¿Adiós al dólar?
Este mes, cuando los líderes financieros del mundo se encuentren en Washington durante la reunión anual Banco Mundial-Fondo Monetario Internacional, quizá deberán dar gracias de que no haya una alternativa clara al dólar como patrón de moneda global. Si el euro estuviera listo, bien podríamos estar viendo un salto en su tipo de cambio frente al dólar a más de 2, en lugar del 1.65 o 1.70 al que va a llegar de cualquier forma. No se puede tratar a los clientes tan mal como Estados Unidos ha tratado a los suyos últimamente si pueden acudir a otro lugar.
En los últimos seis años, el valor del dólar ponderado en función del comercio ha caído más de un 25% a medida que Estados Unidos ha seguido acumulando un déficit comercial sin precedentes. Con una economía blanda, un sistema financiero gravemente dañado y preocupaciones serias sobre la creciente inflación, la tendencia del dólar a largo plazo es a la baja, independientemente de cómo acabe la crisis actual. Y no ha acabado.
Es poco probable que el rescate del sistema financiero que ha realizado la Reserva Federal resista a menos que los bancos obtengan capital fresco, y mucho. Los fondos soberanos de riqueza, extremadamente ricos, tienen el dinero para rescatar a los bancos estadounidenses. Pero no es probable que en este momento quieran hacerlo, aun si el sistema político de Estados Unidos lo permitiera. En cambio, mientras persistan la contracción del crédito y la caída de los precios de los bienes raíces, es probable que haya un gigantesco rescate inmobiliario, que costará a los contribuyentes estadounidenses un billón de dólares o más. El problema es que, tras tantos años de rendimientos miserables de los activos en dólares, ¿estarán los inversionistas mundiales verdaderamente dispuestos a absorber otro billón de dólares de deuda estadounidense a cualquier cosa que se parezca a las tasas de interés y los tipos de cambio actuales?
Hoy en día, la deuda estadounidense difícilmente parece una ganga, incluso con la caída del dólar. Los percances militares lejanos siguen presionando los recursos fiscales del país y, según un estudio reciente de Linda Bilmes y Joseph Stiglitz, el costo potencial llegaría a varios billones de dólares.
El próximo año seguramente habrá un aumento masivo de las quiebras corporativas en Estados Unidos, aun cuando muchas empresas llegaron a la recesión con balances relativamente sólidos. Las finanzas estatales y municipales están aún en peores condiciones. Ante la caída de los ingresos a causa de la disminución de los precios de las casas y de los ingresos, decenas de municipios en Estados Unidos bien podrían quebrar, como le sucedió a la ciudad de Nueva York en los años setenta. Los bonos municipales ya se negocian con primas de riesgo enormes y todavía ni siquiera llega la primera quiebra gubernamental.
Por supuesto, si en el corto plazo el dólar perdiera su lugar como la moneda dominante en el mundo, el euro sería la única alternativa seria. El Yuan podría sustituir al dólar en la segunda mitad del siglo, pero los controles de capital draconianos de China y la gran represión financiera lo descalifican actualmente como ancla del sistema económico global.
Afortunadamente para el dólar, el euro también parece tener sus problemas. Los bancos europeos siguen balcanizados, con una serie de entidades nacionales de regulación que buscan promover a sus propios bancos. La deuda de todos los gobiernos europeos puede estar denominada en euros, pero la deuda alemana e italiana difícilmente son lo mismo, así que el mercado de los eurobonos gubernamentales carece de la profundidad y la liquidez del mercado de bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Además, los inversionistas internacionales pueden comprar y vender bienes raíces con mucha mayor facilidad en Estados Unidos que en gran parte de Europa. Y la ausencia de una política fiscal que abarque a todo el continente crea una incertidumbre significativa sobre la forma en que el Banco Central Europeo se financiaría si súbitamente se enfrentara a pérdidas grandes a causa de deudas bancarias chatarra después de un rescate importante.
Pero el euro tiene fortalezas crecientes. A los tipos de cambio de mercado actuales, la Unión Europea ahora es más grande económicamente que Estados Unidos. Los nuevos miembros de Europa central y del Este han traído gran dinamismo y flexibilidad. Al mismo tiempo, el BCE ha ganado una credibilidad considerable debido a su manejo de la crisis global del crédito. En efecto, si la zona del euro puede convencer a Inglaterra de convertirse en miembro de pleno derecho, y adquiere de esa forma uno de los dos principales centros financieros del mundo (Londres), el euro comenzaría a perfilarse realmente como una alternativa viable para el dólar.
En 1971, cuando el dólar se desplomó hacia el final del sistema de tipo de cambio fijo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Connally, hizo su célebre declaración a sus contrapartes extranjeros: “el dólar es nuestra moneda, pero es problema de ustedes”. Y desde entonces el estatus global supremo del dólar ha sobrevivido, a pesar de los muchos episodios de olvido y abuso.
Los patrones mundiales de divisas tienen una enorme inercia. La libra británica sólo cedió su lugar al dólar estadounidense tras más de 50 años de decadencia industrial y dos guerras mundiales. Pero esta vez podría ser mucho más rápido. Mientras los banqueros y ministros de finanzas consideran la forma de intervenir para apoyar al dólar, también deberían empezar a pensar en qué hacer cuando llegue el momento de cambiar.
*Kenneth Rogoff es profesor de economía y políticas públicas en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI.
Fuente: [color=336600]Project Syndicate – abril 2008 - Traducción de Kena Nequiz[/color]