¿Qué significa buscar un tipo de cambio real “competitivo y estable”? / Mariano Féliz*
La política oficial apunta a garantizar la llamada “competitividad” de la economía, intentando sostener un tipo de cambio real (TCR) “elevado” (dólar caro). Se busca que los precios y costos internos sean bajos en dólares en comparación con los precios y costos en dólares en el resto del mundo. El país se hace más “barato” y la mayor “competitividad” se manifiesta en un mayor superávit (o un menor déficit) externo.
Al tener este objetivo en mente, el gobierno argentino asume que puede controlar o determinar el nivel “tendencial” (de “largo plazo”) del cambio real. Esto supondría que a través de la política monetaria y fiscal el gobierno podría “elegir” tener un dólar alto.
Esto no es así. En realidad el valor del tipo de cambio real es el resultado de determinaciones ligadas al proceso de acumulación y valorización de capital en la economía. La política monetaria y cambiaria tienen pocos efectos sobre el valor tendencial del tipo de cambio, pues el mismo es estructuralmente rígido. Esto no significa que no pueda ser alterado por medio de la política pública. Lo que sí expresa es que el manejo del TCR a los fines de alcanzar la tan mentada “competitividad” involucra otro tipo de elecciones de política (económica).
Sintéticamente, el tipo de cambio real está determinado esencialmente por los niveles de productividad de la economía y la relación entre la tasa de ganancia y los salarios reales, comparados entre países. Si la productividad aumenta en un país (en comparación con el resto del mundo), el TCR puede aumentar pues la mayor productividad induce una baja en los costos de producción internos, aumentando la “competitividad” (lo que es un eufemismo para denominar la ganancia empresaria). Lo mismo ocurre cuando bajan los salarios reales en un país en relación al resto del mundo: el tipo de cambio real aumenta pues se reducen los costos internos y las empresas se hacen más “competitivas”.
Por esto el tipo de cambio real tenderá a ubicarse en un nivel que estará determinado por la productividad laboral y los salarios reales de la economía, siempre comparados con esos mismos valores en el resto del mundo. En consecuencia, el tipo de cambio real será estructuralmente “rígido” y no sujeto a las decisiones de la política económica, a menos que el gobierno pueda mediante la misma alterar las variables relevantes.
Este planteo pone bajo otra luz la política cambiaria impulsada por el gobierno desde 2002, en la actual etapa neodesarrollista.
Hay un hecho objetivo: el tipo de cambio real “tendencial” es hoy en día más alto que a comienzos de los noventa como resultado del aumento de la productividad que se produjo en esos años. Claro está el costo de ese aumento fue la mayor desocupación y precariedad laboral extendida durante esa década. El aumento de la competitividad (rentabilidad) estructural del capital en la Argentina se basó en los años noventa en el empobrecimiento generalizado del pueblo trabajador.
A esto podemos sumar otro elemento que caracteriza a la etapa actual. El tipo de cambio real es hoy más elevado que los noventa también porque los salarios reales son más bajos. La economía es hoy más “competitiva” porque, además de la mayor productividad, tiene salarios más bajos en términos reales. Es decir, nuevamente han sido las trabajadores quienes han pagado el costo de la deseada “competitividad” a través de salarios que hoy son para la mayoría de los trabajadores más bajos que en las últimas dos décadas.
De allí que el tipo de cambio “elevado y estable” al que apunta el gobierno pueda lograrse sólo con salarios que garantizan la persistencia de niveles inaceptables de pobreza y condiciones de precariedad laboral. Cuando, por el contrario, se apela a la mayor productividad como medio para ganar “competitividad”, los empresarios (y el propio gobierno) sólo piensan en subsidios estatales al capital y mayor precariedad y explotación laboral.
Todo lo dicho indica que la política de “competitividad” del gobierno se sostiene en una política de contención salarial y precarización del empleo. Cuando la misma no es eficaz pues “falla” la mediación de los sindicatos burocratizados y sus conducciones, son los empresarios quienes buscan garantizar su “competitividad” devaluando los salarios a través de la inflación y apelando a los despidos indiscriminados.
En cualquier caso, tanto en los noventa como en ésta década, en el neoliberalismo y el neodesarrollismo, lo único que no se discute es el objetivo de la “competitividad” y quien pagará los costos de alcanzarla.
[b]*Economista de la Universidad Nacional de La Plata. marianfeliz@gmail.com[/b]
Nota: Una versión corta se publicó en Página 12 (25.08.2008)
Fuente: [color=336600]marianfeliz.blogspot.com[/color]