La violencia contra las mujeres no es violencia de género
En 1997, en las jornadas "Vint anys de feminisme" de Valencia, Paloma Gómez me preguntó: "¿Crees que el feminismo ha aumentado la violencia contra las mujeres?" Esta pregunta estaba entonces en el ambiente político feminista, el cual reclamaba mediaciones que desataran un nudo de la luz que el sensacionalismo de muchos medios de comunicación había ido atando. El feminismo se debatía entonces entre dos respuestas que, en las entrañas, muchas presentíamos equivocadas: una respuesta decía que no, que lo que pasaba era que ahora, impulsadas por el feminismo, las mujeres denunciaban más los maltratos que siempre habían estado ahí; la otra respuesta decía que sí, que el triunfo del feminismo había exacerbado la agresividad de los hombres.
Unos meses después saltó a la prensa diaria un extraño debate: algunas feministas empezaron a hablar de "violencia de género" para referirse a la violencia contra las mujeres; algunos hombres les rebatieron diciendo que la expresión "violencia de género" bloqueaba la capacidad comunicadora de la lengua. Pronto, la expresión "violencia contra las mujeres" empezó a desaparecer del lenguaje oficial y del de los medios de comunicación. Finalmente, la frase "violencia de género" pasó a convertirse en políticamente correcta. Como suele ocurrir con lo políticamente correcto, oculta lo fundamental: en este caso, "violencia de género" oculta que son hombres quienes ejercen la violencia en cuestión, y mujeres quienes la padecemos.
Los debates extraños suelen estar en el lugar de otra cosa: otra cosa dolorosa o difícil de dilucidar y de poner en palabras en un momento histórico concreto. Es de esta otra cosa de lo que deseo tratar aquí.
Yo sostengo que la violencia contra las mujeres no es violencia de género. Entiendo que la violencia contra las mujeres intenta destruir y destruye las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana (1); o sea, las prácticas de autoridad, guiadas por el amor, que son, históricamente, más (mucho más) de mujeres que de hombres. La violencia de género es, en cambio, lucha de poder entre los sexos.
Cuando a la violencia contra las mujeres se le llama violencia de género, se hace una cesión enorme de simbólico de la madre a lo que queda del patriarcado, alimentándolo. La cesión de simbólico está en el olvido del amor, sustituido ahora por el lenguaje con poder.
Pienso que esta cesión de simbólico es una de las muchas que se han ido dando en los países capitalistas a lo largo del siglo XX, como, por ejemplo, cuando llaman "clientes" a los y las pacientes de un hospital, o "usuarios" a las alumnas y alumnos de un aula: cuando estoy enferma yo deseo ser cuidada y atendida en mi padecimiento; cuando soy alumna, confío en que sea nutrida mi alma (que es, por lo demás, lo que significan las palabras alma y alumna, ambas de la raíz de "nutrir") en una relación de autoridad, no de poder (7). Alma mater -uno de los nombres que se ha dado durante siglos la universidad- significa, precisamente, madre nutricia: sin duda en recuerdo del origen de mucho del conocimiento universitario, usurpado a la madre (8).
Mucho simbólico de la madre -es decir, mucho sentido libre del amor, de la relación y de la lengua- ha sido sacrificado durante el siglo XX en el altar de "lo social"; unas veces porque se ha confundido el simbólico de la madre con ciertos dogmas y discursos de algunas iglesias constituidas, otras veces porque el afán de poder ha deslumbrado a muchos. Ha sido un sacrificio innecesario y terrible, porque los ideales de justicia social que triunfaron en Occidente con la Revolución Social de octubre de 1917 son de índole distinta ‑ni compatible ni incompatible‑ con el orden simbólico de la madre (9).
Ceder simbólico de la madre a lo que queda del patriarcario empobrece la vida y oculta, designificándolas, relaciones humanas femeninas. ¿Es, quizá, un delito simbólico?
Notas
1. Esta expresión o invención simbólica en: Marta Bertran Tarrés, Carmen Caballero Navas, Montserrat Cabré i Pairet, María‑Milagros Rivera Garretas y Ana Vargas Martínez, De dos en dos. Las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, Madrid horas y HORAS , 2000
2. Ida Magli, Viaje en torno al hombre blanco. Notas sobre mi itinerario a la antropologia y en la antropologia, Duoda Nº 4 (1993) 83‑124; p. 100.
3. Joan W. Scott, Gender. A Useful Category of Historical Analysis, The American Historical Review 91 (1986) 1053‑1075; p. 1069 (trad. en James Amelang y Mary Nash, eds., Historia y género, Valencia, Alfonso el Magnánimo, 1990, 23‑56). Vease también: Joan Hoff, Gender as a Postmodem Category of Paralysis, "Women's History Review" 3 (1994) 149&# 8209;168.
4. Tomo prestadas estas expresiones geniales del relato que hizo en el siglo Xll Hildegarda de Bingen de su relación con Ricarda de Stade (Hildegard von Bingen, Vida y visiones, introd. y trad. de Victoria Cirlot, Madrid, Siruela, 1999).
5. Lia Cigarini, La política del deseo. La diferencia femenina se hace historia, trad. de María- Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Icaria, 1996, 215‑219. También: Librería de mujeres de Milán, No creas tener derechos. La generación de la libertad femenina en las ideas y vivencias de un grupo de mujeres, trad. de Ma Cinta Montagut Sancho con Anna Bofill, Madrid, horas y HORAS, 1991.
6. Lia Cigarini, Libertad femenina y norma, Duoda Nº 8 (1995) 85‑107; p. 88 y 86.
7. Sobre la autoridad y su raíz femenina, véase Diótima, 0ltre l'uguaglianza. Le radici femminili dell'autorià, Nápoles, Liguori, 1995.
8. Sobre la usurpación a la madre, véase Luisa Muraro, El orden simbólico de la madre, trad. de B. Albertini, M. Bofill y M.-M. Rivera. Madrid, horas y HORAS, 1994, 101 ‑105.
9. He tocado este asunto en Come in un romanzo storico, en: Annarosa Buttarelli, Luisa Muraro y Liliana Rampello, eds., Duemilaeuna. Donne che cambiano l'ltalia, Miián, Pratiche Editrice, 2000, 279‑283.
[i]*Doctora en Historia. Profesora Titular. Departamento de Historia Medieval, Universitat Barcelona. e-mail: rivera@trivium.gh.ub.es[/i]
Fuente: [color=336600]REBELION – 11.11.2003[/color]
El Instituto de la Mujer de España ha organizado la exposición 18 Segundos, un alegato contra la violencia ejercida contra las mujeres. El fotógrafo Iván Hidalgo, con la dirección artística de Alejandro Marcos, han retratado a 18 actrices, comunicadoras, deportistas y personajes de amplio reconocimiento público. Cada 18 segundos una mujer es maltratada en el mundo, según datos de Naciones Unidas.
Fotos: Maribel Verdú, actriz - Cayetana Guillén Cuervo, actriz