Nadie quiere el fracaso de la Ronda de Doha
Las negociaciones de la Ronda de Doha se encuentran suspendidas desde julio por tiempo indeterminado. Las causas principales de tal situación pueden encontrarse en las pobres propuestas de la Unión Europea y los Estados Unidos para mejorar sustancialmente el acceso a mercados y reducir significativamente el apoyo doméstico distorsivo en el comercio agropecuario internacional.
Autor: Fernando Nebbia
Fuente: La Nación
La Ronda Doha o "Ronda del Desarrollo" se presentaba como una oportunidad para mejorar la desesperante situación de los agricultores de los países en desarrollo, que representan cerca del 70 por ciento de la población mundial. Pero ese desarrollo al que se aspira y por el que permanentemente trabajamos en los foros internacionales, no podrá alcanzarse sino se dejan de lado los intereses de las grandes compañías receptoras de la mayor parte de los subsidios en los países más adelantados.
Para tener una idea sobre el volumen de subsidios distorsivos del comercio y la producción, a los que la Argentina y demás Estados Miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se enfrentan cada año al comercializar sus productos agrícolas, basta mirar la última notificación presentada por los EE.UU.: unos 14.413 millones de dólares fueron entregados en 2001 en subsidios directos a la producción agrícola, direccionando el 95% tan sólo a seis productos: trigo, maíz, azúcar, lácteos, oleaginosas y tabaco. Durante el mismo período la UE otorgó unos 43.000 millones de euros en subsidios directos a la producción, concediendo un 90% a siete productos: azúcar, lácteos, carne bovina, trigo, cebada, vino y frutas.
Asimismo, la UE, durante la campaña 2000-2001, subvencionó con 2000 millones de euros las exportaciones de trigo, azúcar y carne bovina.
Por eso el objetivo de países como la Argentina, que coincide con los planteos iniciales de la Ronda Doha, aparece opuesto al de los países desarrollados, cuya intransigencia perpetúa un sistema inequitativo e injusto de distribución de la riqueza.
Hasta ahora sólo se han producido avances para la liberalización del comercio agrícola, principalmente en relación a una de las políticas domésticas más distorsivas: el subsidio a las exportaciones. Para 2013 los países desarrollados se comprometieron a eliminar toda forma de subvención a la exportación. En el otro extremo se encuentran las negociaciones sobre acceso a mercados, donde observamos que tras cinco años de debate sólo se acordó una formula de reducción arancelaria basada en el principio de progresividad, que implica que a mayores aranceles más profundos deberán ser los recortes, sin estipularse aún los porcentajes de reducción.
Sin embargo, el mayor riesgo se encuentra en la demanda, por parte de varios países desarrollados y en desarrollo, de una serie de medidas de flexibilidad (productos sensibles, productos especiales, nuevo mecanismo de salvaguardia especial, etc.) que podrían erosionar toda la mejora de acceso que implicaría dicha formula.
La posición de la Argentina es clara y acorde al mandato de Doha en agricultura. Independientemente de lo que se acuerde con las flexibilidades, debe lograrse una mejora sustancial de acceso a mercados en todos los productos agrícola.
Aceptamos que existan excepciones o sensibilidades, pero deben ser eso: una excepción y no la regla, para no transformarse en nuevos elementos proteccionistas que incrementen la volatilidad de los mercados agrícolas o erosionen lo logrado hasta ahora.
Tanto dentro del G-20 como del Grupo Cairns, la Argentina participa activamente en pos de esos objetivos, elaborando y presentando propuestas ambiciosas pero política y técnicamente viables.
El mundo en desarrollo, y en especial nuestro país, ha mostrado claras señales de estar listo para retomar el rumbo de las negociaciones. La reunión ministerial del G-20, de septiembre, en Río de Janeiro, que concluyó con aires de moderado optimismo sobre la reanudación de las discusiones de comercio y negociaciones agrícolas, es muestra de ello. El mensaje político de nuestros países fue contundente: nadie desea que fracase la ronda.
Hoy resulta imprescindible que los principales actores asuman el lugar que les corresponde y tomen los compromisos correspondientes mediante propuestas serias y acordes con el mandato de Doha para destrabar la actual situación de impasse.
Esperamos que EE.UU. mejore considerablemente sus ofertas en ayuda interna y que la UE haga concesiones serias en materia de acceso a mercados. Sólo así completaremos estas negociaciones en un plazo razonable de tiempo.