de Economía
Los cambios ministeriales profundizan el modelo
La presidenta Cristina Fernández retomó sus tareas con una gran vitalidad, que se evidencia en los cambios en el elenco ministerial. Apenas conocidos los nombres de los nuevos funcionarios, comenzaron a realizarse febriles especulaciones sobre las diversas políticas económicas que se implementarían.
Creo que con el recambio ha quedado más claro aún, como lo expresé en múltiples oportunidades, que en este modelo político, económico, social y cultural, no hay que estar pendientes de los nombres de los ministros, o a la espera de un plan que cambie significativamente los parámetros que se han venido construyendo durante la última década. Y las primeras declaraciones, tanto de la presidenta de la Nación como de los ministros, lo confirman.
Luego de la toma de juramento a los nuevos ministros, que coincidió con el Día de la Soberanía Nacional, Cristina Fernández comentó: "Hay que seguir profundizando el modelo, para que cada vez haya más argentinos incluidos y para que nunca más nadie pueda volver a arrebatarnos lo que nos corresponde por derecho a todos los argentinos." Si quedaban dudas, la presidenta desalentó cualquier especulación de cambios en el camino emprendido. Este concepto fue ratificado por los nuevos ministros, que hablaron de dar previsibilidad y certidumbre, y descartaron modificaciones bruscas.
La continuidad no indica que no haya tareas importantes por encarar, y estas han sido reconocidas. Con respecto a la situación del sector externo, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, expresó: "Vamos a proteger, a cuidar nuestras reservas. No vamos a destinarlas a asignaciones de carácter suntuario", buscando además incrementar las fuentes de ingreso de divisas, tesis que también confirmó el ministro de Economía, Axel Kicillof, a lo que agregó: "Tenemos reservas que han sufrido alguna baja pero están en niveles consistentes, muy fuertes; el tipo de cambio forma parte de un programa más integral y tenemos que generar más oferta de dólares" (Télam, 21/11/13). Ambos funcionarios comentaron explícitamente que se mantendrá la flotación administrada del tipo de cambio.
Dentro de esta defensa de las reservas, el pasado viernes el jefe de Gabinete envió al Parlamento un proyecto para gravar bienes suntuarios como autos de alta gama, embarcaciones y aeronaves.
La presidenta Cristina Fernández estableció grandes líneas de acción y reclamó un "compromiso democrático" a todos los partidos para "defender el trabajo, la industria nacional, la educación, la ciencia y la tecnología, la inversión en infraestructura" (www.presidencia.gob.ar). No es algo nuevo, ya está en marcha un diálogo entre los empresarios, los gremialistas y el gobierno para resolver temas de competitividad y empleo. Este diálogo también será parte de la estrategia para encarar la inflación, dado que Capitanich sostuvo que impulsará "acuerdos de precios" para protección de los salarios y los consumidores.
En coincidencia con Kicillof, el jefe de Gabinete comentó: "Vamos a estimular el sistema de negociación con todos los actores de la cadena de valor y vamos a hacer una evaluación muy detallada de la cadena de valor, para que ningún vivo se apropie del excedente ajeno, buscamos precios razonables y justos para el consumidor", (Ambitoweb, 21/11/13).
Congruente con la gestión de los precios de la economía, aparece el tema de las tarifas de los servicios públicos. Sobre esta cuestión, Capitanich expresó que se trabajará en el marco de una "política económica de amplia equidad social", basada entre otros puntos en tarifas de servicios públicos subsidiadas para que la "variación de precios" no afecte a los que "menos tienen". En el mismo sentido, Kicillof expresó, a modo de ejemplo de las políticas a mejorar, que "en algunas regiones del país, donde no hay gas de red y el precio de las garrafas es más alto que el pagado por quienes reciben el servicio por red", se genera una situación inequitativa por la cual "las regiones menos favorecidas pagan tarifas más altas". También se requiere llegar a aquellos que viven en las grandes ciudades pero que no tienen otra opción que utilizar garrafas.
En definitiva, las distintas expresiones conocidas hasta el momento indican que el plan de gobierno apunta a aplicar más profundamente la "sintonía fina" que ha propuesto Cristina, reviendo procesos, decisiones y mejorando los diagnósticos, para continuar mejorando el modelo. Sobre este tema, Capitanich expresó: "La profundización del modelo para nosotros no es ni más ni menos que generar las condiciones para garantizar el crecimiento de la economía, oportunidades de empleo y la preservación del poder adquisitivo del salario y, en consecuencia, el mejoramiento del mismo", una definición importante, que seguramente estará acompañada de una mayor precisión de los instrumentos y políticas que se utilizarán para ir avanzando en dicho rumbo.
Con respecto a la inflación, además del análisis y la estructura de los costos de las empresas formadoras de precios y de las cadenas de producción y comercialización, debe ponerse también el foco en otra variable esencial, que son las ganancias extraordinarias que obtienen muchas grandes empresas, y que es la que determina, en muchos casos, que los productos y servicios lleguen con elevados precios al consumidor.
Es también una oportunidad ideal para terminar con ese engendro de la "inflación del Congreso", para lo cual hay que dotar de confiabilidad a los índices, y el nuevo IPC nacional debería convertirse en un instrumento esencial en ese aspecto.
Además, es necesaria una reforma tributaria integral, que fomente la producción y mejore la distribución del ingreso, una herramienta valiosa también para enfocar el tema de precios, y que permita ir hacia un sistema que se sustente más en los impuestos progresivos, como ganancias y bienes personales, y menos en los impuestos sobre los productos, como el IVA, que impactan con mayor intensidad a las clases de menores ingresos.
El llamado al diálogo y a la responsabilidad de los dirigentes que realizó la presidenta sería un marco auspicioso para encarar una reforma fiscal profunda.
Con nuevo ministro de Agricultura, la importancia asignada al incremento de las reservas internacionales y el enfoque dado a las medidas para encarar la inflación, parece el momento propicio para ir pensando en la creación de entes o instancias que regulen la comercialización y coloquen precios de referencia, tanto en la etapa de producción, como monitoreando el precio que llega a los consumidores.
La necesidad de reducir el déficit energético es un verdadero desafío, imposible de encarar si no se hubiera reestatizado YPF, y a ello se ha referido Cristina Fernández al considerar necesario aprender del ejemplo de YPF, resaltando el buen desempeño de la empresa y la alta ganancia que está dando, en gran medida por reinvertir la totalidad de las utilidades. También expresó que para recuperar la soberanía energética "nos vamos a asociar en las condiciones más favorables para nuestro país con quien debamos asociarnos". Una definición importante, y que llama a reflexionar sobre la necesidad de una nueva ley de inversiones extranjeras, dado que actualmente está rigiendo la Ley N° 21.382, una norma de la dictadura reordenada por Domingo Cavallo en 1993.
Con las nuevas designaciones y propuestas se abre un panorama interesante para, a partir de la impronta de un Estado activo que regule la economía y otorgue los incentivos necesarios, seguir profundizando el crecimiento con equidad distributiva que ha caracterizado a la gestión kirchnerista.
“El cambio de Gabinete busca ordenar la gestión económica”
Entrevista al economista y periodista Alfredo Zaiat. “En una muestra más de que la conducción política es la que define la política económica, el Gobierno decidió los cambios en función a la elección de qué camino implementar”.
APU: En principio, ¿cómo analiza los cambios en el Gabinete y los primeros anuncios en materia económica?