Jack Abramoff, apogeo y caída del gran lobbista de Washington
A Jack Abramoff le gustaba tomar diálogos de El Padrino cuando planificaba con sus colegas lobbistas la siguiente conquista. Su actuación favorita consistía en imitar a un frío Michael Corleone respondiendo a un político corrupto que le exigía una tajada de las ganancias de la mafia en el juego: "Senador, puedo contestarle ahora mismo. Mi oferta es: nada."
La anécdota da una idea de cómo se veía Abramoff a sí mismo - el poder entre bambalinas, el titiritero capaz de mover los hilos de los funcionarios en lugares clave, el empresario que construía un imperio internacional de casinos. Abramoff es el protagonista de lo que podría llegar a ser el escándalo de corrupción parlamentaria más grande en generaciones. Los fiscales los están presionando a él y a sus abogados para que se definan en cuanto a las acusaciones de estafa y soborno. Si no logra un acuerdo, será juzgado el 9 de enero en Florida.
Una reconstrucción del ascenso y la caída del lobbista demuestra que fue un negociante ingenioso capaz de urdir planes que aprovechaban la maquinaria de la administración pública y violaban las normas para hacer negocios en Washington, a veces para clientes pero la mayoría de las veces para satisfacer su propio deseo de riqueza e influencia.
Abramoff (47) tenía ambiciones desmesuradas. Abrió dos restaurantes cerca del Capitolio. Compró una flota de barcos-casino. Produjo dos películas en Hollywood. Ha sido un generoso benefactor en su comunidad judía ortodoxa e inauguró una escuela religiosa para varones en Maryland. El estilo avasallador de Abramoff chocaba con el de Washington, culturalmente conservador, pero muchos se sintieron atraídos por su vitalidad y su dinero. Reunía decenas de millones de dólares de los juegos. Sus restaurantes y sus plateas preferenciales siempre estaban repletos de abogados y colaboradores que viajaban con él en avión para jugar al golf en Escocia y la isla de Saipan, en el Pacífico.
Abramoff ofrecía empleos y otros favores a personal del parlamento y a funcionarios del ejecutivo. Promovía a sus propios socios a cargos públicos, desde los cuales éstos a su vez podían ayudarlo. Un cuarto de siglo atrás. Abramoff, junto con el defensor de los recortes impositivos, Grover Norquist, fue promotor de la revolución de Reagan. Ambos organizaron los campus universitarios de Massachusetts en las elecciones de 1980 para ayudar a Reagan a ganar en el estado. Luego se trasladaron a Washington y lograron tomar el College Republicans y lo transformaron en un grupo activista de derecha.
Con la ayuda de Norquist, Abramoff se aseguró un lugar destacado en el equipo de transición para el Departamento del Interior cuando George W. Bush fue electo presidente en 2000. A comienzos de 2003, sus negocios privados empezaron a descontrolarse. Su academia religiosa gastaba todos sus ingresos y los restaurantes perdían dinero. Pero además, Abramoff tenía un problema que muy pocos conocían. Junto con otro viejo amigo había comprado en el año 2000 una flota de barcos-casino en Florida por U$ 147,5 millones. Para 2004, el emprendimiento estaba en quiebra y los dos hombres fueron demandados por los prestamistas por U$ 60 millones en garantías de créditos, acusados de falsear una transferencia por los U$ 23 millones que habían prometido poner en el negocio.
Los problemas legales de Abramoff hacen peligrar las carreras de muchos colegas y aliados políticos. Fuentes allegadas a la investigación afirman que unos seis abogados están siendo investigados, junto con colaboradores del Parlamento, ex socios y funcionarios.
Abramoff comenzó el año pasado a vender bienes, y ha dicho que es insolvente. Enfrenta la posibilidad de una larga condena a prisión y multas financieras considerables. Docenas de legisladores - que recibieron viajes, entradas a eventos deportivos y conciertos gratis- están devolviendo contribuciones de campaña realizadas por Abramoff y lo denuncian por estafador y sinvergüenza.