El fantasma, o nuestra complacencia con la miseria planificada
“En la política económica de este gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
Rodolfo Walsh, Carta Abierta a la Junta Militar, 24 de Marzo de 1977
Gramsci en la Argentina
Antonio Gramsci (1891-1937) fue un revolucionario italiano que pagó con once años de cárcel, y salir de ella gravemente enfermo para morir seis días más tarde, por haber tratado de hacer una sociedad mejor. En esos once años encarcelado trató de explicarse por qué la gente piensa como piensa, cómo era posible que no se comprendiera la raíz represiva y antiobrera del fascismo. Cómo podían apoyarlos aquellos que iban a ser reprimidos por el gobierno de Mussolini. Para ello analiza y escribe, en un lenguaje cerrado, sus 32 Cuadernos de la cárcel, donde explica la hegemonía de los sectores dominantes, la conformación de un bloque hegemónico y la combinación en el sistema de dominación de la coerción y el consenso.
En este último punto sostiene que gracias a los medios y técnicas de socialización (medios de difusión masiva), se genera una falsa conciencia social (ideología), cuyas creencias y representaciones legitiman las acciones hegemónicas sobre el resto de la sociedad, dando paso a un conductismo de las clases subordinadas para lograr una cohesión social que permita la aceptación de los valores e intereses de los sectores dominantes como naturales y lógicos.
Nunca dejó de pensar
“Debemos impedir que este cerebro funcione por veinte años.”
Con estas palabras, brutales, se sintetizó el pedido de pena efectuado por el fiscal Isgrò en su alegato ante el Tribunal Especial Fascista que condenó a Antonio Gramsci (Ales, 1891-Roma, 1937) a la pena de 20 años, 4 meses, 5 días de reclusión y multa.