Más armas, menos niños
¿A eso se le puede llamar “progreso”? ¿Y la palabra vida, dónde queda? El mismo día que un tifón arrasó Filipinas, con miles de muertos y millones de habitantes que quedaron sin vivienda.
Temas fundamentales para la vida y el futuro del mundo. Pero no. Primero están las ganancias: “Armas alemanas para los países en desarrollo”. “La industria armamentista alemana ha vendido en el 2012 tantas armas a los países en desarrollo como nunca antes. Sigue también el crecimiento de las ventas de armas de pequeño calibre”. De acuerdo con la resolución del gobierno alemán se vendieron armas a países que no pertenecen a la OTAN ni a la Unión Europea, por 2600 millones de euros. Un año antes ese valor se elevó a 2200 millones de euros. Del total de las armas vendidas al exterior, el 59 por ciento fue a dichos países en desarrollo. El principal comprador de armas alemanas es Arabia Saudita. Alemania vendió en el 2011 armas por 5400 millones de euros: en el 2012, por 4700 millones. Y sigue el negocio.
Pese a haber perdido las dos guerras mundiales, con millones de jóvenes muertos, Alemania sigue fabricando armas. Es como para mirarse al espejo y preguntarse: ¿qué aprende el ser humano? Nada, podemos responder y sacarnos la lengua en el espejo a nosotros mismos.
El otro problema es la falta de niños. En la parte de Alemania occidental, el 23 por ciento de las mujeres no ha tenido hijos; en la parte oriental, el antiguo país comunista, el 15 por ciento.
Entre las mujeres con estudio, un treinta por ciento no tiene hijos. Alemania es el país europeo que, en porcentaje, tiene menos hijos. Apenas un 8,1 por ciento en cien personas. Los sociólogos se preguntan cómo regular esta crisis de los nacimientos. Es que la mujer actual estudia o trabaja. En general, la mujer piensa tener hijos después de los treinta años, justo cuando en el trabajo comienza a tener futuro y esto la hace posponer de nuevo. El Estado, últimamente, trata de salvar la crisis mediante la creación de más jardines de infantes. Una forma de ayudar a las mujeres profesionales. Pero, claro, no es lo mismo. El dilema que se le presenta principalmente a la mujer es elegir entre un niño o seguir adelante con su profesión. Se cree, por lo general, que un niño significa menos tiempo para el progreso de la propia calidad de vida, para la cultura, para la diversión. Es que la sociedad se ha ido formando así en el último siglo, cuando la mujer ha conquistado libertad e independencia, y el hombre se ha ido alejando de responsabilidades familiares. Un tema para ahora y el futuro: los niños. Es que el niño representa el futuro.
¿No debe pensar el ser humano en este tema que hace a su supervivencia?
Pero no son sólo éstos los problemas que deben enfrentar los países “más desarrollados”, como se dice. Se presentó un estudio del Instituto Alemán para la Investigación de la Economía (DIW) sobre el “Alto riesgo de pobreza en Alemania”. Y esto nos hace pensar aún más en los riesgos que presenta el sistema capitalista. Dice el informe: “La desigualdad económica en los distintos hogares alemanes y el riesgo de pobreza en Alemania se mantienen en alto nivel. Si bien las diferencias económicas en los hogares se han reducido ligeramente desde 2005, esa tendencia se terminó en 2011. La posibilidad de salir del riesgo de pobreza ha caído de un 10 por ciento, a 46 por ciento en los últimos años”. Y señala el documento: “Mientras que en los de más altas ganancias se efectuaron aumentos del 13 por ciento, en los grupos que ganan menos se han producido caídas de hasta el 5 por ciento. Es decir, que ha aumentado la de-sigualdad”.
Por eso, en las últimas discusiones por un nuevo gobierno que mantienen los demócratas cristianos y los socialdemócratas se ha presentado el tema de la increíble diferencia de sueldos entre los altos jefes y los empleados y obreros en las grandes empresas. Por ejemplo, los directivos de Volkswagen ganan 170 veces más que los empleados y obreros; en la empresa Siemens, sus directivos reciben mensualmente 75 veces más que empleados y obreros y en el Banco Alemán (Deutsche Bank) 34 veces más.
Realmente eso no es democracia, porque en la palabra democracia también debería figurar la Igualdad.
En esos grandes países llamados democráticos, para muchas familias siempre está presente el fantasma de la desocupación, lo que es caer en la indignante palabra miseria.
Bien, cerramos este panorama de la realidad de nuestro planeta con otro tema que ya mismo nos debe llevar a una actividad constructiva: la defensa de la naturaleza. Tenemos actualmente la conferencia de Varsovia, donde cada país puede volcar su experiencia acerca de los cambios climáticos. Comencemos con un hecho que habla de nuestro presente y lo que puede llegar a ser nuestro futuro. Los vecinos de una pequeña ciudad alemana, Hennef, salieron a la calle para decir ¡basta! Es que por la carretera que atraviesa la pequeña ciudad pasa día y noche un camión cada 45 segundos. Día y noche. Ya no es vida, y se preguntan: ¿A dónde quieren llegar? ¿Un camión detrás de otro? Bien, esto es una pequeña anécdota, pero tiene que ver con el futuro del mundo, con su ecología. El mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos y nietos.
En Varsovia se está exponiendo verdad sobre verdad. Por ejemplo una: la deforestación de los bosques. En Brasil, este año ya se ha talado un 25 por ciento más de superficie boscosa que el año anterior. La superficie talada alcanza a 5843 kilómetros cuadrados. Tan grande como la de la provincia alemana del Sarre. Pero los brasileños dijeron que esa cuota de bosques talados es la menor desde 1988. Menos mal.
Por otra parte, Alemania fue muy criticada por haber abandonado en parte la política del cuidado climático y de la naturaleza. Del puesto 8 que tenía ahora ha caído al 19. Para no hablar de Polonia, justo donde se realiza la conferencia. Aquí cabe la pregunta: “¿Quién gobierna Polonia, el pueblo o la industria del carbón?”.
Las palabras al congreso del delegado de Filipinas, Yeb Saño, lo dicen todo: “La crisis climática es una locura –dijo–, es una locura. Paremos, por favor, esa irracionalidad. Nos negamos a aceptar que nuestra vida tiene que ser huir de las grandes tempestades, poner nuestras familias en seguridad, padecer destrucción y miseria y tener que contar a nuestros muertos. Nosotros, los filipinos, llamamos al mundo para que actúen y no se pierdan sólo en las palabras”.
Todo dicho: no a las armas, sí a los niños; sí al cuidado de la naturaleza. En definitiva: No a la muerte.
Página/12 - 23 de noviembre de 2013