De hipotecas y tulipanes
Por caso, John Locke (filósofo inglés 1632-1704) en su Segundo tratado sobre el gobierno civil afirmaba que los hombres han descubierto el modo en que un individuo puede poseer más tierra de la que es capaz de usar, recibiendo oro y plata a cambio de la tierra sobrante. Oro y plata que pueden ser acumulados, ya que no se estropean ni se corrompen aunque permanezcan mucho tiempo en manos de su propietario. Este patrón distributivo según el cual las posesiones privadas son desiguales, ha sido posible al margen de las reglas de la sociedad y sin contrato alguno; ello se ha logrado, simplemente, asignando un valor al oro y a la plata, y acordando tácitamente la puesta en uso del dinero, pues, en los gobiernos, las leyes regulan el derecho de propiedad y la posesión de la tierra es determinada por constituciones positivas.
Otro John, el escocés Law, creó el denominado sistema de Law (desarrollado en primer lugar en el Reino Unido y adoptado más adelante por Francia y otros países) en el que recomendaba el uso de papel moneda por encima de la utilización del metal, ya que el papel moneda ofrece la ventaja de circular de manera sencilla entre la gente y esta circulación es la que crea riqueza real en una economía. Estas ideas –que son las que dan origen al sistema económico moderno– no son sin embargo aquellas por las que se lo recuerda sino por un hecho que pasó a la historia como una de las mayores quiebras conocidas.
En 1716 Law creó un Banco General para descontar documentos comerciales y en 1718 éste se convirtió en Banco Real cuyo único accionista fue el Estado. El error del financista fue dar como garantía de los billetes del banco las acciones de una compañía de Indias que había heredado. Durante algunos meses se hicieron fortunas enormes por parte de los especuladores, pese a la buena fe de Law que trataba de transformar papeles en riquezas reales. Pero el sistema se desmoronó. No se trataba de la quiebra de un operador financiero sino que el Estado se había comprometido –y enriquecido– con el negocio. La quiebra llegó a las familias: los grandes salieron del paso, los pobres lo perdieron todo (cfr. André Maurois, Historia de Francia).
Por su parte Lester Thurow en “¿Ha muerto el modelo asiático?” (Realidad Económica Nº 158 agosto-setiembre 1998) afirma: “Lo importante que debemos entender es que todos, tarde o temprano, vamos a tener crisis financieras, siempre y cuando estemos practicando el capitalismo. Sabemos cómo funcionan estas crisis. Algún precio trepa a valores enloquecidos. Por ejemplo, esas casas de cinco pisos situadas a lo largo de los canales en Amsterdam, en la época de la manía de los tulipanes, se podían comprar por un bulbo de esa planta. Pero todo el mundo –incluyendo los holandeses en 1624– entiende que un bulbo de tulipán no puede ser más valioso que el costo de cultivarlo. En otros niveles, igualmente alocados, también vemos que cuando se llega a cierto punto se produce una caída. Y aquello que había garantizado los préstamos buenos comienza a desaparecer, con lo que los préstamos buenos pasan a ser incobrables, y el capital de trabajo que se necesita para trabajar a 90 días se detiene en 24 horas”.
Ya a propósito de la crisis reciente –no solamente hipotecaria sino financiera– Juan Torres López en el artículo “Diez ideas para entender la crisis financiera, sus causas, sus responsables y sus posibles soluciones” señala que ésta tiene perjudicados pero también claros beneficiarios: “La existencia de perjudicados y beneficiados es lo que demuestra claramente que no son meras cuestiones ‘técnicas’ sino auténticos asuntos políticos ya que son las autoridades políticas y económicas haciendo, no haciendo o dejando hacer las que determinan que unos u otros sean perjudicados o beneficiados”.
En el número 987 de Acción, Alfredo T. García afirmaba que “los problemas surgidos en el mercado estadounidense de hipotecas de baja calidad pueden entenderse como los producidos cuando se deja que el mercado se encargue de resolver un tema social de gran importancia, el de la vivienda popular”.
Podremos preguntarnos acerca de la utilidad de esta breve “excursión bibliográfica” que desde la configuración del sistema financiero desemboca en la crisis que hace algunas semanas hizo temblar las bolsas del mundo y ocupó las primeras planas de los diarios. Valga el ejercicio de la memoria para demostrar que cualquier similitud en tiempo o espacio con la realidad actual –especialmente a partir del predominio mundial de las empresas transnacionales– no es pura coincidencia.
[i]*Economista. Director de nuestra revista Realidad Económica[/i]
Fuente: [color=336600]Acción Digital – noviembre 2007[/color]