“La sociedad puede y debe demandar soluciones”
Pensamos influenciados por la biología molecular, pero biotecnología es hacer un producto, en industrias privadas, estatales o mixtas, con dominio de los procesos”. Según el especialista, hay tres grandes sectores o áreas donde se aplica la biotecnología: la salud, el agro y la industria. Y como ejemplo del avance que representa esa aplicación, cuenta que las empresas biotecnológicas farmacéuticas “están creciendo entre 15 y 17 por ciento anual en el mercado internacional”.
–¿Cuál de estas áreas le resulta más apasionante?
–Estoy marcado por mi carrera, así que el campo de la salud. Pero no es sólo que me guste más, es la que más rápido se desarrolla tanto en tecnología como en ciencia. Históricamente la inversión en biomedicina es enorme, en Estados Unidos, Japón, Europa, sobre todo, pero también en la Argentina. Hay novedades día a día, y tiene una fuerte interacción con la industria, lo cual significa que el conocimiento empieza a transformarse en productos. Así surgió la biotecnología moderna, gracias a que la industria farmacéutica no sabía nada de biología molecular, lo cual obligó a los científicos a formar sus propias empresas. Con el tiempo se juntaron para la producción industrial.
–¿Qué medicamentos citaría como ejemplo de avance y cambio paradigmático en el campo de la salud?
–El primero fue la insulina, que con el conocimiento del gen humano que la fabrica y el cultivo en laboratorio a través de una bacteria, ahora es humana, evitando el riesgo del rechazo a la de cerdo y vaca. Luego la hormona de crecimiento, que se extraía de cadáveres y presentaba serios problemas, como enfermedades neurológicas similares a la “vaca loca”. Ahora también se cultiva en laboratorio. Pero el salto mayor se dio con las proteínas que no se podían producir industrialmente, como la eritropoyetina, que aumenta la producción de glóbulos rojos y se usa para enfermos renales que no la fabrican naturalmente. En vacunas tenemos dos ejemplos: la de hepatitis B, que se trabajaba con sangre humana con los riesgos que eso implica hasta que se aisló el gen y se cultivó en levadura, y la del Virus de Papiloma Humano, un trabajo de ingeniería molecular. Y no podemos olvidarnos de los anticuerpos monoclonales, proteínas muy complejas que se sacaban de la sangre. Fabricarlas en laboratorio fue el gran descubrimiento de César Milstein, y ahora se están usando mucho en oncología y enfermedades autoinmunes, aunque el problema sigue siendo el alto costo que tienen.
–¿En qué alimentos incursiona la biotecnología?
–El más común es el queso. Se usa una enzima, la quimosina, que permite coagular la leche y que se logró mediante ADN recombinante o, como se dice comúnmente, ingeniería genética. El gen de la enzima natural se aisló y se colocó en un hongo para fabricarlo industrialmente. La industria láctea no lo dice públicamente por temor a la reacción de la gente, porque una cosa es un medicamento recetado, donde uno obedece al médico, y otra es un alimento. La biotecnología también se usa en yogures; hay bacterias que se estudian y modifican para lograr el yogur con las necesidades que se requieran, más allá del marketing de la industria. Pero en todo esto no hay nada transgénico, primero porque no está permitido y segundo porque los costos son tan altos que no tendría sentido. Siempre digo que la biotecnología es tecnología. Si es buena y sirve la de Pasteur, la usamos. De hecho, la mayoría de las vacunas son de esa época.
–¿Qué hay de materiales y medio ambiente?
–En la búsqueda de reemplazar el petróleo se elaboran polímeros a partir de bacterias, se combinan con otras moléculas para hacerlas biodegradables, y se obtienen materiales con los cuales se confeccionan prendas de vestir, envases, tarjetas de crédito, lapiceras. En cuanto al medio ambiente, la biotecnología influye en que abarata algún proceso en sí mismo y la industria usa menos energía, menos agua y contamina menos. Por ahora es para fabricar productos de alto valor. Pero también actúa en la biorremediación, limpiezas de, por ejemplo, derrames de petróleo con microorganismos que lo metabolizan; lo mismo con el mercurio o el arsénico.
–¿Hay un límite para la biotecnología?
–En principio, no. Es como cuando los físicos empezaron a describir el átomo. En la estructura de la materia se avanza en conocimientos que en algún momento se pueden llevar a la práctica. En el caso biológico el campo es enorme, porque estudia todo lo que es vida, nosotros, las plantas, los animales, los microorganismos de los que conocemos el 15 por ciento de los que hay en la naturaleza. Y además ese conocimiento se puede combinar genéticamente. Una nueva rama, la biología sintética, se dedica a armar algo con partes de distintas cosas, como los técnicos que hace años armaban radios.
–De alguna manera es sentirse Dios…
–Los primeros años, cuando hubo un fuerte crecimiento, hubo muchas críticas, sobre todo de sectores religiosos y conservadores que acusaban a los científicos de estar jugando a ser dioses. Se puede jugar sin conciencia o ética y provocar grandes desastres, pero los biólogos tuvieron como precedente la experiencia de los físicos atómicos. Así que cuando empezó el desarrollo, se reunieron para autorregularse y tienen reglas claras y estrictas que respetan. Por ejemplo, trabajan con microorganismos transformados genéticamente pero con la característica de que si se escapan del lugar, se mueren.
–¿Cuál es el mejor ejemplo de biotecnología aplicada?
–El de Abuelas de Plaza de Mayo, un grupo social que reclama una solución a la ciencia, algo que generalmente no sucede en ningún lugar del mundo. En una intensa relación de ciencia y tecnología, primero se hizo una enorme investigación utilizando antígenos de histocompatibilidad, los que se usan para los trasplantes. Después se elaboraron estadísticas igualmente enormes. Y luego aparecieron las técnicas de PCR, enzimas que multiplican en ADN, una técnica de biotecnología. De allí también deriva el Equipo de Antropología Forense, con una tecnología que se exporta libremente. Es un desarrollo exitoso, en un tema gravísimo, y surgió por demanda. Es un ejemplo de que la sociedad puede y debe demandar soluciones.
Revista XXIII - 3 de septiembre de 2014