La crisis política nacional y los intelectuales / Eduardo Grüner - Atilio Borón - Christian Castillo*

Eduardo Grüner - Atilio Borón - Christian Castillo*
Con la presencia de Eduardo Grüner, Atilio Borón junto a Christian Castillo, se realizó el pasado julio una mesa redonda en donde debatieron sobre la crisis política nacional, el problema agrario y los posicionamientos entre los intelectuales. A continuación extractos de este interesante debate. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . Redistribuir supone conflicto. Entrevista a Alain Rouquie* / Fernando Krakowiak . Carta Abierta III: La nueva derecha . La economía argentina en la encrucijada: ¿de la política macroeconómica a la estrategia nacional de desarrollo? / CENDA* . La política del kirchnerismo, la crisis agraria y la salida popular / Guillermo Gigliani* [/size]

[color=336600]Eduardo Grüner
“¿Por qué esto ocurre ahora?”
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Como decía un viejo personaje de la televisión argentina yo antes de hablar quisiera decir una cosa. Ante todo, de todo corazón quiero agradecer muy fuertemente la invitación del Instituto, de “Chipi” Castillo, de la revista Lucha de Clases a estar con ustedes aquí hoy. No es frecuente, permítanme que diga esto, que se invite con tanta generosidad y buena disposición a los así llamados intelectuales que no están directamente ligados en este caso ni a la revista ni al Instituto ni al partido ni al PTS y eso demuestra una vocación no voy a decir de “dialoguismo” porque es horrible el concepto pero sí digo una voluntad dialógica. Que es algo que a mí me esta haciendo muchísima falta en estos tiempos.

Yo no quisiera –si ustedes me disculpan- hablar específicamente de los intelectuales, me parece que es el menor de los problemas que tenemos que enfrentar en esta situación. No lo minimizo puesto que para bien o para mal es el rol que uno ha merecido en la vida. (...)

“Las clases que están en lucha alrededor de ese conflicto”

Estamos utilizando este debate también con el pretexto de presentar una revista que se llama Lucha de Clases. Entonces me parecería que no estaría mal empezar la discusión por ese lado. En algún lado me he animado a usar esa expresión como caracterización de lo que estaba ocurriendo en Argentina. Muchos me criticaron el uso de ese término porque no aparecía tan claro a primera vista cuáles eran exactamente las clases que estaban en lucha alrededor de ese conflicto (...) En este caso si la expresión lucha de clases es demasiado, produce malentendidos o debates que nos pueden hacer ir más lejos de lo necesario, sí me permitiría hablar de una fuerte de agresión de clase llevada adelante por estos sectores de la patronal agropecuaria o un poco más ligeramente que yo también en algún momento llamé la “derecha campestre” (...)

Esta agresión de clase a la que me estoy refiriendo está expresada por todos estos efectos de desabastecimiento, contribución a una inflación que por supuesto venía de antes y tiene muy complejas razones, y es una agresión no exclusivamente económica sino también política e ideológica. Este movimiento de la derecha campestre hasta cierto punto se puede decir que actuó hasta como una suerte de Estado paralelo, Estado dentro del Estado, cortando rutas, ejerciendo una especie de poder de aduana interior, apropiándose de los símbolos nacionales, poniendo un conjunto de intereses patronales y privados en nombre de la Patria y todas las agresiones ideológicas, mayormente actuadas por los medios sin duda, pero también puestas en muchas declaraciones explícitas e implícitas de racismo y odio de clase más exacerbado.

La ‘derecha campestre’: ¿es o no es la ‘nueva derecha’?

Hay una discusión, que no oculto tener con uno de los sectores intelectuales a los cuales se aludió acá, que es si esta “derecha campestre” es o no es una “nueva derecha”. Personalmente creo que hay más elementos para hablar de “nueva derecha” en el gobierno que en esta así llamada “derecha campestre”. Por supuesto que en este movimiento de esta “derecha campestre” (...) no es menor que no haya un partido militar dispuesto a llevar adelante ese movimiento con las armas en la mano.

Los elementos que están presentes, si uno los tomara un poco formalmente, en esta llamada “nueva derecha” son de muy diverso tipo y podrían rastrearse muy atrás en la historia del siglo XX, algunos incluso hasta en las diversas formas de fascismo de la década del ’20 o del ’30. Hay ahí una suerte de apelación populista de derecha con cierto grado, fuerza de convocatoria de masas, un uso muy inteligente por cierto de los medios de comunicación de masas, y hay una suerte de apropiación, de secuestro, recuperación, reaccionaria de muchos elementos de las luchas populares de la década del ‘90 y culminantes en las jornadas célebres de diciembre de 2001 como las asambleas, los cortes de ruta.

De todas maneras todos estos aspectos que podrían parecer novedosos no me parece que alcancen a transformar este movimiento en algo que podamos definir de forma decidida como una derecha específicamente nueva. Sí, no podemos cerrar los ojos ante el hecho de que hacía mucho tiempo que la derecha no salía de manera tan decidida, insisto, y con una cierta base de masas, a pelear la calle por una causa tan decididamente de derecha. Aclaro que con el calificativo derecha no estoy ignorando que muchos de los miembros individuales de esa base social que astutamente esta derecha ha sabido ganarse en esta coyuntura no tienen necesariamente porqué ser individualmente, calificados de conscientemente derechistas. El problema que para juzgar en política lo primero que hay que intentar caracterizar es la orientación general bajo la cual incluso esos individuos actúan sus intereses inmediatos y a favor de esa orientación general. Para ir rápido lo que alguien como Gramsci podría llamar la hegemonía. O la dirección política y cultural del movimiento.

“¿Por qué esto ocurre ahora?”

En estos ciento y pico días de conflicto una de las preguntas más recurrentes en muchos sectores era ¿por qué esto ocurría ahora? Los simpatizantes del gobierno preguntaban por qué se lo hicieron a Cristina y no antes a Néstor, por qué de pronto algo que parecía simplemente un pequeño tironeo entre básicamente socios había adquirido un dramatismo de esa envergadura. Una hipótesis muy gruesa que se me ocurre es que la derecha, como ocurre muchas veces en la historia argentina, tuvo un gran sentido de la oportunidad, que había un clima –más o menos difuso- de descontento social, todos sabemos que el cambio de gobierno fue un mero trámite, pero no deja de tener un valor simbólico, de que con el cambio de gobierno se hubiera cumplido la “etapa de acumulación”, macroeconómica, superestructural y que había llegado el momento de cierto reparto o redistribución.

Por supuesto que esas expectativas fueron ampliamente frustradas, no había ningún proyecto serio de redistribución, no había un proyecto burgués o nacional burgués, mucho menos nacional y popular, de redistribución de la riqueza. (...) Y sí aparece entonces en este contexto, estas medidas de las retenciones completamente aisladas y por fuera de algún proyecto un poco más pesado, un poco más especificado aunque sea verbalmente, de proyecto económico y redistributivo. (...) No había intenciones serias de hacerlo. Y esto recortó de manera vertiginosa la legitimidad de base, que todavía podía aspirar a conservar el gobierno.

Llegado a esta situación con estos socios de la derecha campestre del gobierno a la ofensiva, el gobierno estaba en una trampa me parece sin salida. La crisis orgánica es, no quiero decir terminal, pero me parece que es muy seria. Toda esta maniobra de enviar las retenciones al Congreso, no se puede saber cómo va a salir, pero en todo caso no va a salir de allí nada bueno para los sectores populares y esto me conduce a una conclusión, que es que sería importante tratar de pensar cómo salir de la trampa, llamémosla dicotómica, armada tanto por el gobierno como por la “derecha campestre”, de que esto es simplemente un conflicto entre esa derecha y el gobierno. Hay un tercer actor que no aparece explícitamente en este conflicto que son los sectores populares, la clase obrera, lo que genéricamente se puede llamar el pueblo. A mi juicio se equivoca alguien como Feinmann al decir que acá se trata de elegir entre “lo que hay” y “lo peor”. Aún cuando pudiéramos o no acordar en qué es “lo peor”, seguramente que plantear el dilema en esos términos es bastante poco dialéctico.

Me gustaría escuchar un debate sobre cómo encontrar ese programa de transición que permitiera combatir muy firmemente esta ofensiva de clase de la “derecha campestre” y simultáneamente poder abrir el espacio para obligar, digamos, a estas así llamadas partes del conflicto, a ceder ante una ofensiva popular que abriera una verdadera discusión por lo menos sobre qué significa un verdadero plan de redistribución, con qué fuerzas sociales llevarlas adelante.

[color=336600]Atilio Borón
“Un episodio más de la lucha de clases”
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Reitero lo que dijo Eduardo por la invitación a participar acá, me parece muy saludable organizar un debate al interior del movimiento marxista en una situación tan delicada como vive la Argentina de hoy y donde ha habido y hay una confusión tan espectacular, confusión que no es casual. Acá hay una trampa donde de alguna manera se hace un planteo donde o se está con el gobierno o se está con la derecha. Y hay que romper esa trampa, es muy fácil decirlo al dar una charla, romper la trampa en el proceso histórico real es una tarea que lleva un poco más de trabajo y no estoy muy seguro cuál va a ser el desenlace inmediato por lo menos en la coyuntura argentina.

“Esto no es un gobierno ni nacional ni popular”

Yo arrancaría haciendo una referencia breve al tema de los intelectuales, sobre todo intelectuales en la periferia, intelectuales sometidos a largos años de socialización colonial o neocolonial, intelectuales además viviendo una época de derrota y recomposición de los proyectos emancipatorios de nuestro tiempo. Estamos empezando recién ahora a salir, y en América latina, a escala mundial tenemos Estados Unidos el panorama que se nos presenta entre un Mc Cain más duro todavía que Bush y un Obama que va a tener suerte si no se tropieza con una bala y además sería un cambio absolutamente extraordinario en la cultura norteamericana aceptar a alguien, a un negro, como candidato y como presidente. Pero aparte de lo que ya ha dicho, independiente de que gane o no, la cosa no va a cambiar. (...)

Pero el tema de los intelectuales me parece que uno lo podría plantear, en función de todos estos antecedentes que presenta el caso argentino y el contexto internacional, con una fórmula muy simple, que muchas veces ha utilizado Noam Chomsky, para referirse al papel de los intelectuales. El lo dijo así, la misión del intelectual es decir la verdad y denunciar la mentira. Decir la verdad en una sociedad capitalista es decir que hay explotación, que hay opresión, que hay violencia. A partir de ese criterio en este conflicto que nos hallamos y donde ha habido una iniciativa muy importante del gobierno nacional de tratar de cooptar a la llamada intelectualidad progresista, porque no fue un proceso espontáneo, fueron muy inducidos a partir de algunos canales, algunas vinculaciones entre estos intelectuales, supuestamente, que estaban al margen y que fueron convocados, muy sutilmente, pero fueron convocados, me parece que esto plantea la necesidad de decir cuáles son las verdades y las mentiras acá.

La primera verdad es que este gobierno, es heredero de un reordenamiento del capitalismo argentino que arranca con la última dictadura militar, con la ley de entidades financieras establecida por Martínez de Hoz el 2 de abril de 1976 y que hasta hoy sigue rigiendo los grandes parámetros del sistema financiero argentino. (...) Acá es que hay una continuidad muy grande entre ese régimen, esa forma que adoptó el capitalismo argentino, una forma profundamente reaccionaria que fue profundizada hasta el paroxismo por el menemismo, creo que es Eduardo que dice en uno de sus varios trabajos sobre el tema, este es el único país que ha privatizado absolutamente todas sus fuentes energéticas, no hay ningún otro, ni siquiera pequeños países de Centroamérica han cedido tanto como se cedió en Argentina. Y esto dice mucho del gobierno y dice mucho del campo popular, que no tuvo la fortaleza suficiente para parar un proceso. (...) Este gobierno no ha hecho el menor atisbo de querer cuestionar este modelo de funcionamiento de un capitalismo profundamente regresivo y agresivo que tiene la argentina. (...)

No se trata de elegir entre un gobierno nacional y popular, versus la derecha apátrida, genocida, etc., etc., porque esto no es un gobierno ni nacional ni popular, ojalá fuera eso, sería un avance. Pero de nacional no tiene nada. (...) Basta mirar los números, los números son absolutamente contundentes, hay un dato vergonzoso, la diferencia que había entre el 10% más pobre y el 10% más rico de la sociedad argentina cuando se inicia el período llamado democrático, en realidad el período llamado más bien de plutocracia, período plutocrático, el gobierno de los ricos, bajo una mascarada democrática, cuando se inicia este período, la diferencia era de 13 a 1, estamos hablando del año 1984. Hoy, después de haber absorbido el shock de la hiperinflación, el colapso de la convertibilidad y todo lo demás, en donde se supone que se llegó a una cierta normalidad, se estabilizó en 30 a 1. (...)

“Un episodio más de la lucha de clases”

Que hay una ofensiva destituyente, es una frase feliz, efectista, pero que carece de toda sustancia, aquí lo que hay es un episodio más de la lucha de clases, ¡Por favor! Si cada vez que se intensifica la lucha de clases se va a caer en la idea de que hay una ofensiva destituyente, bueno es un lugar común obvio. En la lucha de clases, las clases dominantes si pueden destituir a aquel que esté en el poder, lo van a hacer. Por algo Eduardo sacó el tema de la crisis orgánica. Acá lo que hay, es una ruptura del vínculo entre las clases dominantes, de una fracción de las clases dominantes y el Estado, y sus representantes políticos.

¿Por qué se produce esa ruptura? Porque el gobierno, éste, que no ha hecho ninguno de los cambios que prometió, se encuentra con dos o tres problemas de urgente solución, tiene que hacer frente a un pago muy grande de la deuda externa, en el curso de los últimos cuatro años, tiene que mantener un dólar sobrevaluado, para lo cual requiere tener muchos dólares en el bolsillo, a los efectos de tener desde ahí, incentivos para los grupos exportadores, etc., y tiene que financiar los subsidios que le está permanentemente otorgando a los sectores más concentrados del capital. (...) No hubo uno solo en el gobierno que hiciera una lectura política del cálculo estadístico. Un impuesto, como cualquier impuesto, tiene que tener una graduación en función de la capacidad contributiva de la gente que tiene que pagarlo, si no es un acto simple y brutal de expoliación. Entonces aplicaron este impuesto sin más a este famoso “campo”, que no existe, es una ficción romántica compuesta por tipos que tienen hasta 50 hectáreas hasta 100, hasta 200 y que en función de dónde están esas hectáreas, pueden ser la base para una fortuna millonaria o pueden tener al propietario o al arrendatario sacando lo justo para sobrevivir. Errores elementales, cometió el gobierno, que lograron un milagro político que fue la unificación de un conjunto de clases agrarias, los sectores más tradicionales como la Sociedad Rural fundamentalmente, para hablar de las polaridades y la Federación Agraria convirtiendo en enemigos a una parte de aquellos que habían sido amigos en la campaña de Cristina Kirchner, uno de los cuales, el propio Buzzi, había estado en el palco final en el acto de clausura de la campaña de Cristina Fernández. El actor del cual menos se habla que es el gran capital financiero que hoy en día domina la producción agraria, no solamente de la Argentina. (...)

Es cierto lo que dice Eduardo, pero es parcial, yo estoy de acuerdo que hay una ofensiva imperialista en contra de los gobiernos de Latinoamérica que no sean absolutamente serviles. En ese sentido, el gobierno de Kirchner genera una irritación en Washington, más por lo que dice, más por su retórica que por que hace. A la hora de hacer es un gobierno más que obediente, cuando acá le pidió la embajada que sacara la Ley Antiterrorista, la sacó en menos de una semana, no hubo ningún problema con eso. Cuando hay que mandar tropas a Haití, se mandan tropas a Haití. Es un gobierno obediente, pero de todas maneras el margen del imperio se ha achicado tanto que aún aquellos que hacen gala de una retórica un poco exaltada, resultan molestos. Y eso crea un clima propicio, envalentona a estos sectores, que por otra parte van a dar la lucha en condiciones muy favorables, porque si antes no contaban, no tenían una tropa pequeñoburguesa o plebeya para acompañar su demanda, ahora la encontraron. (...)

“La derecha ya está en el gobierno”

¿Hay una nueva derecha?, bueno yo personalmente creo que no hay una nueva derecha. Y de vuelta concuerdo con lo que dice Eduardo. No hay una nueva derecha porque la derecha ya está en el gobierno. La política económica que hace este gobierno es de derecha. La política cultural un poquito más tolerante pero aún así sigue siendo tolerada por la derecha. Una de las maneras en que la derecha la tolere es aceitarla económicamente. (...) Tener un ministerio de Cultura, una secretaría de Cultura como tiene la Argentina que prácticamente no tiene capacidad de ejecutar nada no me parece que sea muy importante. Entonces yo digo, en general, la derecha ya está y está muy confortablemente, y yo no creo realmente que si el gobierno actúa con la astucia que solían tener los peronistas de antaño, la verdad que no la tienen estos, rápidamente divide ese flanco agrario y las cosas vuelven a su cauce. (...)

Termino con una observación sobre el riesgo que tiene una situación como esta. Eduardo dice muy bien acá hay un tercer actor, un conglomerado, las clases populares, que han demostrado en relación a un gobierno que se identifica con el peronismo una sorprendente facilidad y una sorprendente indiferencia ante esta ofensiva o esta supuesta ofensiva tal vez, ellos no lo vieron como una ofensiva, de la derecha contra el gobierno, la prueba está en que prácticamente no salieron en ningún momento autónomamente espontáneamente a la calle a defender a un gobierno que se dice nacional y popular. No salieron. (...)

¿Y por qué? Porque están muy enojados. Muy frustrados con el gobierno y ese descontento social es muy grande. El gobierno no lo midió y entonces yo creo que la alternativa acá es tratar de librar una batalla en el terreno ideológico demostrando que este campo que hoy se rebela contra aquel que había representado sus intereses básicamente no representa ninguna alternativa, ninguno de los dos, y tenemos que dar una gran batalla ideológica para demostrar que salir de esta trampa exige pensar en otra alternativa y esa alternativa no la ofrece el gobierno.

Mucho menos esta derecha totalmente descontrolada y que por lo menos en el momento actual yo no veo ninguna razón extenderle al gobierno nacional una carta blanca y salir en defensa a partir de una serie de manipulaciones de conceptos y de palabras que no tienen ninguna sustancia y que sin embargo han tenido un efecto muy importante en arrastrar a partir del temor o tal vez la rememoración de los hechos de los años ‘70 entre amplias camadas de intelectuales la posible emergencia de una derecha fascista. Yo particularmente no lo veo y por eso no he firmado esa carta. Y creo que es muy importante plantear seriamente cómo hacer un trabajo ideológico para concientizar a las masas de que la alternativa es otra, ni campo ni gobierno. Como decía al principio es muy fácil de decir. Pero es una tarea enorme porque hay que luchar contra la corriente, contra una ideología peronista muy fuertemente arraigada en las capas populares y que es capaz de absorber decepción tras decepción sin que por ello necesariamente se abra la conciencia a recibir otra clase de mensaje. Muchos pensábamos que después de la gran traición del menemismo, los sectores tradicionales que apoyaban al peronismo irían a abrirse a pensar otras alternativas, todavía no ha sido así pero eventualmente eso pueda ocurrir y tal vez esta sea la coyuntura.

[color=336600]Christian Castillo
Lo que el “nuevo conformismo” no puede explicar
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¿Por qué se da ahora esta crisis en Argentina? Lo primero a señalar es que estamos en un momento de incertidumbre internacional, debido al comienzo de una crisis en el corazón del capitalismo mundial. Esta crisis tiene consecuencias dispares. Hay economías en recesión, EE.UU., Inglaterra y España, y paradojalmente hay otras donde se manifiesta una tendencia inflacionaria muy fuerte, a partir de que fondos especulativos, concentrados en la economía norteamericana han ido hacia los mercados a futuro de alimentos y combustibles. En los países exportadores se ampliaron las rentas que se perciben por esos productos, y ha tenido el efecto en otros países de la periferia importadores de alimentos y combustibles de producir alzas muy importantes de los alimentos básicos que consume la población. Esto ha producido rebeliones del hambre en algunos casos, o protestas de sectores pequeñoburgueses como los transportistas españoles, o los pesqueros de varios países de Europa, y en otros casos un incremento de huelgas obreras, el caso Vietnam o Egipto.

¿Por qué se da ahora esta crisis en Argentina? Porque es refracción de esa crisis internacional que implicó un aumento de la renta, que ya venía aumentando intensamente desde 2003, y que tiene un pronunciado incremento en la actualidad. El gobierno representando ciertos intereses capitalistas y las patronales agrarias representando otros intereses capitalistas se enfrentan para quedarse por esos dólares adicionales, y tienen la expectativa de que no va a ser algo inmediato sino que va a durar un período histórico. (...)

Viejos y nuevos actores “del campo”

En Argentina la concentración de la tierra es brutal. Hay 4000 propietarios dueños de 84 millones de hectáreas, niveles similares a los que había a principios del siglo pasado. 30 de los 35 apellidos de los propietarios registrados durante el primer censo agrario siguen estando entre los principales propietarios del país junto a algunos que se sumaron como Benetton, Soros, el grupo Werthein, aliado del gobierno. Son propietarios pero también producen, porque están vinculados con toda la cadena alimentaria como Bunge. Son sectores que ganaron mucho. Pero también hay nuevos actores. Los Grobocopatel son propietarios de 15.000 hectáreas pero explotan 150.000 hectáreas. El grupo el Tejar, que se asocia con otros para la explotación capitalista y que es la sociedad AAPRECID, los productores de siembra directa de nuestro país. Y obviamente las exportadoras, casi un monopolio privado del comercio exterior, un sector al que el gobierno le hizo muchísimas concesiones.

Las patronales agrarias han logrado una base social. (...) Hay un fenómeno en curso desarrollado durante los últimos tres años, que es una capa de pequeños rentistas agrarios, que alquilan sus tierras a otros grupos más grandes como los pooles de siembra, los fideicomisos y empresas del agrobussines. La renta que perciben los pequeños rentistas depende de los precios del mercado mundial, porque si sube la soja sube el alquiler de su tierra. Entonces están completamente ligados y un sector se agrupa en la Federación Agraria. El alquiler de la propiedad de la tierra creció muchísimo. Se cuadriplicó en algunos casos. Con una renta extraordinaria incluso para los más chicos. (...) El “modelo sojero” produjo el salvataje para algunos, que estaban relativamente hundidos y la ganancia para los grandes propietarios, el surgimiento de otros sectores capitalistas intermediarios del agro, algunos de los llamados contratistas, y produjo también la expulsión de los sectores más pauperizados, los verdaderos campesinos, que perdieron sus tierras al calor de la expansión de la frontera sojera, muchos de ellos de los pueblos originarios, forman parte de un fenómeno que no tiene esa visibilidad y de que también muchos de los pequeños propietarios fueron cómplices. Entonces el pequeño productor no quiere cuestionar el modelo sojero. (...)

“El discurso gubernamental es una ilusión”

Frente a esto el discurso gubernamental de que subiendo las retenciones se va a lograr una explotación articulada y racional de los recursos agrarios es una mentira a todas luces, una ilusión con la que quiere ganar base. Una ilusión primero porque el gobierno cuando habla se autoacusa, cuando dice Cristina Kirchner que la producción sojera está concentrada en un 2% de grandes productores que tiene el 60% de la soja, esto no pasó en Marte, fue durante el gobierno de Néstor Kirchner que esto se profundizó. Segundo, porque efectivamente esa modificación parcial no lleva a una organización racional de la producción agraria. Y acá hay un elemento clave si estamos pensando que la discusión se plantea sobre un programa de transición para discutir la actual crisis el primer problema a plantear es la expropiación de la gran propiedad agraria, la utilización y la planificación racional de la explotación agropecuaria tiene que pasar por la nacionalización de esas tierras conseguidas por los grandes propietarios mediante el genocidio a los pueblos originarios, y luego con todo tipo de estafas al pueblo. Industriales de la patria contratista beneficiarios de la dictadura militar luego se transformaron en propietarios de campos. (...) Sin expropiar esa clase, no hay destino para los trabajadores y los sectores populares. Esta cuestión ha sido escamoteada en el debate actual. Así como la nacionalización de los puertos y el comercio exterior, la expropiación de las cerealeras que se quedan con el grueso del botín de esa rentabilidad extraordinaria.

Entonces insisto, estuvieron enfrentándose dos fracciones capitalistas por la renta. Pero ¿qué fracción defiende al gobierno? La camarilla kirchnerista ocasionalmente es el comando de un partido que se fue delineando que es el “partido industrial”. Si con este esquema ganan los exportadores, la industria manufacturera es uno de los sectores más favorecidos. (...)

Coincido con una afirmación que hizo un intelectual pro gobierno Eduardo Basualdo que dice que la burguesía está autoconjurada de que no va a permitir una recuperación salarial más allá del 2001. (...) Cuando Cristina quería plantear el acuerdo del bicentenario incluía una suerte de transformar de derecho lo que vino siendo su política de los últimos dos años, un pacto social de hecho, un tope salarial recurriendo al gremio de camioneros Y después pegarles a los que se salgan de la vaina de ese reclamo.

Lo que el “nuevo conformismo” no puede explicar

La intelectualidad que forma parte de lo que llamamos en la revista “nuevo conformismo” no puede explicar que antes de esta crisis en los meses previos el centro de la política del gobierno fue atacar durísimamente a los trabajadores, como vimos en la lucha del Casino. Llama la atención que una intelectualidad supuestamente crítica no levantó la voz durante un conflicto que tuvo como protagonista a un empresario tan “productivo” como Cristóbal López que vive del juego de azar que recurrió a 8 represiones llevadas por la prefectura y terminaron en una derrota con 500 trabajadores afuera. No es fácil enfrentar cuando está junta el gobierno, la justicia, el ministerio, son las condiciones de la lucha de clases actual. En el caso de la textil Mafissa un conflicto paradigmático de un empresario de la dictadura militar, el gobierno de Scioli, leal al gobierno kirchnerista mandó 600 policías a reprimir y están hoy procesados esos trabajadores por defender su fuente de trabajo. Entonces a este gobierno se lo presenta que no reprime el conflicto social. Es falso. Cualquiera que haya luchado más o menos firmemente está procesado. Hoy tenemos 400 militares procesados pero tenemos más de 4000 luchadores procesados.

¿Por qué esto es relevante? Porque si estamos pensando en un tercer campo que quiebre esta hegemonía de lucha entre dos fracciones burguesas, tenemos que pensar en el sujeto social que puede encarnar este tercer campo, este sujeto social no es otro que la “vieja” clase obrera, que en nuestro país tiene un poder social enorme, que se ha incrementado. (...)

Si pensamos que estamos en tiempos turbulentos, que la estabilidad del capitalismo mundial no es la misma que teníamos, que el panorama por delante es a una tendencia de la lucha de clases más dura y no más amortiguada, de lo que se trata es que en los sectores más combativos de la clase obrera, con el apoyo de la intelectualidad marxista, del movimiento estudiantil, es constituyendo un campo que, con una política clasista, plantee un desafío a los sectores capitalistas que hoy están en pugna. (...)

“El ‘clima destituyente’ es una caracterización forzada”

La caracterización de golpe de Estado, de “clima destituyente” es una caracterización forzada para transformar el abroquelamiento en el gobierno en la única opción posible, acá no teníamos un golpe de estado en curso, eso no quiere decir que haya un intento de recomposición de una fuerza política burguesa, opuesta a la que tienen el kirchnerismo. (...)

Para el movimiento obrero que el gobierno esté más débil no es necesariamente una mala señal. Cuando el gobierno estaba fuerte, en el escenario anterior y que Moyano se sentía revitalizado mandaban las patotas de la burocracia contra los trabajadores, como las del Smata contra Dana, el caso de la UTA contra los trabajadores del subte y la línea 60, contra los trabajadores de Mafissa en el caso de la Asociación obrera textil.

¿Cuál es el mejor resultado para la clase obrera? Los dos sectores de la burguesía muy debilitados. Y en ese sentido yo no comparto cuando se plantea una preocupación por la autoridad estatal. La debilidad de la autoridad estatal tiene un doble carácter. La autoridad estatal muestra por un lado su debilidad frente a una corporación capitalista. Pero para la clase obrera no es malo que esté débil el aparato represivo del Estado y su deslegitimidad. Yo creo que los sectores más sagaces de la clase dominante tienen una preocupación sobre esto. Y se ve en cada demonización que hacen de cada protesta de los trabajadores, los estudiantes (...) En ese sentido la clase obrera tiene que reflexionar porque las posibilidades de que exista un sector que pueda terciar, tiene que tener un componente de movilización en las calles, de ocupación de las mismas y que esa fuerza de lucha, esa voluntad de transformación pueda presentarse no sólo como reivindicativo, sino que sea la base para reconstituir una fuerza política alternativa.

“Hay que tomar partido”

Creo que uno de los firmantes de la “Carta Abierta”, Nicolás Casullo, escribió que tenemos que vivir el tiempo donde la revolución ha quedado de lado, es una reflexión profunda, porque es la aceptación de la tesis de Fukuyama del fin de la historia por parte de un sector de la intelectualidad “nacional y popular”. Si la revolución ha quedado de lado, al capitalismo no podemos tener ninguna alternativa y sólo nos queda el escenario de qué gobierno puede ser mejor que otro. (...) Yo aspiro a que los debates que hay en curso y la puesta en movimiento no sólo de los intelectuales más conocidos sino más en general, la idea de que hay que tomar partido en los debates públicos, aliente el desarrollo de una intelectualidad marxista, que desafíe justamente la idea de que el capitalismo es el único horizonte donde podemos aportar, y que por el contrario busque en la confluencia con la clase obrera un camino para poder superar este sistema de explotación y opresión. (...)

NOTA:
El miércoles 2 de julio esta mesa redonda ante un auditorio de más de 200 personas se realizó en el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx” la presentación del nuevo número de la revista Lucha de Clases.

*Eduardo Grüner, sociólogo, ensayista y profesor de teoría política, UBA.

Atilio Borón. Profesor Regular Titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires desde 1986. Investigador Principal del CONICET. Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales / CLACSO. Director del PLED, el Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, de Buenos Aires.

Christian Castillo, dirigente nacional del PTS y director de la revista Lucha de Clases.

Fuente: [color=336600]La Verdad Obrera N°284 – 03.07.2008[/color]

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