Mirando a China, Estados Unidos cree menos en el libre comercio
Mientras reposaba de sus ajetreos diplomáticos en su hotel de Washington esta semana, la vice-primera ministra de China, Wu Yi, bien puede haber sintonizado la CNN y visto a Lou Dobbs, el principal presentador de negocios. Dobbs, aun con su mixtura de seriedad y peinado con spray a tono con el medio, se presenta como la airada voz de la América profunda. Y Dobbs está indignado por las relaciones comerciales que los Estados Unidos mantienen con la "China comunista", como la llama continuamente.
Como no se le habrá escapado a la Sra. Wu en su visita, hoy pegarle a China funciona bien en los EE.UU. El cargo más grave es que mantiene la moneda débil para facilitar a los exportadores la venta de sus productos al exte rior. Como resultado, claman los norteamericanos, los fabricantes locales se están hundiendo, y con ellos los puestos de trabajo.
La primera prueba de la acusación es el superávit comercial de China. En los 12 meses terminados en marzo, China vendió a los Estados Unidos 242.000 millones de dólares más de lo que le compró. No sorprende que antes de las conversaciones de esta semana con el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Hank Paulson, Beijing anunciara acuerdos por 4.300 millones de dólares con firmas norteamericanas. También retocó algo su moneda. Ninguna de las medidas convenció a Washington. El yuan seguirá siendo una cuestión espinosa dado que, de acuerdo a algunas estimaciones, está 40% por debajo de lo que debería estar con respecto al dólar.
Beijing puede replicar que los pobres en su país son más que toda la población de los EE.U., razón por la cual China no puede igualar ese poder adquisitivo.
Estados Unidos está a la defensiva, como antes lo estuvo con Japón.
El equivalente a Lou Dobbs de esa época era la película Sol Naciente, que pintaba a inmorales ejecutivos japoneses luchando por abrirse camino hacia la cima de la industria norteamericana. Sólo que en estos tiempos la elite política ya no está tan segura de los méritos del libre comercio.
Sol Naciente, por ejemplo, se estrenó en 1993, mientras el Congreso aprobaba por rotunda mayoría el acuerdo del Nafta, que creó una zona de libre comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México. En estos tiempos, el equivalente es el Cafta, un acuerdo entre Washington y los países de Centroamérica. Pero esta vez el acuerdo apenas pasó por un voto.
Bill Clinton era un adalid del libre comercio pero los demócratas de ahora se preocupan por su impacto sobre el empleo. Tony Blair puede haber asegurado días atrás que se retomarían las negociaciones con la Organización Mundial del Trabajo iniciadas en Doha en 2001 y paralizadas poco después, pero es visto como una figura cada vez más sola de la centro-derecha.
El mismo cambio se está dando dentro de la intelligentsia norteamericana. Paul Krugman, el economista que es al libre comercio lo que Nick Hornby es al fútbol, dijo recientemente que estaba teniendo dudas. ¿Por qué? "China es realmente, muy muy grande". Puede haber habido algo de sarcasmo en ello, pero el libre comercio con un estado isla como Singapur no es nada al lado del comercio libre con un dragón enorme.
Fuente: The Guardian / Clarín 27.05.2007