¿Qué nos dicen las elecciones municipales brasileñas?

Pablo Stefanoni

El domingo pasado, Brasil celebró elecciones municipales y la ciudad de San Pablo fue el centro de las principales batallas. Los comicios mostraron la supervivencia del centrão, la expansión del campo conservador y la incapacidad de Luiz Inácio Lula da Silva para darle un nuevo impulso al Partido de los Trabajadores (PT).

Las elecciones municipales en Brasil dejaron ver una limitada capacidad de atracción del Partido de los Trabajadores (PT) y del propio presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, con pobres resultados en las grandes ciudades y en algunas zonas emblemáticas de la izquierda. El ex-presidente Jair Bolsonaro logró inclinar la balanza en varias ciudades en favor de los candidatos conservadores, pero aún así los partidos tradicionales mostraron resistencia en los territorios, debido a la fuerza de sus aparatos y sus pactos ultrapragmáticos.

En esta entrevista, la politóloga Esther Solano da algunas claves de lectura de los resultados. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de São Paulo, pone el foco en la emergencia del posbolsonarismo, como una identidad conservadora más amplia que depende solo parcialmente del ex-mandatario.

Empecemos por San Pablo, la joya de la corona de la elección municipal brasileña, ¿qué nos dice el empate entre el actual alcalde, Ricardo Nunes -apoyado con poco entusiasmo por Bolsonaro- y el candidato de izquierda Guilherme Boulos, apoyado por Lula, que irán a segunda vuelta y dejaron en tercer lugar al outsider Pablo Marçal?

San Pablo representa fundamentalmente lo que estamos llamando un nuevo momento del posbolsonarismo o las nuevas reconfiguraciones de la extrema derecha en Brasil. A escala nacional, pero sobre todo en San Pablo, ha quedado cristalizada una división de la extrema derecha en dos grupos: uno más sistémico, representad por Ricardo Nunes (del Movimiento Democrático Brasileño pero apoyado por Bolsonaro), y sobre todo por la gran figura encarnada por el gobernador Tarcísio de Freitas, que está más cerca de la derecha tradicional, y se muestra como más proestablishment y menos rupturista, y otro grupo más disruptivo, como el de Pablo Marçal -un gurú de autoayuda personal-. Una figura que está más cerca del influencer, con una campaña muy autonomizada del bolsonarismo y de su líder, pero que mantiene una serie de tópicos de este movimiento, como la denuncia del Estado corrupto, la defensa de la «libertad», el emprendedorismo y la meritocracia. Esto encarna un bolsonarismo más nuevo y seductor, una suerte de posbolsonarismo.

Del lado de la izquierda, Guilherme Boulos -del Partido Socialismo y Libertad, que tiene el apoyo de Lula- ha tenido un buen desempeño, pero ahora le cuesta mucho salir del voto de izquierda ya fidelizado. De manera general, su candidatura enfrenta una dificultad más amplia de la izquierda para lidiar con las nuevas subjetividades -muchos jóvenes han votado por Marçal- pero también con cuestiones concretas de la vida cotidiana, de la administración de la ciudad.

De manera general el PT tuvo un mal resultado -sobre todo en las grandes capitales- pero mejoró el de 2020. La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann dijo que es un partido en reconstrucción. En Río de Janeiro ganó el candidato apoyado por Lula, el actual alcalde Eduardo Paes, pero se trata de un centrista pragmático, que pasó por infinidad de patidos... ¿cómo lo ve?

Es verdad que el resultado del PT no ha sido bueno, sobre todo considerando que Lula está en el poder. Y más aún: que Lula está en el poder con un gobierno que está funcionando bastante bien. Entonces esto vuelve al resultado más dramático, porque el PT debería haberse podido beneficiar de ello. 

Un elemento es que la figura de Lula no tiene la misma fuerza de movilización que antaño; hoy representa más la gramática del pasado que la del futuro. Paradójicamente, aunque los conservadores miran hacia el pasado, están logrando proyectar la idea de «otro Brasil», con cierta perspectiva refundacional. Luego hay cuestiones más terrenales, como la seguridad pública.

Pero entre los ganadores están los partidos tradicionales: el famoso centrão, ultrapragmático y corrupto pero con mucha capilaridad territorial. Y por otro lado, el bolsonarismo, que lleva fundamentalmente la fuerza ideológica, la «lucha por los valores», etc. El Partido Liberal (aliado a Bolsonaro) ha crecido sustancialmente.

La izquierda no mostró ni la capilaridad territorial del centrão ni la fuerza ideológica del bolsonarismo. Esto explica en parte el resultado.

Al Partido Liberal de Bolsonaro le fue mejor pero tampoco tan bien... ¿resistieron mejor los partidos tradicionales, como el Partido Social Democrático (PSD) y el MDB? 

Al PL le ha ido bien pero, en efecto, no tan bien como esperaba. No ha ganado las mil municipios que pensaba. El resultado muestra que a escala local hay, en la política de lo cotidiano, un cierto agotamiento de la polarización -a veces un tanto abstracta o vacía- que se ve en el plano nacional, de ahí el buen resultado de los partidos tradicionales. La segunda vuelta en San Pablo sin duda se va a nacionalizar y Lula y Bolsonaro aparecerán más. Habrá que ver la potencia de esa nacionalización polarizante. 

¿Qué papel jugaron Lula y Bolsonaro en la campaña?, ¿los resultados nos dicen algo sobre los liderazgos nacionales?

Bolsonaro ha estado presente en algunos lugares y fortaleció candidaturas en el norte y el nordeste, pero fracasó en Río de Janeiro, donde su candidato, Alexandre Ramagem, no ha logrado pasar a la segunda vuelta. Por su parte, Lula ha estado en general poco presente.

En cuanto a los liderazgo nacionales, la elección nos dice que Bolsonaro -inhabilitado por la justicia- no está tan muerto políticamente como algunos anticipaban. Ha mostrado capacidad para llevar a una segunda vuelta a candidatos que habrían sido insignificantes sin su apoyo. Como representación del Brasil conservador, Bolsonaro está bastante vivo.

Lula ha demostrado una influencia muy limitada. El PT ha perdido en lugares muy simbólicos como el Gran San Pablo -el cinturón metalúrgico que ya venía perdiendo-, ciudades como Araraquara, gobernada por un cuadro histórico del PT, donde ganó el candidato bolsonarista -allí jugó fuerte el ex-presidente y su esposa- y está en disputa el Nordeste. El hecho que en varias de las ciudades nordestinas el PL haya pasado a la segunda vuelta muestra el desafío a la identidad lulista en estos bastiones del PT.

 

Fuente: Nueva Sociedad - Octubre 2024

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