Más que un militar, fue un militante
Trabajó por la reforma de las instituciones militares y por el juzgamiento de los crímenes de la última dictadura. Había entrado al Ejército como infante en 1943 y se hizo peronista en 1950, cuando conoció a Juan Domingo Perón.
El coronel retirado Horacio Ballester, fundador y ex presidente del Centro de Militares para la Democracia (Cemida), que desde 1984 trabajó a favor de la transformación de las instituciones militares y del juzgamiento de los crímenes de la dictadura, murió el sábado a los 88 años. Figura central del minúsculo grupo de militares que rechazaron el terrorismo de Estado, Ballester declaró como testigo en el proceso a Videla, Massera & Cía. en 1985. En la última década, tras la reanudación de los juicios, puso sus conocimientos y su experiencia en los cuarteles al servicio de la verdad y la justicia, causa que lo llevó a declarar en juicios orales y públicos en todo el país. “Estamos muy orgullosos del trabajo que desarrollamos, pero entendemos que se cumplió un ciclo y que las épocas no son las mismas, por suerte”, explicó en 2012 en una entrevista en Miradas al Sur al anunciar junto al coronel Augusto Rattenbach la disolución del Cemida. “Fíjese cómo ha cambiado todo que aquellas búsquedas relacionadas con la libertad, la memoria y la justicia, que hace tres décadas parecían imposibles, hoy son cosa de todos los días”, celebró.
Ballester se incorporó al Ejército como infante en 1943 y se hizo peronista en 1950, cuando conoció en persona a Perón, contó años atrás. En 1966 participó del golpe contra el presidente constitucional Arturo Illia, hecho que calificó luego como un “tremendo error”. En 1972 participó de la frustrada sublevación militar contra el dictador Alejandro Lanusse, con epicentro en las unidades de Azul y Olavarría, para devolver al pueblo su capacidad de autodeterminación. “Cuando me mandaron a un Consejo de Guerra y ordenaron mi baja por estar en contra de la dictadura de Lanusse, e incluso me secuestraron en Ezeiza, justamente viajaba para entrevistarme con él (Perón) en Puerta de Hierro”, recordó. “Con varios efectivos dimos a conocer un proyecto nacional llamado José Hernández, y Perón lo vio. Nos invitó a incorporarnos al peronismo y le mandamos decir que si habíamos llegado a oficiales superiores en un ejército antiperonista no podíamos presentarnos como peronistas, pero sí lo aceptábamos a él como jefe de un movimiento nacional y popular”, agregó. Tras el primer retorno al país en noviembre de 1972, Perón lo nombró comandante en jefe de las tropas peronistas, “por si había operaciones”, contó, y recordó que “una madrugada junto a Juan Manuel Abal Medina, a orillas de los lagos de Palermo, yo mismo le ofrecí al general Pomar, en nombre de Perón, la comandancia en jefe del Ejército”.
Duro crítico de la guerra de Malvinas, siempre adjudicó el final de la dictadura “a la resistencia de la población después de tantos años de desapariciones, secuestros y ahogo económico”. “Ya el 30 de marzo (de 1982), en aquella manifestación donde hubo una represión tremenda, la dictadura demostró que no podía estar más con el poder (...) Esa marcha, de la que me fui con la boca hinchada de tantos gases lacrimógenos, fue la más importante pero no la primera”, recordó.
Tras la restauración democrática, Ballester junto con Rattenbach y coroneles retirados como José Luis García, Carlos Gazcón, Gustavo Cáceres y Juan Jaime Cesio se agruparon para dar nacimiento al Cemida. “Al subir el gobierno constitucional en 1983 las únicas voces militares que se escuchaban, de personal en actividad o retirado, eran favorables a la dictadura y nuestras voces opositoras carecían de eco periodístico”, rememoró. Tres días después de la aparición en sociedad del Cemida, una bomba destruyó sus instalaciones en calle Libertad 94. Varios de sus miembros recibieron amenazas y presiones para apartarse de la organización, acusada de “atentar contra las Fuerzas Armadas”. El núcleo inicial se fortaleció con la incorporación de un puñado de oficiales subalternos dados de baja por su rechazo a la dictadura y algunos altos oficiales retirados como los generales Ernesto López Meyer y Jorge Leal.
La inminencia del Juicio a las Juntas llevó a pensar que el Cemida era una maniobra del presidente Alfonsín para respaldar su estrategia política. Sus miembros, sin embargo, nunca lo sintieron así y criticaron aspectos de la reorganización castrense, sobre la que nunca fueron consultados. “Las Fuerzas Armadas tuvieron tanto peso porque los gobiernos se entregaban, y a los que pensaban diferente los echaban, como mi caso”, recordó años atrás, y agregó que otros “la pasaron mucho peor”. “Cuando subió Alfonsín a nosotros nos siguieron metiendo días de arresto con todo entusiasmo”, apuntó. En ese contexto declaró contra los dictadores, explicó como perito detalles de la organización castrense y sobre la “doctrina de la seguridad nacional” que derivó en la aplicación sistemática del terror. En los últimos años declaró como testigo a pedido de querellantes y de fiscales en los juicios por las masacres de Trelew y de Margarita Belén, por los delitos de lesa humanidad en la ESMA y en Campo de Mayo y por el plan sistemático de robo de niños, entre otros.
Página/12 - 29 de octubre de 2015