Aquel diciembre negro del 75
La sublevación de la Fuerza Aérea el 18, y el ataque al arsenal de Monte Chingolo, el 23, por la guerrilla guevarista del ERP, fueron hitos que abonaron el camino hacia una tragedia.
Fuente: Clarín
Hace exactamente treinta años la Argentina comenzaba el camino hacia una tragedia. Diciembre de 1975 fue, quizás, el mes más cruel de ese año tremendo. Un año tapizado de muertos por la violencia política, de crisis económica y de conspiraciones militares para derrocar a María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel, viuda del general Perón, que ejercía el Gobierno con una obstinación inversamente proporcional a su aptitud como Presidenta.
Diciembre de 1975 fue hijo, tal como se ve a la luz de la historia, de numerosos heraldos negros. La crisis económica había forzado una megadevaluación y un ajuste salvaje- conocidos como Rodrigazo ya que así se llamaba su creador, Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón- que ocasionó un incremento de la puja distributiva- los trabajadores participaban del 50 por ciento del PBI, el porcentaje más alto del capitalismo por entonces- por parte de los sindicatos y los empresarios que desquició las relaciones sociales ya atormentadas por la violencia política.
Eran tiempos en que reinaba la organización terrorista de ultraderecha Triple A- fundada por el secretario privado de Perón e Isabel y ministro de Bienestar Social de Isabel, José López Rega- que sembraba las calles con los cadáveres de los opositores. Tiempos en que muchos civiles se armaban- la mayoría jóvenes universitarios, obreros y empleados- y se alistaban en las filas de la guerrilla guevarista conocida como Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) o en las filas de la guerrilla peronista Montoneros. Esas guerrillas combatían con matices, pero juntas contra el Gobierno de Isabel. El peronismo estaba cruzado por una furia ciega entre sus fracciones de izquierda- representada por la Juventud Peronista (JP) y Montoneros- y de derecha, integrada por los dirigentes históricos del PJ y por su rama sindical dirigida por la CGT. Eran tiempos de ortodoxia versus revolución. De "la patria peronista" versus "la patria socialista." El ERP, liderado por el contador santiagueño Mario Roberto Santucho, era marxista. Su objetivo manifiesto era "combatir a las Fuerzas Armadas y a las empresas imperialistas". El poder a destruir estaba en los cuarteles. Consideraban al Ejército como el sostén principal de cualquier régimen dictatorial "anticomunista y antiobrero".
El Ejército, en tanto, hacía honor a la tradición golpista. Ante la crisis política y económica, el Gobierno isabelino impulsó dos decretos tremendos que legalizaban la participación de los militares en "el aniquilamiento del accionar subversivo", que se transformaría rápidamente en el exterminio de los opositores armados y desarmados. La condición que pusieron las Fuerzas Armadas para que esta orden del Gobierno se cumpliera fue que la jefatura del Ejército recayera en el general Jorge Rafael Videla. Junto a su nominación como jefe del Ejército, se produjo también la de Emilio Massera al frente de la Marina. Los empresarios más encumbrados saludaron esa avanzada militar. Nucleados en el CEA (Consejo Empresario Argentino) y liderados por José Alfredo Martínez de Hoz creían que se debía reformatear el país, empezando por modificar una "insostenible" distribución del ingreso. La presión internacional- tanto para que la Argentina se transnacionalizara y tomara deuda externa como el apoyo estadounidense a los regímenes militares anticomunistas en tiempos de la Guerra Fría- hacía posible la saga golpista.
En octubre de 1975, Videla lanzó lo que se consideró el primer ultimátum contra el gobierno de Isabel. En la Conferencia de Ejércitos Americanos en Montevideo: "Si es preciso, en la Argentina deberán morir todas las personas que sean necesarias para lograr la paz del país". La necesidad de completar una cúpula manifiestamente a favor de un golpe militar de nuevo tipo- con un sistema represivo basado, como se vio luego, en la existencia de miles de desaparecidos y 590 centros clandestinos de detención- promovió una avanzada sobre la Fuerza Aérea, entonces dirigida por el brigadier Héctor Fautario, para que esta arma se plegara al golpe en marcha contra Isabel. Esto surge de documentos desclasificados del Departamento de Estado de los EE.UU. sobre ese período de la Argentina, en base a informes enviados por el entonces embajador estadounidense en Buenos Aires, Robert Hill. Así, el 18 de diciembre de 1975, un sector de la fuerza aérea- ultranacionalista-, comandado por el brigadier Orlando Capellini se sublevó y exigió la renuncia de Fautario y la de Isabel. Luego de varios días de negociaciones, los sediciosos se rindieron no sin haber logrado que el brigadier Ramón Agosti- proclive al derrocamiento de Isabel- fuera el nuevo jefe de la Aviación que completaría, finalmente, el trio golpista de marzo del 76. A partir de entonces, la presión sobre el maltrecho gobierno peronista para forzar primero un gobierno tutelado por las FF.AA. y luego la renuncia sin condiciones de Isabel fue increscendo. Un documento (BA 8456) enviado por el embajador Hill el 30 de diciembre de 1975 cuenta: "Esta mañana, los informes indicaron que el capellán general del Ejército, monseñor Arnolfo Tórtolo está sirviendo como intermediario entre Videla y la sra. de Perón. (...) Tórtolo no habría tenido suerte. Le habría trasmitido la insistencia de los tres comandantes (Videla, Massera y Agosti) en que ella se alejara del poder".
Que el golpe militar estaba en marcha fue lo que habría convencido a Santucho de que el ERP atacara en la víspera de la Nochebuena, el 23 de diciembre del 75, el Batallón de Arsenales Domingo Viejo Bueno de Monte Chingolo con unos 250 guerrilleros, y una fuerza de asalto de un centenar para robar 13 toneladas de armamento y enviarlos a la guerrilla rural en Tucumán. Pero un espía de la inteligencia militar- Rafael de Jesús Ranier, apodado "El oso"- infiltrado en las filas del ERP y delatado esa operación. A pesar de que Santucho tuvo indicios de esta posibilidad, ordenó igualmente el asalto en un acto de desesperación o delirio: concluyó con 49 guerrilleros muertos, 25 desaparecidos y decenas de heridos entre civiles y militares. Fue el comienzo del fin del ERP.
Diciembre de 1975 fue entonces el mes más cruel porque marcó la imposibilidad de una vuelta atrás del camino hacia un abismo político y social.