La política de control de precios y su efectividad real
El primer paso para comprender un fenómeno es dar una definición al mismo. Según el consenso generalizado de los economistas, inflación es el “aumento general y sostenido en el nivel de precios de bienes y servicios en una economía determinada y durante un período de tiempo determinado”. Otra línea define a la inflación como la disminución en el poder adquisitivo del dinero. En la primera definición son fundamentales los términos “general” y “sostenido”.
El incremento en el precio de un solo bien no es inflación, puede obedecer a desequilibrios en algún mercado en particular y no puede ser atacado con las herramientas utilizadas para la inflación, (sería como cazar una libélula con una escopeta). El incremento de una sola vez tampoco es inflación, ya que pueden ser causas estacionales, por ejemplo las frutas y verduras y obviamente, tampoco corresponde atacar el problema con políticas anti-inflacionarias.
Por otro lado, la segunda definición nos dice que con la misma cantidad de dinero, después de un período inflacionario compraremos una menor cantidad de bienes, disminuye el poder adquisitivo del dinero.
Ahora pasemos a los tipos de inflación. Es un tema que origina mucho debate, pero en general los textos de economía enumeran las siguientes clases: Inflación monetaria (debida al exceso de emisión monetaria), inflación de demanda (debida a un gran incremento de la demanda agregada), inflación de costos (originada en un incremento generalizado en los precios generales de los insumos), inflación inercial (se produce cuando los agentes económicos descuentan una inflación futura elevada y ajustan sus expectativas a la misma), y por último un tipo de inflación cuyo marco teórico fue desarrollado en su gran mayoría en Latinoamérica, la inflación estructural (este tipo de inflación se origina en las rigideces de la estructura económica de los países subdesarrollados, por lo que el proceso de crecimiento económico tiene como consecuencia natural cierto nivel de inflación, y hasta para algunos, consecuencia deseable). Entonces, dado el marco teórico general veamos las posibles soluciones, y en particular una que tiene efectos directos sobre los empresarios: los acuerdos de precios.
Según cada una de las teorías de inflación, se debería aplicar una diferente política económica. Los monetaristas impulsan la disminución del stock de dinero en sus diferentes formas (circulante, circulante más depósitos, etc.). Una aplicación dogmática de esta interpretación llevaría a una disminución del crecimiento económico que no tiene un gran consenso en la sociedad. Esto está muy relacionado con la teoría de la inflación de demanda(o keynesiana), que impulsa una disminución de la actividad económica en los períodos de auge económico para evitar las presiones inflacionarias. Esta cercanía entre estas dos escuelas es sólo aparente, ya que sus respectivos defensores en realidad se encuentran en las antípodas ideológicas. Los estructuralistas se preocupan en mayor medida por el crecimiento económico, por lo que sostienen que cierto nivel de inflación es el precio que hay que pagar para lograr dicho crecimiento económico. Para los que remarcan la inflación de costos, se debería controlar el precio de los insumos y factores productivos. Impulsan acuerdos o control de precios de los insumos, apertura económica, tipo de cambio bajo, moderación en los incrementos salariales, etc. Finalmente, la inflación inercial se debería combatir disminuyendo las expectativas inflacionarias. Para esto se deberían eliminar los mecanismos de indexación, se debería impulsar incrementos salariales moderados, es decir se deberían implementar acciones que “vendan” que la inflación no se saldrá de sus carriles (hasta para algunos valdría cierto maquillaje en los datos estadísticos).
La cuestión de los acuerdos de precios (y su versión más perversa, los controles de precios) como política anti-inflacionaria es algo que atañe más que nada a la inflación de costos y a la inercial. El acuerdo de precios es una herramienta muy útil, pero es peligroso tomarlo como “la” política anti-inflación. Es efectivo para disminuir las presiones alcistas en algunos sectores económicos y para reducir las expectativas inflacionarias. El problema surge cuando los acuerdos de precios se prolongan en el tiempo. Con el tiempo algunos empresarios encuentran la forma de esquivar las rigideces impuestas por los acuerdos o controles. Distribuyen un determinado producto al mismo precio pero con inferior calidad o en un tamaño menor. Se crean productos similares pero con algún agregado mínimo, que se distribuyen a un precio mayor ya que no caen bajo ningún tipo de control. Es más, algunos acuerdos de precios resultan poco efectivos porque se incluyen productos de muy baja rotación o porque la demanda sobre dichos bienes resulta mucho mayor a la escasa oferta de los mismos.
Estos son fenómenos económicos que demuestran que los acuerdos de precios son herramientas muy falibles si se prolongan en el tiempo. Además, los controles de precios disminuyen las posibilidades de crecimiento de los sectores afectados (esto en el mediano y largo plazo tiene un efecto inverso al deseado porque deprime la oferta de dichos sectores, lo que aumenta aún más el nivel de precios de estos rubros). Pero para ilustrar porqué los controles de precios no sólo son ineficaces, sino hasta perjudiciales cuando se los continúa en el tiempo, tomemos el ejemplo de las estaciones de servicio. No pueden incrementar el precio de su mercancía, pero los de sus insumos se incrementan constantemente: salarios, alquileres, etc. Consecuencia: crisis en el sector y cierre de muchos locales de venta.
Lo mismo pasa con muchas PyMEs minoristas. Desde la devaluación, los diferentes índices de precios mayoristas se incrementaron en mayor medida que el índice de precios minoristas. Esto produce un efecto tenaza que resulta muy perjudicial para las PyMEs. Es por eso que consideramos que el control de los precios es una herramienta útil que debe ir acompañada de otras políticas. Lograr una disciplina en el gasto fiscal y en la política monetaria. En todo caso, la cuestión del gasto fiscal debe nacer de un análisis cualitativo, ya que también es aconsejable un fuerte proceso de inversión en infraestructura para disminuir los costos generales y posibilitar la llegada de nuevas inversiones (esto es lo que viene haciendo el gobierno nacional desde hace tiempo).
La creación de un clima económico estable para facilitar las decisiones de inversión. Delinear una estructura impositiva que incentive las inversiones (beneficios impositivos, como los creados al sector del software y otros, eliminación de impuestos distorsivos, etc.).
Pero no es nuestra idea acercar un proyecto de programa económico, sino sólo demostrar porqué sostenemos que es peligroso aferrarse a un esquema económico monotemático.
*Responsable área Responsabilidad Social Empresarial de CAPYMEF
Fuente: Presidente de la Cámara de Pequeñas y Medianas Empresas de Formosa – 21.04.2008