Tierra del Fuego: entre el paraíso turístico, la ganadería y la organización socioambiental
La provincia más austral del país no escapa a la lógica nacional: disputa por la tierra, políticas extractivas y comunidades locales que plantean otras formas de desarrollo. De la producción vacuna y ovina a la incipiente agroecología; de la explotación petrolera y los agrotóxicos a la defensa del mar y la vida. Radiografía agropecuaria y ambiental.
Tierra del Fuego es la más joven de las provincias argentinas. Tiene ese estatus desde 1991. En ese corto tiempo, las diferentes gestiones hicieron todo lo posible para repetir y en algunos casos multiplicar los problemas e inconvenientes que tienen las provincias del territorio continental: el extractivismo, los agrotóxicos, el descuido del medioambiente y otros males de estos tiempos no están ausentes en debates, preocupaciones y proyecciones de fueguinos y fueguinas a la hora de pensar en el futuro de la isla.
También crecen en número y organización quienes defienden el ambiente en esta parte del planeta y aparecen intentos por cambiar la lógica de producción de alimentos, comprometiéndose con la soberanía alimentaria y la producción local. Los usos y costumbres del sector productivo también fueron mutando en este tiempo. Luces y sombras de un territorio que parece lejano, pero que está muy cerca.
Del arraigo al cuidado
A Tierra del Fuego la separan unos tres mil kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, transitando por la Ruta Nacional 3, pero “la isla” tiene la particularidad de ser la única provincia argentina que no está conectada con el resto del país de manera directa. Para llegar hasta el territorio continental, o para ir desde cualquier otro punto de la Argentina hasta el territorio fueguino, se deben cruzar cuatro fronteras, ingresar y salir de Chile, cruzar el estrecho de Magallanes en barcaza y encomendarse a los buenos vientos para no quedar varados por ráfagas que, muchas veces, superan la intensidad máxima indicada para la navegación.
Esa distancia, el clima particular de la provincia, su condición insular y las políticas decididas desde aquella lejana “capital federal” —tan unitaria las más de las veces— condicionaron siempre la producción, el consumo y la vida misma de fueguinos y fueguinas, quienes fueron poblando el territorio llegando muchas veces desde lejanas latitudes, en búsqueda de un mejor pasar económico.
Décadas atrás, la inmigración se dio gracias a la Ley de Promoción Industrial, que sirvió para multiplicar las plantas fabriles y las posibilidades de conseguir trabajo, sumado esto a los salarios más generosos, que servían para afrontar el costo de vida más alto que se tiene en la zona y alcanzaban para algún ahorro con la perspectiva de, luego de unos años, “volverse al norte”.
Pero desde hace ya un buen tiempo el arraigo le va ganando al desarraigo y las familias fueron encontrando su “lugar en el mundo” en esta gélida, ventosa, pero contenedora isla de cielos grandes, amplias mareas y enormes desafíos. Así, los niños tienen abuelas y abuelos en la provincia, las casas tienen árboles y la gente identificación, amor y compromiso por este suelo, que ya sienten como muy propio. Tal vez por esa nueva relación entre algunos sectores de la comunidad con su suelo, con el mar, con las montañas, los amaneceres y los atardeceres que tiene esta parte del planeta, fueron surgiendo organizaciones y grupos de personas que se organizan para defender el territorio que eligieron para permanecer y proyectarse. En ese trayecto también hubo transformaciones en el sector agropecuario, atendiendo a veces a las necesidades y otras veces condicionados por las circunstancias.
Tierra del Fuego: de la oveja a la vaca
La provincia tiene una población que ronda los 250 mil habitantes, repartidos casi por mitades entre las ciudades de Ushuaia y Río Grande, ésta última supera a la capital fueguina por algunos miles, y unos 10.000 restantes se encuentran radicados en la localidad mediterránea de Tolhuin.
Sin embargo, a pesar de las grandes extensiones de territorio despoblado y de las tierras pertenecientes a diferentes estancias, cercanas sobre todo a la ciudad de Río Grande y que se encuentran improductivas, el costo de los terrenos arranca en los 10.000 dólares y un alquiler promedio tiene un valor mínimo de 450 mil pesos para una familia tipo, con precios mucho más altos en la ciudad de Ushuaia.
Las estancias que ocupan un gran porcentaje del territorio en la provincia se dedican casi exclusivamente a la cría de ganado, en mayor porcentaje bovino que ovino, sin avanzar en otro tipo de producción como podría ser la frutihortícola a través de la producción en viveros u otras modalidades que sí utilizan los pequeños productores.
Según datos sistematizados en el libro "La Argentina agropecuaria vista desde las provincias" (de la Cátedra Libre de Estudios Agrarios Eduardo Giberti), en Tierra del Fuego el 40 por ciento de las explotaciones agropecuarias cuentan con bovinos, 36 por ciento con equinos, 29 por ciento con ovinos y 23 por ciento con porcinos.
En cabezas de ganado, se destaca la participación de los ovinos con 87 por ciento del total de animales, seguido por los vacunos. En base a los censos agropecuarios, a principios del siglo XX se contaba con 1.400.000 ovinos, pero desde la década de 1990 se mantiene en un valor cercano a los 800 mil. Sin embargo, lo que ha ido cambiando es la participación de las especies: los ovinos han decrecido y han aumentado los bovinos.
De acuerdo a los datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), la mayor cantidad de los ovinos (89 por ciento) se encuentra en manos del 21 por ciento de los establecimientos (los más grandes).
La actividad ovina ha perdido presencia tanto en cabezas como en cantidad de explotaciones en las que se encuentran. Al observar los resultados por región, se evidencia que prácticamente desaparecieron de la región de cordillera durante el período 1986-2010, con una reducción del 91 por ciento del stock. Mientras que en la región de Ecotono (zona de transición de estepa y bosque) fue del 48 por ciento. La caída se relaciona en la primera región con el aislamiento de los establecimientos, la ausencia de un servicio marítimo que asista a los ubicados a lo largo de la costa atlántica, la baja progresiva en la rentabilidad de la lana y, finalmente, la problemática de los perros asilvestrados (que perdieron su estado doméstico y atacan a los animales de cría). Por ello, se optó por reemplazar a esta especie con bovinos, en búsqueda de otras alternativas productivas.
Superficie, regiones y características
La provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur se encuentra situada en el extremo más austral del continente americano y tiene una superficie total de 1.002.445 kilómetros cuadrados. El ambiente evidencia cambios significativos en distancias relativamente cortas, en relación al relieve, vegetación, suelos y clima. Las precipitaciones aumentan de norte a sur, desde 280 milímetros anuales (en Cabo Espíritu Santo) a 550 (en Ushuaia). La altura sobre el nivel del mar aumenta en el mismo sentido y levemente de este a oeste. Las temperaturas descienden de norte a sur, con excepción de las áreas cercanas al Mar Argentino y Canal Beagle, con una media anual de 9,4 grados centígrados y 1,9 de mínima.
El libro de la Cátedra Giberti —el capítulo sobre la provincia fue realizado por Enrique Livraghi, Emiliano Spontón, Graciela Preda, Marcelo Pérez Centeno y Mercedes Ejarque— señala que se reconocen tres áreas agroecológicas principales: la Estepa Magallánica Fueguina, el Ecotono y la Cordillera o Complejo Andino Fueguino, cada una de ellas con características y posibilidades de producción particulares.
Aproximadamente la mitad de la superficie total de la isla grande es la que ocupan los establecimientos ganaderos en su conjunto, mientras que el otro porcentaje lo conforman áreas improductivas desde el punto de vista pecuario, es decir montañas, ríos, lagos, lagunas y turbales.
Según el último Censo Agropecuario (2018), la superficie destinada a la producción agropecuaria es de 1.080.729 de hectáreas, con una reducción en 91.018 (ocho por ciento) con respecto al censo de 2002. En parte dicha reducción podría explicarse por la creación del Área Natural Protegida, denominada Reserva Corazón de la Isla, en la zona centro de la provincia que antiguamente incluía varios establecimientos dedicados a la ganadería.
Río Grande y la cuestión alimentaria
Hasta no hace mucho tiempo atrás era impensado conseguir carne vacuna en Tierra del Fuego que no fuera congelada (por la falta de producción en la zona) y mucho menos verduras. La producción bovina se fue desarrollando por la decisión de algunos estancieros de reemplazar ovejas por vacas, a raíz del ataque de perros asilvestrados a ovejas y corderos, un flagelo que se fue desarrollando en los últimos años, y luego algunos esforzados productores locales, mediante la construcción de pequeños viveros, se animaron con las primeras producciones de vegetales.
Los últimos datos registrados señalan que, en el año 2002, según el censo realizado en ese momento, la provincia contaba con 522.276 cabezas de ovinos. En tanto el registro de 2018 arrojó una cifra de 339.877; con una reducción del 35 por ciento. En el caso de los bovinos, en 2002 se contabilizaron 29.038 cabezas, mientras en el año 2018 la suma llegó a 36.060, un crecimiento del 24 por ciento.
Francisco “Pancho” Barría es uno de los 300 productores que cultivan en las numerosas chacras instaladas en la margen sur del río, en un terreno de 5000 metros cuadrados. Contó que inició su tarea con siembra al aire libre “como hacían los que nos precedieron, los pioneros”.
“No soy el primero que estoy trabajando en esto. Los pioneros de acá todo el tiempo manejaron su huerta de una forma espectacular. Si bien, es cierto, las semillas por ahí no las ponían muy en práctica, pero sí trabajaban con la huerta, con los recursos que tenían, porque no había invernadero”, repasó.
Hoy produce 24 variedades de papas, acelgas “de tamaños espectaculares”, ruibarbo para producir dulce, coliflores, distintas aromáticas, albahaca y una gran variedad de flores y frutas; en una tarea que asombra a quienes se acercan hasta su chacra; donde además cría porcinos.
Barría se enorgullece de tener una producción “totalmente ecológica que ayuda a una alimentación saludable para nuestros vecinos y vecinas, algo que cada día se valora más como también se destaca la importancia del compre local”.
Con el tiempo, el Estado fue echando una mirada a los esforzados agricultores. El municipio de Río Grande, desde hace cuatro años, desarrolla políticas que intentan incentivar a los productores locales de alimentos y promueve la “soberanía alimentaria” en la zona. En ese marco, se viene acompañando a los productores con financiamiento, con la instalación de ferias periódicas y con puntos de ventas sostenidos por el Municipio.
Según el subsecretario de Desarrollo Productivo y Planificación de Río Grande, Facundo Armas, en el último tiempo 50.000 pollos fueron faenados y comercializados con el Programa RGA Alimentos. También comentó el funcionario que “la temporada pasada se entregaron miles de plantines de 20 variedades de verduras y frutos, a 230 productores de la zona sur de la ciudad”.
Por otra parte, el Municipio asiste a 300 productores con sus programas de fomento productivo, en los sectores frutihortícola, porcino, avícola y pesca artesanal. Según el funcionario, con la incorporación de tecnología y en un trabajo en conjunto con el INTA, se lograron pariciones de animales en época invernal. Señaló que esta temporada se implementará, junto con el INTA y el Senasa, el “sello avícola” que va a permitir que todos los productores de huevos de Río Grande cumplan con requisitos sanitarios y productivos básicos para la comercialización de este producto en las distintas ferias. Y destacó la decisión de impulsar un mercado dedicado a la venta de productos locales en el centro de la ciudad, denominado “Mercado Municipal de Productores Locales Fénix”.
Pesca artesanal
La pesca es todavía una materia pendiente para la comunidad fueguina, más allá del esfuerzo de algunos pescadores artesanales que ofrecen róbalo o pejerrey en la zona norte de la provincia, como así también capturan centolla en la zona sur. Es una actividad que debería tener un mayor acompañamiento, tanto financiero como de capacitación y asistencia, para aquellos que lo realizan gracias al propio esfuerzo.
Mientras las fotografías de grandes pesqueros de distintas banderas se ven invadiendo y saqueando el Mar Argentino en horarios nocturnos, la provincia no termina de desarrollar una actividad que podría ser rentable para los emprendedores locales y generar puestos de empleo.
Petróleo, agrotóxicos e incendios
Entre los grupos humanos que defienden el ambiente se encuentra la organización socioambiental Manekenk. Su referenta, Nancy Fernández, evaluó que Tierra del Fuego está “bastante mejor” en términos ambientales que otras provincias, dado que tiene “una comunidad bastante movilizada y hay un Poder Ejecutivo, en este momento, que es receptivo a los reclamos”.
Aunque señaló que hay iniciativas con las que no acuerdan: “Por ejemplo, el programa de hidrógeno verde. Es un proyecto tiene que ver con el modelo extractivista”. Por otra parte, refiriéndose al proyecto que tiene el Grupo Mirgor, de construir un puerto al norte de la ciudad de Río Grande, advirtió que se trata de “una zona de área protegida, preocupa”.
Respecto al incremento de las exploraciones offshore y el sostenimiento de la industria petrolera en Tierra del Fuego, afirmó que se trata de “una industria que está bastante arraigada”, pero a la vez dijo que “la comunidad es un tanto indiferente acerca de las consecuencias ambientales que acarrea”. En ese mismo sentido, remarcó que la provincia recibe muchos beneficios de la industria petrolera y “quizás por eso no se ha cuestionado mucho su producción”.
En otro pilar del modelo extractivo, destacó también la planta de agrotóxicos que existe en el ingreso a Río Grande: Tecnomyl, que produce glifosato y atrazina. “Venimos analizando la posibilidad que la provincia prohíba la fabricación de agroquímicos, que son productos altamente dañinos para los pueblos del norte y que se fabrican en Río Grande”, señaló.
De la planta de agroquímicos, poco se sabe en la comunidad fueguina, de los controles sobre ella, menos aún.
Otro aspecto relevante son los incendios forestales. “Son de los problemas más riesgosos que tiene nuestra provincia, por la extensión y la importancia de nuestros bosques”, graficó. Después de casi diez años de no padecer ningún incendio forestal de gran envergadura, Tierra del Fuego sufrió uno de los incendios más grandes en la historia durante el verano pasado (2022-2023), con más de 10.000 hectáreas arrasadas.
Fernández denunció el “escaso apoyo que las causas ambientales reciben del Poder Judicial”. Aseguró que hubo “numerosas acciones judiciales que se han llevado a cabo, denuncias civiles, denuncias penales, amparos por intereses difusos, amparos por protección de los bienes comunes y la justicia nunca ha respondido a la altura de las circunstancias y no ha actuado con la celeridad que debería actuar”.
A modo de ejemplo señala que, sobre el incendio de hace más de un año, ni siquiera hay imputados.
La comunidad costera más sureña
En pleno crecimiento se encuentra la Asociación Comunidad Costera de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur (AeIAS). La organización es parte de la Red de Comunidades Costeras, nació en Ushuaia y todos los días 4 de cada mes se manifiestan tanto en la capital fueguina como en Río Grande en rechazo a la explotación petrolera offshore que se implementa desde hace más de tres décadas en la provincia y que se profundizará con la concreción del denominado “Proyecto Fénix”, que encarnan la petrolera francesa Total, la alemana Wintershall y la local Pan American Energy.
Se trata de un proyecto de explotación, por la vía de perforar tres pozos, construir una plataforma y tender un gasoducto a otra plataforma. Tiene relación con una ampliación de los permisos que tiene la compañía y el año pasado le extendieron las concesiones de la formación hasta el 2041.
En medios nacionales y prensa especializada la iniciativa siempre aparece relacionada con una inversión de unos 750 millones de dólares. Pero existen grandes dudas respecto de la mano de obra efectiva que pueda generar la puesta en funcionamiento de la plataforma, que por estos días ya llegó a la provincia. Sobre todo mano de obra local, que por lo general se ocupa en un porcentaje mínimo y es uno de los grandes reclamos que tiene el sector.
Carla Wichmann, integrante de la Asociación Comunidad Costera de Tierra del Fuego, indicó que por la adecuación a las nuevas reglamentaciones, hubo una convocatoria a una audiencia pública muy limitada, donde solo se pudo dejar comentarios “y no mucho más”. Pareció solo un paso burocrático para intentar evitar una posterior judicialización.
Señaló que cuando hablan de la lucha contra el extractivismo en la provincia rápidamente acude el recuerdo de lo que fue, hace veinte años, la resistencia y el triunfo contra la empresa norteamericana Trillium Corporation (hoy Lenga Patagónica Sociedad Anónima), que pretendía explotar más de 77.000 hectáreas de bosque subantártico para convertirlo en aserrín. Wichmann recordó que también se trataba de una autopista que atravesaba bosques milenarios, mientras arrasaba con sitios arqueológicos y ecosistemas irrecuperables.
El triunfo más reciente se dio contra las salmoneras durante el 2021. La sociedad salió al cruce del intento de instalar una salmonera en la costa del Canal Beagle y se logró el pronunciamiento de figuras del ámbito internacional, inclusive de muchos reconocidos chefs. “La comunidad dijo sí a estas peleas y el ambientalismo en la provincia no es una novedad, no es una moda, tampoco es ecofascista, como algunos funcionarios quieren hacer creer. El ambientalismo en la provincia es parte de la identidad fueguina”, aseguró la integrante de la Comunidad Costera de Tierra del Fuego (AeIAS).
“Esta comunidad tiene identidad y tiene memoria. Esta comunidad no acepta la fragmentación impuesta por este modelo en donde el mar es una cuadrícula y la montaña una conquista”, graficó.
Tierra del Fuego: debates y encrucijadas
Una de las primeras imágenes que reciben los viajeros cuando ingresan a la provincia por tierra es la de la planta de Tecnomyl, la firma productora de agrotóxicos que está muy cerca de la ciudad de Río Grande. La imagen que se llevan quienes llegan al extremo sur de la isla es la de Península Mitre, una zona de maravillosos paisajes, con bosques prístinos y que fue declarada área protegida recientemente. Una dicotomía similar parece atravesar el futuro de la isla y sus habitantes.
El gobernador Gustavo Melella impulsa proyectos que son cuestionados por buena parte de la población: el nuevo puerto de Río Grande, la plataforma Fénix (que viene a profundizar y desarrollar la cuestionada explotación petrolera offshore), una planta petroquímica y otra de hidrógeno verde.
La provincia es joven, pero el territorio tiene una historia mucho más larga; donde los pueblos ancestrales de la región —como los Selk' Nam, Haush y Yaganes— supieron convivir, disfrutar y honrar esta parte del planeta, en la cual la hostilidad del clima y la insularidad no fueron impedimento para ser felices y perdurar en esos fuegos que hoy encienden aquellas y aquellos que se van multiplicando alrededor de la necesidad de defender el ambiente en esta maravillosa isla fueguina. No hace mucho tiempo se le pudo poner un freno a las salmoneras, un buen precedente que incentiva para lo que se viene.
Margarita Maldonado, integrante de la comunidad Selk´Nam, explicó que por estas cuestiones vienen siguiendo “una huella, sin parar un día, porque siempre estamos trabajando por la cultura y la identidad de nuestro pueblo, ya que los derechos se ejercen, no se mendigan”.
Advirtió que “se habla mucho de extinción, de que somos un pueblo extinto” y rechazó ese concepto. “Muchas cosas fuimos recuperando, fuimos reconstruyendo y las seguimos transmitiendo. No somos los dueños de la verdad, pero es nuestra historia. Sabemos que estamos invisibilizados, pero tenemos gente y docentes que nos están acompañando; también hay otros a los que les molesta que queramos ocupar nuestros espacios y apuestan al etnocidio. Sin embargo, acá estamos”, aseveró la integrante del Pueblo Selk' Nam. En ese camino, el debate acerca de las formas de producción que deben implementarse en la provincia también deben tener un espacio importante en la agenda.
Tal vez sumando organización al optimismo, al compromiso, a la fuerza y la perseverancia esté la clave para comenzar a recuperar saberes ancestrales y construir otras realidades desde abajo, en estos tiempos en los cuales desde arriba llueven complicaciones y perjuicios para los que menos tienen. En esta encrucijada que se presenta en el país, Tierra del Fuego tampoco es una isla.
Agencia Tierra Viva - 15 de febrero de 2024