La deuda externa, más amenazadora que nunca / Damien Millet y Éric Toussaint*
A pesar de que se han anunciado reducciones de deuda externa en sucesivas ocasiones, el total de la deuda externa de los países denominados «en desarrollo» ha batido un nuevo récord en 2006: 2,85 billones de dólares según el Banco Mundial |1|. Hay que añadir que, sobre todo en los países emergentes, la deuda interna explotó literalmente. Siempre según el Banco Mundial, la deuda interna ya es tres veces más alta que la deuda externa. En 2006, los reembolsos vinculados a la deuda pública externa de los países en desarrollo se acercaron a los 240.000 millones de dólares, aunque se considera que el importe total de los reembolsos vinculados a la deuda pública (externa e interna) es aproximadamente de 1 billón de dólares. Una dramática sangría que conduce a un deterioro severo de las condiciones de vida de las poblaciones pobres.
Por lo que se refiere a los países más pobres, en particular los que se denominan «países pobres muy endeudados», el reparto es diferente ya que los recursos económicos internos disponibles son manifiestamente insuficientes. Dos de dichos países han saltado recientemente a la actualidad: Liberia y Senegal.
Tras años de guerra civil, Liberia –cuya actual presidenta, Ellen Jonson Sirleaf, es una ex dirigente del Banco Mundial- acumuló retrasos de pago a las instituciones multilaterales que le impiden beneficiarse de una reducción de la deuda en el marco de las iniciativas emprendidas por el G8, el FMI y el Banco Mundial. El pasado mes de noviembre el FMI encontró una «solución»: los países miembros del FMI se pusieron de acuerdo para saldar los retrasos de los pagos aportando 842 millones de dólares. Estos millones de dólares no van a beneficiar a las poblaciones del país sino que van a servir para rembolsarlos inmediatamente al FMI. Sin embargo, ¿Liberia se libera de su deuda? La respuesta es negativa: «En cuanto esos compromisos se materialicen Liberia, devastada por años de guerra civil e inestabilidad, podrá obtener nuevos préstamos y se podrán reactivar los distintos mecanismos de liquidación de créditos que están en vigor |2|» Por lo tanto la reducción de la deuda de Liberia esconde al mismo tiempo la imposición de reformas neoliberales y la llegada de nuevos préstamos, que así quedan legitimados otra vez, sin planteamientos sobre las opciones económicas y financieras. Por lo tanto el mecanismo de la deuda sigue como siempre y además, de esta forma, la dominación que ejercen las grandes potencias y sus sociedades transnacionales, sale reforzada.
Mientras que las calles de Dakar fueron escenario de manifestaciones vinculadas a un fuerte aumento de los precios de los bienes básicos, Senegal también se «benefició» de una reducción de su deuda. Acompañada de condiciones drásticas, esta disminución de la deuda también coincide con la reactivación de los préstamos. Según la Agencia francesa de desarrollo (AFD), «las recientes reducciones de la deuda establecidas por la comunidad internacional, de las que se benefició Senegal, colocan al país en un contexto de solvencia recuperada […]. En este contexto, el AFD prevé una reanudación de los préstamos soberanos (los que se conceden a los Estados, N. de T.) en condiciones muy favorables para Senegal |3|».
En realidad la reducción de la deuda para los países pobres y muy endeudados se refería a los créditos en excedente, es decir, los que son imposibles de rembolsar, ya que una deuda demasiado grande podría conducir a la decisión de detener todos los pagos, a lo que los acreedores temen por encima de todo. La eliminación del excedente de la deuda se condicionó a la puesta en marcha de drásticas reformas económicas favorables a los acreedores e impuestas por el FMI y el Banco Mundial (privatizaciones, apertura de los mercados, desarrollo de las exportaciones en detrimento de cultivos alimentarios…), que permiten a la veintena de países implicados recuperar la solvencia. El mecanismo de succión de las riquezas del sur que es la deuda, al final permanece intacto.
¿Y el norte? La deuda pública de Estados Unidos acaba de sobrepasar la impresionante barrera de los 9 billones de dólares. China y otros países del sur compran participaciones del Tesoro de Estados Unidos para contener la caída del dólar y apoyar la economía estadounidense que les garantiza numerosas salidas comerciales. El verano pasado la crisis de las subprimes* causó estragos entre las poblaciones pobres: ahora dos millones de hogares no están en condiciones de rembolsar sus créditos y los organismos prestamistas ya han embargado las viviendas por falta de liquidez. Los estadounidenses afectados nos recuerdan que quienes sufren la mecánica implacable de la deuda no están únicamente en el Tercer Mundo. Al norte, como al sur, las riquezas naturales y económicas benefician a una minoría de acreedores ricos en detrimento de la mayoría que vive -o sobrevive- cada vez más con más dificultades.
Nos aseguran que las Bolsas mundiales asumieron bien el shock, pero los daños se revelarán más devastadores de lo que parecen hoy. Ante los riesgos de una crisis mayor de la deuda futura, es esencial la solidaridad entre todos los que sufren en el mundo la lógica de la deuda impuesta por los acreedores. Las luchas sociales, especialmente en América Latina, y los proyectos alternativos como la idea de un Banco del Sur que predica una lógica radicalmente diferente, son los únicos portadores de esperanza.
*Damien Millet. Presidente del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), (www.cadtm.org), coautor con Eric Toussaint del libro "50 preguntas, 50 respuestas sobre la deuda, el FMI y el BM". damien.millet@cadtm.org .
*Eric Toussaint, doctor en Ciencias Política por las Universidades de Lieja y París-VIII, presidente del CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo) Bélgica, autor de La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos. CLACSO, Buenos Aires, 2004. cadtm@skynet.be
Fuente: [color=336600]CADTM – 27.12.2007[/color]