Siempre del lado de los más pobres

Luiz Inácio Lula da Silva

 

Brasil acaba de perder a uno de sus máximos símbolos de la lucha por la justicia.

Nuestra América perdió una voz valiente que se enfrentó con dictaduras terribles y un brazo amigo que abrigó a centenares de refugiados que eran perseguidos en países vecinos.

El mundo perdió a una figura gigante en la defensa universal de los derechos humanos.

Junto con Marisa, quiero expresar con fuerte emoción el agradecimiento de familias enteras, líderes sociales, militantes de los movimientos populares, ciudadanos y ciudadanas de todos los colores políticos que tanto aprendieron con él en décadas de convivencia inspiradora.

Su coraje siempre fue el de las personas sabias y serenas, que dialogan sin prejuicios con cualquier adversario y no ven sólo enemigos a su alrededor, el carácter de un apóstol de la pluralidad y la tolerancia. Siempre estuvo de un lado: el lado de los más pobres.

Asumió como obispo en 1970 y se destacó en la defensa de los derechos de los presos comunes en el norte de San Pablo. Pocos meses después, se convirtió en la voz de los presos políticos sobrevivientes de las torturas, que siempre reconocieron en él la energía contagiosa de quien denuncia la violencia y desenmascara las farsas policiales, sin negarse nunca a golpear la puerta de un cuartel o a dialogar con quien se dispusiera a hacerlo.

Franciscano como era, siguió el ejemplo de su maestro para hacer una clara opción preferencial por los oprimidos en su Iglesia de la Liberación. Sembró y cultivó comunidades eclesiales de base, revolucionó la formación de los seminarios llevando a los futuros sacerdotes a vivir en los barrios de la periferia. Impulsó la Pastoral Obrera, promovió el trabajo de la Iglesia con los niños, vocación profética de su hermana Zilda hasta su trágica muerte en Haití.

Acarició el sueño de la agricultura familiar que conoció en su tierra natal catarinense, Forquilhinha, como demostración y prueba cabal de que las personas del campo no están condenadas a sufrir hambre y a vivir en la miseria.

Brasil pierde mucho. Pero no pierde ninguna de sus enseñanzas y sus lecciones. En un momento tan difícil de nuestra vida nacional, es necesario tomar su legado de dignidad y coherencia como inspiración permanente. Es necesario rescatar los ideales de esperanza que Don Paulo siempre llevó como lema de toda su vida.

Que descanse en paz. Que podamos seguirlo en sus mejores combates.

* El cardenal Paulo Evaristo Arns, estrecho amigo de Lula y un ícono de la lucha contra la dictadura militar brasileña, murió ayer a los 95 años en Sao Paulo. Fraile franciscano de origen alemán, fue arzobispo de Sao Paulo durante 28 años entre 1970 y 1998. Arns había ganado prestigio como defensor de los derechos humanos durante la dictadura (1964-1985) y por su labor por los pobres en las favelas. Sus posiciones progresistas le valieron luego ser aislado y marginado por Juan Pablo II dentro de la iglesia.

 

Página/12 - 15 de diciembre de 2016

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