Europa se rebela contra la receta de austeridad que predica Alemania
Desde el inicio de la crisis de la deuda de la zona euro, los países más acaudalados del bloque, liderados por Alemania, han impulsado las reformas económicas, en lugar de las políticas de estímulo, como la principal forma de asistir a las naciones endeudadas para que recobren su salud financiera. Los electores de la zona euro, no obstante, han dejado en claro su fastidio con las penurias fiscales, mientras que el Banco Central Europeo acaba de echar por la borda la ortodoxia monetaria de Berlín.
La histórica victoria el domingo del partido de izquierda radical Syriza en las elecciones de Grecia probablemente alentará movimientos populistas en otros países de la zona euro, como España, Francia e Italia, los cuales rechazan la austeridad patrocinada por Alemania. Su crecimiento tanto en la izquierda como en la derecha del espectro político europeo sugiere la amplitud y complejidad del malestar de los votantes.
El partido de extrema izquierda Podemos se ha disparado en las encuestas en España meses antes de que se celebren elecciones. En Francia, el Frente Nacional de extrema derecha está sacudiendo a la clase política con ataques tanto a la austeridad como a la inmigración. El Movimiento Cinco Estrellas de Italia quiere renegociar la deuda nacional.
Grecia es el ejemplo más extremo del debilitamiento del apoyo a los partidos de centro derecha y centro izquierda que han dominado la política de Europa Occidental durante décadas. El ascenso de los movimientos anti clase dirigente coincide con el declive económico más prolongado desde la Gran Depresión de los años 30.
A su vez, la decisión del jueves pasado del Banco Central Europeo (BCE) de comprar bonos soberanos de la zona euro y otros activos para estimular el crecimiento y la inflación se aparta de la convicción de Alemania de que los bancos centrales no deben imprimir dinero para comprar deuda pública.
El BCE solía respaldar a viva voz el discurso de Alemania sobre los beneficios de las políticas de austeridad, antes de sugerir a fines del año pasado que la zona euro en general se había vuelto demasiado frugal y que Alemania debería gastar más. Últimamente, el presidente del BCE, Mario Draghi, ha evitado provocar a Berlín sobre la política fiscal al mismo tiempo que la antagoniza con el programa de compra de bonos.
El BCE y Alemania concuerdan en al menos un aspecto: la necesidad de emprender reformas de mercado para hacer más flexibles las economías de la zona euro. De todas formas, convencer al electorado sobre los beneficios de tales cambios es más difícil que nunca.
Es probable que el enfrentamiento entre Alemania, el BCE y los irritados votantes del sur de Europa se prolongue a lo largo de 2015 en una región cuya recuperación de la crisis financiera ha sido más lenta que en otras partes.
Economistas internacionales dicen que la zona euro necesita una mezcla juiciosa de estímulo monetario para evitar caer en de-flación, reducción del déficit fiscal por parte de los países deudores, un mayor gasto de los países acreedores y amplias reformas en varios países para elevar las perspectivas de crecimiento a largo plazo.
Algunas autoridades europeas recalcan que el bloque necesita una especie de gran pacto que provea todos esos elementos. En lugar de ello, las divisiones en política monetaria y fiscal, así como en cambios estructurales, se han vuelto más arraigadas e ideológicas.
Una pelea a gritos, en lugar de un gran pacto, amenaza con prolongar la agonía de una recuperación lenta y un alto nivel de desempleo.
"Si no logramos un crecimiento más acelerado, la impaciencia que se observa en una serie de sociedades se acumulará, con repercusiones políticas que no podremos controlar," advierte Paul De Grauwe, profesor de economía política europea en el London School of Economics.
Algunos analistas dicen que, por sí solo, el nuevo programa del BCE de compra de activos o "flexibilización cuantitativa", marcará una pequeña diferencia en el crecimiento y la inflación en Europa, y que se necesitan medidas adicionales para apuntalar la demanda interna en países como Alemania.
De todos modos, los llamados para que Alemania aumente su escasa inversión pública se han vuelto tan rutinarios que el gobierno a duras penas reacciona.
La canciller Angela Merkel reafirmó la postura alemana en un discurso la semana pasada en el Foro Económico Mundial en Davos, al decir que los desafíos demográficos requerían de deudas públicas más bajas y mercados más competitivos. "Hemos perdido mucho tiempo", insistió.
La perspectiva de Alemania es considerada punitiva en los países más golpeados por la crisis, donde años de actividad económica deprimida erosionan la inversión, la empleabilidad de los desocupados y la sobrevivencia de las empresas, lo que debilita la prosperidad a largo plazo así como la capacidad de los países de reducir sus deudas.
El triunfo de Syriza ha sido aplaudido por muchos en la izquierda y en la derecha de Europa, que nunca han tenido mucha fe en la receta alemana y han perdido la confianza en las instituciones de la Unión Europea. Sin embargo, también es probable que las esperanzas de que el triunfo de Syriza genere un cambio político y económico a lo largo de Europa choquen de bruces con la realidad: Grecia es pequeña, carece de aliados y enfrenta la quiebra sin los fondos de rescate que Berlín puede bloquear.
Alemania teme que relajar la austeridad griega pueda enviar el mensaje equivocado a Francia e Italia y que le caería bien al propio partido populista del país, Alternativa para Alemania, que se opone a los rescates de la zona euro y opina que Merkel ha sido demasiado generosa con el resto de Europa.
En las próximas semanas, Grecia enfrentará una presión intensa para mantener el curso de la austeridad y las reformas si quiere seguir siendo parte de la zona euro.
La medicina de Merkel, con su énfasis en el largo plazo, podría surtir efecto en algún momento, dicen los economistas. El problema, agregan, es que en el entretanto Europa puede sufrir una década perdida.
"El tema es si la gente tendrá la suficiente paciencia", dice De Grauwe.
The Wall Street Journal Americas - 28 de enero de 2015