Consumir política. Dilemas latinoamericanos
I.
Yo consumo. El pueblo es una operación política, una invención, un conjunto de actores y ciudadanos, pero también es un universo de consumidores e individualidades que presionan sobre la política. Que están ahí, exigiendo ampliar sus posibilidades. La subjetividad posmoderna, la individuación y su vinculación con el consumo se han transformado en un problema electoral, y también político. Es un dilema para todos los gobiernos. El mercado -no solo en su dimensión compra-venta- se ha metido en la cama de la política. En los últimos años, el consumo fue incorporado como política pública: ampliar el mercado interno, el empleo, el salario, etc. Pero poco fue pensado como condición de la subjetividad posmoderna y global. Como práctica donde se realiza lo privado y una identidad vinculada a éste. El consumo es el territorio social de la diferenciación, la jerarquización y un indicador social del ascenso. El momento de lo privado que acecha a lo público. El ciudadano-consumidor es un voto en sí mismo.
Todos somos consumidores
Al momento de cobrar el sueldo limpio quedamos absolutamente expuestos a las reglas del juego del mercado, que opera desde mucho antes. Cuando nuestro hijo nos pide ir al McDonald’s a comer hamburguesas para tener la “Cajita Feliz” con un muñequito de Alex el león, Marty, la cebra o Gloria, la hipopótamo, se completa un circuito que comenzó años atrás, con muchos dibujantes y diseñadores, creando los personajes de la película Madagascar.