El Grito de Alcorta: 25 de junio de 1912
En los finales del siglo XIX el sector agropecuario argentino comenzó una etapa que se cierra en 1930, con la crisis mundial, en la que se generó un importante excedente que habilitó el crecimiento deslumbrante y recordado durante todo el siglo con cierta nostalgia. Ese período expansivo, “agroexportador”, estuvo favorecido por condiciones de altos precios internacionales que estimularon la demanda externa de la producción de cereales y carne. Fue acompañado, además, por la expansión de la frontera agraria y el asentamiento de colonos de origen extranjero en esas vastas y fértiles tierras disponibles.
La provincia de Santa Fe fue clave, tanto por recibir una gran cantidad de colonos como por la posibilidad de producir cereales para la exportación. La agricultura estaba en manos de colonos arrendatarios que debían pagar una alta renta a los propietarios de la tierra. En los comienzos del siglo XX el territorio agrario provincial estaba habitado por una trama de actores agrarios –terratenientes propietarios; arrendatarios de grandes extensiones, pequeños arrendatarios; compañías colonizadoras; acopiadores de cereales; trabajadores rurales; exportadores, etc.– con relaciones asimétricas alrededor de la generación de la fabulosa renta agraria debido a fertilidad de las tierras.
No hay dudas de que el factor determinante de la gran protesta agraria en la localidad de Alcorta en 1912 fue económico: la baja de los precios de los cereales, el aumento del precio de los insumos y condiciones de arrendamientos muy desfavorables. No obstante, la trama del conflicto agrario estuvo atravesada por componentes políticos ya que, desde nuestros inicios como nación, la subalternización de ciertos sectores en el capitalismo argentino no fue naturalizada (más bien resistida) y esto es válido tanto para los chacareros como para las comunidades indígenas o los trabajadores en general. Recordemos, por ejemplo, que los colonos inmigrantes, como extranjeros, no eran sujetos de derecho y no había recepción de sus reclamos. La Iglesia tuvo un significativo papel en la alborada del conflicto cuando los curas párrocos de Alcorta –Pascual y José Netri– apoyaron las luchas y, además, pusieron a los colonos rebeldes en contacto con otro de sus hermanos, abogado residente en Rosario, Francisco Netri (importante asesor legal quien fuera asesinado en 1916).
La huelga agraria, los cortes de rutas y el cese de entrega de la producción fueron las formas de acción de los chacareros rebeldes. El domingo 25 de junio de 1912, en una de las asambleas donde los agricultores de las localidades vecinas llegaban en sus “sulkies”, se anunció la huelga general. Los relatos cuentan que las caravanas en “sulky” que llegaban de La Adela, La Sepultura, Bigand, Firmat, etc. alcanzaban más de cinco kilómetros de largo. La asamblea en el local de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos declaró la huelga y se anunció el nuevo proyecto de arrendamientos y aparcerías. Alrededor del 8 de agosto, cuando un significativo número de terratenientes propietarios ya habían aceptado los términos del nuevo contrato agrario, se levantó la medida.
Estos colonos herejes –como los caracterizó un trabajo reciente– pelearon por condiciones de labranza dignas como las empresas colonizadoras les habían prometido y luego, por la tierra. En ellos se imbricaban culturas de lucha socialistas, anarco-sindicalistas, antiliberales europeas con la generación de una política que irrumpía en el país de la mano del radicalismo. En ese mismo año crean la Federación Agraria Argentina (FAA), que se convertiría desde entonces en el arma gremial de los colonos rebeldes luego convertidos en pequeños propietarios.
La FAA estuvo aliada al Partido Socialista para pasar sus leyes por el Congreso, acompañó al partido radical y a los gobiernos populares peronistas. No existen registros que la conecten con golpes de Estado o posiciones de derecha. Durante la dictadura militar, por ejemplo, la FAA presidida por don Humberto Volando tuvo una coherente y honesta actuación en favor de los derechos humanos. Sin embargo, después del arrinconamiento al que sometieron a los pequeños productores las políticas de los ’90, la FAA aceptó sin críticas el modelo del “agronegocio”. Los últimos dirigentes de FAA –Bonetto y Buzzi– se equivocaron y desoyeron críticas que hacen los ambientalistas, la agroecología, Vía Campesina, entre otros, al nuevo modelo neoliberal para el campo, bajo el supuesto de que con él “salvarían” al sector. Y no es así. A mi juicio se equivocaron y se siguen equivocando ahora con sus alianzas. El capitalismo concentrador no acepta en sus producciones de punta la pequeña propiedad como pasaba hace casi un siglo. Sólo bajo las coordenadas de otro modelo agrario, para la soberanía alimentaria, y sin las fabulosas ganancias actuales, podrá sobrevivir como sector y reconciliarse con otros sectores subalternos del campo argentino.
*Profesora de Sociología Rural. Coordinadora del Grupo de Estudios Rurales (IIGG-UBA).
Fuente: [color=336600]Página 12 - 22.06.2008[/color]