"El diario funciona aún como si Internet no existiera"
Umberto Eco tiene a la entrada de su casa de Milán el periódico de su pueblo (Alessandria, en el Piamonte), que recibe diariamente. Cuando le pedimos fotos de su juventud fue a una computadora, que es el centro borgiano de su aleph particular, su despacho, y encontró las que lo llevan al principio mismo de su vida. Todo lo hace con eficacia y buen humor, rápidamente; lleva en la boca el tabaco apagado con el que seguramente huye del tabaco.
Tiene una inteligencia directa, no rehúye nada, ni hace circunloquios. Acostumbrado a pesar las palabras, las dice como si le vinieran dadas por un ejercicio intelectual que tiene su reflejo en los pasillos superpoblados de esta casa que se parece al paraíso de los libros. Ya tiene 83 años; ha adelgazado: lleva una dieta que lo alejó del whisky y de otros excesos, así que muestra el estómago achatado como una gloria conquistada en una batalla sin sangre.