Una historia bien contada
El texto no omite mencionar las profundas disputas que se producían por el reparto de la renta agraria (arrendadores vs. propietarios de tierras) y ganadera (invernadores-frigoríficos vs. criadores).
De esa manera se fue consolidando un modelo económico alejado de las corrientes más dinámicas del comercio internacional y profundamente excluyente.
Esto último causaba severos problemas sociales que dieron origen a la llamada “cuestión social”. La acción sindical (hegemonizada por los anarquistas a comienzos de siglo) logró visibilizar la desigualdad social epocal.
Incluso el célebre Informe Bialet Massé, surgido desde las mismas entrañas del régimen conservador, detalló magistralmente las pésimas condiciones laborales de la clase trabajadora argentina.
En ese punto, el libro de Rubinzal pasa revista a las pujas existentes –al interior del elenco gobernante– entre aquellos funcionarios que proponían medidas de corte represivo (Ley de Residencia, Ley de Defensa Social) y quienes auspiciaban medidas “integradoras”.
Las convulsiones económicas que trajo aparejado el estallido de la Primera Guerra Mundial, contribuyeron a problematizar las bases sobre las que se asentaba el desarrollo económico argentino.
Surgía entonces la sospecha de que las condiciones internacionales de posguerra no necesariamente se parecerían a las existentes antes de la confrontación.
En ese sentido se va a destacar la figura de Alejandro Bunge llamando la atención sobre las limitaciones del modelo económico en curso. Bunge planteaba que si la Argentina continuaba por la senda recorrida hasta la Gran Guerra se terminaría estancando. Por lo tanto, el Estado debía fomentar un desarrollo agropecuario más intensivo y una mayor industrialización en el contexto de una diversificación general de la producción.
Durante la década del veinte, la producción industrial creció sostenidamente produciendo una elevación en su participación sectorial en el PIB.
De todas maneras, la industria siguió ocupando un lugar subordinado respecto de la actividad agropecuaria.
Sin perjuicio de eso, las consecuencias emergentes de la crisis del treinta van a comenzar a generar modificaciones en la estructura económica argentina. La drástica reducción del flujo comercial internacional incentivaría el desarrollo de una industrialización liviana de mano de obra intensiva (textil, alimenticia, calzado).
A su vez, eso daría lugar a la instalación de núcleos fabriles alrededor de los principales centros urbanos argentinos (Buenos Aires, Córdoba, Rosario), generando intensas migraciones del campo a la ciudad.
El libro detalla las características de ese desarrollo industrial haciendo hincapié en cómo estaba conformado ese universo empresarial. Así, se menciona el papel jugado por las subsidiarias extranjeras, la “oligarquía diversificada” y las pymes.
La irrupción del peronismo transformó el proceso de industrialización en curso en el eje fundamental del desarrollo económico argentino. A partir de ese momento, la industria relegaría a la actividad agropecuaria a un segundo lugar en términos de contribución al PIB.
El talón de Aquiles de ese proceso industrializador era su dependencia externa de la provisión de bienes de capital, insumos y combustibles.
Esa dependencia produjo la generación de los conocidos ciclos de “stop and go”.
El peronismo programó en su Segundo Plan Quinquenal una serie de medidas tendientes a profundizar el esquema sustitutivo, por ejemplo: desarrollo en sectores básicos (siderurgia, aluminio, química, mecánica), destinadas a superar esa limitación.
Unos años más tarde, el desarrollismo sostuvo que el histórico estrangulamiento en la balanza de pagos debía ser superado mediante una profundización del esquema sustitutivo que promoviera el desarrollo de las industrias básicas (acero, químicas, petroquímicos). En ese sentido, el frondizismo postuló que el insuficiente nivel de capitalización nacional debía ser sorteado apelando al concurso del capital extranjero
Tal como sostiene Portantiero, de esa manera se colocaron las bases para la consolidación productiva del capital extranjero industrial subordinando a la burguesía industrial y pampeana local, aunque esta última no perdió su capacidad de presión.
Como señala Rubinzal, esas fracciones más concentradas del capital fueron las mayores beneficiarias de la política aplicada por Krieger Vasena, algunos años más tarde. Las ventas de las primeras 100 empresas pasaron de representar el 20% de la producción industrial en 1960, al 24% en 1966 y al 26,2% en 1969.
El libro cita el planteo de O’ Donnell acerca de que las políticas impulsadas por Krieger fueron el único intento claro y sostenido de la gran burguesía de liderar el proceso de acumulación subordinando a la burguesía pampeana.
Por lo contrario, el proyecto político-económico peronista en 1973 se sustentaría sobre una alianza conformada entre los sectores de la pequeña y mediana burguesía local (representada por la CGE) y los trabajadores (leáse la CGT). El gobierno, la CGE y la CGT eran las tres patas sobre las que se apoyaba el Pacto Social auspiciado por el peronismo y comandado por José Gelbard desde la cartera económica.
La muerte de Perón no hizo más que desbarrancar el proceso político iniciado el 25 de mayo de 1973.
La dictadura militar implementó un nuevo patrón de acumulación del capital que sepultó al modelo ISI. El salario se transformó en un costo a reducir para mejorar la competitividad internacional. Así, el retroceso de la participación asalariada en el ingreso nacional revistió proporciones catastróficas.
El modelo de valorización financiera impuesto por la dictadura generó una intensa modificación de la estructura económica en términos regresivos. La actividad industrial retrocedió en términos de su contribución al PIB, como en complejidad tecnológica.
Por su parte, el Estado se constituyó en un proveedor de divisas a los grupos económicos concentrados viabilizando de esa manera el mecanismo de la bicicleta financiera. La consecuencia de ella fue la conformación de una monumental deuda externa dejada como herencia para el gobierno democrático de Raúl Alfonsín.
El gobierno radical tuvo dos etapas claramente diferenciadas. En sus inicios, se planteó una estrategia confrontiva con los acreedores externos tendientes a renegociar en mejores condiciones la abultada deuda externa. Por otra parte, intentó reactivar la economía local apelando a recetas heterodoxas tales como la concertación de precios, tarifas y salarios. Los objetivos explicitados por las autoridades eran: crecer al 5% anual, incrementar los salarios reales y reducir progresivamente la inflación.
La asunción de Sourrouille al Ministerio de Economía simbolizó el inicio de una nueva etapa en la que el gobierno dejó a un costado su estrategia confrontativa y redistribucionista y decidió encarar un acuerdo político con las fracciones empresariales más concentradas.
Ese proyecto fracasaría con el estallido hiperinflacionario.
En la década de los noventa se implementó una estrategia de apertura incondicional, desregulación financiera y privatización indiscriminada. Esa política, sumada al mantenimiento de una fuerte apreciación de la moneda doméstica, culminó en un desastre productivo.
La extranjerización de la propiedad de sectores fundamentales de la infraestructura y de las mayores empresas del país, un endeudamiento externo insostenible, altos porcentajes de desempleo y pobreza, una inédita fractura del mercado laboral, fueron algunos de los resultados de la aplicación de esa receta neoliberal.
A partir de 2003, la economía argentina registra inéditos niveles de crecimiento económico acompañados de altas tasas de ahorro interno, acumulación de reservas internacionales y superávits gemelos. Todo eso fue acompañado con una intensa generación de empleo y una recuperación de los salarios reales. Las características esenciales de ese proceso –en el que siempre está presente el fundamental tema de la redistribución equitativa- se analizan detalladamente en este libro.
Tal como lo afirma en su prólogo Alfredo Zaiat: “Esta obra, que retrata la evolución de la economía argentina hasta la actualidad, procura que cada uno de nosotros pueda convalidar, cambiar o matizar sus opiniones sobre el devenir económico local, pero ahora sin la excusa de no conocer bien lo que realmente sucedió. Su lectura será imprescindible para saber qué pasó, pero, más relevante, para estar atento a lo que está pasando y, aún más importante, para construir un futuro mejor, sin engaños y donde el territorio que se conoce como Argentina sea uno para todos y no para una minoría”.
La revista del CCC [en línea]. Mayo / Agosto 2011, n° 12. [citado 2012-04-26]. Disponible en Internet: http://www.centrocultural.coop/revista/articulo/231/. ISSN 1851-3263.