El último enemigo del igualitarismo: una revisión crítica del libro de Thomas Piketty, El Capital en el Siglo XXI
El optimismo de Adam Smith y su vulgar reencarnación neoliberal, “el efecto goteo”, está por suerte de capa caída, perdiendo poco a poco terreno a favor de una argumentación más “bíblica” (ver arriba Mark 4:25). La Crisis de 2008, los rescates que le siguieron y el estancamiento inveterado el cual mantiene los salarios a niveles históricamente bajos (al mismo tiempo que se aplica la famosa flexibilidad cuantitativa (QE), el crecimiento impulsado por burbujas y la inflación de activos), ha atraído la atención a la conmovedora creencia de que la “mano invisible”, dejada a su antojo, distribuye los frutos del esfuerzo humano de manera equitativa por toda la humanidad.
El triunfo comercial y discursivo de libro El Capital en el Siglo XX de Thomas Piketty, simboliza este cambio en el sentir de los estadounidenses y europeos. El capitalismo es, de repente, retratado como el repartidor de intolerable desigualdad, que desestabiliza las democracias liberales y que, en última instancia, genera el caos. Los economistas disidentes que pasaron largos años argumentando, aislados, en contra de la fantasía de la distribución por goteo, están naturalmente tentados a dar la bienvenida al fenómeno editorial de Thomas Piketty.
La repentina resurrección de la irrefutable verdad de que el mejor pronóstico de nuestro éxito socioeconómico es el éxito de nuestro padres, en contra de las sandeces de los modelos del 'capital humano', es indudablemente reconfortante. De igual modo que con la decepcionante teoría económica convencional, la tolerancia a la creciente desigualdad es evidente por todo el libro del profesor Piketty. Y sin embargo, a pesar del efecto calmante de la narrativa sobre la desigualdad del profesor Piketty, este artículo argumentará que El Capital en el Siglo XXI constituye un flaco favor a la causa del igualitarismo pragmático.