Tengo trabajo, lo que busco es salario / Elmar Altvater
Prensa y gobierno echan las campanas al vuelo. Con reservas. Porque la coyuntura no satisface aquel criterio que de la jerga militar ha pasado al léxico político cotidiano: no es robusta.
El crecimiento de un 2,7% el pasado año y los optimistas pronósticos para 2007 resultaron un alivio para la coalición roji-negra [socialdemocracia y democracia cristiana], en cuyo acuerdo fundacional se prometía trabajar a favor de un “nuevo crecimiento”. Crece la economía, se incrementan también los beneficios. Los ingresos procedentes de impuestos al valor añadido y a los salarios –no a los beneficios, que han sido bajados repetidamente— son copiosos. La Comisión de la UE espera incluso que Alemania –hasta hace poco sospechosa de esclerosis y compadecida como “el enfermo de Europa”— se convierta en la “locomotora de la coyuntura de la UE”. El nuevo grupo de profesionales de la “Chefvolkswirte” [equipo compuesto de economistas en jefe de distintos bancos y empresas; T.] espera ahora menos de 4 millones de desempleados.
¿Tan sorprendente resulta el actual auge? ¿No se ha movido siempre cíclicamente entre coyuntura y crisis el desarrollo capitalista? Era así en el marco nacional, pero hoy la coyuntura nacional depende más que nunca del estado de la economía mundial, lo que no sólo nos hace vulnerables, sino que da también razón del tono dubitativo de los comentarios eufóricos. Si el ministro de economía Glos promete una rebaja en los impuestos al salario, luego de que tanto la coalición roji-verde como la actual roji-negra hayan bajado desvergonzadamente una y otra vez los impuestos a las empresas, vendrá entonces la rectificación de que eso apenas se puede hacer porque la coyuntura no es robusta.
Sin embargo, a los sindicatos les resultará por el momento más fácil conseguir políticamente en las negociaciones colectivas que se recupere algo de lo que se perdió en los pasados años: su poder negociador se ha fortalecido. En las rondas salariales de las industrias química y de la construcción podrían lograrse aumentos salariales y de ingresos de entre el 3,5% y el 4,3%. Tampoco la industria metalúrgica se quedará muy atrás, porque tras años de presiones salariales a la baja el personal está resuelto a luchar.
Mas, en tiempos de globalización y criterios de Maastricht, no sólo tenemos empresarios y sindicalistas frente a frente aquí, en Alemania. Ahí está el Banco Central Europeo (BCE), que amenaza con intereses más altos para disciplinar a los sindicatos y que opera con el inveterado argumento de la “espiral salarios-precios” (que podría dañar al euro). A la vista de la fortaleza del euro y de la debilidad del dólar, el argumento no resulta particularmente convincente. Pero de lo que se trata para el BCE es más bien del reparto “del pastel”, porque en el capitalismo de los mercados financieros globales sólo pueden conseguirse réditos de dos dígitos si se exprime bien a los que dependen de un salario. Ni siquiera un 3 por ciento de crecimiento basta para satisfacer la codicia con que las “langostas” se aprestan a devorar el incremento del producto social.
No ha tardado el FMI en echar agua al vino. En el World Economic Outlook de abril de 2007 se dedica un largo capítulo al “trabajo globalizado“. Allí se muestra que la proporción representada por los ingresos del trabajo en el producto social en los países industriales no ha dejado de bajar en los últimos diez años: en la Europa continental, se ha pasado del 74% al 63%; en EEUU, del 64% al 60%; en Japón, de un 70% a un 58%. Porque la oferta de trabajo se ha multiplicado por cuatro a escala planetaria. De manera que la concurrencia en los mercados de trabajo globalizados no sólo es mas aguda, sino que permite también a las empresas hacerse con esa reserva de fuerza de trabajo mediante estrategias de ousourcing. Añádase a ello que cada vez más personas se ven empujadas a la migración legal o ilegal y desplazadas a un sector informal en el que prevalece el trabajo precario. Así las cosas, los tiempos de buena coyuntura económica no cambian nada, y la presión a la baja sobre los salarios persiste.
Por eso tener trabajo en tiempos de alza coyuntural no es tampoco ninguna garantía ya de unos ingresos más o menos suficientes. La consigna: “Tengo trabajo, lo que busco es salario” no es errada, sino amargamente sarcástica. Las leyes Hartz IV [con las que comenzó el anterior gobierno alemán el desmontaje del Estado social] arrebataron al trabajo y al ingreso mucha de su dignidad. Un salario que sea suficiente para una familia es considerado por muchos economistas como un “lujo sin sentido” (según se titula un artículo sobre el salario mínimo en el DIW [Instituto Alemán para la Investigación Económica, por sus siglas en alemán]).
Más grave es aún que, precisamente en momentos de auge económico coyuntural, pululen por mercados de trabajo desregulados tipos de empresarios que parecen salidos de las novelas de Charles Dickens. Empeñados a pesar de la bonanza económica, como los propietarios de la empresa de distribución postal Jurex, en que se paguen por doquier en Alemania salarios de miseria y en que las palabras dignidad y respeto en y por el trabajo se conviertan en palabras extranjeras.
Hasta el comisario de Industria de la UE, Günther Verheugen, ha tenido que salir al paso de la ideología de los economistas (conforme a la cual, salarios bajos significan más trabajo), temeroso de que la integración de ulteriores mercados europeos de trabajo sin salario mínimo pudiera chocar con problemas de aceptación por parte de los 20 (sobre 27) Estados de la UE que sí disponen de normativa referente al salario mínimo. Solo que los defensores de salarios más bajos y de menores incrementos salariales tienen aparentemente de su parte a la fuerza normativa de lo fáctico, porque ahora ha retrocedido el número de desempleados y, gracias al crecimiento, ha aumentado el número de puestos de trabajo. Sin embargo, quien quiera inferir de ello la regla de que la contención salarial favorece la creación de puestos de trabajo, argüirá pasando por alto los hechos. Porque la reestructuración de los últimos años, como constata sobriamente el FMI, sólo en Alemania, ha costado la friolera de 600.000 puestos de trabajo. La privación salarial y la caída de la demanda tuvieron consecuencias catastróficas; la recuperación de la coyuntura no vino gracias a, sino a pesar de la presión a la baja sobre los ingresos del trabajo.
No se trata sólo aquí de efectos macroeconómicos. En las peluquerías de Sajonia se pagan, por convenio, 3,06 euros por hora; en el servicio público en la Alemania del Este, poco menos de siete euros. Se necesitan urgentemente los salarios mínimos para evitar la recaída de partes de esta economía alcista en un estado de explotación inmoral.
*Elmar Altvater es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Su último libro traducido al castellano: E. Altvater y B. Mahnkopf, Las Limitaciones de la globalización. Economía, ecología y política de la globalización, Siglo XXI editores, México, D.F., 2002.
Fuente: Revista Sin Permiso / Freitag – 06.05.2007
Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss